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27 de Noviembre de 2008

En memoria: Pablo Domínguez (16/VI/1962 – 25/XI/2008)

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Nací el 16 de junio de 1962, en la Clínica Central, en la calle San Isidro. Ese día, Chile le ganó a Yugoslavia en uno de los partidos más memorables del mundial. Al verme, mi papá me halló narigón. Tiempo después contó que vio cómo en la sala de espera de ese recinto hospitalario se prendía una ampolleta con forma de huaso si nacía un hombre, y una con forma de china si una mujer. Yo prendí al huaso. Me llevaron a vivir a un departamento de la calle Seminario. A veces la nana me sacaba a colgar la ropa al patio, y yo me entretenía con mi hermano persiguiendo unos volantines de diario que llamábamos ñeclas y que supe mucho después que otros llamaban viejas. Hubo un terremoto y se abrieron los cajones de todos los muebles. Por esa época le pegué en la cabeza a Mario, mi hermano mayor, con la manilla de una puerta, y tuvieron que ponerle siete puntos en la mollera. Nos estábamos peleando por un pato de plástico duro, amarillo con naranjo. Recuerdo que me enfermé de la guata por comer demasiados picarones en un bol de loza blanco. En el periódico estaba “El Reyecito”, en la tele “Dos Tipos Audaces” y en la radio la canción “Era una Gotita”. Luego me fui a una casa con patio y jardín. Ahí me sucedió algo verdaderamente extraordinario: una tarde llegué corriendo a mi pieza y enchufé rápidamente la piola de un helicóptero, y el helicóptero voló. De pronto tenía otros seis hermanos, apareció la tele y el hombre llegó a la luna. Con Mario jugábamos a la mamá y al papá, y nos peleábamos por ser la mamá, porque el papá, según nosotros, salía a no hacer nada. No obstante, mi primer acercamiento al dibujo fue sobre la mesa de diseño de mi padre. Por entonces su oficina se instaló en el living de la casa. Mi mamá compró unas témperas y un lote de personajes de Walt Disney en plumavit. Yo pinté al Pato Donald de color verde. Mi abuelita aseguró que de ese color se ponían los envidiosos. Quizás fuera que mi hermano pintaba mejor que yo. Los cuadros de mi casa eran los siguientes: sobre la chimenea una marina de Somerscales, en el living una naturaleza muerta de Helsby, y en la escalera del subterráneo un afiche de la mítica exposición de Cézanne a Miró, realizada en el Museo de Bellas Artes. Mi primer amor fue sin besos. A los doce me enamoré de Marcia. Yo tocaba el bombo, ella la guitarra y su papá, la quena. Nos poníamos ponchos y teníamos un conjunto musical. Antes de dar un abrazo enamorado me metí con una prostituta, pero no hablemos de esto. Nunca olvidé el cuento del Gigante Egoísta. De repente comencé a vender cuadros, a tener hijos, y a seguir pintando cuadros. Y me dormí un día, y desperté al siguiente. Y aquí estamos.

PABLO DOMÍNGUEZ

La madrugada del pasado martes 25 de noviembre, producto de un cáncer que se le había detectado un par de meses antes, murió el pintor chileno Pablo Domínguez. Reproducimos aquí los autorretratos -escrito uno y pintado el otro-que Domínguez publicó en la edición de su libro “Pablo Domínguez”, aparecido en 2006 bajo el sello de Ocho Libros Editores, con motivo de la exposición “Dormido en los laureles” que el artista realizó en el Museo Nacional de Bellas Artes en 2006.

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