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Opinión

6 de Diciembre de 2008

The Clinic V/S Mercurio

Juan Andrés Guzmán
Juan Andrés Guzmán
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10 años es harto y es nada. Pero en estos diez años el Clinic ha sido el territorio más libre de la prensa escrita y eso es mucho. La Tercera o El Mercurio, por nombrar a los más grandes del negocio, tienen enormes compromisos empresariales. Nosotros no. Y eso, que es muy malo para el precio de nuestros ejemplares (es el avisaje el que permite que usted se lleve el enorme Mercurio del domingo por 700 pesos), es muy bueno para la libertad. Por supuesto, junto con cada don, el tatita Dios nos da un látigo para que lo aprovechemos. Tenemos libertad en cantidades que nadie tiene. Debemos hacer que sea útil para otros. Disfrutarla y compartirla: hacer que valga la pena.

Por eso nos metemos en artículos tan conflictivos como la serie “Cómo te cagan las empresas”, donde se detallan las trampas que les hacen a sus clientes las compañías de retail, de celulares, las isapres… Eso no se lee en ninguna parte. Y como tampoco tenemos compromisos religiosos podemos publicar el adelanto del excelente libro de los Legionarios de Cristo (“Dios, dinero y poder”); o denunciar cómo la Iglesia se beneficia con la espantosa educación subvencionada; o abrir un debate sobre el aborto con una serie de entrevistas a mujeres que dan su testimonio a cara descubierta, y explican por qué tomaron esa decisión. En cualquier otro medio habrían sido tratadas como criminales. Nosotros las escuchamos porque nos parece que cuando se criminaliza, se simplifican las cosas y todos nos embrutecemos.

Por supuesto, en esta década hemos estado más ligados a la Concertación que a la derecha, como la mayor parte de este país. Aunque basta recordar algunas portadas para concordar que The Clinic no comulga con todo lo que la Concertación haga; y que no les vamos a perdonar los falsos enfermos de Curepto, los Chiledeportes, los Transantiago. De hecho, no tenemos el respaldo publicitario del Fisco. A nosotros nos financian principalmente los lectores. Al Mercurio, en cambio, por citar al más liberal y anti Estado de los medios, el Fisco le entrega el 50 por ciento de lo que gasta en publicidad en medios escritos… muy interesante.

Por supuesto, durante esta década nos hemos equivocado muchas veces. Como director asumo todos los desaciertos, desde las faltas de ortografía a las malas portadas. A veces los artículos no funcionan como quisiéramos. Guatean. Pero la mayor parte del tiempo terminamos muy conformes. He estado en otras salas de prensa, mi familia es de periodistas y por todo eso sé que el equipo que trabaja aquí, en su mayoría muy joven, es talentosísimo y esforzado (otra vez el don y el látigo, ¿se fija usted?). Han hecho grandes cosas y eso se nota a la hora de los comentarios de los lectores y de los premios. Pero tal vez lo más importante que han hecho hasta ahora es permitir que cumplamos 10 años, que el Clinic no sea un recuerdo, sino un animal vivo, con garras y que ronronea cuando quiere.

Decía que nos hemos equivocado muchas veces. Y haciendo el arqueo, de la cosa que más me arrepiento es del caso Spiniak. De cómo dejé que Gemita Bueno usara la portada de The Clinic para pasarse por la raja a todo Chile, como ella misma dijo también en The Clinic. Al final de la historia hicimos lo que había que hacer. Aceptar que nos habíamos equivocado y corregirnos; la portada de Gemita Malo fue clave para terminar con su credibilidad. Todavía recuerdo que esa gente que uno conoce por ahí, te retaba por no haber seguido firme detrás de Gemita ¿No nos dábamos cuenta de que era una gran forma de destruir a la UDI, de acabar con el enemigo? Sugerir eso, claro, era no conocernos, no entender lo que es el Clinic. Podemos ser groserísimos, desatinados, poner imágenes grotescas, pasarnos para la punta en nuestros chistes. Todo eso lo suscribo, lo admito e incluso a veces lo aliento. Pero no vamos a mentir. Nunca habríamos persistido en el error a sabiendas. No porque seamos buenitos. Simplemente no hacemos eso. Podríamos haber esperado que el olvido cayera sobre el tema, que es la estrategia mercurial por excelencia. Hacer como si nada. Pero no. La decencia es un asunto de ética y también de estética. Nos equivocamos, pero no mentimos. Tal vez todavía nos equivocamos demasiado, pero estamos trabajando en eso.

Es por todo eso que en este aniversario decidimos incluir una separata sobre El Mercurio. No puede haber nada más lejos de nosotros que el Diario de Agustín con sus más de 100 años. Allí se defiende la penalización del aborto y la persecución del pitero. El Mercurio se opuso a la separación y chilló cuando se acabó legalmente el niño huacho. Se ha opuesto a la entrega de condones, ha levantado la falsa idea de que la píldora es abortiva, ha satanizado las relaciones prematrimoniales, ha querido regir en nuestras camas, tanto como ha regido en la economía y en la política. Ha buscado ser un enorme gran hermano, muy, pero muy castigador. Como se muestra en el documental de Fernando Agüero, (El diario de Agustín, que se ha transformado en un éxito de taquilla a pesar de que la prensa escrita ha mirado para otro lado) durante la dictadura participó en operaciones de inteligencia para ocultar cuerpos, para dar coartadas a los agentes. Y en los ’90, aliado a Paz Ciudadana, otra empresa de Agustín Edwards, infiltró la idea de que la democracia traía, sobre todo, olas de delincuentes e inseguridad. Que había que desconfiar del joven pobre. Y que la libertad conseguida no la podíamos disfrutar…

Aunque ya se sabe todo esto, El Mercurio sigue ahí, como una institución de la República, como si fuera parte esencial del país. Una parte que no se elige, como la cordillera, y que como ella, no tiene corrección posible. Tampoco humor (¿Alguien se ha reído alguna vez leyendo El Mercurio?).

Tener ese enorme superyo sobre nuestras cabezas nos ha costado dinero. Mucho. En la década de los ’80 El Mercurio quebró y le entregaron recursos fiscales para salir a flote. Luego la deuda fue dada de baja en un enjuague descomunal. Hoy esta empresa que cada dos por tres limpia su enorme trasero con el rol del Estado en la educación, en la salud, en el control de los abusos laborales; esta cadena que tiene como ideología satanizar a los trabajadores organizados y solo brega por la libertad del empresario y de la iglesia católica, recibe el 50 por ciento del enorme gasto fiscal en publicidad.

Lo más curioso es que asegura que sólo informa. Que sólo cumple “con el deber de informar”, como decía la publicidad de la dictadura. Y cada domingo muchos chilenos se llevan a su casa el diario del mismo Edwards que logró que Nixon ordenara hace chillar nuestra economía. Pinochet murió. Pero A. Edwards sigue ahí, en las bambalinas del poder. En este especial corremos la cortina tras las cual dirige la obra y ponemos el foco en él y su empresa. Pasen a ver. Se van a divertir. La entrada está cara (a nosotros el Estado no nos riega, nos gotea no más) Pero en este especial está la mejor fiesta. Es la fiesta de The Clinic. La sala de prensa con las pautas más frescas y libres. Con los columnistas mas directos y certeros. Con los mejores hueveos, como siempre.

Se los digo en serio: pucha que es bueno estar aquí y no allá.

Por Juan Andrés Guzmán

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