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Opinión

28 de Marzo de 2009

“Por la crisis veremos a más ejecutivos pelados”

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

Sebastián Ferrer es uno de los peluqueros favoritos del abceúno chileno. Por sus manos han pasado las cabezas de políticos, artistas y de muchos empresarios. En ellas Ferrer empieza a ver, lentamente, la crisis que viene, con su carga de estrés y de soledad. La estrategia de esos grupos de vivir de la apariencia no logran engañar al ojo entrenado del estilista al que algunos califican de homofóbico.

Por Macarena Gallo – Foto: Alejandro Olivares

Tus papás no querían que fueras peluquero.
-Mi papá quería que fuera abogado o ingeniero, no peluquero. Le dije que no se metiera, porque él había sido mueblista. Pero ahí me quedó claro que si quería estudiar esto, me lo tenía que pagar yo solo.

Entiendo que tu hermano fue el que más se enojó.
-Claro, ese era mi hermano mino, que tenía más de una polola. Me reclamaba: “mis amigos van a decir que tengo un hermano maraco”. Lo que pasa es que a fines de dictadura, cuando me metí a peluquería, se discriminaba mucho a los que estudiaban esto. Me metí con ene susto al instituto, pensando en que me iban a agarrar entre cinco gays y era puras voladas. Claro que habían coqueteos, pero uno podía controlarlos. Lo único complejo son los prejuicios de la gente. Te decían “ayyy, éste es colita”, por ser peluquero. Ese tipo de cosas me molestaba, porque me educaron pensando en que si veía a un colita había que pegarle. Después me dejó de importar porque pude demostrar que soy heterosexual, que me casé y tuve hijos.

Hace poco trataste de locas a otros peluqueros en un programa de la tele. ¿Qué pasó?
-Me invitaron a programa de coros donde se iba a armar un coro de estilistas. Me dijeron que estarían los más top de Chile: Pato Araya, Mauricio Cid, Hugo Guerra. Si estaban todos ellos, pensé que me serviría.

¿Pero por qué te indignaste?
-Me molestó que el canal nos agarrara para la palanca con las canciones que querían que cantáramos. La primera fue “Escándalo” de Rafael, a quien toda la vida se lo ha cuestionado por ser medio gay… Me sentí incómodo. No estoy para que me metan al saco de las locas. Llevo 20 años mostrándole a la gente que ésta es una carrera posible, soy director de la primera escuela profesional de peluquería en Chile y no puedo prestarme para eso. Al día siguiente un diario me trató de homofóbico. Pero no lo soy.

El peluquero Christopher Molina dijo que tú le habías dicho que dejara de ser tan gay…
-Fue un webeo, nada más. Y no fui el único que lo molestó. Fuimos como cinco. Lo que pasa es que estábamos formados para cantar y él se echaba rouge en la boca a cada rato. No decía ni media palabra y se volvía a echar rouge… En algún momento le dijimos que la cortara y le gritamos algunas insolencias, pero cagados de la risa, nunca en mala. Eso fue todo. Yo contrato gays, trabajo con gays, tengo amigos gays ¡así que no me vengan a decir que soy homofóbico!

PELUQUERO TOP

Entiendo que partiste limpiando los baños de la peluquería de Flavio Vargas, un estilista top de los ‘90.
-Sí, tenía un local en la Rotonda Pérez Zujovic y yo limpiaba el wáter y estudiaba. En ese momento, tener a un niñito rubio haciendo el aseo era una cosa excéntrica, casi como decir: ‘mira lo que tengo’. Y llegaban mis amigos o mis parientes, y decían: “pucha, en lo que cayó Sebastián”. Pero no me importaba. Tenía claro que para ser el dueño de la empresa, tenía que saber cómo funcionaba desde abajo.

¿Pero por qué es importante aprender a limpiar el wáter?
-Porque una peluquería es una sala de baño, pero no con olor a baño. Y no tenemos esas cositas de desodorante que te dejan el agua azul. No ocupamos esas rasquerías. Somos una peluquería elegante.

¿Cuándo te independizaste?
-Cuando tenía apenas 22 abrí mi peluquería en Apoquindo. Partí con nada. Llevé un televisor a color que había comprado como en 80 cuotas para entretener a la gente. Para el secador y los utensilios usaba un carro de verduras. Era todo muy pobre, ¡muy rasca! A pesar de eso, cambié el curso de la peluquería en Chile. Rompí el esquema al enseñarles a las mujeres que podían estar bellas sin ser esclavas del peluquero. Después de eso, me dije que quería aprender más y me fui a trabajar y hacer unos cursos. Estuve en Argentina, Estados Unidos. También en Europa.

¿Cómo eran las peluquerías de allá?
-En ese tiempo, uuuffffff, la diferencia era abismal. Allá los lugares tenían onda. Acá, tu asistente y tu asesora de pelo, era una señora de delantal blanco, con anteojos poto botella, con un corte mal hecho. Y tú decías: “chuta, ¿a esta señora le voy a entregar mi cabeza?, por favor, NO”.

¿Siempre quisiste tenerla en el sector alto de Santiago?
-Es que toda mi vida he vivido acá y no se me ocurrió tenerla en otro lado. Se dio. Y tampoco proyecté tener la empresa que tengo. Juraba que iba a tener mi peluquería para comprar una casa, un auto a mi señora, pagar un buen colegio a mis hijos, viajar. En el fondo, aspiraba a lo mismo que cualquier cristiano. Pero, sin darme cuenta, comencé a ser líder de opinión en este tema; empecé a quebrar esquemas y a demostrar que la peluquería podía ser una opción de vida. Ahora, detrás de mí hay mucha gente joven, con muy buen nivel profesional, vanguardista, creativa… Sigo insistiendo en que en este país siguen faltando más Ferrer gásfiter, más Ferrer jardineros, más gente que se le ocurra hacer cosas que todos desechan o que encuentran rasca. Mi profesión no tiene nada de rasca. Lo que hay es gente rasca, pero eso pasa en todos lados.

ARRIBISMO

Durante la crisis del ‘80 tu familia quebró y terminaste en el Liceo 11 de Las Condes… ¿Cómo fue eso para ti?
-La crisis nos afectó con cuática. Mi papá era mueblista y teníamos bastantes lucas, bastante cuento y de un día a otro no teníamos qué comer. Yo pasé de un colegio particular a una escuela con número y al principio fue terrible. La mayoría de mis compañeritos eran negritos y me encontraban cuico. En cambio mis amigos de barrio eran rubios y socios del estadio… En todo caso, ellos nunca supieron que en mi casa teníamos problemas.

¿Por qué?
-Porque en todo el sector alto los problemas se ocultan. Había veces que mi mamá llegaba con la olla de comida de la casa de su hermana, porque no teníamos qué comer. Pero eso nadie lo sabía. O sea, lo sabía la familia más cercana, pero para los vecinos seguíamos viviendo en Las Condes. Afortunadamente la casa era nuestra, sino tendríamos que habernos ido a nuestra realidad, que habría sido Ñuñoa o Pudahuel. También nos ayudó que como familia, tuvimos suerte de tener colores que no son muy típicos en Chile… quiero decir, que somos rubiecitos y eso en este país te abre puertas.

Claro.
-Pero yo trabajé desde chico en verdulerías. También sacaba la aspiradora de mi casa y me iba a lavar los autos. Me fui dos veces preso en el Faro de Apoquindo por vender nueces en la calle, cuando tenía once años. Pero nunca me trataron de rasca ni de flaite.

¿Tu mamá se debe haber espantado?
-Sí, pero lo entendía porque era yo quien me compraba las cosas, las zapatillas y el uniforme. De hecho, me acuerdo que el sofá de mi casa estaba rajado y como a mí me daba vergüenza que fueran mis amigos a verme y vieran que vivíamos así, junté plata y mandé a tapizar el sofá.

Eso es guardar las apariencias.
-Pero si uno tiene derecho a luchar por algo. Sino te transformas en un flojo, como la mayor parte de este país que se queda con lo que tiene y se hunde en la porquería que vive. No es malo que la gente quiera subir. Lo que es malo es subir y quedarse viviendo en el mismo barrio… Si tú avanzas, tienes que avanzar en todo. Si te quieres quedar con tu citroneta, como Villegas, eso es una cuestión de onda nomás, ¿te fijas? Pero si te has sacado la cresta, no puedes seguir siendo el más penca de tu sector. Cuando llegas a tu cima, es necesario seguir escalando, no estancarse. Me ha pasado eso con algún peluquero que he contratado. Lo empujo, lo empujo, lo empujo, aprende a vestirse mejor, a tener más roce y todo el cuento, ¡y nunca se cambia de barrio! Yo le digo: “¡Nooo, tenís que subir!”. Tengo gente de la periferia que trabaja conmigo y le he dicho que se cambien de barrio cuando les ha empezado a ir mejor…

Eso es arribismo.
-En este país si la gente pudiera ser arribista, lo sería… Pero además un arribista es la persona que llega donde estoy yo y niega haber limpiado un wáter, niega haberse ido preso por vender en la calle, niega haber comido en una bandejita azul, ese weón es arribista.

EJECUTIVOS PELADOS

¿Te ha afectado la crisis?
-Aún no se nota. Sigo teniendo los mismos clientes, porque todavía no me los despiden. Los que sufren con la crisis son los empleados, los obreros, ese nivel de gente está cagado. Los que producen la pega aún no tienen problema. El gerente está cagado de la risa. Cuando echen a los gerentes, subgerentes, a los ejecutivos y los súper del retail, ahí recién voy a tener problemas.

Entonces estás tranquilo.
-Sí. ¡Mucho! Aunque la verdad hay algunos clientes a los que se les está cayendo el pelo y es por la crisis económica. No tienen cómo seguir manteniendo su mismo nivel de vida y eso los tiene estresadísimos. Si la crisis sigue, no van a admitir que están para la cagada, no van a demostrar, pero vamos a ver muchos millonarios y ejecutivos pelados.

¿Eso pasó para la crisis Asiática?
-Sí. Vi mucho gerente cesante quedándose pelado. Y también vi a varios que empezaban a usar la misma camisa y el cuello se gastaba. Tampoco cambiaban el celular y se alimentaban a puro McDonalds. Una persona de La Florida, en cambio, come mejor, porque vive de acuerdo a su presupuesto y no tiene deudas millonarias. Acá arriba eso no pasa. Tengo amigos que tienen rotisería en el sector alto y allá llega la señora Churugustaga Pérez-Cotapo a pedirle fiado mortadela. O manda a la nana para no pasar la vergüenza. ¡ATROZ!

¿Cómo te afectó esa crisis a tí?
-Dejé de comprar autos y vendí algunos. Yo llegué a tener 12 y me quedé con los cuatro que tengo ahora. Disminuí el nivel de gastos, pero no despedí a nadie. Me puse más creativo, asumimos el cuento con la gente, a pesar que bajamos el 40% de las ventas. Como había gente que no empezó a venir, la llamé para que siguieran viniendo. Me decían que no tenían cómo venir y les decía que no importaba. Les cortaba el pelo gratis. Fue una estrategia buenísima, porque a esa gente no la perdí nunca más. En esta crisis estoy dispuesto a hacer un montón de cosas. No me da miedo que me vaya mal. Y si me va mal, estoy dispuesto a empezar de cero, desde el living de mi casa.

¿En qué nota un peluquero que sus clientes tiene problemas económicos?
-En que las mujeres andan con las raíces negras y el pelo se les pone más opaco. Se empiezan a automedicar, a comprarse la tintura en el supermercado y sólo vienen cuando el pelo lo tienen naranja y todo manchado. Aparecen en la peluquería cuando se deciden a tirar currículum para buscar pega. También se nota en lo que cuentan las mujeres que vienen a atenderse. Porque el tipo que es gerente o dueño de una empresa ahora no tiene tiempo para nada. Trabajar el triple para pagar el gimnasio de la esposa, la 4×4, y todo lo demás. Entonces pasan metidos en el computador viendo planillas y ni pescan a sus señoras. Hay más mujeres solas, que ya no tienen sexo con sus maridos, vienen acá y me cuentan todo eso acá. Y escucho todos sus dramas. A esta altura todos esos rollos me son familiares.

Sabes los secretos de medio Santiago…
-Soy una especie de psicólogo gratuito para ellos. A mí me da lata que la gente no sepa chantarse. Por ejemplo, cuando los echan y los indemnizan, viven como reyes durante diez meses y no ahorran nada. Siguen manejando el mismo auto o incluso se compran uno nuevo. ¡Y con suerte el neumático es de él, lo compraron a más de 80 cuotas! La gente sigue viviendo como si estuviera el descueve. Mira, he tenido clientes que han estado cesantes durante tres años, porque eran gerentes y no han querido rebajarse a hacer un trabajo menor. Llegan acá y siguen como si nada,queriendo seguir con la vida de gerentes que tenían antes.¡Y ni siquiera tienen plata para cortarse el pelo! Yo los paro en seco y les digo: “tú no eres nada, eres un cesante y olvídate que eres un gerente”. Si yo fuera la señora de un tipo así, me separo. No podría estar casada con un huevón arribista.

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