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Opinión

7 de Abril de 2009

LGE: Cualquiera puede dar clases

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“Cualquier profesional con más de ocho semestres podrá dar clases en los establecimientos educacionales” es la propuesta sobre la cuál la derecha y la Concertación han alcanzado acuerdo esta noche para la nueva ley de educación LGE, justo cuando, incidiosamente se dan a conocer los resultados de una prueba realizada a estudiantes de pedagogía, a los que obviamente, les fue mal.
Esto nos lleva a preguntarnos… si cualquiera puede dar clases, entonces ¿quién o qué es el profesor?
(Antes de proseguir, quiero recordar que yo mismo tengo el título de profesor y me he desempeñado como tal. No suelo hacer defensas corporativas, no me gustan) Vamos a lo nuestro.

Punto Uno. Cuando en nuestra sociedad la mayor parte de la población no completaba la educación secundaria y una gran parte era analfabeta; y tener un oficio daba una seguridad mucho mayor de ascenso social que hoy en día, parece ser que la figura del educador era mucho más respetada que hoy en día, a pesar de que la mayoría de los profesores no se formaban en universidades y muchos efectivamente lo eran de oficio. Irónicamente, hoy, cuando en Chile el analfabetismo se acerca a cero, el promedio de la población ha completado el 4to medio y existe un acceso mucho mayor a la educación superior (y muy importante: mayor poder adquisitivo); la figura del profesor en vez de mejorar, parece ir en desmedrándose. ¿Será parte del arrivismo de una sociedad “emergente”?
Así las cosas, cualquier hijo de vecino es experto en educación, en el Ministerio abundan los tecnócratas de oficina y escasean los profesores “de terreno” (por eso ambos actores aparecen demasiado a menudo como contrapuestos) y básicamente todos dan recetas de lo que los profesores (que forman parte de nuestro deficiente sistema de educación, por tanto se tiende a asumir, deficientes profesores), debieran o no debieran hacer. O mejor dicho, de lo que debieran o no debieran hacer con ellos. Todo esto dentro de un cuadro de progresiva pérdida de autoridad del profesor, propiciada por las políticas educativas de las últimas décadas.

Corolario punto Uno. No se trata de no opinar. Pero hay que ver el peso que se le otorgan a los títulos pertinentes a la hora de valorar las opiniones en todo ámbito. Hoy yo puedo decir una cosa (que puede ser muy cuerda), pero si formalmente no figuro como un entendido en la materia, muy probablemente no se me tomará en cuenta. Más tarde, ya con los cartones en mano, puedo decir lo mismo y entonces mi opinión tendrá mucho mayor peso y será mejor recibida.
Entonces ¿Por qué se le da mayor peso a la opinión de un economista o de un ingeniero en temas educativos? Eso es la forma larvada del mismo síndrome que lleva a decir que cualquier profesional puede hacer clases.

Punto Dos. Curiosamente no se echa la culpa de los problemas del sistema de salud a los médicos. Ni de los problemas de obras públicas a los ingenieros. Ni del sistema judicial a los abogados. Ni de los problemas psicológicos de los chilenos, a los psicólogos.
Y todos sabemos que abundan los casos de diagnósticos errados o atención “a la rápida” para irse luego a la consulta particular. Y todos sabemos que abundan los puentes Loncomilla que se caen y las estaciones intermodales que se hunden. Pero nadie habla de “evaluación médica” o de “evaluación ingenieril” en los mentados casos (y conste que NO estoy en contra de la evaluación docente) o de permitir el ingreso de profesionales de otras áreas porque sus respectivos hacen mal el trabajo. ¿Por qué pasa esto? Fácil, porque se corta el hilo por lo más delgado. Socialmente, los profesores somos un hilo delgado.
PD: ¿Será, entre otras cosas, que el escaso margen de los profesores para la iniciativa laboral independiente nos juega en contra?

Punto Tres. En el marco de una sociedad materialista y consumista (y creo que la mayoría estamos de acuerdo en eso), en donde el dinero es sinónimo de éxito; los profesores son comparativamente, una “profesión” mal pagada. ¿Consecuencias? Los puntajes nacionales quieren ser cualquier cosa, menos profesores y los padres quieren que sus hijos sean ingenieros antes que profesores… o sea, poca valoración social.
Esto tiene dos soluciones que van juntas. La obvia y práctica es mejorar la remuneración. La no tan obvia es valorar la labor docente en términos de su verdadera trascendencia para la vida de cada uno y no en términos de posición socioeconómica.

Punto Cuatro. Del Absurdo de los profesionales de otras áreas dando clases.
A pesar de que, en los hechos, esto ya ocurre “por secretaría”, sería toda una paradoja que se aprobara su práctica generalizada, siendo que el ministerio ha puesto tanto énfasis en el aspecto técnico de la labor docente. De hecho, la evaluación no es más que eso.
Es absurdo pensar que alguien sin formación docente puede, por regla general, enseñar tan bien, o mejor que alguien que sí la tiene. De ser así, entonces mejor cerramos las carreras de pedagogía. A los profesores; que quedarían sin campo propio, pues los que dispongan de recursos se especializarán en física cuántica, los de física, biología marina, los de biología, etc… y los que no dispongan, pues tendrán que vender chocolitos o algo así. ¿No sería una propuesta mucho más lógica, mejorar y cautelar más la formación docente? Nueva paradoja, ya que actualmente la cosa parece ir en la dirección contraria gracias a la libertad de empresa (alias libertad de enseñanza) en la educación superior. Se puede llegar a obtener título docente prácticamente hasta por correspondencia.

Punto Cinco. Por otro lado sabemos que para un ingeniero o un arquitecto no sería negocio entrar a hacer clases en vez de desempeñarse en su área. Conclusión: los que lo hicieran serían a) jóvenes que buscan insertarse en el campo laboral, por lo tanto sin experiencia b) los “caídos de la gracia”, es decir, que no les ha ido bien en lo suyo y se vean obligados a ejercer como profesores, o sea muy probablemente no serían de los mejores. O c) Los que entrarían a pitutear unas horitas extras a establecimientos donde el administrador o director es su pariente o amigo, desplazando a profesores titulados que muy probablemente estén mejor capacitados.

Muchos de estos problemas dependen principalmente de nuestra apreciación cultural hacia la educación, la cuál se ve influida por el inmediatismo reinante en nuestro tiempo. Cada vez nos acostumbramos más a la cultura de las cosas rápidas. Y se percibe a la educación como algo que da resultados a largo plazo. Ante esto dos cosas: a) El inmediatismo es nefasto. b) A pesar de eso, y contrario a la idea generalizada, la educación NO es algo que de resultados a largo plazo, es algo que influye en los estudiantes día a día. Pero es algo tan cotidiano y gradual que no nos percatamos de eso hasta que nuestro estudiante da la PSU y le va mal (en el mejor de los casos) o, en el peor, cuando nuestro estudiante se sumerge en la carencia de expectativas y extravía el rumbo de su vida, convirtiéndose en un caso “perdido”.

PD: Sin embargo, no me soprende tanto que el gobierno y los políticos hagan las cosas que hacen. A mí lo que me sorprende más lo ocurrido con el paro del 2 y la baja adhesión que tuvo. Si la LGE y sobre todo su artículo 46 son absurdos, más absurdo me parece que hayan tantos profes a los que no les importa.

Juan Pablo Jiménez Rojas

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