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Opinión

24 de Abril de 2009

Jorge Arrate, precandidato presidencial:“Hay que preguntarse ¿Por qué obedecemos?”

Juan Andrés Guzmán
Juan Andrés Guzmán
Por

Este domingo Jorge Arrate tiene buenas posibilidades de transformarse en el candidato de la izquierda extraparlamentaria, donde también compiten el comunista Guillermo Teillier y el humanista Tomás Hirsch.
Arrate, militante socialista hasta el año pasado y ex ministro del Trabajo durante el gobierno de Frei, se alejó de la coalición de gobierno molesto por la autocomplacencia del conglomerado; aunque prefiere decir que él no se movió un centímetro y que fue la Concertación la que se alejó, a todo galope, hacia la derecha.
Lejos del poder, de los cuoteos y los grupos dentro de los partidos –en el PS son comandados por los “barones”-, dice sentirse feliz y haberse reencontrado con la gente. En estos días se lo pasa en asambleas, esas viejas asambleas, no tan masivas como antes, pero bastante más vivas de lo que parece.

Por Juan Andrés Guzmán

¿Usted se puso más de izquierda o la Concertación se fue a la derecha?
-Yo creo que me pasaron todos hacia la derecha. Yo estoy más o menos donde estaba cuando entré a la universidad. Por supuesto no soy tan joven como para pensar que no he cometido ningún error. Yo creo que he navegado, he tratado de aprender, de ver cosas distintas. No estoy pegado en el manifiesto comunista, pero le puedo decir que, primero, estoy donde yo quiero y eso es muy importante.

¿Le incomodaba estar en la Concertación?
-Había momentos en que sí.

¿Cuándo?
En general la complacencia me molesta. A veces enfrentaba directamente ese argumento, otras veces le echaba pelos a la sopa.

¿Como qué?
-Por ejemplo, cuando hablaban del desarrollo que había en una determinada región y decían que el único problema que había era que el índice de la violencia contra las mujeres era el más alto de Chile. Entonces yo decía “mire, el crecimiento económico de Chile ha sido muy espectacular, pero ha desestructurado completamente a la familia. La mayor parte de los trabajadores en Chile son temporales, mujeres que salen a cosechar frutas o mineros que se pasan 15 días en la faena… imagínese esas familias… ahí está el problema”. Yo sabía que esos comentarios producían molestia. Otra vez me tocó, cuando era ministro del Trabajo, ver en el Congreso un proyecto que era muy modesto: consistía en garantizarle al trabajador un domingo de descanso al mes, porque había trabajadores que no tenían ni un domingo al mes. En esos días se estaba discutiendo también el tema de las Jocas, estas jornadas de educación sexual para los jóvenes. Y me acuerdo que un senador de derecha se oponía a ambas cosas. Yo le dije, “cómo compatibiliza usted lo que dice sobre que la educación sexual es responsabilidad de los padres, con lo que está sosteniendo ahora, que los padres no pueden pasar ni un domingo al mes con sus hijos: ¿a qué hora quiere que el padre le hable a su hijo de sexualidad?”. Esas cosas a mi me molestaban.

Bueno, discutir con la derecha esos temas es lo esperable. ¿Pero tenía que recordarle esas cosas a un socialista o a un DC? ¿Pasaba eso?
-Yo dije muchas cosas adentro. Y hubo otras que pienso que debía haber dicho más fuerte…

Por ejemplo.
-Voy a escribirlo en mis memorias.

Pero si usted es candidato.
-Yo traté de sostener las cosas que pensaba. No necesariamente pueden haber sido acertadas pero lo que siempre intenté interpretar fueron las posiciones del PS. Yo quisiera hoy haber peleado con más fuerza en algunas cosas o haberme metido en otras. Pero los ministros tienen sus esferas y en los momentos más cruciales yo planteé lo que tenía que plantear. Por ejemplo, sobre el tema Pinochet, y eso causó molestia.

Sí, me acuerdo. En su momento se escribió que usted festejaba en la casa del ministro Troncoso mientras todos estaban urgidos con la detención de Pinochet. Pero Pinochet no es el tema de hoy…
-Claro, no se puede seguir haciendo política desde ahí. Pero tampoco se puede olvidar.

DISCIPLINA

¿Le gustan las asambleas de izquierda?
-Estas asambleas son interesantes porque son comunales y la gente debate sobre sus problemas y sobre lo que sueña. En estas asambleas se eligen los delegados que van a ir a la asamblea nacional de este fin de semana. Esperamos que unas dos mil personas participen. Y para la izquierda, que ha estado excluida en su mayoría, es un buen número.

¿Cómo es para usted regresar a estas asambleas, después de haber visto como el PS se volvía cada vez más cupular? En una entrevista que dio hace poco Ricardo Núñez en la Tercera, contaba cómo los llamados “barones del PS” habían empujado a Bachelet a que se decidiera a ser candidata, en el departamento de Jaime Gazmuri… sin asamblea ni nada…
-Yo nunca fui barón del PS. Esos grupos son parte de un proceso previsible, que es la oligarquización de los partidos. Este concepto fue formulado por Robert Michels, un cientista político de comienzos del siglo XX. Él sostuvo que los partidos tienden a autosustentarse, a administrar el poder a partir de mecanismos que no son plenamente democráticos, a generarse a sí mismo. Se constituyen en una oligarquía. Y cuando uno sabe que eso ocurre, tiene que tener una mirada crítica hacia ese fenómeno. Yo siempre la tuve y me opuse a las corrientes estructuradas en el PS, porque transforman los partidos en federaciones no declaradas, sistemas de vasos no comunicantes: entonces las ideas bajan, se discuten y suben, pero no pasan al vaso del lado. Eso hace imposible lo que es básico de la democracia, que es una confrontación de ideas. Si a eso se le agrega que este es un país con un control mediático fuerte, entonces los partidos se hacen cómplices de una falta de debate y de circulación de ideas.

Pese a eso a la Concertación le ha ido bastante bien…
-Yo no diría que le va bien. Si mira el programa de 1989 hay varias cosas que no ha cumplido.

Yo me refiero a que le va bien porque, a través del cuoteo, ha puesto a su gente en la burocracia estatal y todos ganan bastante más que los 300 mil pesos que recibe el promedio de los chilenos.
-Bueno, sí, hay algunos a los que les ha dio muy bien. Pero a otros, si estuvieran en el sector privado, ganarían mucho más. Para mí el problema, más bien, es que cuando dejan el servicio público, se van corriendo al sector privado… por ejemplo el Fiscal Nacional anterior es jefe del equipo jurídico de las Farmacias Cruz-Verde.

Claro, Mattar. O Jaime Estevéz, socialista, que está en el directorio de Endesa, representando a las AFP…
-No me ponga el dedo en mis heridas…

¿Qué piensa de Estévez?
-Creo que hay personas que llegaron a la convicción de que no es incompatible ser dirigente del partido socialista y al mismo tiempo tener altos cargos en directorios de empresas privadas que licitan con el Estado.

¿Tiene eso algo de malo?
-A mi me parece que los intereses privados tienen que estar separados de los intereses públicos, ejerciendo una mirada más colectiva.

Pese a estas críticas ¿por qué cree que la gente ha seguido votando Concertación?
-Dejando de lado la Constitución y el sistema binominal, que han ayudado a que se mantenga, hay que reconocer que la Concertación ha tenido la capacidad de renovar sus propuestas. Y, entonces, después del gobierno inicial, de Aylwin, en el que todos pisábamos huevos –yo incluido- vino el de Frei. Y cuando empezó a crujir con la salida de los humanistas, y luego con la gran polémica entre autoflagelantes y autocomplacientes, la Concertación prendió otra luz, que fue la candidatura de Lagos, que abrió una perspectiva al desgaste que ya se estaba manifestando. Y Lagos hizo un comienzo de gobierno muy auspicioso, pero la derecha lo comenzó a cercar y él terminó cediendo ¿Y qué hizo la Concertación? Encendió otra luz: una mujer socialista, hija de un general que murió en la cárcel. Yo pienso que la Concertación ha durado tanto porque ha renovado, cada cierto tiempo, la esperanza del pueblo del NO. Ahora, para re-esperanzarlo, la Concertación tendría que haber hecho algo que no hizo: reconciliarse con la ciudadanía, abrir el debate, abrirse a todos los que han estado excluidos. Y no me refiero solo al “Juntos Podemos”. Me refiero al ¡50 por ciento de los chilenos! que están excluidos de participar, porque no están inscritos, porque votan blanco o nulo, o porque están afuera de Chile. La Concertación no lo ha hecho y por eso he planteado abrir otra opción, progresista, de izquierda, para terminar con la obligación de los chilenos de tener que elegir entre derecha y centro.

De todos modos hay algo extraño en ese 50 por ciento que no participa. Primero, muchos de ellos podrían hacerlo si quisieran; por otra parte, todos repudiarán de palabra el mercado, pero participan en él, se endeudan y compran. Ese 50 por ciento del que usted habla no parece una masa explosiva. De hecho parece más bien apática o decepcionada…
-Es cierto. Y cuando veo eso me acuerdo de una cosa: que la gran pregunta que se hizo Lenin, es ¿por qué mandan? Y dijo que los zares mandaban porque controlaban el Estado y a través de él tenían las armas y las leyes. Sin embargo, Gramsci, cuando estaba en la cárcel facista, y veía por los barrotes que Roma entera iba a ver a Mussolini, cambió el eje y se preguntó: ¿por qué obedecemos? Y creo que esa es la pregunta que la izquierda no se ha hecho en profundidad todavía. La respuesta que demos a eso nos va a permitir entrar a los mecanismos no sólo de explotación económica o de dominación cultural sino de control social. Tenemos por ejemplo el dinero plástico: más de 20 millones de tarjetas, entre las que está la Tarjeta Presto, que tiene un 36 por ciento de mora. La gente que está endeudada no puede perder la pega, porque si no paga la cuota, le quitan lo que tiene. Entonces su miedo le impide participar en sindicatos o hacer cualquier actividad que ponga en riesgo su empleo. Ahí hay mecanismos de disciplina. Nosotros en la izquierda no hemos hecho el análisis de esos mecanismos.

Disculpe, pero si hay 20 millones de tarjetas, quiere decir que la izquierda también está atrapada por las cuotas.
Claro, un alto porcentaje.

Y por otra parte, ese sistema ha permitido que la gente acceda a cosas que con sus sueldos no podrían. El endeudamiento, que nos mantiene atados al sistema, nos ha permitido también tener una vida un poco más cómoda.
-Sí, y yo no pongo en cuestión el derecho a adelantar consumo. Lo que cuestiono son las comisiones y los intereses. No se pueden permitir intereses de 58 por ciento, eso es usura en cualquier parte del mundo. Fíjese que la tasa ha bajado 4 ó 5 puntos en los últimos meses, pero eso no se refleja en las deudas que tiene una señora que compra en una farmacia con tarjeta Cruz Verde y que la pilló la tercera cuota y está pagando interés. Yo creo que hay mucho que podemos hacer por eso. Porque hoy los chilenos somos ordeñados por el sistema financiero. Creo que hay que tener una mirada global, que no es contra el consumo ni contra el crédito, sino contra la explotación que se da en el consumo y en el crédito. Y eso tiene distintas ramificaciones; están las tarjetas, el monto de las tasas de interés, la regulación de las comisiones; está la creación de asociaciones de deudores, de consumidores; está permitir una información pública que sea efectiva, real.

Para solucionar estos temas usted dice que la Concertación ya no sirve.
-Sí, pero me gustaría que entendiéramos que esto es contra la Concertación, pero no contra el pueblo que votó NO, porque el pueblo del NO, votó otra cosa. Y por lo tanto, lo que hay que hacer es algo que va en contra de la elite que maneja la Concertación, de una forma de oligarquía política, pero no en contra del ciudadano que creyó en ese proyecto, por difuso que fuera. Basta leer el programa del 89 y ver que ahí hay varias cosas que no se han hecho en 20 años. Algunas porque no se pudieron y otras porque no hubo la fuerza suficiente. Y todos los que son y fuimos de la Concertación, tenemos que responder por eso.

Hoy la Concertación le dispara a Piñera por sus intereses, pero hay muchos concertacionistas que también están marcados por intereses.
-Estoy totalmente de acuerdo. Marx dijo hace rato que el mercado tiene una fuerza tremenda y con esa fuerza todo lo hace mercancía: los matrimonios, los divorcios, la vida privada y por supuesto, también la política y la democracia. Lo grave es que la democracia está basada en un supuesto literario, completamente artificioso, que es que somos todos iguales. En el momento climático de la democracia, rico, pobre, mujer hombre, todos valen uno. En el mercado es todo lo contrario: el que tiene un peso vale un peso y el que tiene un millón vale un millón: en el mercado todo se monetiza. Hoy la política ha sido invadida por los interese económicos. Y he conocido mucha gente que ha estado en el gobierno y que, muy poco tiempo después, empieza a trabajar en empresas, con intereses legítimos, pero especiales.

Pero qué diría usted de la Concertación. ¿Qué perdió el ánimo y se deja estar o que participa con ánimo de enriquecerse?
-Creo que hay alguna gente que tiene la sincera convicción de que no podemos hacer más, de que vivimos en un momento del ciclo histórico donde se puede hacer sólo esto. Creo que hay otra que llegó a creer eso mismo porque se fue ajustando a sus propias conveniencias. Indudablemente hay formas de acomodo. Y eso lleva, en algunos casos, a formas de impudicia.

Ejemplos de impúdicos, por favor.
-Yo hago la política con ideas, no con personalizaciones, salvo cuando hay gente que tengo internalizada como enemigos declarados, como Pinochet.

Ok, pero dígame ¿le parece que la Concertación está en la misma situación de Piñera o Piñera es otra fase, una situación distinta?
-Yo creo que hay diferencia. No tengo nada personal en contra de él pero creo que es básicamente un hombre de negocios; y que hace mucho tiempo debió haber puesto una muralla china entre su dinero y la política. Y eso no lo ha hecho. Desgraciadamente hay una gran cantidad de hombres de negocios que se dedica a la política, pero sin interrumpir sus negocios como, por ejemplo, José Yuraszeck, que es miembro de la comisión política de la UDI.

Dicen que esta experiencia de los negocios hace bien para la política… ¿O usted cree que Piñera usa sus contactos para enriquecerse?
-No me consta. Pero él ha sido objeto de una multa gruesa por parte de la autoridad, por uso de información privilegiada. Eso es de conocimiento público y el pagó la multa, ni siquiera apeló. En Estados Unidos eso no se sanciona con multa. Marta Stewart, una empresaria muy rica, fue acusada de lo mismo y pasó seis meses en la cárcel.

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