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Nacional

8 de Mayo de 2009

Marco pisó el palito: se cree Obama

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En su demencial blog, Marco Enríquez Ominami analiza la últimas encuestas, que lo encumbran como el único problema serio a resolver para Piñera y Frei. Animado por el entusiasmo de los buenos resultados, el candidato de moda desnuda el deseo de todo aquel que quiere conseguir el esquivo voto del ciudadano defraudado: parecerse a Obama. De hecho, su columna se titula “Marcos Enríquez–Ominami ó ¿Chile descubre a su Obama?” (dice “Marcos” y no “Marco”, lo que hace sospechar que no la escribió él. Además habla de él mismo en tercera persona, a lo Carlos Caszely, pero el posteo al menos lleva su firma). En ella, tras un par de sumas y restas, llega a la conclusión de que el mundo giró para su lado, y que él, como Obama, representa al hombre nuevo, libre de las ataduras de la política rancia. Acá la reproducimos integra:

(Esta foto acompaña el texto en el blog)

Marcos Enríquez – Ominami ó ¿Chile descubre a su Obama?
Este tiempo es el paraíso de los sociólogos, pues vivimos una época llena de encuestas, donde unos suben, otros bajan y algunos simplemente no existen.

Sin embargo, es sorprendente, lo que podemos entender de las encuestas, que desde diferentes lugares aparecen, pero que de todas partes nos tienden a decir lo mismo:

– Sebastián Piñera está estancado y con una peligrosa tendencia a la baja, demostrando la fragilidad de su candidatura basada sólo en el marketing, y la explotación de una imagen de oveja, que por debajo deja ver al lobo.
– Frei, si bien sube no logra convencer al otrora fiel voto concertacionista, proceso que es obstaculizado principalmente por el desagrado que significa volver a elegir a una coalición con imagen de corrupción, de nepotismo y de alejamiento de los ideales que le vieron nacer como oposición a la Dictadura.
– Navarro sólo parece llegar a un sector de izquierda más dura…
– Zaldívar, no crece más allá de sus posibilidades priistas y no se vislumbra crecimiento.
– Arrate, ciertamente no existe…

La verdadera novedad es el alza de Marco Enríquez-Ominami, que más allá de los interesados cálculos de algunos sectores de la derecha, en hacerlo subir para perjudicar al candidato de la Concertación, se alza como un nuevo líder de la desgastada política chilena.

El fenómeno es muy interesante, pues el electorado actual sobre el que se desarrolla, podría groseramente dividirse en varios campos. A saber:

Aquellos que son profundamente de izquierda y que en ninguna circunstancia votarían por la Concertación ni la Alianza. Son la base de Navarro y Arrate, en segunda vuelta votarían por cualquiera menos por Piñera o se abstendrían.

Aquellos concertacionistas de partido que no quieren a la derecha y jamás votarían por ella y se sienten plenamente identificados con la coalición gobernante, y son capaces de soportar su forma de gobernar, no importando lo que esto cueste. Estos apoyan a Frei a rajatabla hasta el final.

Aquellos, que no siendo concertacionistas de partido no quieren a la derecha, jamás votarían por ella y se sienten identificados por los procesos políticos más progresistas, pero que son críticos de la Concertación, de su forma de su gobernar y de la corrupción imperante. Estos en parte apoyan a Frei con reticencia y como un mal menor. Otros han empezado a ver a Enríquez Ominami como una alternativa real de cambio.

Aquellos, ex concertacionistas identificados al ala más derechista de la DC y que reconocen a Adolfo Zaldívar como su gurú. Lo más probable que en segunda vuelta erráticamente se abstendrían o votarían por Piñera.

Aquel voto que es el caldo de cultivo para el populismo, que no posee ideas claras de quien es quien, sin ideología ni partido y que es influido por el marketing político con productos de imaginería cliché, como la venta de empresarios exitosos, artistas populacheros de la televisión, políticos estrambóticos, etc. Éste voto lo había captado exitosamente Sebastián Piñera y era gran parte de su ventaja sobre la Concertación, pero Enríquez Ominami comienza a arrebatárselo velozmente con una imagen mas nueva, más juvenil más de alternativa y cambio y con una esposa mediática, atractiva e inteligente.

Y, por último, aquel genuinamente de derecha, que ni por si acaso votaría por nadie más que el candidato oficial de la Derecha.

Por eso, es importante ver con detención el alza de Enríquez-Ominami.

En primera instancia, surge el factor de la cobertura que la prensa, controlada por la derecha le hacen a éste candidato. Sin quererlo, y en la desesperación que han generado los desaciertos de Piñera en lo mediático y el estancamiento de su candidatura, un sector de su coalición se ha jugado por mostrar una alternativa que pueda reducir el avance de Frei. No obstante, parecen olvidar el monstruo descrito por Mary Shelley, que se vuelve en contra de su propio creador, el Dr. Frankenstein y esta maniobra o engendro mediático ha posicionado en la retina y el insconsciente colectivo de los chilenos, la presencia de un nuevo líder.

Y ahí está el problema, para todo el resto de los candidatos y el segundo factor de importancia.
Chile, es un país sediento de esperanza, que está cansado de ir al encuentro de una alegría que no llega. Que está cansado de promesas y palabras vacías. Con desesperación busca un líder joven, no gastado, que transmita seguridad, confianza de que un tiempo mejor y más honesto va a llegar.
Chile quiere una autoridad y un gobierno limpio, que se la juegue por la gran clase media de la que todos nos sentimos parte. Que acaben las injusticias de los patrones estatales y privados y que el empleo público no sea el botín de campaña de los partidos políticos de izquierda, de centro ni de derecha.

Chile quiere que se legisle expresando la voluntad del pueblo y no los intereses de unos pocos…
Chile quiere un verdadero líder para un verdadero cambio.

Y precisamente, el alza de Enríquez-Ominami sobre los dos dígitos, ha roto el único factor que obstaculiza el surgimiento de ese cambio: el factor psicológico.

Los votantes quieren elegir alguien que sea posible, alguien que pueda llegar a la Presidencia y represente el cambio que todos anhelamos. Un futuro Presidente y no sólo un candidato más dentro del carnaval de candidatos.

Chile, en definitiva quiere un Obama chileno. Y Enríquez-Ominami se comienza a posicionar como una fuerza de cambio real y posible, equivalente al actual Presidente del país del norte…

El tiempo hablará y dirá su veredicto, pero en la medida de que el electorado se convenza de que es posible, eso será así.

Los poderes que controlan Chile están casi todos concentrados y en las mismas manos: el económico, el político, el militar, el religioso y el de los medios. Alejados del pueblo y al servicio de una clase privilegiada.

El único que no poseen esas ambiciosas manos y que el electorado domina, es el más importante: el poder del pueblo. Y el paro de los funcionarios públicos, en noviembre lo demostró.

Si el pueblo cree que es posible derrotar a los partidos y alzar un nuevo orden político, Chile tendrá un cambio y el Obama que nos devuelva la perdida esperanza surgirá…

Todo señala que Chile va a cambiar

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