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Opinión

15 de Mayo de 2009

El puño derecho de Arrate

Pamela Jiles
Pamela Jiles
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Por Pamela Jiles

Agitado está el espectáculo circense de las candidaturas presidenciales en nuestra “democracia representativa”. Los prospectos –todos varones, todos misóginos, todos machistas por acción u omisión- bailan en la cárcel, cuentan chistes de doble sentido, intentan sandunguear con la gracia de un hipopótamo en el día de la madre, mueven la colita frente a la prensa. Sin pudor, hacen sus mejores gracias, se comportan como perritos amaestrados y frivolizan el espacio electoral al mismo tiempo que se las dan de profundos y serios. Así vamos olvidando que ninguno de ellos se opone al sistema neoliberal, que Arrate, Frei, Ominami, Navarro y Piñera son la misma torta con distintas moscas, que todos ellos son declarados partidarios de la continuidad del concertacionismo- aliancista, que se proponen mantener el modelo que nos heredó la dictadura y seguir rigiéndo al país por la constitución Lagos-Pinochet, que ninguno de ellos tiene el menor interés en los que sobran, los excluidos, los marginados, es decir, se sientan en la enorme mayoría del país.

Un somero repaso de las acciones de los aspirantes al sillón presidencial en las últimas semanas, dan cuenta del lamentable nivel de la política chilena.

Piñera es la mierda que supura el cadáver putrefacto del tirano, un fascista con piel de oveja, pero la Alianza al menos ha sabido aglutinarse en torno a un candidato que la mayoría de ellos detesta. Como el factor femenino se vuelve crucial en política, Evelyn Matthei debió instalarse de fondo de pantalla del hombre del pinochetismo. Sebastián Piñera, es considerado un piojo resucitado, un arribista de ültima categoría, un medio pelo insufrible por la derecha tradicional. No obstante los fachos tienen claro que la unidad entre la Udi y Rn es el único camino posible para su proyecto y dedican sus energías a mantenerse pegados con moco.

La Concertación en cambio, dividida, desgastada y hegemonizada por su ala más derechista, pone en escena cuatro candidatos que fueron cinco hasta el retiro de José Antonio Gómez, el galán del radicalismo. Por ahora, el abanderado oficial sigue siendo Eduardo Frei que -chasconeado o no- es el hombre que donaba su sueldo a los golpistas para que torturaran. El mismo individuo que hizo un gobierno de derecha, servil a los empresarios y a los ricos, en el que dejó en libertad a un peligroso narcotraficante entre otros numeritos.

Alejandro Navarro, el regalón de Hugo Chávez -con una envidiable cantidad de plata para hacer campaña- es probablemente el más interesante de los candidatos concertacionistas. Sobre él escribiré en algunas semanas más.

El show de Marquito -el payaso más estertóreo de este circo- está en su apogeo. Es el tema del momento, impulsado por una campaña mediática sin parangón que entró en curso hace dos semanas cuando los fachos decidieron anotarlo en sus encuestas fachas y hacerlo aparecer acercándose a los dos dígitos. Con el alto auspicio de Sebastián Piñera y la derecha en pleno, el marido de Karen es promovido como la renovación del progresismo. Es el candidato de Rodrigo Danús, de Karen, de su mamá, de su padrastro, pero sin duda su heroico padre, Miguel, jamás habría votado por él. Pero seguramente ese es un detalle para Marquito porque el eje “Mercurio-Tercera” -que es lo que interesa en esos lados- lo pone en portada, le dedica páginas y páginas de alabanzas sin fin, le regala horas de televisión, particularmente en la estación de Piñera que parece ser su canal promocional. Los poderosos se vuelcan por completo y sin ningún disimulo a hacer crecer las expectativas del hijo de Ominami. Y el muchachón –cada vez más sedentario y ancho de caderas- devuelve el gesto avalando la chuecura sin nombre de Fernando Flores, esa morsa indecente, esa vergüenza nacional.

El cuarto candidato de la Concertación es Jorge Arrate. La cruel verdad, aquella que más nos duele, es que la cúpula del Partido Comunista -en el que milito desde los doce años- le hizo una histórica desconocida a los intereses del pueblo que sufre. Ante el estupor de su propia militancia, entre gallos y medianoche, negocian dos cupitos parlamentarios con la Desconcertación a cambio de llevar a un hombre de la confianza de la coalisión gobernante como candidato y asegurar sus tres puntitos electorales –que pueden ser dos o tal vez uno, dada la falta de carismo del abanderado- que serán donados graciosamente a Frei. Los asientos de felpa son demasiado atrayentes para Guillermo Tellier y Lautaro Carmona. No pueden terminar sus días de gris carrera funcionaria sin calentar uno de esos sillones de la clase dominante. Tuvieron que esperar, eso sí, que Gladys Marín estuviera bajo tierra para concretar sus aspiraciones, puesto que ella se negó sistemáticamente a las tentadoras ofertas de la burguesía. Mil veces respondió con altisonante negativa a los cupos senatoriales y los pactos a espaldas del pueblo con que intentó comprarla la coalición gobernante. Ahora, en un viraje espectacular, se negaron como gatos de espalda al ejercicio democrático elemental de las primarias y eligieron a dedo a un individuo que nada tiene que ver con nuestra historia.

El candidato Arrate sabe que vive su último momento de protagonismo, y lo hace levantando el puño derecho durante la convención trucha que lo designó a dedo. Era el único de los presentes en el Caupolicán que no se ha enterado de que nuestro puño en alto es el izquierdo, siempre el izquierdo, compañero Arrate. Y ese gesto sostenido logró inquietar a toda la concurrencia porque ponía en evidencia que ese anciano canoso de nariz colorada no tiene nada que ver con la izquierda allendista, no pertenece a nuestra cultura ni a nuestra lucha ni a nuestras derrotas ni a nuestra gente. Para los militantes comunistas, Arrate es el renovado de Chantilly, el ministro de la Concertación, el embajador oficialista que perdió la pega gubernamental y busca otra.

Para nuestro pueblo, Arrate siempre estuvo a la derecha del Partido Socialista, tanto así que en los años ochenta lideró la “renovación” ideológica de ese partido que los hizo abrazar el liberalismo y renegar del marxismo, aunque hoy se dé mil volteretas para tratar de explicar esos hechos. Cuando fue ministro de Educación, Arrate aplicó políticas libremarcadistas a ese patrimonio fundamental para todos los chilenos, originó la Ley de Financiamiento Compartido, una norma destinada a destruir la educación pública chilena. Hasta hace pocos meses cuando perdió la pega de embajador, era un militante disciplinado de la Concertación al que jamás le escuchamos levantar una crítica sobre esa coalisión, ni una sola palabra sobre nacionalizar el cobre, ni un suspiro sobre la militarización asesina en la Araucanía.

El oportunismo está a la orden del día, y levanta el puño derecho.

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