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Opinión

18 de Mayo de 2009

Mauricio Israel, un pobre y triste tipo

Por Álvaro Díaz La entrevista que Camiroaga le hizo a Mauricio Israel no puede ser medida con la vara de la verdad, eso da lo mismo. Si el ex francotirador televisivo habla en serio o miente rotundamente es casi una anécdota, porque lo que se vio ayer en TVN, lo fidedigno, era un retrato a […]

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Por Álvaro Díaz

La entrevista que Camiroaga le hizo a Mauricio Israel no puede ser medida con la vara de la verdad, eso da lo mismo. Si el ex francotirador televisivo habla en serio o miente rotundamente es casi una anécdota, porque lo que se vio ayer en TVN, lo fidedigno, era un retrato a la perfección de un pobre y triste ser humano, solo, acabado, con varias décadas que rellenar por delante, probablemente escapando, escondiéndose y luego volviendo a dorar la píldora al pichón de turno.

La entrevista no distaba mucho de esas que Carlos Pinto hace al final de Mea Culpa, donde rematados por el crimen de una conviviente relatan que sólo fue un momento de ceguera, de locura que ya pasó, que no entienden como pudo ocurrir y que, por cierto, no volverá a suceder. Israel está arrepentido porque está pobre y todos hablan mal de él. Bastará un leve repunte vendiendo alfombras o traficando joyas para que olvide los remordimiento, las ex esposas, los ex hijos y los acreedores que nunca van a ver un peso de vuelta.

Israel no tiene la culpa: es el hijo sin luces que entró a la televisión gracias a un amigo que le debía favores a su papá. Con su rudimentaria artillería consiguió todo lo que la vida se había empecinado en negarle. “Que tu ambición no supere tu talento” es el consejo que el narcotraficante caído en desgracia George Young heredó desde la cárcel a los que quieren seguir sus pasos.

Si Israel le hubiera hecho caso a testimonios como ese, se habría quedado detrás del mostrador de la tienda, organizando partidos de futbolito en el Estadio Israelita y casado con una judía poco agraciada como él, mirando por la ventana a los otros pasar a toda velocidad y preguntándose “por qué ese no puedo ser yo”.

Israel no está loco ni enfermo. Como muchos delincuentes atrapados por su descontrol, sólo quería un poco más. Mucho más.

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