“Me llenó de orgullo y de ego hacer un edificio de esta altura”

Abraham Senerman, el arquitecto de la torre más alta de Sudamérica. Es el padre del Sanhattan. En ese lugar, uno de los más pujantes barrios de oficinas, ha levantado más de siete edificios, incluido el último, un coloso de 192 metros que tiene 56 pisos, dos helipuertos, diez ascensores que recorren siete metros por segundo y ventanas que conservan el calor. Costó US$160 millones y empleó a más de mil trescientos trabajadores. Hoy se encuentra con la obra gruesa terminada y ya todos los pisos están vendidos. Todo lo contrario a lo que sucede a metros de allí, donde se levanta el Costanera Center. Desde la torre Titanium se ve el que se suponía iba a ser el edificio más grande de Sudamérica, pero que hoy, por la crisis, está sólo en pañales.

POR JORGE ROJAS G. • FOTO: CRISTÓBAL OLIVARES

Desde su oficina se ve el Costanera Center a medio empezar. ¿Qué le provoca eso?
-No me provoca nada. Es un proyecto que se va a terminar y cuya paralización será pasajera. No va a ser un elefante blanco, ojalá que finalice luego y no me preocupa que sea más alto que el mío.

¿No sintió temor de parar la construcción como Cencosud?
-No, porque nunca vimos que podía venir una crisis. Además vendimos antes y eso es un alivio, pero nunca tuve temor a no venderlo. El edificio es un emblema para el país y mucha gente está diciendo ‘yo quiero estar allí’.

¿Cómo es eso de que vendieron antes de la crisis?
-Lo que pasa es que nosotros vendimos, por suerte, una semana antes de que empezara la crisis. Llevábamos diez meses negociando con el fondo alemán Deka y vendimos justo. Si nos hubiésemos demorado un mes en vender, quizás los alemanes no nos hubiesen comprado el 80% del edificio.

¿Por qué no hubo chilenos interesados en comprar pisos?
-Llegaron primeros los alemanes. Lo que pasa es que como el edificio es grande, la gente interesada de acá quería que llegáramos a una etapa donde el proyecto estuviera más terminado, pero para nosotros mientras antes venderíamos era mejor, y llegaron los alemanes cuando estábamos en la obra gruesa. Ellos tuvieron confianza y los chilenos querían verlo más avanzado, porque este negocio fue muy innovador para la gente de acá.

¿Será porque en Chile no estamos acostumbrados a edificios tan altos?
-No, no pienso eso. Creo que si las vías de comunicaciones son fáciles y da mejor calidad de vida, es perfectamente compatible con la altura.

Pero algunos arquitectos creen que esto es más de Dubai.
-No es así. Lejos de parecerse a Dubai, Chile está tomando su propia imagen con este edificio y haciendo más llevadera la vida urbana.

¿Cómo nació el proyecto?
-Con la búsqueda de un sector que culminara este polo de desarrollo que he creado. Vimos en el terreno donde se construye la torre unas condiciones distintas de edificación. Nos asociamos con el grupo Bethia y nos lanzamos con la construcción. No sólo buscábamos una gran altura, también una buena ubicación. Queríamos ser la puerta de entrada a la ciudad, para que la persona que se instale en este edificio tenga facilidad de movilización entre su trabajo y su casa. Para mí esto es la culminación de una etapa de la vida. He hecho muchos edificios en este sector y el Titanium es el más emblemático por su ubicación, conectividad y trabajo técnico. Como dicen: no parking, no business.

Más que por su ubicación, el edificio ha destacado por su altura.
-Sí, quisimos hacer el edificio más alto que pudiésemos, y nos fuimos a las máximas condiciones de edificación posibles. El proyecto nació tal cual está hoy y no tratamos de avivarnos con las reglas. Nunca me pregunté si queríamos algo más alto o no. De lo que sí nos preocupamos fue del diseño, la calidad técnica y de crear una tremenda plaza en la entrada. Nunca hubo competencia con Horst Paulmann, simplemente buscábamos mejorar la imagen del país.

¿Nunca hubo competencia?
-No sé quién inventó eso. Al señor Paulmann le tengo mucho respeto. Él me invitó a su inauguración y yo a la mía y los dos fuimos y nos encontramos en buena, porque estamos dedicados a nuestras cosas. Estamos interesados en competir por quién da más cosas a la ciudad, pero entre nosotros nunca lo he sentido.

EL REFERENTE TITANIUM

¿Qué nueva imagen le puede dar al país una torre tan alta?
-Le da una altura distinta. Técnicamente, permite superar una etapa, porque se creía que los 40 pisos era el récord en Chile, pero hemos superado eso. Este edificio también tiene disipadores de energía para los temblores, túneles de vientos, ascensores especiales que avanzan siete metros por segundo, cristales para ahorrar energía y tiene la aprobación de edificio verde. Esto le da una nueva imagen al país, porque en cuanto a arquitectura vamos a ser mejor mirados.

¿Eso pasa por construir edificios más lujosos y altos?
-No sólo por eso, sino porque sean un atractivo para el país. Que sean emblemáticos.

¿Cómo es eso de los edificios emblemáticos?
-Son edificios bien ubicados, por la calidad de sus materiales y porque la ciudad los incorpora como un referente. Para mí es muy importante que en el futuro la gente que quiera ubicar algo pregunte ‘¿está a lado de Titanium?’ o ‘¿está cerca de Titanium?’. Pasar a la posteridad como un referente, así como está el cerro San Cristóbal o la Torre Entel.

¿Esto es la culminación del Sanhattan?
-Cuando me cambié a este sector, hice mi primer edificio que fue Vitacura 2977, de cuatro pisos. Y fui creando edificios cada vez más altos, y hoy este barrio tiene otro look. Ver que poco a poco fui contribuyendo en esto que culmina con Titanium, es un motivo de orgullo y emoción. Hoy, en los tijerales, me puse a llorar, porque me gritaban no te mueras nunca viejo. Estaban todos los obreros parados aplaudiendo. Partí de una cosa muy chica y he llegado a construir esta torre inmensa; ir escalando es emocionante. La plata es redonda, va y vuelve, pero los sentimientos y la realización profesional son impagables.

¿Cuánto de su ego tiene este edificio tan alto?
-Por supuesto que hay ego, por qué lo voy a negar. Yo quería hacer un edificio alto y lo hice, me llenó de orgullo y de ego hacer un edificio de esta altura. Lograr algo más de lo que he hecho hasta ahora es muy importante para mí, porque no me interesa hacer un edificio que no represente nada.

MARDONES ME PLAGIÓ

Hay muchos arquitectos que critican su barrio. Gonzalo Mardones dice que no saben llegar al suelo.
-Siempre hay arquitectos a los que les gusta criticar. Cuando partí en este proyecto, las condiciones de edificación estaban muy definidas y a base de eso empezamos. Después seguimos comprando terrenos separados y claro, hoy día uno mira y dice ‘se podría haber hecho otra cosa’. Es verdad, pero de acuerdo a la normativa en la que partimos las condiciones eran distintas.

¿Por qué Gonzalo Mardones lo acusó de plagiarle el proyecto de Santa Rosa de Las Condes?
-Todo el mundo sabe que eso es una falsedad y así lo dictaminó el Colegio de Arquitectos: yo no copio, no falsifico maquetas, ni hago fotomontajes. Hubo una mala interpretación de los otros arquitectos, que hablaban de ética, pero estaban faltando a la verdad. Yo he regalado proyectos o me han pasado las mismas situaciones al revés y no he hecho un escándalo.

¿Cómo lo tomó cuando lo acusaron?
-Pésimo, porque no correspondía. La Universidad Católica contrató a Mardones, le pagó, y vendió ese proyecto con todos sus derechos. Lo que nosotros utilizamos fueron las condiciones urbanísticas que la UC logró con otros arquitectos. Usando eso realizamos un proyecto absolutamente distinto, así que no he copiado nada. Es más, él me plagió a mí, porque puso sus edificios en una maqueta de mi propiedad cuando mostró una foto en la prensa para decir que yo le había copiado. Esas cosas sí que no son éticas.

¿Estaba hablando de picado Mardones?
-No sé, no entiendo sus razones. Si tenía algo que decir sobre sus honorarios, debía hablarlo con la UC, aunque allá le finiquitaron todo. A mi juicio, él no tenía por qué pelear conmigo.