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21 de Junio de 2009

El municipio educa, conchetumadre (putah el cuento pa’ inédito)

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POR MARCELO MELLADO

Todas íbamos a ser maracas, pero terminamos siendo profesoras. Y una pensaba que nuestra vida no tendría sobresaltos, pero no, niña, partiendo por nuestra clientela mamona, porque no se les puede llamar alumnos a esa sarta de eunucos y de castradas. Y para qué hablar de nuestros empleadores lamecaca, los divinos alcaldes, y una que otra zorruda alcaldesa. Porque con esto de la huelga sale tanta basura retórica a relucir, partiendo por una; porque claro, todas estamos de acuerdo con el bono, pero la cuestión no puede reducirse a lo meramente reivindicativo, digo yo, porque qué acontece con los fundamentos éticos que sustenta nuestra labor docente, me pregunto, ahuevoná. Mi sensación es que el gremio debiera preocuparse más de reflexionar sobre los grandes temas y promover un cambio educativo radical que beneficie realmente a nuestro pueblo, y no andar callejeando y vociferando como yeguas sueltas, porque de eso ya tuvimos bastante (hasta me ruborizo al recordar lo perras que éramos). Pero con esa vieja bigotuda y ordinaria que preside el gremio, ese facho comunista que habla pior que yo, y que más parece un capataz de la contru que un digno dirigente profesoral -que conste que no tengo nada contra los compañeros de la contru, lo que pasa es que pasteleros a tus pasteles-.

Ay, niña, es que nuestro gremio es tan pa’la goma, hay tanta vieja culiá (sin distinción de género) que sólo vive pendiente de su propia neurosis de angustia, sin pensar en las responsabilidades históricas que tenimos como agrupación profesional. Nosotra(o)s debimos liderar un cambio radical en la sociedad chilena, pero entre las “trajes de dos piezas” que no le ven nunca el ojo a la papa y los “melón con vino” picantosos, con su lado B criminal, no damos para constituir la masa crítica necesaria que pueda emprender dicha tarea.

La desilusión suele tirarme a la cama y pedir licencias como loca, hay que tener cuero duro para esta pega de mierda, al menos en las condiciones en que hay que realizarla. El puro olor a escolaridad, para decirlo en metáfora -con esas risas histéricas, esos gritos enfermizos, esos uniformes ridículos y todas esas poses simulatorias, de ahuevonados diciéndote tía, cuando las únicas tías de nuestro tiempo eran las cabronas, pues niña-, me descompone el estómago y me tiro unos pedos hediondísimos; incluso me dan ganas de tirármelos en la misma sala de clases pa’ puro cagarme, literalmente, a los pendejos. Y para qué hablar de los colegios, me refiero a la edificación, esas moles carcelarias que debemos padecer y que nos impone un encierro que no deja de ser un signo inequívoco de estrategia educativa, basada en el establecimiento de relaciones patológicas de poder, aulas malditas en donde se reproduce el capitalismo salvaje, niña, y en donde nada bueno puede ocurrir –aunque a veces la intersubjetividad produce roces o complicidades tibias y sabrosas, cosas que pueden ocurrir en cualquier parte, por lo demás–.

Tú sabes, maraca amiga, que a mí me gusta la vida al aire libre, el callejeo esquinero, la playa, el mar, las embarcaciones de nuestra parentela; recuerda que nosotras somos todas de vocación portuaria, aunque igual tenemos el campo detrás, con la inigualable cordillera de la costa que tanto amo. Por eso me extraña tanto que nosotras que somos del magisterio provinciano no llevemos la delantera en esto de promover la innovación curricular aprovechando las ventajas comparativas de la zona, en el fondo se trataría de convertir el territorio en un aula magna en donde el mundo que nos rodea sea una oferta de aprendizaje. No sé, como que de repente me pongo tan poética e innovadora que se me erecta el clítoris. Por eso es que Santiago y Valparaíso no debieran llevar la delantera gremial, porque son ciudades perras y pervertidas, que lamentablemente son usadas como paradigmas por los poderes fácticos que se apropian de nuestro territorio, y que son lameculos del metropolitanismo cultural y político.

Por ésta y por otras razones estoy aburrida de ser profe, en este contexto de educación municipalizada que no es otra cosa que la renuncia programada del Estado a sus funciones y deberes en relación con la República. ¿¡Me llevai las de abajo, maraca sucia!?

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