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Nacional

18 de Julio de 2009

San Patricio, un colegio privado en crisis que se volvió subvencionado: Mami, mi compañero nuevo dice q’hua

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POR LEYLA HALES* • ILUSTRACIÓN: MAX BOCK

En Viña del Mar, un colegio está pasando por un experimento social no deseado. Por la crisis, el Colegio Inglés San Patricio decidió pasar a particular subvencionado, con aporte del Estado. La mensualidad cayó en cien mil pesos y a los patios y salas llegaron los representantes de una clase media que puede pagar $60 mil por educación. Apoderados y alumnos antiguos han resentido el fin de la burbuja. Ahora el colegio se parece a esas escuelas que antes juntaban gente de distinto tipo. Pero hoy esas mezclas producen miedo y desconfianza “La vida fuera del colegio es complicada, uno se encuentra con gente de todo tipo”, dice una mamá.

El patio del Colegio Inglés San Patricio ya no es el mismo. A la hora del recreo está repleto y con reggaetón aullando en los parlantes porque a veces los del Centro de Alumnos le pasan el control de la radio a los estudiantes nuevos para que ellos coloquen sus canciones. Reggaetón. Los alumnos antiguos del San Patricio se los quedan mirando, riéndose a veces de cómo algunos perrean.

Los nuevos son de esos que no se cortan el pelo o se dejan una colita teñida de colores; tienen aros en la lengua, collares bling-bling y peinados pokemones. Algunos usan una pierna del pantalón hasta la rodilla y se la amarran con un elástico. Los otros se burlan de cómo hablan: que dicen oe, q’hua logo?, calmao, naiden, losotros, dentremos y que los más chicos comen con la boca abierta.

La llegada de los nuevos empezó a anunciarse a fines del año pasado. El San Patricio pasaba por problemas. En los últimos años, los rumores de que quebraba, se vendía o pasaba a ser particular subvencionado se multiplicaban cada vez que un padre dejaba de pagar la mensualidad. En diciembre, el director Tomás Faúndez, anunció que sería la tercera opción de las pesadillas: financiamiento compartido con el Estado y un arancel $100 mil más barato. Y más alumnos, aunque los antiguos tendrían su cupo asegurado y el colegio, aseguró Faúndez esa vez, sería el mismo de siempre.
Muchos padres ni siquiera esperaron el cambio y sacaron a sus hijos apenas supieron la noticia. Algunos profesores que tenían a sus hijos en el colegio hicieron lo mismo. En marzo llegaron 450 alumnos nuevos. El San Patricio pasó de tener un promedio de 20 alumnos por curso a los 30 y algo de los liceos fiscales.

Soledad Artigas, comerciante de Viña, fue de las que no quiso esperar a que se cumplieran las palabras del director Faúndez. Ella sacó a Camila, su hija que este año pasaba a primero medio.
-Es súper buena alumna, y sentía que se iba a perder, porque con esto de la subvención iban a entrar 10 mil cabros y cero filtro. Y por lo que he conversado con algunos apoderados tomé la decisión correcta -explica.

Soledad estudió en un liceo; sus hermanas lo hicieron en un colegio privado. La diferencia que vio cuando chica la hizo tomar la decisión.

La mitad de los apoderados del curso pensaron igual.

La madre de Gabriela Grossi, de segundo medio, decidió esperar. Estaba contenta por la rebaja del arancel. Pero también le preocupaba el nivel académico. “Muchos papás tienen miedo a cómo resulte, por la cantidad de alumnos en cada curso. Pero la vida fuera del colegio es complicada, uno se encuentra con gente de todo tipo”, dice.

El San Patricio es de los pocos colegios que van quedando en el centro de Viña, lejos de los colegios británicos y los particulares top de Reñaca o en los Bosques de Montemar. Tiene dos pequeñas sedes, separadas por una calle, que no alcanzan a ocupar un cuarto de manzana cada una. El colegio grande, como le dicen, es una casona remodelada con una multicancha rodeada por las salas que alberga a los alumnos desde séptimo a cuarto medio. El “colegio chico”, el resto de la educación básica. En él hay unos 300 alumnos y son el orgullo del colegio.

Entre los dos edificios se mueven los alumnos antiguos y los nuevos y sus padres. Han sido cuatro meses tensos, de cambio. Los que llegaron lo hicieron porque era un buen colegio que estaba más barato. Los que se quedaron sin ganas -porque algunos lo hicieron de cariño al colegio-, no asumen que es la educación que pueden pagar. Lo que son.

LOS FLAITES

Gonzalo Serrano está en primero medio y es de los que piensa que el colegio se llenó de flaites. Estudia desde kinder en el San Patricio. Practica rugby y fútbol y está en la banda del colegio desde 4° básico. Tiene promedio 6.0 y si baja las notas sus papás le quitan el rugby y él “se muere”.

-En mi curso no hay tantos flaites y rotos, pero el B está lleno. Hablan súper mal y tienen malas costumbres. Los de los otros colegios comentan de los flaites que han llegado. El director dijo a fin del año pasado que iban a seleccionar a los mejores alumnos que quisieran entrar al colegio y no fue así -dice.

Los nuevos, se queja, le bajan el pelo al colegio. Gonzalo dice que lo ha visto en un partido de fútbol con el muy tradicional colegio Mackay.

-Uno de los nuevos chocó con uno del Mackay y se paró y le dijo: “oye, conshetumare, te voy a pitearte a la salida”. Me da lata que después digan “esos son los choros del San Patricio”.

Para Gonzalo, no se trata de un asunto de más o menos plata. Es de educación.

-Me da lo mismo que sean humildes, pero traen sus malas conductas al colegio. Le bajan el nivel. Hace 5 años estábamos dentro de los mejores colegios de Viña y llegaron éstos -se queja Gonzalo.
Pero lo del perfil del colegio es un mito. La Tercera, en junio del año pasado, hizo un ranking de los colegios que han destacado por sus resultados en la prueba SIMCE durante los últimos 10 años en Viña. El San Patricio no aparece. Sí lo hacen el Rubén Castro y el Seminario San Rafael, particulares subvencionados. El colegio tampoco aparece en el ranking de los mejores 20 según los resultados de la PSU del año 2008 que hizo la Universidad Católica. En una lista de 98, ocupan el puesto 78.

Álvaro, de tercero medio, es de los antiguos. Su padre tiene una empresa de ingeniería y su mamá es profesora de Diseño. Álvaro dice tener claro qué pasó en el San Patricio:

-Piensa que el colegio antes costaba 160 mil y ahora cuesta 60 lucas. Igual antes tenía prestigio, pero cuando llegué se empezó a ir abajo, costaba lo mismo que el Alemán y no me la creía porque en uno tenías piscina, cancha, gimnasio, era gigante y llegai a un colegio que vale lo mismo y no tiene nada. Era lo que yo alegaba. No era ni del porte del gimnasio del Alemán.

Álvaro en ese primer año se enteró que el colegio estaba mal de plata. “Muchos de los padres no estaban pagando el colegio. Y por eso tuvieron que hacerlo subvencionado”, recuerda.
Y por eso el San Patricio se llenó de gente nueva que no les gusta, que le disputan territorio a los antiguos. Un botón de muestra: el año pasado, el colegio pintó los baños y hasta marzo estuvieron impecables. Ahora están rayados con “Everton”, “Garra Blanca” y “Pico”.

Otra de las tensiones está en las niñas nuevas. Algunos de los antiguos no sólo las encuentran flaites: además creen que algunas ya no son vírgenes. Hay niños que dicen que en el San Patricio hay gente que con 12 ó 13 años ya ha tenido sexo, como ocurre en el resto del sistema educacional chileno.

Lo de la apariencia no es sólo entre los escolares. Este año, para el desfile del 21 de mayo, sólo desfilaron los terceros y los cuartos medios. Los otros dos cursos de la media se quedaron mirando. Los alumnos achacan la decisión a que esos cursos son los que tienen más gente nueva. La versión oficial fue que eran demasiados alumnos para marchar frente a los marinos y la ciudad. Pero la gente se quedó con el rumor.

CUICOS

Los del San Patricio se juntan en una plaza que queda a una cuadra del colegio. En los últimos meses allí se han registrado peleas entre niñas del colegio, cosa que antes dicen que no se veía. Igual que en el patio, el paisaje lo dominan los nuevos. Camilo es uno de ellos y no tiene aritos ni usa el pelo largo ni, menos, teñido. Está en la plaza celebrando el cumpleaños de su amiga Francisca. Lo acompañan Elizabeth, Francisca y su pololo, “Flaco MC”, que tiene el pelo lleno de trenzas. Él es el único que no es del San Patricio. De hecho, tiene 19 años y no estudia.

Camilo vive con su mamá, tiene cinco hermanos pero sólo conoce a uno. Esta semana su madre le contó que iba a tener un hermano nuevo y se alegró. Aunque se lleva bien con la pareja de su madre, le da lata porque se van a cambiar a Curauma, un condominio caro que está a la salida de Viña.

Camilo llegó este año a primero medio desde el colegio Español, también subvencionado. Siente que los antiguos lo discriminan. Quiere cambiarse de colegio, aunque sea mitad de año.

-Hay puros giles que se creen cuicos. Me dicen flaite, roto, me miran en menos porque soy de Chorrillos y no cachan que vivo en una parte entera cuica -se queja.

Camilo está molesto porque en el colegio esa mañana uno de los antiguos dijo que el San Patricio parecía un liceo “porque hay puros rotos”.

-Le dije que no lo pescaba, que no tenía ni un brillo, si ninguno de los que llegó es pobre, por algo pagamos 60 lucas -cuenta.

José es otro de los nuevos. Viene del Liceo San Antonio y está en segundo medio. Piensa que depende mucho quién es el que diga cuál es flaite o no.

-Se las dan de cuicos y nada que ver. Esos son los que discriminan y se ríen, pero yo no los pesco. Igual se juntan con nosotros. Si al final, todos se dejan el pelo largo, no tiene nada que ver con el colegio.

El director del colegio también cree que los alumnos exageran. Le tienen miedo a los desconocido y por eso discriminan a lo nuevos. Faúndez explica que es posible que haya “niños flaites”, como dicen los otros alumnos, pero todos tienen que acostumbrarse y acatar las exigencias del colegio, que siguen siendo las mismas.

-Es probable que algunos hablen mal, usted sabe que los hábitos son muy diferentes en un universo tan grande y son los nuevos los que tienen que meterse al sistema. Seguramente no todos los alumnos son como los antiguos, de eso no cabe ninguna duda -afirma Faúndez.

Olaya Monroy, presidenta del Centro de Padres, con 12 años en el colegio y una hija en cuarto medio y otro en primero, cree lo mismo. Éste, dice, es un año de transición.

-Debo ser sincera, creo que a los alumnos les debe pasar lo mismo que a los papás. Recién se están conociendo. Nuestro colegio nunca ha sido de elite, siempre era de clase media hacia arriba.

Una clase media que este año se quedó estancada. Y que ya no va para arriba. De hecho, en la nueva camada de alumnos también han llegado del San Ignacio, del Mackay, el Hebreo, Padres de Viña y los Niños Cantores.

HACINADOS

Hora de almuerzo en el San Pato. El patio está repleto y niños corren por todos lados. En lo que se podría llamar hall de entrada, hay un improvisado casino, que en realidad son algunas mesas y sillas donde los alumnos se juntan a comer. El verdadero casino ya no alcanza para todos.

-Antes en los recreos no había nadie y ahora es una cuestión impresionante. Antes éramos 15 alumnos por curso y sobraban como 5 salas en el colegio, ahora no sobra ninguna y son 33 por sala.
Cabemos apenas -cuenta Álvaro.

Con un patio tan lleno, muchas cosas han cambiado. Hasta el año pasado se hacían competencias en los recreos, partidos entre cursos. Álvaro, que es delegado de deportes de su curso, cuenta que este año fue a preguntar cuándo sería el campeonato y le dijeron que no se podía, que había mucha gente en el patio como para jugar a la pelota. Tanta como en las salas de clases: algunos cursos en marzo tenían 25 alumnos nuevos y sólo 9 antiguos.

El director Faúndez dice que el colegio funciona bien, que cumplen todas las reglas del Ministerio de Educación.

-Si no estuviéramos capacitados para tener 30 alumnos por curso, no los tendríamos -asegura.
Otra cosa cree Álvaro, el alumno de tercero. Dice que estuvo tres semanas sentado en la cuarta fila de su sala y no escuchaba nada. Benjamín también tuvo que cambiarse de puesto.
Valentina Grossi, ex alumna de la promoción de 2006 y estudiante de Enfermería en la Universidad de Valparaíso, tiene una precisión cuando le preguntan por su ex colegio.

-Yo aclaro que no salí del San Pato de ahora y que mis compañeros piensan lo mismo -dice.

MANZANAS Y LIMONES

3° medio. Electivo de Teatro. Pedro lee en voz alta delante de todo su curso. El resto se ríe. Pedro no habla bien. Tampoco lee bien de corrido. La profesora lo reta. Dice que tiene que practicar más. Pero en vez de decirle miss a la profesora, como todos, la llama “señorita”, mientras los demás lo molestan. También dice “dentremos” a la sala y “los vamos”. Sus compañeros cuando no están ocupados burlándose, lo corrigen.

Karina Becerra va en tercero medio y es compañera de Pedro. Karina, además, es presidenta del Centro de Alumnos. Antes de la subvención, su nivel era el único que tenía “A” y “B” y eran menos de 20 alumnos por paralelo. Ahora sólo en el “A” son 33. Karina dice que su curso es el único en que mezclaron antiguos con nuevos. Todos los demás tienen un paralelo especial sólo para los nuevos.

-En los otros cursos llenaron los cupos que faltaban para completar los 30 y tantos con puros alumnos que venían de colegios particulares y dejaron a todos los de subvencionados en el “B” -dice.

Karina cree que se nota la diferencia entre los nuevos y los antiguos en la parte social. Su hermana chica, que va en prekinder, llega contando a la casa que “hay niñitos que comen con la boca abierta” que “eruptan” en la sala y que dicen “palabras feas”.

Otra de las diferencias que nota Karina es cuando tratan de integrarlos a actividades del curso.

-Cuando organizamos cosas, como asados, juntas y cosas así, también se nota que no quieren gastar plata en nada, si pedimos cuotas muchas veces no están de acuerdo.
Benjamín recuerda lo que pasó en uno de esos carretes.

-Uno de los primeros días de clases hicimos un carrete de curso, un asado para conocernos, y se robaron una cámara. Estábamos todos conversando en buena onda y se roban una cámara, po’.

Álvaro también recuerda un robo.

-Hace unas semanas en el paralelo de la Karina robaron como 25 lucas en total y hasta la colación. Y nadie hizo nada. A la Karina también le robaron esa vez.

Los alumnos antiguos también se quejan de que no respetan a los profesores y es casi imposible hacer clases.

-La otra vez estábamos en clases y se pusieron a tirar papeles, han tirado hasta manzanas y limones. Aunque tiraron la pura coronta de la manzana. Pero no los echan de la sala, tiene que estar muy la cagá para que los echen- se queja Benjamín.

Gonzalo fue testigo de una volada con gas butano mientras estaban en clases.

-Vi que un compañero abre un encendedor y empieza a aspirar el gas y se voló. Le pegué un combo en la cara para que reaccionara, pero todos me decían que lo dejara solo, pero cómo lo iba a dejar así. Son muy care’ raja -cuenta todavía sorprendido.

SESENTA LUCAS

Una miss del San Patricio que lleva varias décadas en el colegio encuentra a los nuevos desordenados, garabateros e insolentes. Los apoderados, dice, tienen un nivel bajo. “No se dan cuenta que este es un colegio con prestigio”.

-Aunque no se puede ser tan clasista, porque hay alumnos que tienen plata y son peores -matiza.
Alejandra Bustamante, es profesora de Educación Básica y lleva 21 años haciendo clases. La subvención, cuenta, le ha cambiado la vida porque ya no hay bancos vacíos en las salas. La diferencia entre nuevos y antiguos no se nota tanto en los primeros años de enseñanza, dice.

-Los profesores de los cursos más grandes, me han dicho que los nuevos son desordenados y les cuesta obedecer el reglamento. También usan un vocabulario que no corresponde. Algunos colegas opinan que la selección que se hizo no fue bien encauzada.

En lo que sí nota una diferencia Alejandra es en la manera de expresarse.

-Yo tengo un chiquitito de primero que la otra vez me dijo: «no, es que yo me caliento y le aforro no más». Los niños usualmente dicen me enojo, pero no «me caliento».

Los apoderados, dice Alejandra, son otra cosa. Aunque no tienen un nivel de escolaridad muy alto, son mucho más comprometidos que los antiguos. Agradecen poder ofrecerles una mejor calidad de educación a sus hijos.

-Otros años había personas que tenían una situación económica espectacular pero sin educación. Son los rotos con plata, que se sacaron el Loto o la Polla Gol y eso nos molestaba mucho.

Monroy, la presidenta del Centro de Padres, es optimista. Los dos bandos terminarán por integrarse, cree. Entiende que los nuevos se sientan discriminados. Los niños, dice, no siempre se dan el tiempo de conocer a los nuevos.

-Debe ser un ambiente hostil para ellos, por eso hay que trata de integrarlos. Yo creo que se puede, si tampoco es gente tan diferente, el colegio cuesta casi 70 mil pesos, tampoco estás reuniendo gente tan diferente.

*Alumna de Quinto Año de Periodismo de la Universidad de Viña del Mar. Forma parte del Taller The Clinic dictado este semestre.

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