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23 de Julio de 2009

Río Las Minas

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Por Patricio Araya G.

“Invito a Karen Doggenweiler, a Marta Larraechea, a Cecilia Morel, y a Alicia Larraín a explicitar su posición respecto a la píldora y el problema de salud pública que implica para las mujeres chilenas la práctica del aborto clandestino en nuestro país, que representa las mayores tasas de aborto en toda América Latina (…) Este es un tema que incumbe a todas las mujeres, por eso me extraña que las parejas de la mayoría de los otros candidatos presidenciales no hayan manifestado públicamente su opinión respecto a él”.

Con estas palabras, la doctora Ana García Sciaraffia (pareja por más de 20 años del senador Alejandro Navarro, con quien tiene cuatro hijos), sacó de una al baile a casi todas las otras “candidatas” a Primera Dama; lo hizo carta en mano a fines de junio en el frontis de la Contraloría General de la República para manifestar su rechazo al dictamen que impedía la distribución de la píldora del día después en los consultorios. A García sólo le faltó nombrar en esa oportunidad a Damiela Eltit (esposa del también candidato presidencial Jorge Arrate) para haber completado el equipo de First Ladies que planean desembarcar en La Moneda junto a sus hombres todopoderosos.

De todas ellas, la más mediática es la periodista de TVN Karen Doggenweiler, quien a través de sus apariciones en pantalla como conductora de un reality, “estaría beneficiando” –según el comando de Eduardo Frei– a su esposo MEO. La más “piola” es la refinada mujer de Adolfo Zaldívar, Alicia Larraín; la más locuaz, “florerito” y “popular” sin duda es Martita, la única del team que conoce el palacio de Toesca por dentro; mientras que la señora de Piñera, Cecilia Morel, no se expone ni se esconde, ella es nomás. Por su parte, la escritora y docente de la Universidad Tecnológica Metropolitana, Damiela Eltit, no se involucra en el quehacer político de su marido Jorge Arrate, ni tampoco planea hacerlo, así al menos se lo dijo a radio Cooperativa. Hasta ahora la doctora Ana García, quien fue directora del hospital de Tomé, se había mantenido ocupada en la crianza de sus hijos, pero decidió sacar la voz en un tema de género. Se trata, en rigor, de mujeres con distintos perfiles y aportes, cuyo denominador común es ser la mujer de, en ningún caso, de candidatas en quienes delegar ni un céntimo de la soberanía nacional. Lo que elegiremos en diciembre es un Presidente, no una Primera Dama. A no olvidar el detalle.

Ahora que las veleidades de la política han sacado al baile a la esposa de MEO, cabría preguntarse qué tan efectivo y paradójico resulta ser el 74 por ciento (julio, Adimark) de apoyo que concita la figura de la Presidenta Michelle Bachelet en un país a lo mero macho. Desde ya se torna endeble sostener en pie esa masiva adhesión a una mujer que dirige los destinos patrios y a la vez denostar las competencias y derechos civiles de las esposas de aquellos que pretenden sucederla y, en consecuencias, de anularlas en lo cívico, convirtiéndolas en meros objetos de decoración y acompañamiento protocolar. Un argumento más para quienes desconfían a rajatabla de las encuestas de opinión. O una confirmación de nuestro doble estándar de mentir en público y sincerarnos en privado. Es decir, Bachelet no sería tan popular y los chilenos mantendríamos una endémica desconfianza en la gestión femenina.

Este no es el lugar ni la ocasión para discutir por qué las mujeres entraron con tanta tardanza al escenario político, pero vale la pena provocar la discusión respecto a la premura con que ciertos sectores (los comandos presidenciales, por ejemplo) y determinados actores (en este caso el ex diputado y ministro DC, Andrés Palma), incapaces de hacer un gallito de ideas de verdad, no dudan en apuntar al corpiño que tienen enfrente y desatar su frustración funcional. Es cierto que hay mujeres muy inteligentes, inteligentes, no tanto, tontas, lesas, insufribles y olvidables; honradísimas o corruptas, pero por cada una de ellas también estamos nosotros con nuestro catálogo inacabable de estupideces y tropelías, y de aciertos.

En el exordio de la doctora Ana García “…es un tema que incumbe a todas las mujeres, por eso me extraña que las parejas de la mayoría de los otros candidatos presidenciales no hayan manifestado públicamente su opinión respecto a él”, hay un desafío a las mujeres a ocupar el lugar que se han ganado en la discusión social, un reto a validarlo con argumentos de peso, de modo que resulta muy oportuno esperar de ellas, más que su silencio complaciente, un río de ocurrencias.

A estas alturas de la fomedad de campaña presidencial que tenemos con candidatos que apenas las calientan a ellas, uno se pregunta si acaso no sería mejor una mujer como sucesora de otra. En verdad, un río de minas que atraviese con su caudal toda la ciudad, igual como hace el río Las Minas, en Punta Arenas, hacia el Estrecho de Magallanes, resulte mucho más saludable que esa trenza de rancios que prometen hartarnos antes de lo imaginable; un río de minas donde puedan navegar las ilusiones diversas de igualdad y mejor justicia, un río revuelto en el que al fin ganemos todos. A mí me gustan las minas las veinticuatro horas del día, todo el rato, como dicen los jóvenes; no vivamos contra ellas, sino con ellas. En una de esas Palmita, a ti hablo, te toca en enero un puerta a puerta con la señora de MEO. Somos cóncavo y convexo. El mundo es una construcción cómplice que requiere de dos hemisferios.

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