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Nacional

28 de Julio de 2009

¿Por qué en 1982 la prensa silenciaba el caso del Banco de Talca?

Por

POR JP BARROS

En diciembre de 1981 la revista Hoy publicó un listado de las 100 mayores empresas que existían en Chile en esos momentos. De acuerdo al volumen de sus activos el desaparecido Banco de Talca, del grupo económico Calaf-Danioni, ocupaba en esa época el décimo lugar de la lista. Estamos hablando de una institución bastante grande, en esos días mayor al Banco de A. Edwards, Celulosa Arauco, Cia. de Cervecerías Unidas, Indus, CRAV y otros pesos pesados corporativos de los ochentas. Este gigante financiero prácticamente se evaporó en medio de la tormenta de la crisis económica de 1982, como si fuera un trasatlántico fantasma, engullido una mala noche por el Triángulo de las Bermudas.

Y aunque no lo crea, la desaparición del Banco de Talca fue apenas tema de la agenda nacional de esos años, opacada por la aterradora realidad monetaria del día a día y silenciada por una prensa, aparentemente, no muy interesada en el caso. Simplemente se fue a pique y nadie dijo nada. Nada de nada. Y eso vale para los órganos digitados por la dictadura militar y los escasos medios de oposición, que en ese entonces estaban principalmente relacionados con la Democracia Cristiana. Todos parecían estar desatentos al desvanecimiento en el aire de este morrocotudo banco.

CABEZA DE TURCO

A favor de los colegas habría que decir que el cabeza de turco, literalmente hablando, contra la cual se volvieron todos los ojos fue el Banco Español-Chile, del grupo Sahli-Tassara. Ahí se había jugado sucio, al igual que en el Talca, como ya veremos. Las estimaciones hablan de que el Español-Chile pasó a empresas de papel el 25% de las colocaciones (depósitos) que manejaba. Asaz de los habituales autopréstamos y semejantes maquinaciones de economista calenturiento. Un chanchullo de ese calibre era en sí mismo escandaloso. Y el Español-Chile también era grande. Ocupaba el cuarto puesto en la lista de revista Hoy, que acabamos de mencionar, de las mayores empresas chilenas.

Pero hay algunas diferencias entre el Talca y el Español-Chile. Cuando se revisan los nombres involucrados se empiezan a apreciar los matices.

Los dueños del Español eran Alejandro Mauricio Tassara y Bernardo Sahli. Su presidente era Rodolfo Antonio Yunis y había un cuarto hombre en el escándalo, el testaferro confeso, Gino Osvaldo Pellegrini. Y si no le suenan estos nombres, no tiene nada de raro. Todos eran plutócratas de nuevo cuño, hijos o nietos de inmigrantes. Sin grandes raíces en la elite chilena, ni grandes contactos en el mundo de la “gran política”. De ellos se podía hablar, por supuesto. Y se habló. Lo que, claro, no significó que la justicia pudiera echarles el guante. Alejandra Matus, en “El Libro Negro de la Justicia Chilena”, lo resume:

El proceso siguió con los inculpados en libertad hasta que el caso pasó a un ministro en visita. En 1990, Eduardo del Campo (hoy jubilado), cerró el sumario y absolvió a los procesados, planteando que la ley general de bancos dispone sólo una sanción de multa por las infracciones cometidas. Nada dijo de la estafa, que era el delito por el que en verdad se los acusaba. En las apelaciones, que llegaron a verse sólo entre 1994 y 1995, los magistrados Alejandro Solís, José Luis Ramaciotti y Juan Araya, revocaron la resolución y condenaron a los inculpados por estafa (…) Las defensas recurrieron a la Corte Suprema. Finalmente, el 2 de diciembre de 1997 -dieciséis años después de iniciada la causa- la Corte Suprema revocó nuevamente la sentencia, exponiendo, en defensa de los derechos de los inculpados, que no podían ser condenados por un delito por el cual no fueron procesados en primera instancia: la infracción a la Ley General de bancos.”

¿Y QUÉ PASÓ CON EL TALCA?

En el Banco de Talca los accionistas mayoritarios eran, en tanto, Miguel Calaf y Alberto Danioni. Pero llaman la atención los principales miembros del directorio, contra los cuales también se emitieron órdenes de detención en 1982, por instrucciones del juez Luis Correa Bulo. Esos son los nombres interesantes.

a) Carlos Massad Abud: Eterno cercano a la DC. Vicepresidente del Banco Central en tiempos de Frei padre, y presidente del mismo en la administración del Frei hijo, además de ser designado ministro de Salud por este último. Director ejecutivo del FMI entre el 70 y el 74.
b) Emiliano Figueroa Sandoval: Homónimo de un antiguo presidente de la república. Hasta hace poco tiempo aparecía en un alto cargo en BancoEstado, en pleno gobierno de la Concertación.
c) Sebastián Piñera Echeñique: Hijo de José Piñera Carvallo, uno de los fundadores de la DC, que había sido embajador en Bélgica, el Mercado Común Europeo y las Naciones Unidas. En el 82 su hermano José Piñera Echeñique era ministro del Trabajo de la dictadura.

A través de una asesora externa de papel, el Talca había sido desangrado sistemáticamente por su propio directorio. O por lo menos esa convicción tuvieron los abogados del Consejo de Defensa del Estado. Y la institución había tenido que terminar intervenida por la Superintendencia de Bancos en noviembre de 1981. Claro, el hecho se reseñó en los medios. Pero superficialmente, como hemos dicho, y opacado por el asunto del Banco Español y los líos del grupo Vial en el Banco de Chile.

El 9 de diciembre del 81, a semanas de la intervención por parte de la Superintendencia, Sebastián Piñera aparecía flamante en revista Hoy (de la DC), entrevistado por Malú Sierra en su calidad de joven economista. Ahí habla de la crisis en general. “No hay recetas milagrosas”, dice. Pero nadie le pregunta por la situación del banco del que recientemente había sido gerente general. Es una entrevista amable y simpaticona. Cuenta sus proyectos. Ahora es gerente de Citicorp y quiere crear un sistema para sacarle el jugo a la quiebra masiva de empresas, que caían como moscas por la situación creada por los bancos. Aclaremos, habla de un sistema para beneficio de los mismo bancos: “Una especie de tratado, para ahorrar tiempo, discusiones, abogados y que se logre una liquidación mucho más ventajosa”. “Sin duda parece una iniciativa inteligente para el momento”, agrega la periodista.

El 21 de agosto del 82, una semana antes de que se le encargara reo, Piñera aparecía olímpico en El Mercurio. La nota reseña sus palabras en un seminario organizado por su propio banco, Citicorp. “El modelo económico no ha fracasado”, sentencia. ¿Y el Banco de Talca? Nadie se acordaba de eso.

El 23 del mismo mes, Carlos Massad daba su horáculo en Estrategia. “La economía se puede reactivar rápidamente”. ¿Y qué Talca? De eso no se habla. Parece que pasó la vieja.

Al día siguiente de la encargatoria de reo, solo aparece una nota en la última de las páginas interiores de El Mercurio, que narra los hechos, conjugando los verbos en condicional inexplicablemente (“habría dictado ministro en visita”, dice).

Por esos mismos días Alejandro Mauricio Tassara hablaba desde la cárcel. “Hay dos tipos de gerentes de banco. Los que van al Banco Central a exigir soluciones y los que van al ministro instructor a declarar”. Sabemos a que lado de la línea se terminó poniendo Piñera, Massad y compañía.

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