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Nacional

3 de Agosto de 2009

Roberto Torretti, filósofo de las ciencias, se explaya sobre el aborto: Los fetos no son personas *

Vicente Undurraga
Vicente Undurraga
Por

POR V.U. • FOTOS: ALEJANDRO OLIVARES

Roberto Torretti es, en palabras del español Jesús Mosterín, “posiblemente el mejor filósofo de la ciencia en lengua castellana y uno de los mejores en cualquier lengua”. Ahora Torretti incursiona por primera vez en la filosofía de la biología, al compilar y traducir los siete ensayos que integran el libro Conceptos de gen. Con ocasión de este libro, lo entrevistamos para hablar de la manipulación genética, de la legalización del aborto (“un proceso global irresistible”, dice) y del “mito neocatólico que representa como personas a los fetos”.
*El título es nuestro.

Dedicado por años al estudio y la enseñanza de la filosofía de las ciencias, ¿por qué ahora, y no antes, incursiona usted en la filosofía de la biología?
-No sabría contestar esta pregunta con seguridad. Antes, como usted sabe, estuve ocupado con otros temas. No es inverosímil que, al avanzar mi edad, la cercanía de la muerte haya despertado en mí un mayor interés por la vida.

“Es famosa la resistencia de los sectores más pusilánimes de la población a los frutos de la manipulación genética”, escribe en el prefacio a este libro. Podría referirse a cuando Sloterdijk planteó la posibilidad de que “una antropotecnia del futuro avance hacia una explícita planificación de caracteres”. ¿Cómo -grosso modo- sería tal planificación? ¿Y cuál fue el debate desatado en Alemania?
-No sé cómo sería. Por lo demás —contra lo que sostuvo algún académico envidioso— tampoco Sloterdijk propuso nada. Conviene recordar, sí, que la planificación al menos implícita del carácter ha sido un elemento vertebral de la educación impartida a los hijos e hijas de las clases dominantes en todas las sociedades civilizadas, y diría yo que además ha sido explícita en la preparación de novicios para el ministerio divino y de cadetes para el mando militar. El debate se encendió porque la idea de “selección prenatal” que menciona la segunda parte —omitida por usted— del pasaje de Sloterdijk citado en mi prefacio, evoca, particularmente en Alemania, recuerdos de la bestialidad nazi. Pero Sloterdijk en ningún momento patrocina esta idea. Se limita a señalar que, si combinamos el voluntarismo tradicional de la humanidad (especialmente de la humanidad europea y americana) con la tecnología que ya va estando disponible, la idea se vuelve insoslayable.

Señala también en el prefacio que los chilenos nos encontramos inmersos en el “debate público que preludia la despenalización del aborto”. ¿En serio le parece que nos encontramos en tal etapa? Se lo digo considerando que hoy miércoles se ha librado una acalorada discusión parlamentaria en torno a la distribución o no de la llamada píldora del día después, discusión en la cual los defensores de ésta se aferran al hecho de que no es abortiva.
-Bueno, no hago predicciones, pero tampoco soy amigo de tapar el cielo con la mano. En este momento, cualquier chilena recién embarazada perteneciente a lo que llaman el grupo ABC1 puede, si quiere, someterse a un aborto legal viajando a un país donde esté permitido. Sin perjuicio de que también pueda hacerlo en territorio chileno, tal vez a menor costo, ilegalmente, en una buena clínica ambulatoria privada, sin riesgo de cárcel. Con sufragio universal y educación secundaria para todos, ¿cuánto tiempo más cree usted que se podrá mantener a las mujeres de los grupos C2, C3, D y E desposeídas de esta facultad? Debo decirle que, aunque mi prefacio está fechado el 27 de mayo de 2009, porque en él doy las gracias a personas que me ayudaron casi hasta el momento en que el libro fue a la imprenta, la frase que usted cita sobre la despenalización del aborto figuraba ya en el primer borrador que redacté hace exactamente un año. No esperé nunca que cobrase tanta actualidad en tan corto tiempo. Claro que, cuando se trata de instituciones muy arraigadas, puede tomar años el proceso conducente a superarlas. Recuerde lo que duró en América y Europa el debate decimonónico sobre la abolición de la esclavitud. Por otra parte, el 22 de enero de 1973 la Corte Suprema de los EE. UU. pronunció el célebre fallo del caso Roe v. Wade, donde declara que el derecho de toda persona a la privacidad incluye el derecho calificado de una mujer a interrumpir (“to terminate”) su embarazo. Así, el día menos pensado, se echó a andar un proceso global irresistible.

Los parlamentarios de la Alianza, autodenominados “pro-vida”, alzaron, tras aprobarse la distribución de la píldora, ecografías, al tiempo que se escuchaban gritos de “asesinos, asesinos”. ¿Qué piensa, a la luz de sus estudios en filosofía de la biología?
-Mis estudios se refieren a cuestiones muy generales, de orden conceptual. El caso que usted propone concierne al comportamiento llamativo de un grupo de mamíferos superiores. Ese es un tema para una ciencia especial, digamos, la antropología, quizás la paleoantropología. Para opinar juiciosamente sobre un fenómeno así, uno tendría que ir a terreno y hacer estudios de campo.

Podría reiterar aquí, e idealmente explayar, lo que en su prefacio señala como “mito neocatólico que representa como personas a los fetos”.
-“Mito” en griego quiere decir “cuento”. “Neo-” quiere decir “nuevo”, “innovador”. Santo Tomás de Aquino, que era lo que en castellano llamaríamos un “cristiano viejo”, no creía que un feto de pocas semanas fuera un ser racional. De hecho, que yo sepa, en ninguna sociedad civilizada se había confundido hasta ahora el aborto voluntario con el homicidio, y menos con el asesinato.

Poco después usted escribe que este es un país donde “el peso de la noche” aún no termina de disiparse y reinan los “intentos de confundir una metafísica antigua con una ciencia moderna”?
-No he dicho que reinen en Chile tales intentos confusionistas. Hoy mismo, como usted acaba de decirme, dos tercios de nuestros diputados han demostrado que no comulgan con ruedas de carreta. En el prefacio digo, sí, que hay que acabar de desarmar esos intentos y que la divulgación científica puede contribuir a ello.

Le planteo a usted la pregunta que Stotz, Griffiths y Knight incluyen en su cuestionario: “Hablando más largamente: ¿qué es un gen?”.
-Ahí mismo — en las pp. 205-206 del libro— hallará usted nueve respuestas diferentes, hasta cierto punto incompatibles, que esos autores propusieron como alternativas a los científicos que encuestaron. Yo diría que es infantil pensar que una y solo una de ellas es la correcta. Una puede ser más apropiada en un contexto y otra en otro. Significativo me parece que ninguna de esas respuestas por separado, ni la combinación de algunas o de todas ellas, implica que una célula viva sea una persona humana por el solo hecho de contener el genoma completo que eventualmente estaría contenido en cada una de las células de una persona humana cuando esta haya nacido. En este respecto, la biología no contradice al sentido común.

¿Qué piensa usted del humor en la filosofía? Se lo pregunto porque me ha sorprendido toparme en su libro con afirmaciones como esta: “la extrema fluidez de los conceptos de las ciencias se opone drásticamente a la inmovilidad a que aspiran las pseudociencias, las supersticiones y otras formas doctrinales del paleolítico y el neolítico”.
-Del humor pienso que es un ingrediente imprescindible de la vida espiritual, una de cuyas manifestaciones es la filosofía. (Quizás por eso mismo pienso también que se necesita una fantasía desbocada para atribuirle personalidad a una mórula incapaz de sonreir).

En los últimos años, bajo el sello de Ediciones UDP, usted ha publicado tres libros, además de la reedición de “Kant”. ¿Qué viene a continuación?
-Son cuatro: Estudios filosóficos: 1957-1987 (2006); Estudios filosóficos: 1986-2006 (2007); De Eudoxo a Newton: Modelos matemáticos en la filosofía natural (2007); Crítica filosófica y progreso científico: Cuatro ejemplos (2008). Pero los dos primeros son recopilaciones de trabajos publicados a lo largo de cuarenta años. La solapa de Conceptos de gen describe lo que estoy haciendo: un libro sobre Conceptos y objetos, que presenta y comenta ejemplos históricos –los conceptos de gravedad de Aristóteles, Newton y Einstein, los múltiples conceptos de especie utilizados en la biología del siglo XX, los distintos conceptos propuestos para captar como una unidad el proceso social conocido como la Revolución francesa– con miras a ilustrar la historicidad de los conceptos científicos y de los objetos reales que se disciernen e identifican mediante ellos. Ya tengo escrita la introducción general y el capítulo sobre los conceptos de gravedad, pero la cuestión de los conceptos de especie me ha resultado un hueso muy lento de roer, porque la literatura pertinente es inmensa y, gracias a las tiendas internacionales de libros nuevos y usados (Amazon, Abebooks) y a la entrega de artículos de revistas via internet, tengo acceso a ella, desde Chile, en una medida que no me había soñado.

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