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Opinión

4 de Agosto de 2009

Bachelet y las FFAA: La ‘carta tapada’ era un as bajo la manga

Juan Pablo Barros
Juan Pablo Barros
Por

Por JP Barros

Todos lo recordarán. Pocos meses antes que Michelle Bachelet fuera electa, en los solemnes salones de la Biblioteca Nacional se presenció una escena bastante surrealista. El historiador Alfredo Jocelyn-Holt le preguntó a la candidata, en el marco de un coloquio con intelectuales, si acaso ella era un “carta tapada de los militares”. Y lo que se suponía iba a ser un soporífero reglón en la agenda noticiosa de ese día, evolucionó en un dramón de hondo contenido sentimental. Tras esbozar una respuesta, Bachelet rompió en llanto.

EL LLANTO

Luego siguió una discusión bastante cuma. Machista por parte de unos… Con otros haciendo uso de todas los recursos de la auto-victimización… Se debatió sobre si una presidenta de Chile podía llorar en público y acerca de lo insensible que era Jocelyn-Holt (quien ya tenía cierta fama de pesado) al hacer semejante pregunta. Sobre todo considerando que la entonces presidenciable era huérfana de un general de la FACH, asesinado, según todos los indicios, a manos de sus propios camaradas en 1973.

¿Era una pregunta válida? ¿Se le puede preguntar a una ex ministra de Defensa: usted es la candidata escondida / favorita del mundo militar? ¿Si? ¿No? ¿Por qué? Habría bastado con una respuesta cualquiera.

Sin embargo, la reacción de Bachelet, el llanto, era muy rara y hasta insólita, tomando en cuenta que ella precisamente tenía una fuerte relación con el generalato. Y no solo por ser hija, sobrina, amiga y conocida de múltiples generales. Ya había sido ministra de Defensa y se había transformado, desde mucho tiempo antes, en experta en temas militares, tomando cursos en la ANEPE (Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégico) en 1996, y estudiando en Colegio Interamericano de Defensa (CID), en el Fuerte Lesley J. McNair, EEUU. El 40% de los graduados de esta última institución ha llegado al grado de general o almirante en sus países de origen.

En resumen, Bachelet había retornado, con mucho esfuerzo seguramente, al seno de la familia militar. Había sido certificada, y muy posiblemente chequeada hasta el cansancio, en las instituciones más elitistas del mundo de la defensa chilena y estadounidense. Y los círculos castrenses se mostraban de verdad complacidos con su gestión como ministra del ramo. Todos habían salido de las amables reuniones del ministerio con juguete nuevo (blindados, fragatas, aviones, según fuera la rama en cuestión). Y era vox populi que Bachelet, la “gordi” como la nombraban con cariño los militares, en su paso por la ANEPE ya había jugado a ser ministra de Defensa en una simulación de guerra a dos bandas con Perú y Argentina, alcanzando un desempeño “sobresaliente” en el peor de los escenarios.

A esas alturas del partido no había ninguna solución de continuidad entre la pregunta de Jocelyn-Holt y la muerte del general Alberto Bachelet en 1973. Pero se logró establecer el puente. Bachelet nunca respondió, y se limitó a contestar la primera parte de la pregunta, sobre si ella era un producto del marqueteo, argumentando que su candidatura no era “un accidente de tránsito”. La pregunta se convirtió en “ataque”, y la intervención del historiador en “numerito”.

La reacción de la candidata, que en un momento se leyó como movimiento emocional y hasta torpe, a la luz de las actuales circunstancias, aparece cada vez más como un reflejo bastante hábil.

Y QUÉ PASÓ ENTONCES

El domingo recién pasado La Tercera publicó un estudio de valoración de marcas e instituciones (BAV) de la consultora TheLab Y&R. De acuerdo a la medición, entre las diez instituciones más apreciadas por la ciudadanía del segundo al sexto lugar todas las plazas son ocupadas por las Fuerzas Armadas y policías, siendo superadas sólo por los bomberos, y estando muy por encima de las iglesias y cualquier otro organismo creado por el ser humano, al menos en nuestro país.

Pese a los escándalos por comisiones y coimas el Ejército subió un 19% su popularidad durante el mandato de Bachelet. Carabineros sube 17 puntos en el mismo período, incluso estando siempre en el ojo de los cuestionamientos por uso excesivo de la fuerza en contra de manifestantes, acusaciones de abuso hacia sus funcionarias mujeres y el escándalo de pedofilia en Valparaíso ¿Qué pasó?

Claro, no todo lo hizo Bachelet. Con la ayuda de la televisión y la cercanía del Bicentenario los chilenos recordaron el mito épico del nacimiento de la nación: Los soldados nos liberaron de España, vencieron a Perú y convirtieron al país en algo de lo que podemos estar orgullosos. Si. El nacionalismo aflora fácil en las islas y los países montañeses: aislados, desconfiados por idiosincrasia y con cierta tendencia paranoide. Cosa de ver a albaneses, afganos, ingleses, cubanos y chilenos.

Pero este gobierno sí ha sido clave en el fortalecimiento de la posición de los militares en la sociedad. Y es una relación simbiótica. Tras el difícil comienzo del mandato, luego de la Revolución de los Pingüinos y el Transantiago, fueron precisamente un par de operaciones militares de alta visibilidad las que dieron a Bachelet un respiro, además de una imagen de eficiencia y de respuesta rápida frente a problemas concretos. La evacuación o rescate de Chaitén fue el punto de inflexión de la popularidad del gobierno de la presidenta, tal como un paseo en Mowag por Santiago, durante las inundaciones del 2002, fue su verdadero lanzamiento como personaje público.

Por otro lado, el círculo de político de hierro del gobierno de la presidenta tiene una característica común que es fácil de pasar por alto. La base del equipo son todos personajes satélites del mundo militar por una u otra razón, partiendo por la propia presidenta, claro.

En este grupo se destacan un par de personeros. Francisco Vidal, el vocero y operador político durante la mayor parte de la administración. Un ex-cadete de la Escuela Militar, que tal como Federico II de Prusia, es un fanático de la milicia en todas sus formas y tiene varios regimientos, si no brigadas, de soldaditos de juguete. Salió de la vocería de La Moneda para asumir la cartera de Defensa, y aunque la oposición interpretó el hecho como una degradación, Vidal parece haberlo deseado toda la vida. Lo acompaña Edmundo Pérez Yoma, el ministro del Interior durante la mayor parte de la administración, quien fue ex ministro de Defensa y es un conocedor del “dilema geopolítico” del norte chileno, tras su paso por el consulado en La Paz. También estaba Alejandro Foxley, perteneciente a una familia de larga tradición naval, quien desde su cargo de Canciller logró imponer su posición de dureza y distancia respecto de Argentina y Perú.

Sin entrar a evaluar a la administración en todos sus aspectos, se podría decir que en algún sentido este ha sido el gobierno de los “halcones” de la Concertación.

Tras el paso de Bachelet por La Moneda, Chile es el tercer país mejor armado de América, solo por debajo de EEUU y Canadá, y a una distancia sideral del resto de las naciones latinoamericanas. Los uniformados ahora cuentan con los misiles navales de mayor alcance, los submarinos convencionales más sofisticados, los tanques más modernos y con mejores sistemas de tiro, los jet con mejores armas y aviónica, los blindados antiaéreos más avanzados del subcontinente, sistemas de apoyo de artillería de campaña con radares que hasta pueden identificar desde qué punto salió el disparo de mortero (algo que ni se sueñan otros ejércitos latinoamericanos), un satélite de observación terrestre, organigramas de unidades de combate mejorados (brigadas acorazadas) y hasta un “santo” (el general Bernales).

EL FANTASMA LIMEÑO

Mencionábamos Chaitén como un punto de inflexión en la popularidad de Bachelet. Pero hay otro hito que marcó su imagen de liderazgo. Fue su convocatoria a la cumbre de UNASUR en Santiago que salvó a Evo Morales de ser derrocado por los gobernadores de los departamentos bolivianos de oposición. A esa cumbre vinieron todos, salvo Alan García, quien se encontraba preparando en esos momentos la demanda marítima peruana contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

El acercamiento a Bolivia, que también se ha producido a nivel de Alto Mando, es parte de la clave para entender la apuesta geopolítica de Bachelet, que ha sido exitosa en revertir los históricos manejos de la cancillería peruana digitados desde el Palacio de Torre Tagle. La avezada diplomacia limeña había sido capaz hasta la llegada de Bachelet de mantener la histórica lejanía entre Chile y Bolivia.

La hipótesis de conflicto que se maneja a nivel de FFAA chilenas, en consonancia, parece tener que ver exclusivamente con Perú, donde, al igual que en Chile, tienen un militarismo fuerte, fuerzas armadas populares y un nacionalismo bastante furioso.

Habrá que esperar para saber si el fantasma de una guerra con Perú, que se suele imaginar como un enfrentamiento naval de baja intensidad, realmente justifica la fuerte apuesta que Bachelet hizo por el mundo militar chileno. Por lo menos esa es la excusa en las conversaciones de pasillo. Quizá la presidenta aún recuerda sus juegos de guerra en la ANEPE, cuando enfrentó precisamente un hipotético conflicto con Perú. Pero la distancia en equipamiento militar entre Chile y su vecino del norte realmente hace poco probable un enfrentamiento real a mediano plazo.

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