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23 de Agosto de 2009

Compadre Moncho: “O mi señora acepta mis caballos o chao no más”

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POR MACARENA GALLO • FOTO: ALEJANDRO OLIVARES

Es probable que muchas de las veces que usted se cruza con el compadre Moncho caminando por el centro de Santiago, es porque él va o viene del Teletrak. Porque Adriano Castillo, el nombre real de la estrella de Los Venegas, es fanático de las apuestas a los caballos. Y después de jugar, nada mejor que ir al café con piernas más cercano. “Es que en el Teletrak no hay ninguna mina para ver”, aclara.
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“Hace unos cuarenta años que comenzó esta afición, no adicción por supuesto, a las carreras de caballos. Todo nace por la familia. Los Castillo han sido carreristas siempre. Mi padre tuvo caballos, casaquillas y todo eso. Es más, los tíos de mi padre, o sea, mis tíos abuelos, tenían un carné oficial que se los daba el Hipódromo Chile para que entraran gratis. ¡Imagínate! Entraban gratis desde que se creó el Hipódromo. Pasaban todos los domingo metidos en la hípica. En la mañana en el Hipódromo y en la tarde en el Club Hípico. Las señoras siempre reclamaban y había otras que acompañaban, ¡pero era una de mil! Ellas levantaban el dedo para reclamar, pero no las pescaban. Y ellos tenían razón porque era su pasatiempo y nunca alucinaron ni perdieron su plata en las apuestas. Por suerte, mi señora acepta mi gusto por la hípica, a pesar que le importan un carajo los caballos. Porque sino fuera así, no estaríamos juntos. O me acepta con mis caballos o chao nomás. Es tanta mi afición por la hípica, que todo lo que tiene el personaje del Compadre Moncho viene de mí. El gusto por las carreras, las mujeres, lo saqué de mi vida personal.

Cuando creció más el asunto del Hipódromo, ya no sólo abrían los domingos sino que también los sábados y ahí también iban los Castillo. Con rabietas de las mujeres, iban igual. Y me llevaban a mí también. Ahí me empezó a gustar el mundo de los caballos. Me gustaba ir por el espectáculo, muy colorido y para nada elitista. Tú ves la misma actitud en un tipo que tiene cien caballos de carrera con la media billetera y en uno que apuesta 200 pesos en una quiniela. Gritan igual y se emocionan igual. Y eso no lo ves en todos lados. Además, los caballos de carrera son muy bonitos y la hípica tiene una cosa que te relaja absolutamente. No es estresante estar apostando.¡No, no, no! En absoluuuto. ¡Tú te relajas! Estando con la gente de la hípica, tú no hablas de otra cosa que sea ¡hípica! Vas a la cancha y no se habla de otra cosa que no sean ¡caballos de carrera! Por ejemplo, cuando hacía teleseries con Moya Grau, hace unos años atrás, que era accionista del Club Hípico, íbamos al sector vip, muy bonito y elegante, nos juntábamos a tomar tragos y a conversar sobre hípica. Nada más. Porque en la hípica, las mujeres son pa’ la casa y no tienen nada qué hacer ahí. ¡Ninguna cuestión! Está vetado el tema de las mujeres. Es una especie de club de Toby. Es que este ambiente es muy machista. El único momento donde tú ves mujeres, es para los grandes eventos como en el Ensayo en el Club Hípico y en el Gran Derby… Ahí van las mujeres del ambiente: las mujeres de los preparadores, las mujeres de los jinetes, las mujeres de los dueños de caballos…¡ES UN ESPECTÁCULO! Porque llegan muchas mujeres estupendas y ahí uno aprovecha de echar su miradita, jajaja. Antes de eso, ves puros huevones. De repente faltan más mujeres. Con suerte en el Teletrak ves a la señora que limpia los baños. Igual no me quejo. Llego a mi casa y me espera la media mina.

Yo ahora prefiero ir al Teletrak de Matías Cousiño. Me queda cerca de mi casa y no tengo que mandarme los medios piques al hipódromo. Es más cómodo también. Porque si quiero me voy al café con piernas que está a la vuelta, me río con las chiquillas y después vuelvo a apostar. Así se pasa la tarde. Me gusta ir unas cuatro veces a la semana y apuesto a tres o cuatro carreras. Tú dirás que es mucha plata la que gasto apostando, pero no. Yo no apuesto más de cinco luquitas. No, no, no y no. En esta actividad, los giles pierden plata. ¡Sí! He visto muchos, pero muchos giles perdiendo todo.

Yo nunca he ganado ni he perdido mucho. Nunca me ha alcanzado para darme lujitos. Yo juego lo que puedo perder. Y nunca lamento lo que pierdo en la hípica. Hay algunos que tratan de arreglar la vida con la hípica, ¡pero NO!¡NOOO! Si la hípica es una actividad para disfrutarla y nada más. Porque es un juego que no tiene lógica ni depende de uno. Sólo depende del accionar del jinete y del caballo. Porque para qué estamos con cosas: hay caballos que no se esfuerzan lo suficiente y son harto flojitos. Cualquier cosa los aproblema y eso tú no lo ves en la pantalla de un Teletrak… Así que cualquiera que se juegue toda su plata, ¡está cagado! Por ejemplo, Vidal, el jugador de fútbol. Él tiene varios caballos de carrera y se ríen un poco de él, porque apuesta en una carrera tres palos y cobra 500 pesos. Es un tonto de las carreras. No entiendo por qué apuesta tanto, si después pierde casi todo. Yo si tuviera un amigo que apostara tanto, le diría que no sea tonto ni agilado para derrochar toda su plata.

En la hípica no pasan muchas cosas. En ese sentido es medio fome. Las anécdotas, por ejemplo, no son muy divertidas. Que se arranque un caballo no tiene nada de chistoso. O como cuando enloquecen, corren, corren, corren, atraviesan las barandas, se golpean, se quiebran una pata y los tienen que sacrificar. Eso no tiene nada de gracioso. Yo veía antes cuando los sacrificaban en la misma cancha. Los tapaban, obviamente, pero tú sabías que estaba pasando algo ahí. ¡Y era terrible! Ahora, en cambio, menos mal que eso no lo hacen. Es que los caballos de carrera son preciosos, pero tontazos. De repente se van contra las barreras y tú no entiendes por qué lo hacen. No es como en el fútbol -que me encanta- donde se arman más cahuines. Eso si, hay chistes divertidos de hípica. Pero que sí te los cuento lo más probable es que no te den risa porque son para gente que cacha de hípica. Los encontrarías fomes. Así que mejor no te los contaré, jaja. Se echa harta talla y mucha grosería también. El rosario completo. Lo otro que me llama la atención es que vienen en patota hartos ciegos a apostar y son bien vivos, te diré.

Fíjate, que ahora que lo pienso, he hecho hartos amigos acá. Pero son de juego, nomás. No los veo después ni nos juntamos. Voy a un Teletrak y tengo amigos ahí, voy a otro y tengo otros, y voy a otro…Y así… Y para qué te digo que donde voy, me gritan: ’¡Buena, compadre Moncho!, cuando va a traer a su señora pa acá!’. Y yo pienso que ni cagando. ¿Pa qué me la coman viva? ¡Están locos!”.

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