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Cultura

30 de Agosto de 2009

Sebastián Lelio, director de “Navidad”: “Por Piñera no voto ni cagando”

Catalina May
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Por Catalina May – Foto: Alejandro Olivares

“Navidad”, la segunda película de Sebastián Lelio, es la representante chilena en la competencia internacional del SANFIC. En ella, el director retoma temáticas como la religión, la familia y la homosexualidad, y vuelve a echar mano a la improvisación como materia prima. De ello, y de política y moralidad habla aquí Lelio, que también cuenta por qué recuperó su apellido original.
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La familia, y específicamente la figura del padre, es una temática que se repite en tus dos películas, ¿por qué?
-La familia es un pequeño sistema muy interesante de observar, pues permite comentar el sistema completo. Por otro lado, me interesa la familia como núcleo humano y porque si algo de cierto hay en que es el núcleo fundamental de la sociedad, entonces observar los cimientos carcomidos de ese núcleo te da pistas sobre la sociedad completa.

Las familias de tus películas, sobre todo en “Navidad”, son disfuncionales, ¿qué nos dice eso entonces de nuestra sociedad completa?
-Es que el concepto “familia disfuncional” es redundante. Familia y disfuncional son sinónimos. Para mí, Chile es como esos perros encerrados en un patio chico que se persiguen a sí mismos mordiendo su propia cola. Es una sociedad encerrada en sí misma. Se le echa la culpa a las barreras geográficas, y eso repercute en el temperamento y la psicología de los chilenos. Al no haber permeabilidad, se entra muy fácil en esquizofrenias y neurosis parecidas a las del perro que persigue su cola pensando que es un enemigo.

¿Pero dónde ves ese fenómeno?
-Yo me muevo en el mundo del cine, pero cualquiera sea el mundo en el que uno se desempeñe la conversación es un poco cagona, de poco vuelo, pueblerina. Justamente porque nuestro único problema somos nosotros mismos. Es como lo que pasa en la tele, se alimenta de sí misma. No hay posibles nuevos hallazgos o vías de escape. Eso en términos generales, porque igual Chile está lleno de gente atinada y despierta, justamente en reacción a lo anterior.

A propósito de Chile, ¿cómo ves el panorama político?
-Al hacer “Navidad” me sentí súper vinculado con la orfandad ideológica que tienen los personajes de la película. Ellos son la primera generación nacida en democracia, pero también son la primera generación post caída de las utopías. Y eso, que puede parecer terrible, a mí me parece una oportunidad gigante para dar vuelta los ojos hacia adentro y empezar a comprender que quizás la única revolución posible, o la primera, es la interior.

Ya…
-Por eso en la película se establece una relación sutil entre la generación del 2000, huérfana de discursos políticos colectivos, y la de los 70, generación de los ideales comunes. Al final de la película, los personajes atisban algo que les permite empezar a revolucionarse a sí mismos. Y yo creo que la única posibilidad de que otra vez ocurra un movimiento colectivo, pero que esta vez sí funcione, va a ser si los individuos primero se han transformado a sí mismos. La sociedad es la suma de los individuos.

¿Votas? ¿Qué piensas de la política contingente?
-Voto y me parece que el espectáculo de los poderes consolidados es como de colegio. La derecha y lo que se podría llamar izquierda están, cada cual a su manera, achanchados. Tienen algo de consejo de curso las peleas que uno ve en las noticias. Uno está condenado a votar por el mal menor, no hay un voto inspirador y apasionado.

¿Por quién vas a votar?
-No sé. Por Piñera ni cagando. MEO me simpatiza porque sintonizo con el descontento que él personifica, sería un voto de protesta. Votar por Frei sería un voto conservador. No veo a ningún candidato preñado de futuro.

RELIGIÓN Y HOMOSEXUALIDAD

La religión es otro tema recurrente en tus películas.
-El primer impulso es súper intuitivo. Las explicaciones que te puedo dar vienen después, son construcciones en que trato de organizar lo que hice. Hay dos cosas: me produce fascinación la carga que traen consigo los rituales y las festividades católicas y sus símbolos. Creo que están incrustados en el ADN de nuestra formación ideológica, creas o no en Dios o en Jesús. Entonces es hincarle el diente a algo que nos compete a todos. Y en términos narrativos, creo que la relación que un creyente establece con los símbolos que encarnan aquello en lo que cree, es muy parecida a la relación que un espectador establece con una película.

¿Cómo?
-Un crucifijo, por ejemplo, es una madera con un mono clavado, pero ese símbolo toma sentido porque la persona que se relaciona con él lo carga de sí misma, de un contenido. Y una película, cuando es buena, es un sistema simbólico que establece ciertas estrategias narrativas que permiten que el espectador lo complete con su propio contenido.

¿Y este tema seguirá apareciendo en tus películas o ya está agotado?
-Ya se me acabaron las fechas. La navidad y la semana santa me interesaron porque tienen implicancias muy sabrosas. En navidad, por ejemplo, estamos predestinados a ser felices, se permite una cierta cursilería y la idea del hogar y del nacimiento de Dios son muy interesantes como telón de fondo para una historia de seres humanos confundidos, pecadores, que están en búsqueda, que la cagan todo el rato.

¿Qué piensas del rol que juega la Iglesia en Chile hoy?
-Todo lo que hace en términos de servicio social me parece admirable y necesario. Lo que hace en términos de intervención ideológica y política me parece anacrónico y un gran pecado. Cuando veo a los curas hablando de problemas morales, sobre todo relacionados con la sexualidad, se me olvida en qué año estamos, me da rabia, me indigna que se auto arroguen esa autoridad. No tienen ese derecho, no se lo han ganado.

Otro tema recurrente en tus películas es la homosexualidad, ¿por qué?
-No sé. Yo no soy homosexual y creo que no tengo una homosexualidad latente, no va por ese lado. Quizás tiene que ver con que me parece interesante la dimensión política que tiene la batalla que hay que dar para establecer una relación que se sale de lo convencional en una sociedad como la chilena. Es una batalla que cuando es ganada, es la semilla de un nuevo orden posible y por eso me interesa. En ese sentido, no es una defensa de la homosexualidad, sino de la libertad de vivir la vida como cada cual lo sienta, en la medida que no le haga daño a otro.

“RECUPERÉ MI VERDADERO APELLIDO”

Alguna vez dijiste que “La sagrada familia” es un documental.
-En última instancia, una película siempre es un documental. A mí lo que me ha interesado al trabajar con márgenes de improvisación altos y al estar con la cámara a la espera de que ocurra algo que esté vivo, que no se puede describir, tiene mucho que ver con lo documental. Para mí es esencial en el cine la capacidad de la cámara de filmar el hallazgo, algo que está desplegándose frente a ella por primera vez. Eso es muy difícil de lograr con un sistema de rodaje más convencional, en el cual el misterio de la película está resuelto en lo literario del guión. Yo tiendo a poner las fichas en la magia del rodaje.

Has dicho que te parece muy importante el cine que se hizo en Chile en los años 70. ¿Qué directores chilenos te han influenciado?
-Mi vinculación con el cine de los 70 es emocional y tiene que ver con su actitud. Había una urgencia, una forma de hacer cine muy física, una utilización de la realidad y una estética que se instala en el cruce de lo documental y la ficción, la utilización de la improvisación y el rescate del habla chilena como material narrativo, la fuerza expresionista de las cámaras. Todo eso me resuena mucho, me parece que es muy de acá y un patrimonio que sería muy necio ignorar. Me encanta “Morir un poco”, “Valparaíso mi amor, “Tres tristes tigres”, “Palomita blanca”, “La colonia penal”, “Nadie dijo nada”, “La batalla de Chile”.

¿Y qué hay del cine que se está haciendo ahora?
-Hay un cambio de paradigma desde 2005, películas que están hechas desde un lugar y una cabeza distintos a lo que se hacía antes. Eso es una buena noticia que está en pleno desarrollo. Tengo muchas ganas de ver “La nana”, “Tony Manero” me pareció muy potente, me han interesado “Sábado”, “Play” y, a pesar de que no es mi cup of tea, respeto el trabajo de Torres Leiva y Alejandro Fernández.

¿Por qué te cambiaste el apellido?
-Recuperé mi verdadero apellido. Fui Sebastián Lelio hasta los diez años. Siendo niño me lo cambiaron por el apellido de mi padrastro, Campos, a quien quiero mucho. Pero mi madre se separó de mi padrastro hace muchos años y yo sentía algo medio descalzado en esto. Me reencontré con mi verdadero papá y como en algún minuto quiero tener hijos, quiero traspasarle las cosas en orden a ellos.

¡Tienes un rollo con el tema del padre entonces!
-Sí, po, totalmente. De hecho mi padre, que se llama Gustavo Lelio y es argentino, sale en “Navidad”, es el inspector de aduanas.

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