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Mundo

14 de Septiembre de 2009

Primer mandatario apóstata: Carta de renuncia del ex presidente Jimmy Carter a su religión

Por


POR JIMMY CARTER (*)
Ilustración: Leo Camus

Mujeres y niñas han sido víctimas de discriminación durante demasiado tiempo por una interpretación retorcida de la palabra de Dios.
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He sido un cristiano practicante toda mi vida; siendo diácono y profesor de la Biblia durante muchos años. Mi fe es una fuente de fortaleza y consuelo para mí, tal como sus creencias religiosas lo son para cientos de millones de personas en todo el mundo. Así que mi decisión de cortar mis vínculos con la Convención Bautista del Sur, después de seis décadas, fue dolorosa y difícil. Sin embargo, fue una decisión inevitable cuando los líderes de la Convención, citando a una selección de pocos versículos de la Biblia, que afirman que Eva fue creada como “segunda” de Adán y fue responsable del pecado original, resolvieron que las mujeres deben ser “serviles” con sus esposos y les está prohibido actuar como diáconos, pastoras o capellanes del servicio militar.

Este punto de vista de que las mujeres son de alguna manera inferiores a los hombres no se limita a una religión o creencia. Las mujeres no pueden jugar un papel pleno e igual en muchas religiones. También, trágicamente, se detiene en seco su influencia en las paredes de las iglesias, mezquitas, sinagogas y templos. Esta discriminación, injustificadamente atribuida a una autoridad superior, ha proporcionado una razón o excusa para la privación de la igualdad de derechos de la mujer en todo el mundo durante siglos.

En su forma más repugnante, la creencia de que la mujer debe someterse a los deseos del hombre es una excusa para la esclavitud, la violencia, la prostitución forzada, la mutilación genital y las leyes nacionales que omiten la violación como un crimen. Además de privar a muchos millones de niñas y mujeres el control sobre sus propios cuerpos y vidas, y seguir negando el acceso equitativo a la educación, la salud, el empleo y la influencia en sus propias comunidades.

El impacto de estas creencias religiosas toca cada aspecto de nuestras vidas. Éstas creencias ayudan a explicar por qué en muchos países los niños son educados antes de las niñas, por qué a las niñas se les dice cuándo y con quién han de casarse, y por qué se enfrentan a muchos y enormes riesgos inaceptables en el embarazo y el parto debido a que sus necesidades básicas de salud no se cumplen.

En algunas naciones islámicas, las mujeres están restringidas en sus movimientos, castigadas por permitir la exposición de un brazo o el tobillo, privadas de la educación, sometidas a la prohibición de conducir un automóvil o de competir con los hombres por un trabajo. Si una mujer es violada, ella a menudo es más severamente castigada que el culpable del crimen.

El mismo pensamiento discriminatorio está detrás de la consiguiente brecha de género en materia de remuneraciones y de la razón de por qué todavía en Occidente hay tan pocas mujeres en cargos públicos. La raíz de este daño se puede encontrar en las profundidades de nuestra historia, pero su impacto se siente cada día. No sólo se trata de las mujeres y niñas que sufren. Esto nos daña a todos nosotros. La evidencia demuestra que invertir en las mujeres y las niñas proporciona grandes beneficios para toda la sociedad. Una mujer educada tiene niños más sanos. Es más probable que los envíe a la escuela. Ella gana más e invierte lo que gana en su familia.

(…)

La selección cuidadosa de versículos encontrados en las Sagradas Escrituras para justificar la superioridad de los hombres se debe más al momento y el lugar -y la determinación de los líderes masculinos por retener su influencia– que a las verdades eternas. Similares fragmentos bíblicos se podría encontrar para aprobar la esclavitud y la tímida sumisión a gobernantes opresivos.

La verdad es que los líderes religiosos masculinos han tenido -y todavía tienen- la opción de interpretar las santas enseñanzas ya sea para exaltar o subyugar a las mujeres. Ellos han, por sus propios intereses egoístas, elegido abrumadoramente esto último. Esta opción, continuamente elegida, ha proveido el fundamento o justificación para gran parte de la persecución generalizada y el abuso hacia las mujeres en todo el mundo. Esta es una clara violación no sólo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sino también de las enseñanzas de Jesucristo; el apóstol Pablo; Moisés y los profetas; Mahoma y los fundadores de otras grandes religiones -todos los cuales han pedido un tratamiento adecuado y equitativo de todos los hijos de Dios. Es hora de que tengamos el coraje de desafiar a estos puntos de vista.

(*) Presidente de los Estados Unidos entre 1977 y 1981.

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