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Nacional

20 de Octubre de 2009

Cristián Muñoz, trabajador social : “Me han preguntado si vengo de algún planeta diferente”

Jorge Rojas
Jorge Rojas
Por


POR JORGE ROJAS G.

Cristián mide un metro y treinta centímetros. A sus 37 años dice estar realizado porque estudió una carrera universitaria y hoy trabaja en la gobernación de Cautín a cargo de los fondos sociales. No sólo tiene plenitud laboral. Con las mujeres cuenta que también le ha ido bien, la clave –dice- está en aceptarse tal como es y no pasarse la vida tratando de ser más alto. Hoy es casi un activista de la causa y lucha porque la gente normal no los trate como enanos, sino como personas con acondroplasia, como se llama la enfermedad.
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¿Te molesta que te digan enano?
Claro, po’, si la condición se llama acondroplasia. Yo a los negros no les ando diciendo negro culiado, le digo persona morena. Lo mismo que cuando a los mapuche les dices indio. Además, hay 200 tipos distintos de baja estatura.

¿La gente se ha reído mucho de ti o te dicen enano?
Sí, siempre. Uno al salir a la calle sabe que está expuesto a cualquier cosa. Siempre hay una risa burlesca o mamás que dan vuelta a los niños para que nos miren. O incluso les dicen que si no se comen la comida voy a ir yo a comérmelo. A mí me han preguntado desde si tengo pene hasta si vengo de algún planeta diferente.

¿Tanto?
Sí, es que el ser diferente en Chile es complicado, sobre todo cuando eres bajo de estatura. La acondroplasia es la única condición que da risa y la mayoría de la gente habla de enano en tono despectivo, como queriendo decir que somos insignificantes, que no valemos mucho.

¿Muchas malas experiencias en la calle?
Una vez incluso me pegaron. Venía un tipo caminando de frente mío por el centro de Temuco y me dijo: “si hay algo que me molesta son los enanos”. Y me pegó dos combos y me caí al suelo. No alcancé a decirle nada porque no me dio tiempo. Unos chicos universitarios me defendieron, pero el compadre arrancó.

¿Cuando la gente te mira mucho igual les dices algo?
Casi nunca les digo nada. A mis 37 años ya no estoy para hacerme problemas con esas cosas. Si el huevón quiere mirar que lo haga no más. La vida en esta condición es difícil. Si no fuera por el apoyo de mis padres no hubiese podido surgir.

¿Pero si te pillan en un mal día?
A nadie le gusta que lo hueveen y si me pillan en un mal día les respondo. Una vez estaba esperando a una amiga afuera de una tienda comercial y una señora me quedó mirando mucho rato, hasta que fui y le dije: “señora, tiene alguna fantasía sexual no cumplida. ¿La puedo ayudar en algo?”. La vieja se dio media vuelta y se fue. Es que uno tiene que tener buenas salidas, salir jugando la pelota y no reventándola. No siempre respondo así, sino que sólo cuando ando en mal día y cuando me molestan mucho.

SER MÁS GRANDE Y NO MÁS ALTO

¿En qué momento te reconociste bajo?
A los 13 años, cuando me habían invitado a una fiesta y no quería ir porque me daba miedo el rechazo. Y mi mamá me dijo que tenía que ir como todo niño. Esa vez me duché y me miré en un espejo grande que tenía mi papá y vi mi cuerpo y me reconocí. En ese momento me pregunté si el resto de mi vida lo dedicaba a tratar de ser más alto o ser más grande. Opté por lo último y por eso nunca ocupé esos zapatos que te hacen crecer un par de centímetros más. Una vez un profesor me dijo: “usted nunca va a entrar porque es lindo, porque no lo es, pero tiene que desarrollar la labia”. Y desde ahí ocupo el don de la palabra. ¡Puta que tenía razón!

¿Cómo reaccionaron tus compañeros cuando fuiste al colegio?
En los tiempos en que fui al colegio ser diferente era también un problema para los directores que me miraban como diciendo: “ojalá que no se quede acá”. Yo pude entrar gracias a una profesora que se llama Nelda Avendaño que se la jugó, porque yo había sido rechazado de otros colegios. Y ella dijo que se hacía responsable de mí. Para mis compañeros de primera fue curioso, pero después no porque siempre fui presidente de curso y dirigente estudiantil. Me hice respetar y asumí liderazgos, porque querían que las cosas funcionaran a mi ritmo.

¿Qué explicación te daban para no dejarte entrar al colegio?
Ser bajo. Para el colegio era un cacho: que me iban a golpear, que me iba a caer, que era riesgoso. Eso se lo decían a mis padres. Pero nunca fue así, en el colegio me hicieron las bromas de siempre.

¿Nunca te salió un compañero molestoso?
Sí, una vez. Pero tenía un grupo de amigos que se encargaban de dejarle claro a los molestosos de que no tenían que hacerlo de nuevo. Eran un séquito de guarda – espaldas que se encargaban de apagar todo intento de burla. En la medida en que la gente con acondroplasia estudie, las cosas se van a ir dando con más normalidad. Por ejemplo, antes no era normal ver a un niño en silla de ruedas en un colegio y ahora en casi todos los hay.

¿No es normal que la gente con acondroplacia estudie?
Es que es parte de las limitaciones que tenemos. En la sociedad existe el convencimiento de que la gente con acondroplasia tiene dos destinos: o se dedica a ser payaso de circo o desarrolla oficios menores. En Chile como que vas predestinado a algo dependiendo de lo que eres. Si vas al centro y ves a una negra colombiana la gente dice que es una puta, pero perfectamente puede ser otra cosa. En esa lógica la gente piensa que todos los bajos somos payasos. Una vez estaba en Licanray arrendando un bote y una señora desde arriba me preguntó en qué circo trabajaba para irme a ver.

¿Qué te pasa cuando ves gente con acondroplasia que está en los circos o en trabajos menores?
Doy gracias a Dios por estar del otro lado de la vereda. Quiero llegar alto en la vida algún día para que la gente sepa que nosotros podemos tener otros caminos y que no comemos gente, no asustamos a los niños, ni somos la herencia del trauco.

Te has transformado en un activista de la causa.
Sí, po’. Me gusta hablar de mi condición para que la gente conozca mi experiencia. Yo sí puedo decir que se puede estudiar, ser profesional, tener amigos, pololas, ir al cine, hacer una vida como cualquier persona.

CINCO POLOLAS

¿Has tenido relaciones de pareja?
He tenido cinco pololas normales y con todas he hecho una vida de pareja normal.

¿Y a ellas nunca las han molestado por andar contigo?
No, ellas saben claramente como soy y no es que andando por el centro ellas se den cuenta de lo bajo que soy. O la mina se atreve a andar conmigo o no no más.

Ahora la tienes clara, pero imagino que en algún momento las mujeres fueron un complejo para ti.
Fue evolucionando. Al principio, como a los 15, le tenía miedo al tema. Cuando todos empiezan a salir con mujeres yo me convertí en el amiguito de las minas y pasé a cumplir el rol del gato: me mimaban, me tomaban en brazo, me hueviaban pero nunca me vieron como un animal peligroso que las podía morder. Yo me volví más interesante en el momento en que entré a la universidad.

¿Mucho carrete en la universidad?
Demasiado.

¿La gente con acondroplasia se cura más rápido que el resto?
Uno carretea como cualquier persona, pero no te curas más rápido, porque el cuerpo es más chico en relación a las piernas y los brazos, pero el desarrollo interno es normal. Incluso comemos lo mismo que las personas normales. Eso sí, hay que cuidarse mucho porque tenemos tendencia a la obesidad.

CIUDAD DE GRANDES

¿Cuáles son las dificultades que pone la ciudad a la gente con acondroplasia?
El mundo no está adaptado para las personas de baja estatura. Anda a comprar a una farmacia y los papeles de atención están arriba y el mesón es tan grande que lo único que yo le veo a la persona que me atiende es la frente. En el supermercado siempre lo que te gusta está arriba, porque la distribución que ellos hacen es que lo que la gente prefiere va arriba y lo que no, se coloca abajo. Entonces siempre tengo que estar diciendo: “señor, me puede bajar esa mayonesa por favor”. Antiguamente cuando estaba en la universidad, tenía problemas con los teléfonos públicos: “caballero, me puede echar la moneda; caballero, me puede marcar”. Otra cosa son los colectivos, donde es un hueveo subir o bajar los vidrios porque tenemos los brazos cortos y la manilla está por abajo. Además en los asientos siempre quedas con los pies colgando y las piernas se hinchan.

¿Qué cosas tendrían que cambiar?
Los diseños de las ciudades. Es importante que en el desarrollo urbano se le pregunte a la gente que es diferente. En el banco, por ejemplo, perfectamente podría haber un mesón más bajo para que la gente pueda pagar bien. Por eso es importante que la ley de la discapacidad fiscalice.

¿La gente que tiene acondroplasia es discapacitada?
Siempre existe la duda de si somos o no discapacitados. Esta condición tarde o temprano se convierte en invalidante porque las piernas se te van doblando y te cuesta caminar. Si te pasa eso puedes tener una pensión por invalidez. Pero yo no recibo pensión, porque no tengo ninguna otra dificultad.

¿Te has sentido discriminado?

En algunos momentos sí. Por ejemplo, cuando voy a una tienda a comprar, los vendedores me dicen que no hay pantalones y tienen como 30 que me sirven, porque yo me compro la misma ropa que el resto, pero después la ajusto.

¿Es muy complicado encontrar la ropa adecuada?
Siempre es bueno tener una modista que te modifique la ropa. Yo soy talla 48 de pantalón y ella me los corta y me los deja al cuerpo.

¿No te compras ropa de niño?
No po’, tai huevón. Yo tengo espalda y cadera. Soy 17,5 de camisa. No soy un tipo flaco ni tengo el cuerpo de un niño de cinco años.

¿Y con los zapatos pasa lo mismo?
Me compro zapatos en marzo porque hay más ofertas. Calzo 36 y durante el año esa talla no existe, entonces aprovecho la época de colegio, donde hay más números, para comprarme tres pares para todo el año. Lo que pasa es que durante el año igual pillas un zapato 36, pero son para niños y traen monitos y luces. Y yo tengo 37 años y trabajo. No voy a ir a la pega con un zapato con luces y monitos.

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