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Opinión

24 de Octubre de 2009

Las abuelas del norte

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Por Julio Sánchez Agurto /Director Periódico La Diagonal

Ese tinte medio achocolatado que atacaba sus rostros, era la señal inequívoca de que eran las personas correctas. Ahí estaban, sentadas, cansadas, afirmando sus cabezas con alguna mirada fija en algún punto horizontal inubicable. A veces levantaban un lienzo con evidentes faltas ortográficas, a veces respondían alguna que otra pregunta. A veces tomaban pie para desafiar la imponente imagen del funcionario verde custodiando el palacio de La Moneda, aun sabiendo ellas que si de violencia se trata, no son capaces de matar a ni una mosca.

Sonia Ramos y Amalia Mamani debiesen pasar a formar parte de nuestro patrimonio nacional. Que allá en el norte, donde están más familiarizadas, le pongan alguna alfombra roja y se inclinen ante tanta majestuosidad. Que en Calama o San Pedro de Atacama, insten a cambiarles el nombre a alguna calle, y que las autoridades locales les brinden la honorabilidad ciudadana.

Fueron 1574 kilómetros de caminata. Sí, leyó bien, 1574 kilómetros, entre Calama y Santiago, que se los caminaron enteritos, paso a paso, metro a metro, portando entre zapatillas medias rotas y chalas descubiertas con calcetines para mitigar un poco el frío. Ni contar las maletas que tuvieron que cargar todo el trayecto, arrastrando una protesta que concitó cierta simpatía en algunos medios.

Todo por el Tatio, por los géiseres que vieron la fama hace unas semanas con esa deprimente fumarola que encendió las alarmas de la gobernación central. De no haber sido por esa foto, los trabajados de Geotérmica del Norte continuarían como si nada. Ya hace dos años tengo la memoria de que una periodista de la localidad donde reposan los géiseres, me había alertado del posible impacto ambiental que cierta empresa podría provocar. Hace dos años que vienen alegando a la autoridad, y no fue grande la reacción política frente a dicha problemática.

Así no cupo duda en planear el viaje. Con una carta portando 30 mil firmas de sus conciudadanos del norte, comenzaron la travesía el 14 de octubre, ingresando a la capital este 23 a eso de las 10 de la mañana. El objetivo, tener una audiencia con la presidenta Michelle Bachelet, entregarle la carta y pedirle que ordene detener la continuidad de los trabajos en el Tatio. La intención, según explicaron Sonia y Amalia, era hablar no con la Bachelet política, sino que con la Bachelet Mujer. Ni lo uno ni lo otro. Ni el apoyo del ex presidenciable Alejandro Navarro, ni de Guido Guirardi ni de José Antonio Gómez, logró concitar 10 miserables minutos con la mandataria.

No fue difícil evidenciar la lágrima rodar por sobre esa piel quechua. Amalia Mamani, de 55 años, presidenta de la Agrupación Sumac-Llajta de Calama, y Sonia Ramos, presidenta de la Asociación de Cultores de la Medicina Ancestral Lickanantay, de 58 años, las llamadas “abuelas”, no tuvieron más que vivir en carne propia el desaire nacional que las facciones gubernamentales tienen hacia los pueblos originarios, estos que sin violencia ni quema de camiones, buscan un Chile mejor, una nación indígena justa y respetuosa.

Entre todo este amargo momento, tuvieron que animarse a levantar la frente, a evitar la rabia y el rencor, a no rememorar la lluvia y el frío, las noches y los días de peligrosas carreteras. Se convencieron de salir dignas de aquel majestuoso palacio de la Moneda, para seguir caminando, para impulsarse las pocas energías que les quedaban y buscar un refugio donde poder descansar la tarde que se aproximaba, y así, el día siguiente, frustradas, retornar a Calama, recordando esos infernales e interminables 1574 kilómetros caminados, que ni siquiera un mínimo ni miserable saludo de la famosa gobernante ciudadana tuvo como cortesía.

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