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Cultura

25 de Octubre de 2009

Pablo Simonetti, escritor: “La política chilena está dominada por el integrismo católico”

Catalina May
Catalina May
Por

Por C.M. y V.U.• Foto: Pin Campaña (Gentileza Editorial Norma)

“La barrera del pudor” -su tercera novela- cuenta la historia de un matrimonio con problemas sexuales. La narradora es Amelia, una paisajista insatisfecha por culpa de la eyaculación precoz, la impotencia y la falta de deseo de su esposo Ezequiel, un crítico literario. Acá, Simonetti explica que eso no es una venganza contra los críticos que maltrataron su anterior novela, y define sus posiciones literarias. Además, declara que la Sofofa es homofóbica y exige el derecho de los homosexuales al matrimonio, no a la unión civil.



¿Por qué escribiste, en “La barrera del pudor”, una historia sobre un matrimonio que usa los tríos para solucionar sus problemas sexuales?

-Yo escribo desde mis personajes, nunca me pongo temas, porque asfixian las historias. Los sigo y voy dejando que la historia se revele. Es como una especie de voluntad inconsciente de ir tras estos temas. Siempre he creído que escribir es una especie de cita con uno mismo, con tu inconsciente, tu pathos, hay muchas maneras de llamarlo. En ese encuentro se producen asociaciones que terminan por ser valiosas artísticamente, y es lo que da coherencia interna a los relatos.

Has dicho que tienes una inclinación por la “literatura de la intimidad”. ¿A qué te refieres exactamente?

-Me gustan las historias que tratan del mundo privado de las personas. Ese mundo privado puede tener una lectura sociopolítica o sociocultural, pero lo que yo estoy haciendo es seguir a los personajes en sus peripecias, y eso es distinto a hablar de la situación marginal de algún personaje. Mi interés es que la pequeña historia ilumine la gran historia. En mis otras novelas esa relación era más evidente, porque estaban asociadas a momentos políticos álgidos de la historia de Chile. En ésta no, porque hoy la convivencia es relativamente pacífica. Lo que marca “La barrera del pudor” es el mundo actual: la sociedad de consumo, la sofisticación de los gustos, internet como una herramienta principal que permite cruces que antes eran bastante difíciles de alcanzar.

La barrera del pudor se ha corrido gracias a internet.

-Sí. Amelia se provee de insumo sexual en internet. Pero el narcisismo imperante tiene que ver con el tiempo en que vivimos. Todos los personajes tienen estas características: personas autosustentadas, con un relativo bienestar económico, que van detrás de sus objetivos en la vida, muy individualistas. Hay un personaje que se llama Hadi y que se mira a sí mismo mientras tira con Amelia y Ezequiel.

Ezequiel, el marido, es eyaculador precoz e impotente, y es crítico literario. ¿Es una pequeña venganza por las malas críticas a tu anterior novela?

-No, porque no era posible perpetrar una venganza sin traicionar mi propia historia y a los personajes. Hay algo de malicia, sí, pero para darle verosimilitud, cuerpo y profundidad a Ezequiel, me tuve que poner yo en su caso.

Has dicho que no vas a leer más críticas a tus libros. No suena verosímil.

-Richard Ford lo dijo en la conferencia que dio en la UC y me pareció un consejo muy apropiado.

¿Por qué?

-Porque cuando la crítica es mala se te mete dentro de la piel, te duele, te acompaña por un tiempo y te puede vulnerar. Incluso la crítica más elogiosa siempre va a ser incompleta. Además, hay una relación muy desbalanceada entre el esfuerzo y trabajo tuyo en una novela, que toma tres, cuatro años, y una nota que está hecha en una semana. Pero es cierto: no sé si en Chile sea posible no leer las críticas.

LITERATURA Y SOLEDAD

En una columna sobre Bolaño dices que la literatura “es la religión de los pecadores, de los escépticos, de los extraviados… la literatura nos salva”. ¿De qué te salva a ti?

-De la orfandad.

¿Cuál?

-Dentro de todo lo adaptado que puedo parecer a la sociedad, interiormente soy bastante desadaptado. Siempre he tenido una mirada de extrañeza sobre el mundo. No pertenecemos a nada y estamos solos, y hay épocas de nuestras vidas que están vacías. Y es en la literatura donde encuentro esa pertenencia, que reúne dolor, extrañeza y gozo literario. Es una mezcla extraña, pero la literatura resulta un lugar al que puedes volver y al cual verdaderamente perteneces y te da sentido.

Thomas Bernhard, en su libro “Maestros antiguos”, repasa los que para él son los grandes maestros: Montaigne, Pascal… Pero dice que finalmente, a la hora de los quiubos, de las grandes pérdidas, te dejan solo. ¿Tú en cambio crees en la literatura como una religión a pie juntillas?

-Lo mío es como lo del cristiano que va a misa todos los días a las ocho y se siente acompañado. Yo si voy a mi escritorio y escribo siento que mi vida tiene sentido, que el peso de la existencia y del cuerpo no me doblega. Pero claramente cuando he tenido grandes pérdidas, hay una rebeldía contra cualquiera de las creencias: Henry James no me ayudó cuando mi madre murió.

¿Qué escritores chilenos te interesan?

-Bolaño, por supuesto. Lo he leído con bastante atención, empecé antes de que se convirtiera en un suceso. Incluso él presentó “Vidas vulnerables” y nos carteábamos… Wacquez. Donoso, siempre hay algo de él que me interesa. Pero para ser sincero la literatura chilena no es la fuente de más presencia en mí. Sí lo son Henry James, Foster, Somerset Maugham, Jane Austen, Joseph Roth y algo de Arthur Schnitzler. Y Tolstoi.

MATRIMONIO GAY Y ME-O

La posibilidad de que los homosexuales puedan casarse es un tema del que has escrito harto.

-Hay un cuento de Carlos Iturra en “Paisaje masculino”, en que un tipo se va de viaje y cuando vuelve encuentra que cambiaron la chapa de su departamento, porque entre medio su pareja ha muerto y su familia no le avisó y tomó posesión del departamento completo, y él se quedó sin nada. Son cosas que suceden.

¿En la realidad?

-Yo he conocido a gente, familiares de gays, que cuando estos han muerto se han ido a meter a la casa y han salido con los muebles ese mismo día. Es una situación muy ingrata. Las familias declaran que respetarán la relación, pero no es cierto. Una vez que las personas están muertas, y como se sienten validados por la ley, sus principios y moralidad pasan a segundo plano. La voracidad y la codicia son móviles muy fuertes. Y aquí la ley les da la razón.

¿Qué pides tú, la posibilidad de casarse o la unión civil?

-Yo creo en el matrimonio de parejas del mismo sexo. Lo otro es crear ciudadanos de segunda clase. Hay muchos derechos que van asociados el matrimonio y también hay un reconocimiento social al matrimonio como institución.

¿Por ejemplo?

-Si fuera a una gran empresa privada a pedir un seguro de salud para mi pareja, con la que tengo unión civil, seguro habría problemas. La diferencia entre unión civil y matrimonio no es nominal. El matrimonio tiene influencia en otros cuerpos de ley, en cambio, la unión civil solo normaría la herencia y los mutuos derechos de salud. El matrimonio tiene otras cláusulas, incluidos los hijos.

¿Hijos?

-Yo creo en la adopción, porque es un bien tanto para la pareja homosexual, como para esos niños que están sin cariño y sin familia. Y que se legisle impediría que se repitieran casos como el de la jueza Karen Atala, que es aberrante. _

¿Y cómo ves que los candidatos han tratado el tema?

-El espectro político chileno todavía está dominado por el integrismo católico; incluso el ala progresista de la Concertación se ha tenido que doblegar frente a la coacción que ha hecho la DC en estos temas. No me cabe duda que deben haber dicho: “bueno ya, aceptamos la píldora del día después, pero no la unión civil”. Incluso la ley antidiscriminación, que es esencial para cualquier pueblo civilizado, no se puede pasar en Chile.

¿Qué quisieras?

-Que, tal como ha salido Andrés Velasco a decir que los bancos tienen que ayudar a las empresas a no quebrar, salga la presidenta o alguno de sus ministros a decirle a los ciudadanos que tienen que ser capaces de reconocer la igualdad. Se puede hacer un esfuerzo político importante y no se ha hecho, yo creo que porque la DC no está de acuerdo. Frei habla de este tema como si estuviera hablando de algo inevitable que él preferiría que no ocurriera.

¿Y la derecha?

-La derecha sencillamente no tiene esto en sus programas, aunque Piñera dice que sí.

¿Y Arrate?

-Arrate ha sido muy claro y abierto en este tema. Y también le creo a Enríquez-Ominami, porque ninguno de ellos dos tiene que hacerle reverencias al cardenal.

¿Por quién vas a votar?

-Enríquez-Ominami me tiene tentado. Yo he sido siempre concertacionista, pero creo que la Concertación cometió un grave error en negar su alma progresista. Se eligió a Frei porque pensaban que era el único que podía ganarle a Piñera.

UN CREDO EXTRAÑO

Decías en una entrevista que durante mucho tiempo Chile para ti fue un lugar pesadillesco, pero que con el tiempo te has reconciliado. ¿Es así?

-Siento que ha habido cambios y que vivimos en una sociedad más abierta, con mayor respeto a las libertades individuales. La situación de la gran mayoría gay ha mejorado, aunque no en todas las áreas. El poder político todavía es totalmente homofóbico. El poder empresarial: la Sofofa es homofóbica. Pero tengo la sensación de que hay mayor respeto a los temas de minorías sexuales.

¿Pero sólo evalúas al país en relación a la situación de los gays?

-No. La situación de la mujer también ha cambiado, en términos valóricos la sociedad ha evolucionado.

¿Qué te indigna aún de Chile?

-Los chilenos tenemos una historia de sobreentendidos, se dice una cosa y se está pensando en otra. Me llama la atención cuando voy a otros países donde la gente es capaz de expresar su opinión. La hipocresía va oxidando el alma de las cosas. El mundo político está corroído por esta hipocresía, que tiene que ver con los intereses personales. Es muy difícil erradicar la hipocresía, porque funciona debajo de la realidad. La única manera de hacerlo es enfrentándola, y creo que ME-O y Arrate hacen eso. En los debates dicen a los otros: “Responde lo que te están preguntando”.

Hay un texto tuyo que se llama “Un papa intransigente”, que hace un examen de Juan Pablo II. Terminas diciendo que fue “un hombre que no supo aceptar los tiempos que le tocó vivir”.

-Fue un Papa retrógado, intransigente. Ratzinger, que debe ser la persona más conservadora que hay, es más inteligente que Wojtyla, y por ello está más a caballo de los tiempos, aunque está encuadrado por esta tradición milenaria de pensamiento conservador que es la iglesia católica, que siempre ha rechazado cualquier forma de progresismo. Cuando decían santo súbito para Wojtyla, yo me preguntaba si estaría yo tan equivocado. Porque él a mí me parece culpable de la negación en África del condón, que ha significado la muerte de mucha gente. Se niegan a la evidencia científica, se demoran cuatro siglos en aceptarla. No saben qué hacer con Darwin, con Galileo, con el condón, con la píldora. Juan Pablo II ha sido uno de los Papas más reaccionarios que ha habido.

¿Qué piensas de la estatua?

-Que es horrorosa. ¡Me acabo de enterar que el escultor es el hermano del rector de la universidad!

¿Te molesta la injerencia de la Iglesia en todos los espacios en nuestro país?

-El punto es que le quieren decir a todo el mundo cómo tiene que vivir. Me prohíben y me impiden tomar las decisiones adultas sobre mi propia vida privada. Su credo para mí es un credo extraño. Somos una sociedad diversa, pero la iglesia católica en Chile eso no lo acepta. Lo único que quiero es que lo que opine Ratzinger no influya en mi vida, porque yo no estoy bajo su orden. ¡Que no me vengan a tocar la puerta de mi casa para decirme, poco menos, cómo tengo que ir al baño!

Hay en tu web una columna donde criticas a El Mercurio por su “disfraz pluralista” y dices querer que pagara “su deuda con la opinión pública”. ¿En qué consiste esa deuda y cómo debería pagarla?

-Le hemos exigido hace tiempo a la derecha que haga un mea culpa por la negación que tanto tiempo hizo de las violaciones a los DDHH. Y nos hemos enterado que El Mercurio participó en montajes: debería pedir perdón también. Pero, que yo haya visto, no ha hecho nada semejante.


LA BARRERA DEL PUDOR

Pablo Simonetti

Editorial Norma, 2009

254 páginas, $11.900.

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