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Cultura

8 de Noviembre de 2009

Víctor Femenías von Willigmann, artista pinochetista: “No sé qué enfermedad tienen los homosexuales…”

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POR MACARENA GALLO • FOTOS: ALEJANDRO OLIVARES

Fue uno de los artistas chilenos más prolíficos entre los 60 y los 80. Eugenio Dittborn lo recuerda como, “sin duda, el mejor de todos nosotros”. Pinochetista acérrimo y homofóbico confeso, pero también anticatólico, Femenías fue alumno de José Balmes e hizo estudios en el prestigioso Pratt Graphic Center de New York -ciudad donde probó hasta el ácido lisérgico-. De vuelta, realizó más de 120 exposiciones en todo el país hasta que un día se aburrió y el éxito de sus trabajos se transformó en silencio y reclusión. Acá cuenta todo eso, relativiza los crímenes de la dictadura y le baja el perfil a la llamada Escena de Avanzada: «la calidad de su arte la encuentro comparativamente pobre», dice.
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En los años 80, Víctor Femenías tuvo una marcada presencia en el arte chileno. Director del Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Austral, hizo importantes muestras con arte de lugares como China y Japón, sin importarle que nunca asistieran sus alumnos sino sólo gente ligada a Pinochet, y muchos militares obligados: “Ellos me impresionaron, porque, sin saber mucho de arte, siempre preguntaban sobre qué era lo que exponíamos”.

Además de su labor académica, fue un artista muy prolífico, dedicándose a pintar bellos paisajes del sur, cuando la mayoría de sus pares luchaba contra el régimen. Montó más de cien exposiciones individuales a lo largo de Chile. Tenía reconocimiento y prestigio. Hasta que, dos años antes del retorno de la democracia, se aburrió, se vino a Santiago y se recluyó en su casa, hasta hoy.

La historia de Femenías había comenzado mucho antes, cuando en los 60, con sólo 15 años, dejó Punta Arenas para venir a la capital a estudiar Bellas Artes. No le importó contradecir a su padre, que quería verlo estudiar una carrera que lo alimentara. Ya en Santiago, tomó clases de dibujo con José Balmes, croquis con Gracia Barrios y grabado con Eduardo Martínez Bonatti. “Eran muy buenos profesores.
Enseñaban todo lo que sabían, cosa que hoy en día mucha gente no hace. Y esa es una razón del por qué el grabado está muy de capa caída en Chile”, se queja.

En ese tiempo, se hizo conocido por su carácter introvertido, mañoso, y por odiar a los críticos de arte, a quienes encontraba unos bodrios, como diría en la revista Paula. Un día se aburrió y decidió ir a probar suerte a EE.UU., gracias a una beca en el prestigioso Pratt Graphic Center de New York, que le permitió codearse con los mejores grabadores del mundo, como Mauricio Lasanzky, Robert Delamonica y Anna Wong. Ahí fue compañero del extinto artista nacional Francisco Copello, famoso por sus performances. Nunca se pescaron mucho. Es que Femenías siempre ha odiado a los homosexuales.

HOMOFÓBICO Y ANTICATÓLICO


ATARDECER, 1975. Litografía.

En Nueva York fue compañero de Copello.
-Sí. Pero no tuve mucho contacto con él. Mi relación no era muy buena, porque soy totalmente homofóbico.

¿Por qué?
-Me cargan los homosexuales. No sé qué enfermedad los ha hecho así. No dejan vivir a los demás en paz, quieren dominar el mundo. Siempre andan tratando de hacer “proselitismo”, igual que los políticos: quieren que todo el mundo piense igual que ellos y, si no, uno es condenado a la hoguera. Pero de que son anormales, lo son.

Ud. es de los que piensan que es una enfermedad que tiene solución.
-Tal vez sea un problema hormonal, a la tiroides, una deformación sicológica, qué sé yo.

Para qué le pregunto si aprobaría el matrimonio gay.
-Por ningún motivo. Soy homofóbico con todas sus letras. Sin ser mujeriego, me gustan mucho las mujeres. No tendría nunca un amigo gay, porque no me agradan en absoluto. Trato de evitarlos. No estoy a favor de que se casen ¡y menos que se les ocurra la idea de adoptar hijos!

¿Y si le hubiese salido una hija lesbiana?
-En caso de hijas, habría tenido que adaptarme a la idea.

¿Y qué piensa de la píldora del día después?
-Crea un tremendo problema biológico en la mujer. Un amigo se la dio a su mujer y quedó la grande. Pero no me interesan estas cosas. Ni siquiera me he puesto a pensar en el aborto.

¿Le gusta la estatua de Juan Pablo II que quieren instalar en Bellavista?
-¿Tú eres católica?

No.
-Menos mal. Esa escultura es una bazofia. Desgraciadamente, si la ponen acá, tendría que verla todos los días desde mi ventana. ¡Yo soy pagano! Puede que muchos crean que soy conservador y que comulgo con ciertas cosas valóricas que promueve la iglesia católica, pero no es así. Estoy contra ellos, porque han sido los más grandes genocidas del mundo.

PINTANDO CHINOS


HOMINIZACIÓN, 1972. Litografía

Estuvo en EE.UU. en pleno jipismo. ¿Probó drogas?
-¡Desde luego! Marihuana, hachís, ácido lisérgico. ¡El hachís era tremendo! Épocas de experimentación totales. Deberían legalizar la marihuana, la no prensada, porque si un tipo se quiere enviciar lo hará hasta con una aspirina… Fue una gran experiencia estudiar en New York.

¿Por qué?
-Mis compañeros eran orientales, japoneses, tailandeses, coreanos, que ahora son muy importantes, no sólo en sus países, sino internacionalmente. Era gente muy superior a los chilenos, que son muy conocidos aquí, pero afuera no los conoce nadie. Uno pregunta por un chileno en Buenos Aires y no tienen idea, y en Europa menos.

¿Y Matta?
-Sí, pero él es un pintor francés, inspirado en el arte precolombino azteca y maya. Después de vivir mucho tiempo en esos medioambientes, se europeizan, se yanquinizan, eso es natural. Si yo viviera en Beijing, lo más probable es que estuviera pintando chinos.

Siempre le ha interesado el arte oriental.
-China es la única gran civilización que sigue viva y eso es fenomenal. Conocí a muchos artistas que se dedicaban a la caligrafía china y japonesa en Nueva York. Creamos la Sociedad Internacional de Grabadores. Intercambiábamos exposiciones y todo gratis cuando estuve de director en Valdivia. Chile nunca alcanzó a hacer lo que hicieron los orientales, apenas fuimos parte del Imperio Inca. No tenemos una cultura propia. Somos descendientes de mestizos europeos.

¿Sí?
-Si vas a Madrid, te darás cuenta que la gente es igual a la del Paseo Ahumada. ¡Es igual! Pero los chilenos siempre se visten igual y eso los hace únicos en cualquier parte del mundo.
De New York lo enviaron a Perú, para impartir clases de grabado en la Escuela de Artes de la U. Católica de Lima. Fue pionero en ese país en enseñar ese arte, impulsando el desarrollo de talleres, bienales de grabados y exposiciones.

¿Cómo fue su paso por Perú?
-De lo mejor. Nunca me discriminaron por ser chileno. Discutía mucho con amigos, porque me decían que Condorito era peruano porque usaba ojotas. Y nada que ver… Logré crear el mejor taller de grabado de Perú que existe hasta hoy. Tenemos que reconocer que allá hay un mayor realce al grabado. No pasa eso en Chile, donde siempre se ha mantenido a un nivel secretivo, cultivado por una élite. Hay mucho egoísmo en quienes enseñan. A pesar que Nemesio Antúnez y Martínez Bonatti le dieran un empujón, en la actualidad nadie le ha dado continuidad.

FLOJERA Y ARTE CHILENO


EL GRITO, 1979. Grabado

En 1979, Femenías se hizo cargo del Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Austral porque el rector de la época, Mauricio Van de Maele, leyó su currículum y le pidió que creara una escuela donde enseñar dibujo y grabado. Fue director hasta el 87, cuando cerraron definitivamente el instituto.

¿Sus alumnos lo criticaban por ser de derecha?
-Naturalmente, en esa época, que ya es historia, estos adolescentes, dentro de lo indómito de su carácter y la rebeldía propia de la edad, hacían desmanes. Pero nunca tanto para afectar el desarrollo del instituto. Nosotros cerramos la escuela porque el contingente de alumnos se nos acabó. Toda la gente que venía a estudiar arte desapareció.

¡¿Los mataron?!
-No. El instituto no se justificaba monetariamente. Nadie entraba a estudiar. En esos años había un énfasis en que todas estas cosas se autofinanciaran. Eso era muy difícil que lo entendieran los chilenos y han pasado muchos años para que lo entiendan. Todo se le achacaba al Estado. Decían que en Chile había un apagón cultural. Pero, perdón, ¿qué apagón cultural podía haber en un país donde los que se dedicaban al arte eran unos flojos rematados?

Pero si no podían hacer nada. La dictadura los mandaba al exilio…
-¡Cuidado con el exilio! Sé de muchos casos de gente -y vi pasar muchos por Lima- que gracias al exilio pudo viajar y conocer el mundo. Si no, no habrían tenido la oportunidad de viajar en su vida.

¿Cómo veía usted el arte chileno en esos años?
-Había gente revolucionaria, de oposición, que agarraban una foto cualquiera de un detenido desaparecido, la imprimía mil veces y la tiraba en la calle, pero eso no era arte. Es panfletismo. Habían hartos recursos para el arte, pero ninguno quiso cooperar con el régimen militar. Lucía Pinochet estaba a cargo de la parte cultural y lo hacía muy bien; a pesar que no sabía mucho de arte, se informaba.

¿Qué pensaba de la Escena de Avanzada o de artistas como Carlos Leppe?
-Conozco a Dittborn, trabajamos en el taller de grabado y tengo muy buen concepto de él. Los de la Avanzada se quejan mucho que no se vende el arte, ¡si nunca se ha vendido el arte en Chile! Y la calidad de su arte la encuentro comparativamente pobre. Todas sus obras necesitan de un apoyo lingüístico, un discurso, y uno puede decir: “qué bonito, qué poético y no hay para qué ver nada”. En otras palabras, si al público no se le explica de qué se trata nadie se conmueve; pero cuando se ve un pequeño dibujo de Brueghel o de Bosch o de cualquiera de esos antiguos maestros, el impacto y la conmoción es tan fuerte que no requiere de ninguna palabrería florida.

¿Y después con la Concertación qué pasó?
-La gente empezó a respirar y creyó que iban a tener algo mejor. La Concertación exageró lo que pasó en el gobierno de Pinochet.

¿Por qué?
-Es curioso, pero cerca de las elecciones, siempre sale el tema de los derechos humanos, después vamos con la familia Pinochet… Siempre recurren a lo mismo: tocar la sensibilidad de la gente. El chileno es muy siútico. Las cosas no son así. Los gobiernos de la Concertación han sido unos muy buenos administradores -porque eso es lo que son- de lo que le dejó el Gobierno Militar.

Pero en la cultura, ¿qué pasa?
-Falta gente capacitada para enseñar arte, y que todos puedan tener las mismas posibilidades de aprender. Y eso no se soluciona con destinar toda la plata al Fondart. No conozco a la Ministra de Cultura ni sé a qué se dedica, para que te des cuenta que no estoy metido en el circuito del arte.

¿Le interesa la obra de algún artista chileno actual?
-Matilde Pérez es una excelente creadora y no ha sido valorada en el país. Brugnoli ha hecho un solo grabado, el de la camisa, y se ha hecho conocido sólo por ese trabajo. Si vas a Barcelona, te vas a encontrar con cientos de Pepe Balmes. ¡Está lleno!, pero acá es el único que hace eso. Me gustan Venturelli, Julio Escamez, Carlos Faz y Thomas Daskam. Dejo a Claudio Bravo afuera porque, a pesar de admirar su técnica, sus cabezas son demasiado convencionales, o sea, todas parecen ser de miembros de la misma familia. Y todas se parecen a él.

INFLACIÓN

Cuando llegó a Chile desde Lima, Femenías encontró que todo se había politizado. O eras de izquierda o de derecha. “En el Taller Bellavista, me tiraban de la izquierda para allá, la familia me tiraba para acá, llegué a Valdivia y estaba al medio. No tenía idea de nada”, dice.

¿Nada de nada? ¿No sabía de los abusos a los derechos humanos?
-No. Nada de nada. Leíamos los diarios, pero no creíamos esas cosas. Después comenzaron a aparecer. Se exageró la reputación de los uniformados. Porque convenía internacionalmente.

Pero con el informe Rettig quedó aclarado lo que había ocultado la dictadura.
-Uff, no quiero adentrarme en esas cosas.

¿Por qué?
-Que el lumpen, en esa época, haya tratado en la calle de violar a una colegiala y que los conscriptos lo hayan baleado ahí mismo se justifica plenamente. Pero que después el partido Comunista fuera donde la familia del baleado, para que firmara con ellos, porque él sería gratificado más adelante, no tiene justificación. Y ha sido así la tónica. En todos los años del gobierno militar no hubo delincuencia.

Pero hay mucha gente que sufrió.
-No es tan así. Las cifras de detenidos desaparecidos se han inflado en los años de la Concertación, no creo hayan sido tantos.

¿Y cuándo se informó bien?
-Después. Antes tuve que ser bien objetivo para tomar una decisión, porque cuando vi que podíamos hacer algo bueno en Valdivia, decidí trabajar bajo el gobierno de Pinochet. Ahora, el militar chileno anteriormente al hecho histórico…

Al Golpe de Estado.
-Llámalo como quieras, yo no lo llamaría así, lo llamaría cambio… El militar chileno era de clase baja, con el tiempo se ha puesto clase media para arriba. Esta gente era educada y lo mandaban a la escuela militar para que lo enderezaran. Yo tuve un trato bastante agradable con ellos. Pero con los alumnos, obviamente, no nos llevábamos tan bien. No sé si éramos tan odiados, pero que nos tenían mala, era inevitable. Los estudiantes incurrían en actos de ignorancia tremenda. Como también, cuando llegué a Chile, la CNI pensaba que, como me dedicaba al arte, era socialista, y me catalogaron de izquierda.

¿Sí?
-Me dieron la mala reputación de decir que era de izquierda. Pero no era así. Soy pinochetista. No sé por qué el arte se le atribuye a la gente de izquierda. Fíjate que Picasso un día leyó un libro, la Eneida, y se dedicó a expresar el dolor en dibujos. Y de repente hace “Guernica”. Si tú buscas un sólo indicio contra el gobierno alemán de esa época, no hay ninguno. Pero llegó alguien y dijo que tenía relación con la guerra. Y Picasso dijo: “mmm, qué interesante, quizás pueda ganar algo con eso”. Y así fue.

Pero nadie niega el talento de él.
-Lo sé. Lo que te digo es que él fue unos de los mejores administradores de sus trabajos. Fue capaz de producir y administrar al mismo tiempo. Muchos no pueden hacer eso. Son muy románticos todavía.

“MI GENERAL”


EL PAINE Y LAGO, 1992. Acuarela

¿Conoció a Pinochet?
-Estuve con él dos veces en La Moneda. Era una persona muy simpática y sumamente rápida, pero no tenía ningún carisma por televisión. Había unos que decían que se dedicaba sólo a matar gente y que se comía a los niños crudos, pero ¡por dios! ¡Cómo podía haber gente que pudiera pensar así! Me dio harta pena cuando murió.

¿Sí?
-No me gustó cómo terminó sus días. Él hizo una muy buena labor, a pesar que no me gusten las consecuencias. No porque me haya gustado el gobierno militar voy a dejar de reconocer que estaban pésimas algunas cosas.

¿Como cuál?
-Como la Secretaría Cultural de Gobierno, ¡un bodrio!, manejado por pura gente ignorante. Su figura no ha sido reconocida todavía y capaz que no alcance a ver ese cambio. En un momento, dirán: “ufff, que tenía razón Pinochet”.

No creo que eso pase, después de toda la plata que se robó.
-No se le probó nada y no creo que se haya robado nada. Si la familia de Pinochet hubiese realmente agarrado tanta plata no estaría viviendo en Chile.

Usted era de los que le decía «mi general» o se mantenía al margen.
-Era y es mi general. No te lo había dicho porque no sabía si te podía herir con ese comentario. Me estoy conteniendo, porque era un hombre que me infundía mucho respeto.

Debe de ser de los pocos que aún lo llaman así.
-No. He conocido a mucha gente que todavía le dice “mi general” y “mi comandante”. Somos gente que lo respeta muchísimo.

¿Le molesta que le digan facho?
-No. Pero no me siento facho ni me siento nada. Me gustaría ser cristiano e ir a misa todos los días, pero no es así. Me gustaría creer en esas ideologías, pero no creo en nada.

¿Cómo vive un facho hoy?
-No puedo cambiar la realidad. Me convendría pasarme a la izquierda para poder encontrar trabajo en algún instituto cultural, pero no me interesa, estoy pensionado, puedo pensar como quiero. Hay pinochetistas ahora a los que, quizás, le ha convenido pasar piola entre la gente de izquierda. Pero eso no lo comparto.

Habiendo tenido una actividad artística tan movida en los años 60 y 88, ¿qué pasó después que dejó de exponer en Chile?
-Un día me dio la lesera y me dediqué a lo mío. Me vine de Valdivia, cansado de hacer exposiciones, porque hice muchas e iba la misma gente. Eso terminó aburriéndome..

Tan desaparecido de la escena, que lo han dado por muerto.
-El otro día un amigo, que no veía hace mucho tiempo, me dijo que pensaba que yo había muerto. Y eso me pasó también en un libro donde me dieron por muerto. ¡Y yo estoy más vivo que nunca!

¿En qué está?
-Dedicándome a lo mío: a pintar y dibujar. Hago retratos, aunque me sigue gustando la abstracción. No tengo pensado exponer de nuevo, no me interesa por ahora.

¿Votará?
-No tengo candidato. Nunca he votado y no lo pienso hacer esta vez.

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