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Poder

19 de Enero de 2010

¿Cuánto vale la palabra de Sebastián?

Por

Por Aristóteles Smolarek

Si de algo supuestamente sirvió el intercambio de mails entre Sebastián Piñera y Patricio Navia hace un par de semanas, fue para sacarle un paquete de últimos compromisos al recién elegido presidente. Para entregarle su voto, el analista político le exigió los tres puntos que recordamos a continuación:

-”Si tu ganas, no quisiera ver a personajes identificados con la dictadura en puestos claves de gobierno”. Esto eliminaría de plano a cualquier dirigiente UDI y a varios de RN mayores de 50 años (más Choclo Délano, si somos fieles a esta regla), pues todos fueron pinochetistas acérrimos y colaboraron con la dictadura.

-”Tu gobierno debe reflejar la diversidad de chile y no parecer un club de Cachagua”: Aunque este es más fácil, porque la erecha tiene un par de profesionales por cartera que no va a Cachagua, Choclo Délano y Pedro Pablo Díaz, sus amigos íntimos, nuevamente estarían quedando fuera del gabinete.

-”Es razonable estar preocupado por los potenciales conflictos de interés (…) it is a reason of concern”. De esto vamos a saber el 11 de marzo, cuando se haya liberado – traspasándolas a palos blancos, suponemos- todas sus acciones. Ayer sus precios se fueron al cielo, por lo que esta elección ya fue un buen negocio para el magnate. Con lo que ganó en un sólo día, podría irse tranquilo para la casa. Pero Piñera es de aquellos reflejados por una genial frase del señor Burns: “Lo daría todo por un poco más”.

A estas tres solicitudes de Navia, Piñera respondió lo siguiente: “Leí tus tres aprensiones y te puedo garantizar que no debes temer a ninguna”. Lo que se leyó en un principio como la promesa de que esto no ocurrirá (“no debes temer a ninguna”) hoy será interpretado literalmente como un simple calmante. Es decir, “ni los pinochetistas ni los cachaguinos ni que yo tenga empresas son problemas serios. Voy a hacer las tres cosas y vas a ver que funcionará. Tranquilo papá”. Es decir, el astuto Piñera usó las palabras precisas para no prometer nada. Para variar, no leímos la letra chica y a la hora de cobrar no obtendremos ni un miserable céntimo.

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