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Cultura

4 de Febrero de 2010

Las heridas abiertas de Argentina

Por

POR RENÉ NARANJO

En Argentina, fue la película del 2009. Éxito rotundo de público, con casi 2,5 millones de espectadores, “El secreto de tus ojos” fue seleccionada por la nación trasandina para representarla en la pugna por el Oscar a la Película Extranjera. Cuando un filme logra estos niveles de comunicación con los espectadores de un país sudamericano, el interés por verlo se acrecienta. Se trata de ver no sólo su calidad cinematográfica, sino (tal como sucedió en Chile con “Machuca”), comprender en qué parte le hace clic al inconsciente de sus compatriotas.

Ver este nuevo largometraje del consagrado director Juan José Campanella (“El hijo de la novia”, “Luna de Avellaneda”) es ser testigo de una película que se equilibra entre el triller y la historia de amor, pero que en realidad habla de la historia reciente de Argentina. Por ello la acción transcurre entre 1974 y 1999, y entre el pequeño pueblo de Chivilco y la gran capital bonaerense, y se sitúa en los laberínticos recovecos de los tribunales de justicia.

El caso de una joven y bella mujer violada y asesinada, hecho ocurrido en 1974, es el hecho que detona el argumento. Quien se obsesiona con resolver el caso es el “doctor” Benjamín Espósito (Ricardo Darín), el que está bajo las órdenes de una abogada de más alta clase social y mejor formación, Irene Menéndez (Soledad Villamil). En los tribunales, y en plena crisis del gobierno de Isabel Perón, más de alguien quiere sepultar el crimen bajo tierra, pero Espósito persevera junto a su fiel escudero Pablo Sandoval (el famoso comediante Guillermo Francella) y descubren la pista que los conducirá al asesino.
En este esquema de thriller con indirectos alcances políticos, “El secreto de tus ojos” atrapa al espectador y encuentra sus mejores momentos, hasta llegar a una escena absolutamente espectacular en el estadio de Parque Patricios, en un partido entre Huracán y Racing. Ahí se revela una identidad importante para la historia, en una escena de acción conjugada al ritmo de los más domésticos detalles de la vida argentina.

Campanella orquesta la secuencia de manera aspasionante, primero con una cámara aérea que parte en las alturas y termina en el rostro de Espósito, perdido entre la barra racingista, y luego, con cámara en mano, registra una persecución entre gritos de gol, baños y la cancha misma.

Las escenas siguientes abordan derechamente el tema de la imposibilidad de una justicia social en una nación donde los poderes no son realmente autónomos. Y se produce la entrada de personajes inquietantes, que resuenan perfectamente en Chile, como Romano (Mariano Argento), inescrupuloso magistrado de tildes fascistas que se siente por encima de todos.

En esa misma línea, es notable el momento en el ascensor (resuelto en un solo plano) en que un condenado por homicidio, ahora liberado por oscuros poderes fácticos, saca una pistola y pasa la bala ante la mirada de Espósito e Irene. Es una síntesis de lo que vendrá a partir de 1976 en la historia de Argentina y la película expone bien cómo surge esa larva autoritaria y criminal en un estado que se desmorona.
Algo menos convincente e interesante es todo lo que tiene que ver con el romance, postergado por décadas, entre Espósito e Irene. El tono sentimental que se cuela a través de recuerdos y evocaciones, las remembranzas melancólicas de amores perdidos que se mezclan con el presente, y el recurso de la ficción dentro de la ficción, le restan algo de energía a la narración y hacen que la última media hora no satisfaga todas las expectativas que había generado la intriga judicial. Asimismo, se entiende el deseo de hablar de la Argentina de hoy como tierra de olvido (se repite eso de “No piense más, están todos muertos”) y de hacer evidente que las heridas, ocultas, permanecen abiertas en lo más profundo. Pese a esa dosis extra de retórica, “El secreto de tus ojos” siempre mantiene su coherencia gracias a ese gran pilar que es el actor Ricardo Darín, intérprete de máximo solvencia, auténtico articulador del relato y certero eje de interés del espectador.

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