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13 de Marzo de 2010

Cría cuervos

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Por Ana Olivares

Es sabido que ante las crisis, personales o colectivas, el ser humano se hace cargo de su creatividad, compone la obra maestra de su vida y traduce en ella el cúmulo de aprendizajes que le permite actuar con autonomía. Emergen las conductas que lo definen como ser social y dejan en evidencia la dinámica y estructura de su personalidad. En situaciones críticas el ser humano puede “elegir” su actuar de acuerdo a su entendimiento de los conceptos de libertad, solidaridad. El ser social se forma desde el primer contacto íntimo del infante con la teta que nutre su universo, pasando por el núcleo básico relacional de la familia la que lo inicia en su aprendizaje cultural para no detenerse jamás. Es en la convivencia en donde el ser social encuentra los referentes de su actuar, de su sentir, de su amar y en este sentido el modelo educativo tiene una importancia fundamental porque no se prepara a las personas sólo para asumir cargos formales sino para relacionarse en todos los ámbitos de su existencia. Es decir, estamos preparando para la vida cuyo fin último, de acuerdo a los filósofos de la educación, es la felicidad y el bien común.
El horror que vivimos ante la situación crítica del 27 de Febrero y en la que tuvimos la oportunidad de observar qué es capaz de crear el ciudadano común debe ayudarnos a reflexionar a cerca de qué parámetros hace uso ese mismo ciudadano para su actuar, su sentir y su amar. Cómo entiende este ciudadano el concepto de libertad y por qué no elige al colectivo sino a su “ser individual”.
La cultura del éxito es lo se que ha venido viviendo en Chile en las últimas décadas. En las próximas horas un exitoso empresario asumirá el mando de nuestro traumatizado país y lo hará en el peor escenario. Mientras este exitoso empresario subía en la escala de los hombres más adinerados de Chile con todo a su favor para enfrentar sus desafíos personales, junto con otro porcentaje de chilenos que lo tenían como modelo aspiracional, nosotros enfrentábamos la vida con todo en contra. El Chile de hoy no es el mismo que históricamente ha experimentado las catástrofes que nos definen y así, las creencias que se traducen en actitudes han sufrido la misma metamorfosis de la traumatizada geografía. Porque para que nuestro próximo presidente lograra su cuantiosa fortuna y más tarde la totalidad del poder (porque no bastaba sólo el poder del dinero) fue necesario redefinir y acotar aquellos conceptos que por lo poco cuantificables se hacían incomprensibles para este grupo de calculadores.
Los que conocimos la educación del Chile pre-dictadura no escuchamos hablar del concepto diversidad porque aquella estaba integrada a lo cotidiano. De esta forma, convivir en un establecimiento experimentando la diversidad cultural y socio-económica le permitía a los niños y jóvenes actuar como un regulador natural de la conducta de aquellos otros niños o jóvenes que se escapaban de los ideales de buena convivencia. El concepto diversidad aparece tras la penosa experiencia de la educación segmentada -municipal/subvencionada/particular- donde obviamente la práctica de la libertad propuesta por Friedman se hizo evidente y redefinió el concepto. La libertad es entendida entonces como la libertad de elegir, pero el elegir tiene que ver con lo que se puede pagar. Los colegios se transformaron en una vitrina aspiracional para familias que poco a poco empezaron a aceptar como parte natural del proceso educativo las pruebas de selección a partir del Kinder, sin reparar que este es un acto evidentemente discriminatorio, perverso e inútil. El rol del estado se redujo a indicar los lineamientos mínimos y básicos para el tipo de ciudadano que se pretende formar e integrar a la sociedad, dando una amplia libertad de acción a las empresas encargadas de la gestión educativa. Porque la educación hoy es una empresa modeladora de un ciudadano hábil en el consumo, irreflexivo en el pensar, ignorante de su historia, ajeno a los procesos, individualista en el actuar y está en manos de empresarios que de educación saben tanto como de la Teoría de la Relatividad. Lo que sí conocen a la perfección estos empresarios es el arte de la publicidad para no sucumbir a la oferta. Una publicidad a bajo costo, que utiliza a los mismos niños para promocionar sus productos. El arma: las pruebas de selección y de calidad de la educación que acentúan aun más las diferencias, excluyen del proceso a aquellos “otros” niños que no se adaptan al ritmo de aprendizaje del estándar o no alcanzan el nivel mínimo de competencias intelectuales o cognitivas.
Impactante el slogan del cambio, pero ambiguo y vacío de contenido. Lo cierto es que un verdadero cambio debe partir por el cambio de nuestras propias percepciones. Debemos asumir que nuestro modelo educativo merece por lo menos discutirse. Una institución educativa puede considerarse como tal cuando acoge y contiene a todo aquel que lo necesita, porque su función es educar, no seleccionar con fines publicitarios. Debemos entender por otra parte que un educador no está al servicio de su empresa sino de la sociedad y que su función no es atender a aquellos sujetos que tengan más habilidades y el carácter para seguir desarrollándose si tropiezos. Porque un verdadero educador se demuestra como tal precisamente con aquellos que menos habilidades tienen y más sacrificio y entrega nos demandan. Así las cosas, no nos deben extrañar los actos individualistas y delincuenciales de personas que en otro tiempo y en las mismas circunstancias hubieran actuado en pro del bienestar colectivo, organizándose ante la adversidad, llevando consuelo con su solidaridad. La educación debe humanizarse y sólo entonces podremos validarnos como referentes en cuanto al actuar conscientemente, el sentir profundamente y el amar desinteresadamente.

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