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Cultura

5 de Abril de 2010

¿Al lado del camino?

Por

Por Alvaro Díaz

Creo que “Tocando fondo”, uno de los singles de Quinto Piso, el último disco de Ricardo Arjona, es mejor canción que “Tiempo al tiempo”, primer corte de Confiá, el reciente estreno de Fito Páez. Al menos cumple con las expectativas que genera entre su público. Los parciales del creador de “Señora de las cuatro décadas” se sienten nuevamente pagados con versos como “desde tu exilio voluntario la nostalgia sigue de Primer Ministro” o “este es el himno nacional y por bandera tengo tu tanga café”, mientras que aquellos que todavía esperan ver recuperado a Fito Páez de su pedante modorra fruncen el ceño cuando escuchan sobre una melodía plana frases tan desprolijas como “Pensaba en los Decadentes, cuántas noches en la ruta, hoy siguen juntos, que bueno que está, dale tiempo al tiempo”. Los propios Auténticos Decadentes, aludidos en este trozo, no aceptarían tanto desaliño en sus letras.
Hace uno días, Fito Páez calificó como consecuencia de la “aniquilación cultural” que sufre su país la multiplicación de Luna Park vendidos para ir a ver a Arjona. “Si la Ciudad le da 35 Luna Parks a Ricardo Arjona y a Charly García le da dos, tenés que pensar qué significan la política, los diarios, en esa ciudad, en la que hay valores que fueron aniquilados”, dijo a Clarín. El centroamericano, que sin problemas también abarrota varios Movistar Arena en Santiago, el Auditorio Nacional en Ciudad de México, El Campín de Bogota o el Estadio Centenario en Montevideo, le respondió con una carta que, pasando por alto las innecesarias mayúsculas, vendría a ser de lo mejor que ha escrito en su prolífica carrera: “De forma sospechosa señala el inicio de este problema en su país casi de manera simultánea con el descenso claro de su capacidad artística puesta a prueba en sus últimos trabajos –dice Arjona- Quiere decir entonces que: SI LAS COSAS NO LE PASAN A EL, de manera automática pasa el mundo a ser responsable directo del fenómeno, YO, POR EL PECADO DE CUMPLIR CON MI TRABAJO Y LA CONVOCATORIA QUE ESTE GENERE, y otros POR LA PENA CAPITAL DE NO SEGUIRLE LOS PASOS, SINTOMA INELUDIBLE DE ANIQUILACION CULTURAL. Todo un monumento a la arrogancia y a la prepotencia de este señor que cree que es suficiente fabricarse, después de su cereal y jugo de naranja por las mañanas, un disfraz de juerga y trasnoche para ser auténtico. Usa a Charly García, pilar fundamental de la música Argentina y Latinoamericana como comparativo, cuando realmente lo que no soporta son las cosas que dejaron de pasarle a él. Es de una belleza épica el pánico que le representa entregar un nuevo trabajo musical a su propia gente”.
En mal lugar se metió Fito Páez. Las simpatías no están de su lado y la razón tampoco. Arjona se ha granjeado su público con armas rudimentarias pero en buena ley. Es un artista popular como lo son Luis Miguel, Chayanne o, en un nivel superior, Juan Gabriel. Debajo suyo hay miles que a golpes y penurias no levantan en una vida lo que él consigue en un rato. Nada de malo hay en eso, pues no hubo obligación ni conspiraciones detrás de semejante éxito. Charly García, recuperado de sus múltiples adicciones en una parcela que le prestó Palito Ortega, cantante de la nueva ola argentina que en su tiempo habría irritado a Páez, puso las cosas en su lugar: “Arjona le pegó con un caño. Lo mató”, dijo sobre la discusión en la cual está tangencialmente involucrado. “Fito a veces se pone en un lugar de marcador de tendencias. Yo creo que Arjona hizo 32 mil Luna Park porque pega en un tipo de gente muy popular. Yo vengo de hacer un Vélez, o sea, 40.000 personas. No es una Trastienda. Por otro lado, la música no es una carrera. Cada artista tiene su importancia. Siempre hubo cantantes comerciales”.
Hace diez años Fito Páez cantaba “Al lado del camino”, auto-homenaje donde se describía como un tipo que estaba por sobre las cosas mundanas, que tomaba palco para ver como el mundo se caía a pedazos, que no se involucraba en los asuntos menores de la gente vulgar, que venía de vuelta, que no sabía de horarios ni rutinas. Un habitante desinteresado del éxito y la fama, distraído, genio, libre. La realidad se encargó de aclarar las pertinentes sospechas que despierta alguien tan pagado de sí mismo: Fito, como pocos, no estaba al lado sino justo al medio del camino, rumiando resentimientos y miserias, googleando su nombre cada mañana para buscar su rastro en la prensa, llamando al contador, “anclado en lo de hoy” como diría Leo Masliah. Estaba tan concentrado en eso que no alcanzó a darse cuenta cuando un poderoso camión le pasó por encima. Traía placas de Guatemala.

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