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Cultura

25 de Abril de 2010

Francisco Llancaqueo, peluquero: Peluquería, pelos y pelambres

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THE CLINIC
Este mes se estrena la obra “El hijo de la peluquera”, basada en las historias de su peluquería. Aquí, Francisco Llancaqueo cuenta lo que ha aprendido sobre las mujeres.

“Esta obra nace desde mis columnas en la revista Paula, que eran historias de peluquería. Y un día apareció la Javi Contador y me dijo: “No puede ser que estas columnas sólo cobren vida cuando alguien las lee”, y me propuso transformarlas en una obra de teatro. Me pidió que escribiera todas las historias atractivas. Con ese material la Javi armó “El hijo de la peluquera”. Lo interesante es que no sólo es la historia de Francisco Llancaqueo o de la peluquería de Francisco Llancaqueo. Aquí suceden todo tipo de historias: una vez apareció una mujer que tenía el pelo tremendamente largo, hasta abajo del culo, y quería cortárselo a menos de un centímetro. Cuando alguien llega a hacerse ese tipo de cambios es porque está viviendo un proceso interno muy potente. Yo les digo: “¿Te quieres cortar o te quieres mutilar?”. Ella tenía a su hija de dos años muy enferma, a punto de morir. Ya le había llevado la extremaunción. Y ella, en el desespere, ofreció su pelo por la salud de la niña. Y su hija se había sanado, así que vino a pagar la manda.

Cuando tú ofreces un espacio como este, que es una peluquería boutique, donde las personas están solas, el entorno ayuda a que se produzcan confesiones íntimas. El cortarse el pelo es una excusa para venir a este lugar. Mi segunda postulación a la universidad, después de teatro, fue a psicología. Siempre me ha interesado el comportamiento humano. En la peluquería, la mujer es mucho más entregada que el hombre, que es más hermético. Yo de las cosas que he aprendido en la vida es del comportamiento de la mujer.

El pelo habla de las mujeres. Las melenas tienen que ver con la rigidez, con el no salirte de la norma, pasar piola. Mi teoría sobre las rubias platinadas es esta: cuando llega la dictadura aparece una nueva clase social, que eran estas mujeres de milicos, donde había dinero y poder, pero cero cultura. Y en los 80 aparece el boom de estas rubias. Y si eres rubia se supone que eres fina, da estatus. Pero estás pasando por alto tus genes: niñas morenas morenas y rucias rucias. De las rubias reales hay pocas, pero les va mejor en todo: se les abren las puertas, son atendidas de otra manera. Las crespas lo pasan chancho y se divierten a morir.

La gran tragedia hoy es la soledad. Por diferente que sea una vida de otra, esencialmente hay una búsqueda del amor, de amar y ser amado. Un tema recurrente en las mujeres son las relaciones de parejas. La mujer se siente tremendamente frustrada. Y al mismo tiempo, es el otro el que tiene la culpa. He escuchado historias heavy. El marido que se enamora de la novia del hijo. O la madre que se enamoró del novio de la hija. Y ahí hay una carga social muy fuerte.

La mujer que es diferente es condenada. Este país es muy jodido con las mujeres separadas. Es descalificada por sus propias amigas, porque pasas a ser competencia. ¡Peligro! Todas empiezan a tiritar porque esta niña salió al mercado. El otro día escuché a un hombre separado, que me decía: “Estoy impresionado de la cantidad de mujeres que yo podría tener si quisiera”. ¡Qué loco! No así la mujer. Imagínate el castigo social que recibe una mujer que se va al after hour y se atreve a levantar un gallo en la calle para llevárselo a la casa. Inmediatamente pasa a puta. Los hombres pasan a ser machos.

Sin embargo, no creo que los hombres chilenos sean los mejores amantes de América. Las mujeres son mucho más graciosas que los hombres, porque hacen en privado lo que no pueden hacer en público. Aunque estoy seguro que también hay hombres que se mandan unas acciones de arte geniales.

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