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Cultura

26 de Abril de 2010

Fernando Prats: Vanidad piadosa y oportunismo artístico

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Por EL COMITÉ
La vanidad combinada con el oportunismo. En la producción estética dicha conjunción no resulta inédita; constituye una regla más persistente de lo que se piensa. Inunda el circuito artístico tanto global como local. En Chile podemos encontrar varios ejemplos en ciertas obras neoconceptuales de última generación. Pero existe una que es paradigmática: la del artista chileno Fernando Prats (radicado en Barcelona hace dos décadas). En su caso, encontramos la vanidad en la acepción piadosa del término (la más oportunista de todas). Conmueve su sensibilidad libre de pudores; nos abruma con su infinita bondad. Más que un artista, lo que tenemos aquí es un misionero, un salvador, un consolador.

De esto, existen testimonios varios. El año 2000, en la exposición “Chile: 100 años”, bajo la curaduría del flamante asesor del ministro Cruz-Coke, Justo Pastor Mellado, Prats expuso un confesionario atravesado por un madero de fálicas connotaciones. Una verdadera transgresión teológica. La gente bondadosa suele ser ingenua incluso en su visión del erotismo. Transgredir la institución eclesiástica de esa manera resulta tan absurdo como gritar en una iglesia ¡Dios no existe! En otra época, tal vez; en los tiempos que corren, no.

La pretendida transgresión de Prats se hizo eco de un periodo –los primeros años de esta década- marcado por ciertos escándalos públicos, de orden estético, que desafiaban la moral del país. La mayoría bastante pobres a nivel estético. Recordemos sólo algunos de estos intentos: la célebre Baby Vamp y su manager-alcahuete Luizo Vega, el desnudo diario de la actriz Daniela Tobar mientras se duchaba en la polémica “Casa de vidrio”, la película porno de Leonardo Barrera y Reichel “Hanito, el genio del placer”, pero sobre todo la mítica y consistente acción de Spencer Tunick frente al Museo de Bellas Artes, que fue acompañada por iracundas maldiciones propagadas por un centenar de evangélicos escandalizados ante el empelotamiento de miles de compatriotas en aquella fría madrugada de invierno del 2002 (la misma en la que a cientos de kilómetros de distancia se disputaba la final del mundial entre Brasil y Alemania).

Del transgresor falo de madera, Prats ha evolucionado a los desastres naturales. En este trayecto, verdadero vía crucis, sus insaciables anhelos de bondad, de empatía con el dolor ajeno, pueden finalmente ser plenamente satisfechos. De la “transgresión teológica” ha transitado a la “expiación personal”. Frente al dolor padecido por las víctimas del último terremoto y tsunami, ha optado –con toda la energía de un verdadero misionero- por entregar consuelo a través del arte. ¿Será aquello posible? Esta sí que es vanidad.

Unos meses antes, Prats ya había dado pruebas de su vocación misionera en su obra conmemorativa del desastre de Chaitén presentada en la Primera Trienal de Chile, en octubre del 2009, bajo la curaduría del español Fernando Castro, premonitoriamente denominada “El terremoto de Chile”. En marzo de este año, los organizadores del evento optaron por suspender el lanzamiento del catálogo en el Museo Nacional de Bellas Artes. Esto por razones de respeto y pudor tanto por las víctimas como por la sensible desaparición de Angélica Pérez Germain, encargada de prensa del MNBA, en el maremoto de Juan Fernández. El dolor colectivo recusa de las imágenes y de las palabras.

Pero ya se dijo: la vanidad piadosa carece de pudor. Es puro oportunismo. Ingenuidad y siutiquería que quedan consignadas en una entrevista al artista (La Tercera, 1 de abril): “Involucré a la ciudadanía. En Talcahuano, los pescadores pintaron telas con las mismas pinturas que usan para proteger sus embarcaciones. En Lota, los niños pisaron los papeles sobre restos de fogatas donde se quemaron escombros y neumáticos. Fue una danza para ellos”. Entrevista que corona con una declaración de principios cargada de moralina: “A través de mi trabajo, solidarizo con ese dolor. Sólo en estos casos el arte tiene sentido”.

Una cosa son las buenas intenciones y otra muy distinta el poder del arte para representarlas. ¿Cómo se representa la catástrofe, la muerte, el dolor, la descomposición, el hedor de los cuerpos, el desamparo, la pérdida? El arte no está a la altura de la violencia de la naturaleza. Ni moral ni estéticamente. Para la primera, una idea de Borges: no hay buenos o malos artistas desde el punto de vista moral, sino sólo buenos o malos artistas desde el punto de vista estético. Y para la segunda, una reflexión de Roberto Merino: “Las imágenes de la televisión son más elocuentes y conmovedoras que cualquier obra que traiga consigo el requerimiento de ser entendida como arte. La realidad traslapada en las noticias es más fuerte: una torre inclinada en un fondo de adobones quebrado, una playa tapada de restos de casas de madera, puentes caídos, marejadas furiosas, edificios partidos en dos, el rojo y el negro del fuego del humo, la polvareda ocre de los derrumbes”.

Actualmente Fernando Prats expone “Fly”
en Galería Moro.
Del 13 de marzo al 24 de abril.
Merced 349
Santiago.

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