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Opinión

26 de Abril de 2010

Honestos de nacimiento

Por

POR RAFAEL GUMUCIO

Una pregunta al voleo. ¿Qué es más corrupto, vender frambuesas en auto fiscal, comprar leche con dinero del fisco o usar el cargo de elección popular para designar a las autoridades de una empresa que compite con la tuya? ¿Que un operador político rasca se lleve unos millones para la casa o que el jefe de Chiledeportes, el encargado de mediar entre los equipos grandes y chicos, sea socio mayoritario de uno de los equipos más grandes?

El robo de las platas, la venta de frutas, la compra de leche, es llamado corrupción por los diarios. Se le califica moral, teológicamente incluso. Se destroza no sólo el acto sino la persona que lo comete, el corrupto. Lo otro es llamado conflicto de interés. No es catalogado moralmente, no es considerado una caída en el pecado, una pudrición moral, sino un problema técnico, una interpretación distinta de las reglas del juego. En esa diferencia de términos y de condena hay mucho más que una injusticia. Está el centro mismo de la falla moral que habita en la centro derecha chilena. Es eso lo que explica que la dictadura no haya sido un error, o un accidente, es lo que explica que en 50 años no haya ganado una elección, y que lo haya logrado hoy sólo por falta de alternativa al otro lado.

La derecha y su prensa aplica la palabra corrupción como una forma de castigo social. Se presume que hay corrupción cuando alguien de otro nivel social llega a ascender mediante la política. El que roba o no, es un pelo de la cola. Lagos, que tenía mucha de esa gente que no conociamos antes, es corrupto. La Yasna Provoste tenía que caer por manejos que todos sus antecesores practicaban, porque era la Yasna no más. Se habla de corrupción para en el fondo hablar de ordinariez. Se presume corrupto a todos esos afuerinos, esos exiliados, esos mestizos, esos Lenin y esos sambos, porque administran algo que no es suyo, ni puede serlo nunca: Chile y su Estado.

Son corruptos porque el país no les pertenece de la misma manera que le pertenece a Gabriel Ruiz Tagle o a Piñera. Hay delincuentes y gente honesta, hay comunistas y chilenos, hay gente y hay rotos. En el mundo aristotélico de la política, la derecha no sabe cómo aplicar su visión platónica del mundo. Los corruptos, los que son acusados de antemano de ello, trabajan en el Estado porque no tienen otra. Su falta de intereses cruzados es lo que los hace justamente sospechosos. ¿Cómo podrían, con los miserables sueldos que reciben, no robar? ¿Cómo van a trabajar por el simple bien común sin tener bienes raíces que los respalden? ¿Puede ser la política no un deporte, no una consagración, sino una profesión? ¿No le quita todo sentido, toda aura? Piensa la derecha clásica chilena que Gabriel Ruiz Tagle puede ser justo con todos los equipos de fútbol, justamente porque tiene acciones en Colo-Colo. ¿Cómo se va a aprovechar si todos saben que tiene acciones en Colo-Colo? ¿Cómo va a caer tan bajo si es Gabriel Ruiz Tagle, el mismo que todos conocemos de chico? ¿Pensaría lo mismo si Gabriel Ruiz Tagle fuese sólo Gabriel Ruiz, licenciado en historia y militante del PPD? Por cierto que no.

Cuando muchos de los empresarios que lideran hoy nuestra reconstrucción fueron Gabrieles Ruizes, funcionarios sin más, hicieron leyes y regulaciones que los hicieron ricos. ¿Se sienten corruptos por ello? Piensan, creen que así funciona el alma humana, que cualquiera en su lugar habría hecho lo mismo. Piensan y saben que lo hicieron por un bien superior, porque el país se enriqueció con ellos. No roban porque todo es suyo. Cuando sacan algo sólo lo piden prestado, lo devuelven con algunos años de servicio público o directorio en instituciones de caridad.

El derecho a ser honestos a pesar de ocupar una posición deshonesta es algo que han adquirido de nacimiento. Una gracia que de forma calvinista han visto confirmarse en su prosperidad. Dios los quiso, los eligió, no los dejará pecar. Toda pregunta en torno a ello les resulta un insulto, una majadería y una pérdida de tiempo. Ellos lo van a hacer bien porque no pueden hacerlo mal, porque así son las cosas, siempre han sido así. No creen, no pueden, no saben creer que la política tiene otra moral (ni peor ni mejor, sólo distinta) que los negocios. Que en democracia esa moral se basa en una igualdad (ficticia) entre los actores. No les parece creíble esa ficción. No son iguales, se les nota, todos lo saben, no perdamos tiempo, vamos al grano, arremanguémonos la camisa y pongámonos a trabajar.

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