Lo que deja el caso Karadima en Chile: Santa pelotera en la Iglesia

POR CLAUDIO PIZARRO • Foto: ÁLVARO DIAZ
• Las denuncias en contra del cura –formador de cinco obispos chilenos- han desatado una tormenta dentro del episcopado. Mientras el cura se queda solo en su defensa y los conservadores le dan la espalda, empiezan a surgir críticas sobre cómo no se ha manejado esta crisis.

_____
Cinco días antes que Informe Especial revelara los testimonios en contra del sacerdote diocesano Fernando Karadima, La Segunda ya había filtrado el nombre de uno de los acusadores. La información, más que golpe noticioso, tenía pinta de funa: no sólo aparecía en el diario una foto desplegada de James Hamilton, sino también su profesión y el lugar dónde trabaja. Pero al día siguiente, el editorial del mismo vespertino daba cuenta del “impacto que todo esto ha provocado en la Iglesia”, algo que para el diario atentaba contra la “credibilidad que ha logrado acumular la Iglesia en nuestro país”. El editorial no estaba solo: páginas antes, Juan Ignacio González Errázuriz, el obispo Opus Dei de San Bernardo al que se postula como futuro arzobispo de Santiago, venía quitándole el piso a Karadima diciendo que los testimonios en su contra eran “verosímiles”.

La carambola segundina no es más que el reflejo de cómo se han estado moviendo las aguas en el interior de la Iglesia. Días antes, el archiconservador cardenal Jorge Medina había llamado a El Mercurio para decir que “a veces el Diablo está donde quisiéramos que no estuviera”, sin defender al cura de El Bosque y marcando un aislamiento que entre los curas se ve profundo: los defensores de Karadima entre la jerarquía católica chilena hoy son sólo sus discípulos, encabezados por el obispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga.

Esto, justo cuando se entra en tierra derecha para definir quién sucederá a Francisco Javier Errázuriz como arzobispo y cardenal.

Un movimiento de placas tectónicas que esta semana empezó a aflorar, en boca de católicos conservadores que achacaron las denuncias a “complots”. Varias de las miradas de ese grupo se centraron en los jesuitas. Y todo esto, con el telón de fondo de la inminente decisión que tomará el Vaticano sobre los Legionarios de Cristo.

Una santa pelotera.

BALAZOS EN LA CÚPULA

Las críticas se afirman en hechos. Errázuriz esta semana debió enfrentar duras tensiones en el arzobispado antes de salir a explicar por qué había detenido la investigación sobre Karadima. Tensiones que lo persiguieron, por otra banda, cuando decidió escribir la carta que se leyó en todas las iglesias este domingo.

Ricardo Ezzatti, otro candidato a suceder a Errázuriz, también salió algo lesionado en los primeros movimientos de esta crisis. El lunes, por Informe Especial, reconoció haber sabido de las denuncias en contra de Karadima y no haber hecho nada. Algo que en Roma puede jugar en su contra al momento de cualquier designación, por más que se le considere uno de los prelados más cercanos al papado, luego que éste le confiara, junto a otros cuatro religiosos, la tarea de fiscalizar a los Legionarios tras los tortuosos escándalos de su fundador, Marcial Maciel, hoy purgado de la memoria de la orden por abusos sexuales y haber tenido hijos.

Dimes y diretes que se cruzan a nivel de cúpulas y que no alcanzan a llegar a la Iglesia real, dicen los críticos de la línea que ha asumido la Iglesia en los últimos años. Y en el peor momento, acaso, porque hoy la institución a nivel mundial se encuentra sometida a presiones de escándalos sexuales que cada día suben en su escala. Escándalos que se han enfrentado corporativamente.

No debe haber privilegios para nadie en esta tierra. Si alguien de cualquier gremio comete un delito de abuso con niños debe ser sancionado sin privilegio ninguno, ya sea cura, ingeniero comercial u obrero de la construcción -comenta el sacerdote misionero español Jesús Rodríguez Iglesias, avecindado hace más de 15 años en Chile.

Para el sacerdote José Aldunate, en cambio, la situación por la que atraviesa la Iglesia requiere cambios profundos.

-La Iglesia necesita dar pasos más radicales y estructurales. Se nota que hay como una enfermedad de fondo. El mundo actual camina mucho más rápido y la Iglesia parece que no lo hace. Yo creo que le ha faltado más transparencia, más verdad- afirma el jesuita.

No sólo entre los curas de base suena eso. A Juan Carlos Eichholz, panelista de Tolerancia Cero y Legionario de Cristo, el caso Karadima le trae recuerdos de las acusaciones que afectaron a Maciel. Cree que hay que darle “tiempo a las personas para que puedan irse decepcionando de quienes siguieron durante tanto tiempo. Lo de Karadima demuestra una vez más lo que el caso Maciel había demostrado: que hay que tener mucho cuidado con endiosar a las personas. Aquí lo que tiene que valer son las ideas, los valores, no las personas”, sostiene.

Un luz nada más de lo que ocurre en las sacristías frente a un escándalo, que viene a ser el más grande desde que el obispo Francisco Cox debió partir a un “destierro reflexivo” a Alemania para enfrentar los rumores sobre conductas impropias.

El caso Karadima, dicen, es distinto a Cox. Las víctimas han tomado la delantera y la Iglesia ha demostrado errores en cómo tratar la crisis. “A la Iglesia esto le reventó como una granada en la mano y ahora sólo está actuando presionada por los hechos, porque todavía vive en el pasado pensando que las paredes la protegen. Cuando renunció Karadima, corrió el rumor que se había retirado calladito para no hacerle un proceso”, confidencia un sacerdote que no quiere identificarse.

Hoy, como nunca, opiniones así han comenzado a hacerse públicas. El mejor ejemplo de ello, quizá, fue el foro que siguió en TVN después de Informe Especial, donde un jesuita, un legionario de Cristo (el cura John O’Really) y un diocesano se hacían cambios de luces mientras comentaban el reportaje. Una discusión que sin duda a esa hora tenía poco rating. Y eso es otro tremendo problema de la Iglesia.