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Poder

10 de Mayo de 2010

El ascenso de la ex alcaldesa de Concepción: Las armas de Jacqueline

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POR VERÓNICA TORRES • FOTOS: GENTILEZA LA NACIÓN
Se hizo conocida al exigir la muerte para Juan Soto, el asesino y violador de una niña de 5 años. Entonces, Jacqueline, una siquiatra seguidora del Opus Dei, era una concejal con muchas ganas de ser alcaldesa. Y lo consiguió. A los 34 años se sentó en el sillón edilicio y no se levantó hasta que el terremoto la obligó. Es confrontacional y no tiene problemas en reconocer que su marido y su hijo mayor se armaron con pistola durante los saqueos post terremoto. Directa, pero sobre todo ambiciosa, en la UDI cuentan que le han escuchado sus deseos de ser Presidenta de Chile. Acá, la historia de la mujer más temida de la derecha chilena.

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Jacqueline Van Rysselberghe ha perdido sólo una elección en su vida. Y en casi todas sus entrevistas confiesa que le dolió. Fue en octubre de 1996, cuando quiso arrebatarle la alcaldía al socialista, Ariel Ulloa. Podía competirle. Ambos eran médicos: él, un viejo y reconocido cirujano PS; ella, una siquiatra de 30 años, nieta de uno de los alcaldes más recordados de Concepción, Enrique Van Rysselberghe, alias “El Realizador”. Elegido en la UP y designado por Pinochet, lo llamaban así porque no había pasado por la universidad y se presentaba a sí mismo “como alguien que hace cosas”. Usaba suspensores y firmaba con una pluma de oro. La Vega Monumental fue obra suya.

Un recuerdo que a la nieta le daba un sentido de misión, de legado. Carolina Lamas, amiga de Jacqueline, dice: “la Coca tiene fotos donde aparece con el abuelo sentadita en la oficina que ella ocupó después”.

Esa vez Ulloa ganó con el 28,7% de los votos y ella perdió con el 26,8%. Como el margen fue tan estrecho, en la radio la dieron por ganadora. Su comando estaba repleto, pero “cuando se supo que no era así, no quedó nadie. Eso me marcó mucho, me di cuenta de lo relativo que es el éxito”, dijo ella a El Sábado el 2007.

Para otra persona, tal vez, la derrota habría sido fácil. Pero para ella no: había sido campeona escolar de atletismo, terminó la universidad con un 6,2 y era tan estupenda que nunca le faltaron pretendientes. Además, a Jacqueline, que había llegado a la política casi por casualidad, ahora le gustaba. Decidió tomarse en serio su carrera y una de las personas que notó el cambio fue Eugenio Cantuarias, ex senador UDI por la VIII región: “Ella dijo: esta cuestión tiene que ser a la pinta mía. Por eso, se desmarcó”, dice.

Jacqueline siguió el estilo del abuelo y se puso a hacer cosas. Ya, en su primer período como concejal, había fundado un hogar para sacar a los enfermos mentales de la calle y ahora presidía la “Agrupación de Familiares de niños violados y asesinados” a raíz de la violación y el asesinato en Concepción de Elenita Yáñez, de sólo 5 años.

El crimen impactó por su crudeza. El asesino Juan Soto amarró a Elenita a una cama, la violó analmente y luego la estranguló. Dos años demoró el juicio y el ‘98 Soto fue condenado a cadena perpetua. A días de la apelación, la familia se quedó sin abogado. Entonces, Jacqueline y su padre -Enrique, diputado UDI-, les ofrecieron los servicios del abogado y amigo, Alejandro Espinoza. Pedían para Soto la pena de muerte.

La familia de Elenita viajó varias veces a protestar en los tribunales capitalinos. Levantaban carteles que decían “No tiene perdón de Dios. Maténlo”. Según recuerda la madre de Elenita, Verónica Roa, en ocasiones Jacqueline los acompañó. “Otras veces me invitaba a su oficina. Ella se fumaba su pucho y me aconsejaba que tenía que recuperarme; que era mejor que Dios se hubiese llevado a Elenita después de lo que había pasado”, recuerda.

Finalmente, la justicia reafirmó la cadena perpetua para Soto, pero la agrupación de Jacqueline siguió en pie. Nuevos casos aparecieron. Como el de Catalina Castillo, una niña de cuatro años, violada y asesinada en San Pedro de La Paz. Jacqueline le pidió a Verónica que fueran juntas a dejarle una corona de flores a los padres.

-Cada vez que pasaba una violación con homicidio ella me buscaba. Quería que le diera aliento a la familia, pero yo no podía hablar”.

El asesinato de Catalina fue en mayo del 2000, justo cuando se debatía la derogación de la pena de muerte. Jacqueline, que le tenía prometida ese año la revancha a Ulloa, opinó en los diarios y fue con Verónica al programa “Noche de Gigantes” de Vivi Kreutzberger. Quería mantener la pena de muerte y propuso que los chilenos decidieran en un plebiscito.

La idea no tuvo eco, pero según Cantuarias la cruzada la convirtió “en una suerte de adalid nacional” y su figura siguió potenciándose cuando Joaquín Lavín apoyó su campaña. Verónica recuerda que conoció al ex presidenciable en uno de los actos. “Ahí, en una de las reuniones con la señora Jacqueline, él me dijo que cómo íbamos a estar conviviendo con el Ulises, que con todo lo que nos había pasado teníamos que casarnos y que él se ofrecía a ser mi padrino de matrimonio”.

El casamiento fue en la iglesia La Ascensión del Señor a finales de agosto. El padre de Jacqueline puso su auto a disposición de la novia. Luego se hizo un champañazo en el casino de la Compañía de Bomberos.

Meses después, Jacqueline fue elegida alcaldesa con el 55, 22% de los votos. Y sería reelegida en dos oportunidades convirtiéndose en uno de los rostros más emblemáticos de la UDI.

El derrotado Ariel Ulloa explica:

“Elenita Yañez y la pena de muerte fueron su bandera de lucha. Y tengo entendido que sigue estando a favor, a pesar que es Opus Dei, y cristianísima. Sin embargo, es partidaria de matar y asesinar en determinadas condiciones”.

“LA COCA”

A los doce años, Jacqueline corría los 400 metros planos y se ejercitaba tres horas diarias. Competía cada fin de semana, y su entrenador Miguel Soto era uno de los más estrictos de Concepción: en el verano los hacía subir cerros y correr en la playa. Los sometía a pruebas que no dominaban. Isolde Roessner, viuda de Soto, cuenta que Jacqueline incluso practicó el salto largo.

-Pero ella era velocista. Y los 400 metros es una de las pruebas más difíciles porque hay que resistir, dar la vuelta al estadio y llegar al final rápido. Ella era competitiva consigo misma, se esforzaba al máximo y se enojaba cuando no lograba lo que se proponía -recuerda Roessner.

Isolde dice que el padre de Jacqueline hacía las veces de cronometrista en el estadio y la madre la alentaba en las graderías. Junto a otras apoderadas reunió fondos para que el grupo compitiera en Uruguay y Argentina. Jacqueline era la mayor de cinco hermanos; una alumna prolija en el colegio francés “Charles de Gaulle” y la más alta del curso. “Era muy sencilla la Jacquie en el colegio”, recuerda su ex compañera Milene Darritchon: “Siempre la veías de bluyines y zapatillas. Nunca fue de producirse demasiado, ni pintarse mucho. Pero tenía su séquito”.

Delgada, de piernas largas y musculosa, Jacqueline entró a Medicina en los ochenta a la Universidad de Concepción sin pasar desapercibida. “Era estupenda. Yo creo que a todo el mundo le gustaba”, recuerda el abogado Marcelo Monsalve.

En esa época, el rector era el coronel de Ejército, Guillermo Clericus, que expulsó a los primeros alumnos que protestaron contra la dictadura. Hubo tomas y paros. La doctora Gabriela Correa, amiga de Jacqueline, recuerda que ellas votaban en contra. “Decíamos ¡no vayamos a paro, que vamos a perder clases!”.

En Derecho un pequeño grupo se organizó para detener las tomas: se llamaban “Movimiento Universitario Independiente”. Eran gremialistas, formados por Jaime Guzmán, que tenían la misión de levantar el movimiento en un enclave de izquierda. Para Guzmán bastaba con encontrar “un alumno juicioso por facultad” para hacerlo.

-A la Coca la invitamos a participar porque nos ubicábamos -cuenta la abogada Fabiola Garcia-. Ambas fuimos atletas y era amiga de una prima.

Jacqueline aceptó poner su nombre, pero no participó activamente del movimiento. Aunque venía de una familia pinochetista, a la que le habían expropiado un fundo, prefería bailar en la Nervios, o esquiar en las Termas de Chillán. Se había lesionado y ya no corría, pero jamás perdió el arrojo. Y en una conferencia que Guzmán dio en la universidad hizo gala de eso. Sus simpatizantes repletaron el auditorium mientras cientos de alumnos lo insultaban afuera. A Guzmán terminaron sacándolo por la puerta trasera y para despistar, el dirigente gremial que lo había llevado salió por el frente. Se trataba de Jaime Dinamarca; un tipo bajo, flaco, que usaba lentes y a quien apodaban el “Guzmán chico”. La turba, de inmediato, lo reconoció.

-Y se le fueron encima para pegarle- cuenta el abogado Rodrigo Monsalve, y continua: Entonces, apareció Jacqueline. Y no sé si la Coca hacía judo o karate, pero haciendo muestra de sus artes marciales hizo que la gente se fuera.

Jacqueline le sacó la cresta a la izquierda penquista, y hasta hoy se ríe de esa anécdota que la retrata: combativa, arrebatada, peculiar. En algunas entrevistas ha comentado que eligió siquiatría porque no quería hacer turnos; que hipnotizó a su hermana más de una vez y que decidió casarse con el ingeniero Mauricio Pavez a la semana de conocerlo. “La mitad de Concepción pensó que estaba embarazada, y la otra que estaba loca. De hecho, mi papá casi se murió. Pero sentíamos la certeza tan fuerte de que éramos el uno para el otro que no tenía mucho sentido esperar”, dijo a Cosas el 2005.

Otra de sus sorpresas fue cuando decidió lanzarse a concejal el ‘92. Hasta entonces nadie la habría imaginado en política. Sin embargo, Rodrigo Monsalve y Jaime Dinamarca, que trabajaban con Cantuarias, recordaron su nombre y como el ex senador buscaba rostros fuertes para posicionar a la UDI en Concepción, la llamó.

“Tenía un apellido con recuerdo en la zona, era una mujer joven, profesional, buenamoza. Además, había sido atleta”, dice Cantuarias.

Jacqueline era siquiatra y aceptar la propuesta implicaba un cambio de vida. Sin embargo, la política, lentamente, la había entusiasmado. Había trabajado en la campaña del SÍ y como jefa regional de la juventud que apoyaba a Büchi. Con apenas 27 años decidió meterse a fondo.

“Era como una esponja”, recuerda Cantuarias. “Muchas veces asistió a las reuniones de prensa que yo hacía. Decía “así yo me “nutro” y a la salida me preguntaba por qué frente a esa pregunta, tal respuesta. Y yo le decía “Coca es que si respondes eso, te escala para acá”, “ah, ya, perfecto. Yo diría que fue una alumna aplicada, que desarrolló un estilo propio”.

SEÑORA ALCALDESA

Apenas asumió la alcaldía, Jacqueline casi se fue presa. La municipalidad le debía $1.556 millones a 261 profesores que exigían el pago de la deuda histórica. La demanda estaba ganada desde el noventa y a la alcaldesa no le quedaba más que asumir. Se reunió varias veces con el representante de los docentes, Luis Rubilar. Se llevaron bien. “Ella me llamaba por mi nombre de pila”, dice éste. Sin embargo, la orden de arresto era inminente. Ricardo Lagos había firmado un decreto para habilitar un anexo especial en la cárcel penquista. Jacqueline, horrorizada, dijo en La Segunda que aquello era un Punta Peuco II. Finalmente, logró saldar la deuda hipotecando el edificio municipal. Y en el mismo diario les dijo a sus detractores “cuando me dicen que he tratado de manipular la situación para ser víctima, me dan ganas de decirles que se laven la boca con jabón”.

La alcaldesa cultivó un estilo frontal. Eso se vio cuando tuvo a su quinta hija, Magdalena. La Concertación era mayoría en el concejo municipal y Jacqueline temía que mientras tomara el postnatal uno de sus adversarios la subrogara. Ella quería dejar a cargo a la administradora municipal, que era de su confianza. Sin embargo, Jorge Andrés Rivas, concejal RN, era partidario de respetar la norma: “el concejo debía decidir”, dice.

Como no hubo acuerdo, Jacqueline fue a trabajar con su guagua y una nana. Los funcionarios municipales no tardaron en comentar. La profesora básica Gabriela Araya, que trabajaba en la municipalidad de San Pedro de la Paz, se enteró, y redactó un escrito a la Contraloría pidiéndole a la alcaldesa cumplir el postnatal en la casa. “Pensé en la lucha que dieron las mujeres para tener un postnatal digno y creí que esto sentaba un pésimo precedente. Porque si la alcaldesa podía seguir trabajando después iban a decir “¿por qué no pueden hacerlo las temporeras?”… Pero ellas no tienen las condiciones económicas de la alcaldesa”.

El escrito molestó a Jacqueline. Lo atribuyó a una jugada de la Concertación, pero Gabriela nunca militó, era “una activista cívica”. Christian Paulsen, concejal RN, recuerda que la alcaldesa igual “dio la pelea”. Presentó un recurso de protección en la Corte de Apelaciones en contra del contralor, e hizo sus descargos en El Mercurio:

-Me pareció discriminador, esto no les pasa a los hombres. ¿Por qué una mujer no puede ser mamá y dejar a alguien en mi reemplazo que me permitiera estar tranquila? ¿Por qué tenía que ser un adversario político? La que había sido elegida alcaldesa era yo. Entonces dije: no me tomo la licencia. Que me saquen de aquí con grúa -dijo al diario.

Su cruzada fue apoyada por las entonces alcaldesas Carolina Plaza (ex UDI) y Cristina Girardi (PPD). Y, a pesar que tuvo que tomar el postnatal, Jacqueline ganó: el concejo dejó en el cargo a Paulsen (RN), y un grupo de diputados UDI modificó la ley de municipalidades para que los alcaldes que tomaran licencias de hasta 180 días, dejaran en el poder a alguien de su confianza.

La pelea demostró su carácter. “Ella tiene clara su autoridad: corta el queque, y lo corta sin ningún problema”, dice Paulsen.

El concejal UDI, Patricio Lynch, concuerda con Paulsen. Lynch fue uno de los más críticos de la gestión de Jacqueline. El año pasado cuestionó unas licitaciones sobre el alumbrado público “porque no se ajustaban a los procedimientos legales” y la Controlaría falló a su favor. Según algunos funcionarios municipales, después de eso Jacqueline entró al concejo, abrió la ventana y dijo “hay olor a mierda de concejal”, refiriéndose a Lynch. Él asegura haber sufrido “los rigores de su actitud más dura”.

-Ella cuando escucha algo que no le interesa, suele distraerse en otras cosas, lo cual para la persona que está interlocutando es muy desagradable. Uno se siente disminuido. Creo que tiene un carácter duro, pero también sabe ser dulce como usted la ve en la tele -dice Lynch.

A Jacqueline le fascina dar entrevistas. El 2004 el periodista André Jouffé, luego de decir en LUN que fantaseaba con ella en portaligas, le propuso escribir un libro sobre sus encantos. Jacqueline, que acostumbra a salir cada dieciocho vestida de huasa elegante por la ciudad, aceptó. Jouffé recuerda que fumaba, era seca para el garabato y su trago favorito era el amaretto sour. Le pareció curioso que siendo tan cercana al Opus Dei no tuviera gustos de beata.

De misa diaria, Jacqueline (que usa una cadena con seis niñitos de oro) se opuso a la entrega de la píldora del día después. Y en las afueras de la municipalidad un grupo de mujeres se manifestó.

Cuando pasó lo de su hija, le preguntaron en El Mercurio cómo hacía para mantener la calma en un cargo como el suyo. Jacqueline respondió: “Rezo. Tengo ayuda de Dios. Soy súper católica y creo que al final una tiene que actuar como si todo dependiera de una y rezar como si todo dependiera de Dios”.

LAVÍN, NO GUZMÁN

El Opus Dei apareció en la vida de Jacqueline en la universidad. Comenzó a ir a las charlas de formación llamadas “círculos” y le atrajo su filosofía. “Seguir al Opus Dei es estar de acuerdo con el Papa y poner acento en la santificación de las personas a través del trabajo ordinario. Si Dios te puso como operario de una empresa, o barriendo la calle, te ganarás el cielo haciendo bien esa pega”, explicó en la revista Cosas el 2005.

Esta cercanía con el Opus y la importancia que le da a la “eficiencia” la hizo acercarse al estilo de Lavín, lo que en la UDI implica estar lejos del legado de Guzmán. Jacqueline se topó con el gremialismo en la universidad, pero no participó activamente en él. Ella misma ha reconocido que con Guzmán sólo compartió en algunas reuniones. No fue un soldado de su causa.

Un UDI histórico se queja:

“Llega un momento dentro de la UDI que los coroneles dan un paso al costado y dejan entrar gente nueva. El problema está que dentro de esa gente hay personas que son muy ambiciosas, que buscan el poder por el poder, a diferencia de nosotros que fuimos formados por Jaime y estábamos detrás de un proyecto político. Las nuevas generaciones, en cambio, entraron como Lavín y la Coca buscando una carrera personal”.

Pero el partido de Guzmán cambió. Y ahora los votos priman tanto, o más, que los ideales políticos. Por eso, Jacqueline tiene un espacio dentro de la UDI. La última elección municipal obtuvo el 63% de los votos. Una cifra que ningún coronel puede desestimar. Sobre todo cuando Santiago, Concepción y Valparaíso son las zonas que calibran a cualquier partido. Y Concepción además es un bastión frente a RN.

De ahí, que Jacqueline reciba un trato preferencial. Dos veces fue vicepresidenta del partido, y el 2005, generalísima de Lavín junto a Lily Pérez. Recordado es el episodio cuando el senador Jorge Pizarro (DC) las criticó diciendo que eran “pintocitas, con poco peso” y Jacqueline le respondió “que ni las dos juntas le hacían el peso” a Bachelet y Alvear. Y aunque en la UDI catalogaron de “desafortunado” su comentario, tiempo después su nombre sonó como presidenciable para el 2010. La era Bachelet obligó al partido a abrirse a una opción femenina. Además, Jacqueline representaba un liderazgo regional que terminaba con el centralismo. Eso, en lo oficial. Porque en la interna lo que, realmente, seducía a algunos coroneles era la posibilidad de frenar la precandidatura de Pablo Longueira.

“La UDI quedó con el trauma de haber designado a Lavín con mucha anticipación. Le sacaron la cresta durante cuatro años y llegó a la elección presidencial todo moreteado -recuerda un UDI-. Ese trauma hizo que la UDI no quisiera definir su candidato mientras que Longueira decía ‘hay que sacarlo ahora, o sino Piñera nos va a sacar la cresta en las encuestas’. Pero se cruzaron las líneas y Jovino Novoa usó a la Coca para parar a Longueira”.

El desenlace es conocido. Ninguna de las opciones resultó y Piñera fue proclamado. Jacqueline no asistió. Como buena lavinista, jamás ha tenido feeling con el empresario. En Concepción, militantes RN cuentan que “ella decía que no movería ni un dedo para que Piñera fuera Presidente”. Incluso, su hermano, Enrique Van Rysselberghe, no ocupó las palomas con la foto de Piñera hasta unas semanas antes de la elección de diputados. Jacqueline, que dirigía su campaña, dio la orden. Lo importante para ella, dicen en RN, era potenciar el apellido “Van Rysselberghe”.

A fines de 2009 la concejal DC Alejandra Smith, denunció a la Contraloría que el hermano de la alcaldesa usaba la oficina del concejal UDI Fernando González para recibir a personas durante su campaña. Al mismo tiempo, el concejal Lynch advirtió que ese año la municipalidad gastó “alrededor de un millón de dólares” en canastas familiares, ramos de flores y material de construcción.

El hermano de Jacqueline ganó la diputación dejando en el camino al candidato de RN, Claudio Eguiluz, con quien la ex alcaldesa ha tenido históricas peleas. Hay un ilustrativo video en Youtube llamado “Intendenta Van Rysselberghe hace extraños gestos” donde Jacqueline le levanta el dedo del medio a Eguiluz mientras da una charla en un club deportivo. Un aliancista explica: “eso ocurre porque ella no acepta que nadie tenga figuración y protagonismo donde está ella”.

De hecho, en la UDI le pasan la cuenta por la derrota el 2005 en la VIII Costa de Carlos Bombal frente al ex PS, Alejandro Navarro y Hosain Sabag (DC). Ella, sin embargo, dice que dejó las patas en la calle. Pero los gremialistas suspicaces creen que no lo hizo “porque al tener un senador arriba se le reducían las posibilidades a ella”.

Jacqueline, que votó Coloma y no Kast en las elecciones internas UDI, está en su mejor momento, “e infunde temor porque tiene mucho poder”, dice un UDI histórico, que remata: “la Coca sostiene que la UDI es lo que es gracias a ella. Y la UDI se retuerce y dice: momentito, tú eres lo que eres gracias a nosotros”.

ACABO DE MUNDO

El terremoto potenció a Jacqueline. Sus apariciones en cámara criticando la gestión del gobierno de Bachelet y llamando a los militares a las calles penquistas impactaron. Incluso, sus detractores concuerdan. “Ella tuvo una acción de liderazgo muy decidida. Así como la Presidenta Bachelet tuvo su tanque y Yeltsin tuvo el suyo cuando impidió que le dispararan al parlamento ruso, creo que el gran tanque de ella para ser catapultada a la intendencia fue el terremoto”, dice el concejal Patricio Lynch.

Jacqueline ha comparado la tragedia del 27 de febrero con una película gringa de acabo de mundo. La misma noche llegó a la Radio Biobío a calmar a los penquistas y luego le envió un mensaje de texto a Rodrigo Hinzpeter que decía: “Hay muertos. Está la escoba. Llámame apenas puedas”. En lo personal, confesó que se lavó con balde los días posteriores; que se consiguió pañales para su sexta hija con una amiga; y que su marido y su hijo mayor se armaron con pistola, luego de sentir disparos fuera de su casa. Lo mencionó en una entrevista con Tomás Mosciatti, de CNN, quien le preguntó si su marido había disparado.

“No alcanzó, pero estábamos dispuestos”, dijo la intendenta, que asumió el 11 de marzo en la Catedral penquista.

Para nadie es misterio que Jacqueline no quería ser intendenta. Para eso, tenía listo al candidato de su confianza: el abogado Alejandro Espinoza, su amigo de la universidad, el mismo que defendió a la familia de Elenita Yáñez. El terremoto cambió sus planes. Y antes de aceptar, le rayó la cancha a Piñera: le exigió autonomía. Desde entonces se ha rodeado sólo de cercanos. Aquél, dicen los aliancistas, es el secreto de su éxito. A varios seremis que nombró los conoce: Pilar Gutiérrez, de Bienes Nacionales, es la esposa de Espinoza y Sergio Jara, director regional de CORFO, fue su jefe de gabinete.

“Ella no sabe ser funcionaria, ella es patrona de fundo”, la critica RN. “Por eso, cuando nombró a los seremis les dijo “que todas las noticias malas las daban ellos y las buenas, ella”. Porque ante los funcionarios ha dicho que “aquí la persona que manda soy yo, no el ministro, ni el gobierno” y ya ha tenido problemas con los alcaldes porque lo concentra todo”.

El alcalde de Talcahuano (PS), Gastón Saavedra, sostiene que la intendenta envió a su comuna “a un señor llamado Cristian Gibson, que antes trabajaba como showman, a entregar canastas familiares a nombre suyo sin pasar primero por la municipalidad”. Aquello, para el alcalde de Tomé, Eduardo Aguilera (DC), no concuerda con el jingle que el gobierno regional difundió en las radios. “Es un himno muy bonito que dice “que todos juntos podemos salir adelante”, pero hay que pasar del dicho al hecho. Este es un momento para demostrar grandeza. Nadie puede pensar en cómo me luzco, ese no es el tema”.

A las críticas de los alcaldes se sumaron los diputados de la coalición Juan Lobos (UDI) y Frank Sauerbaum (RN), que dijeron en el diario El Sur que se sentían “ajenos al gobierno regional”. La principal molestia, cuentan fuentes internas, fue la exclusión a la hora de nombrar los seremis.

Pero Lobos cambió de parecer una semana después, tras una reunión con la intendenta. Aunque Lobos reconoce que no asistió, dice que el asunto de la exclusión está solucionado. “Yo, a pesar de ser un hombre viejo, sigo creyendo en las personas y a mí me basta con el apretón de manos y declaración de intenciones”, cuenta.

A casi dos meses del terremoto, Jacqueline ha peleado más que Uma Thurman en Kill Bill. Se agarró con el jesuita Felipe Berríos, quien la trató de “arrogante” por no querer recibir las mediaguas. La conversación entre los dos –por teléfono- dicen que fue enfática, a lo Jacky. Y aunque el gobierno al comienzo no vio la pelea con buenos ojos, en la UDI cuentan que el apoyo del ministro de Mideplan Felipe Kast fue clave para que el sentir de la intendenta primara.

“Esta es la gran pasada de cuenta que todos querían darle al Techo y la Coca la dio. Porque para muchos en la UDI, el Techo se convirtió hace años en una constructora con voluntarios que construye mediaguas. Porque ahí no hay apostolado, no hay catequismo. Los cabros llegan, construyen y se van. No como el movimiento que formó Kast que se llama Calcuta, que sí hace apostolado y que está muy metido en Concepción”, dice un lavinista.

El mismo lavinista agrega que a Jacqueline le preocupa que el “Techo” no dé, operacionalmente, para construir las mediaguas que se necesitan. La falta de eficiencia podría caerle encima, en un momento donde tiene puesto todo su capital político. Uno, que por cierto, podría transformarla en senadora por la VIII. Ese es el futuro que le ven en la UDI. Sin embargo, ella quiere más.

Un UDI histórico afirma:

-La Coca es muy ambiciosa, ¡muy! Y sé que a algunos amigos les ha dicho después del terremoto: quiero ser Presidenta de Chile. Por eso, aceptó ser intendenta. Ella quiere llegar a La Moneda y para allá va.

Pero en ese camino, Jacqueline, ha ido dejando lesionados. El primero de ellos Coloma, a quien no le consultó si aceptaba la intendencia. Las preguntas más bien se las hizo a Novoa, su padrino.

Fuera de la UDI hay otros olvidados. Como Verónica Roa, la mamá de Elenita Yañez. Ella siempre ha votado Van Rysselberghe. Pero nunca volvieron a relacionarse como antes:

-Antes la señora Jacqueline venía a buscarme a mi casa para ir a darle entrevistas a medio mundo, pero después yo iba a la municipalidad y tenía que esperarla horas para hablarle. Rara vez me terciaba con ella y ahí era “hola y chao”. Mire, ella ayudó a mi familia, de eso no tengo nada que decir, pero a la larga la mamá de la Elenita era yo. Y ahora, después del terremoto, estoy viviendo en una carpa en la calle, y todo el mundo me dice: “¡a’ónde está tu famosa alcaldesa! ¡A’ónde si usted está viviendo de esta forma!-.

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