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Opinión

10 de Junio de 2010

Editorial: Pánfilo y pelota

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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POR PATRICIO FERNÁNDEZ
Hace tiempo que no se escuchaba el nombre de Miguel Otero. El otro día, cuando apareció mencionado, antes de saber de qué se trataba, pensé en Manolo, ese cantante español que en algo se parecía a César Antonio Santis, que tuvo un romance con Raquel Argandoña (a quien amó tanto y de tantas maneras) y que en “Todo el tiempo del mundo” -uno de sus temas más famosos-, recitaba con una voz sensualona, vaporosa, como al oído: “pero aquello acabó, como acaba todo, casi sin querer… Ahora tengo todo el tiempo del mundo, y mientras más pienso, más te añoro y más te deseo”. Entonces, bajando la cabeza, el artista se quedaba murmurando la melodía de la orquesta, hasta que no aguantando más, gemía: “Es que aún te quiero, sí, te quiero, te quiero”. A Manolo Otero lo conocimos por acá en tiempos de Pinochet. Igual que a Miguel Otero, el abogado pánfilo, quien volvió tras años de retiro al escenario, esta vez como embajador de Chile en Argentina, con una tonadita igualmente nostálgica, aunque ciertamente menos romántica: “Le explico una cosa –señaló al diario Clarín, de Buenos Aires–, la mayor parte de Chile no sintió la dictadura. Al contrario, se sintió aliviada”.

La RAE define “otero” como “cerro aislado que domina un llano”. Yo no creo, sin embargo, que en la esfera de la derecha chilena sean pocos los que piensen como él. Lo que sucede es que se contienen, y más aún ahora que están en el gobierno, donde una autoridad no puede decir, así como así, lo que se le canta. Por mucho que insistan en el derecho de cada cual a manifestar sus opiniones, un embajador haciendo declaraciones en el principal matutino del país al que ha sido enviado, habla a nombre de su gobierno. Miguelito se fue de tarros, como suele sucederle también a Carlos Larraín, quien además de avalar las palabras del embajador, cuando le preguntaron sobre las elecciones internas de su partido, reconoció que esperaba ganar por mucho para callar de una vez “a los pipiolos”. Algunos pelucones están aburridos de morderse la lengua. Desde su campaña, Piñera ha querido convencernos de que nada lo une al régimen militar, olvidando que los dos partidos que sostienen su coalición fueron fundados por pinochetistas de mayor o menor intensidad. La derecha jamás ha condenado el golpe de Estado. Están seguros que si no es por él, “Chile hoy sería Cuba”, como declara Otero en la pregunta siguiente. Por eso salieron los presidentes de Renovación Nacional y de la Udi a defenderlo, porque de no hacerlo querría decir que se avergüenzan de su historia. Para Piñera el asunto es pésimo: le recuerda a la comunidad internacional, y especialmente a Latinoamérica, a qué tradición pertenece su gobierno. Todo lo que intenta esconder bajo el poncho, salió a relucir en Argentina, donde la dictadura también los hizo trizas y no están para escuchar las payasadas de un dinosaurio chileno sin darse un festín. A Otero se le olvidó la de muertos, torturados y exiliados que hubo entonces. A nuestros vecinos no, y “aquello acabó, como acaba todo, casi sin querer”. ¿En qué estaría pensando Sebastián, cuando lo nombró a él?

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