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Planeta

14 de Julio de 2010

Los contrastes del terremoto blanco de Aysén: Llorar y reír en la Patagonia

Por

POR PATRICIO SEGURA • FOTO: AGENCIA IMÁGENES DE LA PATAGONIA

“El que se apura en la Patagonia pierde el tiempo”. Y así nomás fue.
La mañana del sábado 10 de junio fue infructuoso tratar de apurar el tranco. El recurrido y famoso dicho aysenino se convirtió en una blanca y abultada realidad cuando despertamos en Coyhaique con medio metro de nieve, sin electricidad, sin radioemisoras que nos comunicaran y sin saber qué estaba ocurriendo en gran parte de las decenas de localidades desperdigadas en esta región de 100 mil habitantes, que prácticamente cuelga del extremo sur de Chile. Fue la Teletón de la nieve, con 28 horas ininterrumpidas de albo remezón.

    Foto: Claudio Frías/Agencia Imágenes de la Patagonia

Apurarse no servía de mucho. Ese día se suspendieron todos los vuelos en principal aeropuerto regional, el de Balmaceda, a 55 kilómetros al sur de Coyhaique. Hasta este lunes nadie pudo entrar ni salir por aire. Las colas fuera de Lan Chile y Sky, con resguardo de las recién estrenadas fuerzas especiales, sorprendieron a más de algún desprevenido transeúnte. Enardecidos pasajeros varados clamaban porque les aseguraran un cupo en el primer vuelo que emprendiera el viaje a más tranquilos parajes, lejos de esta tierra para muchos inhóspita, pero hermosa para quienes llegamos un día desde lejos y desarmamos la maleta para no mirar atrás. Eran muchos los molestos, más de mil fueron los pasajeros atrapados por el clima.

Por tierra la situación no era mejor. Metro y medio de nieve caída en el Portezuelo Ibáñez, alto paso que une la cuenca del río Aysén con la del Baker, convirtióp en una estupidez cualquier intento de viajar desde el norte de la región hasta las sureñas provincias de Capitán Prat y General Carrera. El Camino Longitudinal Austral, conocido en Chile (así le decimos al territorio comprendido entre Visviri y Puerto Montt) como Carretera Austral, no pudo con esta veleidosa Patagonia.

    Foto: Claudio Frías/Agencia Imágenes de la Patagonia

Por mar, problemas no hubo. Lo complicado ocurría cuando se quería viajar desde los puertos hacia las zonas interiores de Aysén. Y los pasos fronterizos, mayoritariamente cortados.

Seiscientos militares trabajando en las tareas de rescate de los pobladores en sectores aledaños a Coyhaique que aún se encuentran aislados, el Gobierno con maquinarias y equipamiento propio y contratado a la empresa privada para el despeje de las rutas más sensibles forman parte del actual y parcial arqueo oficial. Pobladores rescatados en sectores con un metro y medio de nieve, más del 40 % de la región sin electricidad y 100 trabajadores de las pesqueras paralizados –y posteriormente rescatados- en buses en la ruta de 60 kilómetros que une Coyhaique con Puerto Aysén han sido parte del saldo conocido de esta emergencia. Y el reparto de leña a granel, por cierto, porque por estos lados los bosques son el principal combustible para entrar en el necesario calor en las largas noches y cortos días del invierno.

La situación de la ganadería es otro tema. Pronto comenzarán a aplicarse los programas especiales para entrega de forraje para los animales, ya que difícil es para las ovejas y vacunos comer pasto con un metro de nieve. Y gran parte de la economía rural de Aysén depende de esta actividad. Extraño ha sido ver el contraste entre tanta roja chaqueta y el blanco de los campos de esta tierra.

En resumen, al cierre de esta crónica: alerta amarilla para el común de los mortales, emergencia agrícola para los ganaderos de todo tipo y la visita de los subsecretarios del Interior Rodrigo Ubilla y Agricultura Álvaro Cruzat.

Algunos dicen que desde el año 95 que no se veía una nevazón como ésta. En esa época ya se hablaba de terremoto blanco. Otros, los más antiguos y memoriosos, se remontan a la década del 60. Pero eran otros tiempos.

Cambio climático más, cambio climático menos, lo claro es que en esa época era más común que nevara con la magnitud que se nos vino sobre la cabeza este fin de semana. Pero en ese tiempo no existía la interdependencia que hoy tenemos y que nos hace tan vulnerables.

¿Se cortaron los caminos por la nieve? En esos tiempos eran pocazos los poblados conectados por caminos para vehículos. Lo común era la permanentemente incomunicación vial.

¿No hay señal de celular? En esos tiempos era un lujo el teléfono fijo. El aparato móvil no era ni de ciencia ficción. No llegaban esas revistas.

¿No hay dónde comprar víveres para pasar la semana? En esos tiempos la gente se aperaba por semanas y hasta meses. La compra del día a día no era algo común.

En estos días vivir en Coyhaique, una ciudad de 50 mil habitantes y tan normal como cualquier urbe mediana, ha tenido bastante de la sensación medio trágica medio festiva que genera una situación como la que hemos vivido. Es como “El día después de mañana”, con grupos de personas deambulando por donde antes pasaba una calzada, con palas para dispersar la nieve, baldes para el agua y bidones para petróleo, bencina o parafina. Pero a la vez han sido días excepcionales. La gente no anda molesta ni saqueando. A pesar de la emergencia, todo como que es más colectivo, más acogedor. Son días lentos éstos, pero días hermosos al fin y al cabo.

El despeje de la nieve de las aceras y los techos es algo cotidiano. Hay que hacerlo antes que baje más la temperatura y la blanca y tierna nieve se convierta en una masa sólida que más que con pala hay que sacar con soplete. Esta particular característica del agua fue aprovechada desde el sábado por un grupo de voluntarios del movimiento Patagonia sin Represas y Ríos Libres para armar un murallón de dos metros y medio en la plaza pentagonal del centro de Coyhaique, como una instalación-obra-de-arte para dar cuenta simbólicamente del significado de construir una represa que interrumpa el libre flujo del río Claro mensaje a los dueños de Endesa, Colbún y Xstrata. El alcalde de la ciudad, Omar Muñoz, no se tomó el tema con humor y mandó la mini retroexcavadora que despeja las calles a dejar un gran forado en la estructura. Pero fue la pasada, al rato los jóvenes continuaron con su poética labor, que se ha convertido en estos días en un verdadero hito, al igual que los monos de nieve desperdigados por doquier para los turistas de paso por la zona.

No ha hecho tanto frío. De todas formas, nos estamos preparando. Se dice por ahí que este jueves comenzará un nuevo frente de nieve y frío (acá cuando decimos frío hablamos de 10 bajo cero para arriba… o para abajo, según mejor se entienda) similar al que vivimos este fin de semana. Pero Accuweather y Meteochile dicen que serán sólo una nubecitas en el cielo y un poco de bajas temperaturas. Accuweather y Meteochile no avisaron el terremoto blanco, por lo cual la gente se pregunta ¿por qué ahora debiéramos creerles? Ciertas aves en las calles y los baqueanos antiguos son hoy para mí más confiables.

En la Patagonia estamos acostumbrados a las inclemencias climáticas y geográficas, y a la sensación de aislamiento. Algo que muchos critican, pero que otros vemos como un hecho que ha permitido que el flujo hacia esta zona sea más lento, más esporádico. El chileno cómodo no se puede imaginar vivir en esta tierra. Mucho frío. Muy lejos. Mucha falta de modernidad. Mucha ruralidad.

    Foto: Claudio Frías/Agencia Imágenes de la Patagonia

Pero así es esta Patagonia. Así es Aysén, la Trapananda. En Aysén hace frío. En Aysén llueve. Aysén está lejos y, a veces, se pega nevazones como la que vivimos el día aquél. Y, en ocasiones como ésas, temas tan importantes y esenciales como la final del mundial de fútbol y el eclipse solar pasan a un segundo plano.

Y ésa es su gracia. Ésa es nuestra realidad.

¿Entenderán algún día esto los que quieren transformarla, con sus megaproyectos de represas y tendidos de artificio, en una linda y gran urbanidad?

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