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Opinión

3 de Agosto de 2010

Angélica Prats, hija de Carlos Prats: “Con este fallo el Ejército podrá decir que no le hará honores militares a Manuel Contreras”

Su vida podría haber sido otra si no fuera por la bomba que explotó el 30 de septiembre de 1974 y mató a sus padres: el ex comandante en jefe, Carlos Prats, y Sofía Cuthbert en Buenos Aires. Desde entonces, y durante 36 años, junto a sus hermanas le dedicó tres horas diarias al caso: reunió documentos, revisó prensa y habló con personas que podían testimoniar en un juicio que recién concluyó la semana pasada. Por primera vez los tribunales chilenos acusaron a la DINA de ser una “asociación ílicita terrorista” dirigida por Augusto Pinochet; y el Ejército de Chile, a través de un comunicado de prensa, repudió el crimen. Fue algo histórico, algo que las hermanas Prats jamás pensaron que sucedería. Hoy, Angélica está tranquila y con tiempo para reflexionar sobre estos años; sobre el nuevo Ejército, sobre el escupo que le lanzó su sobrino al ferétro del dictador y sobre la traición que marcó la historia de su familia.

Verónica Torres
Verónica Torres
Por

POR VERÓNICA TORRES SALAZAR • FOTOS: ALEJANDRO OLIVARES

Antes de sentarnos a conversar Angélica pregunta qué imagen de su padre vamos a incluir. Dice que tiene un retrato que nadie ha visto y que le gustaría que apareciera. Lo hizo José Balmes en los ochenta. Para uno de los tantos homenajes en honor a Carlos Prats. El cuadro vistió el escenario del Teatro Caupolicán. Y al finalizar el acto, Balmes le dijo a Angélica “es tuyo, llevátelo”. Desde entonces la imagen cubre la pared de una pieza donde hay algunos libros. Mientras que en el living hay una pintura de su madre, Sofía. Se ve distinguida, elegante. No sabía que tenía los ojos azules, le digo. Angélica responde que su mamá era bonita y que le hicieron esa pintura en Argentina. Luego trae café y medialunas.

Antes del ’74, ¿cómo era usted?
Estaba casada, con dos niños; la Sofía estaba casada, con cuatro niños; la Cecilia, soltera y en la universidad. Yo trabajaba en Televisión Nacional. Cada una estaba buscando su ámbito de desarrollo. Estábamos en una etapa de la vida personal, muy ligadas a mis papás.

¿Eran aclanados?
Mucho. Pasábamos mucho tiempo allá y en la medida que las cosas se fueron poniendo más difíciles, con más razón, porque empezamos a sentir que éramos un apoyo. Entonces fue muy duro… Porque entre el 23 de agosto y el 11 de septiembre uno sentía un ambiente tremendamente hostil. Ya en ese momento sentimos que había peligro, ya no era que no estaban de acuerdo con uno, intelectualmente, sino que ya uno sentía peligro.

¿Hubo alguna señal?
Mi papá el 23 de agosto dejó la casa de la Comandancia en Jefe y se fue a vivir a mi casa con maletas, pensando que tenía que irse fuera de Chile. Porque si el panorama seguía igual, su figura era muy difícil de sostener de forma independiente. Y él debía ser consecuente con su pensamiento y no mezclarse con los partidos políticos. Entonces, ahí ellos deciden partir a Argentina porque tenían algunos amigos y era cerca de nosotras. Pero además fue justo en ese período cuando uno de sus ayudantes en el Ejército le dijo “Mi general, cuídese que algo va a pasar”. Luego viene el 11 y mi papá se va a la casa de un amigo, y entre esa fecha y el 15 prepara su viaje. Ya en ese minuto dependía de la Junta de Gobierno para poder salir y es ahí cuando le exigen que declare públicamente que no estaba haciendo acciones en contra de la Junta y se va el 15, pero siempre con la sensación de peligro físico, de que lo fueran a asesinar y eso lo mantuvo todo el tiempo que estuvo en Buenos Aires.

¿Y su mamá?
Mi mamá era una persona de mucha fuerza y era la que le decía que iban a salir adelante, que igual lo iban a pasar bien en esta etapa. Porque eran muy jóvenes, tenían 59 y 57 años. La verdad es que mi mamá fue muy importante, porque en Buenos Aires vivieron un período muy triste; de aceptar que la línea de pensamiento que habían tenido no había llegado a éxito, que sus amigos les habían fallado; los sentían traidores. Fue un mundo entero que se acabó y después vino la etapa de saber sobre las muertes que estaban ocurriendo en Chile, realmente, fue una pena espantosa.

¿Su padre sintió que había fracasado?
Se sintió incomprendido, pero mantuvo su planteamiento y en todos sus escritos dice que el Ejército no podía estar haciendo acciones en contra de su pueblo. Él no sintió un fracaso personal, sino que compartido con una sociedad que no supo buscar soluciones adecuadas.

¿Recuerda la última vez que lo vio?
Fue para las vacaciones de septiembre. Yo había viajado con mi hijo menor y recuerdo que al regreso me vine llorando en el avión porque los vi a los dos muy tristes. En ese momento no nos contaron de las amenazas concretas que habían recibido y que ahora sabemos, porque mi papá las escribió en su agenda y se las contó a sus amigos. Lo llamaron de noche y le dijeron que oficiales del Ejército de Chile estaban en Buenos Aires para matarlo. Entonces, mi papá le preguntó a la persona que lo llamó por qué le avisaba y esta persona le dijo que había sido oficial suyo. Aquella vez no conversamos nada de eso, sólo nos dijeron “vamos a tratar de sacar los pasaportes, vamos a tratar de irnos”. Pero no les dieron los pasaportes chilenos y él no quería irse con pasaporte argentino.

Apareció el soldado.
Claro, mi papá era militar.

PINOCHET Y LA TRAICIÓN

Sobre la bomba, sobre esos primeros días sin sus padres, Angélica no tiene recuerdos claros.
-Yo te diría que fuimos tomando decisiones de muchas cosas. Respecto de las memorias, la Cecilia fue a sacar las fotocopias, luego escondió los papeles. La Sofia y yo asumimos todo lo que tenía que ver con la casa. Había que deshacerla y llevarse las cosas. Y luego llegamos a Chile con ellos, en condiciones también muy difíciles, porque desde el primer momento sentimos que el Ejército había hecho un rompimiento con el papá. Nos dimos cuenta que había algo, porque no enviaron ni siquiera una corona de flores y los militares son muy simbólicos en eso; no hubo pésame, no hubo facilidades, sólo dificultades.

Cecilia dijo alguna vez que en ese entonces tuvieron una reunión con Pinochet y por su actitud se dieron cuenta que él podía estar involucrado.
Luego de ese funeral nosotros le comentamos a una persona que considerábamos que el Ejército se había portado muy mal con nosotras y con mi papá. Entonces, Pinochet se enteró y mandó a decir que cómo era posible que no le hubiéramos agradecido todo lo que habían hecho. Entonces decidimos hablar con él para decirle que no había ocurrido nada que pudiéramos agradecer y fue entonces cuando quedamos clarísimas. No sabíamos qué había hecho, pero nos dimos cuenta que había responsabilidad, o por lo menos una indiferencia que no nos calzaba.

Ustedes lo conocían. Cuando lo vieron, ¿era otra persona?
Por supuesto. Además, las excusas que dio fueron muy poco serias. No correspondían a un Comandante en Jefe. Su explicación sobre por qué no se le rindieron honores militares a mi papá no cuadraba. Mencionó algo de la hora, de la ley, cosas muy raras. Y además su actitud. Hay una cosa que se trasluce en las personas, en los ojos, en la mirada.

Y ahora, con la información sobre la mesa, sabiendo que Pinochet estuvo involucrado en la muerte de sus padres, ¿qué piensa de él?
Pinochet (silencio)… significa mucho. Por un lado, para mí en este momento es la persona de mayor responsabilidad por la muerte de mis padres y eso pasa a ser, directamente, el símbolo de la traición. Nunca pensé que mi vida iba a estar marcada por la traición. Porque eso fue traición: traición a las personas, porque mi papá era su amigo; traición a un pensamiento; al país. Porque no sólo mandó a matar sino que después fue capaz de encubrir. Entonces, es tremendo lo que uno siente, pero ya no frente a las personas, sino frente a las conductas. Uno no puede creer que los seres humanos sean capaces de tener un cambio tan radical cuando la sociedad modifica sus esquemas. Estoy segura que ninguna de esas personas hubiera aceptado si les hubieran dicho “tú en unos años más vas a estar matando gente”. Jamás lo habrían aceptado, porque había una sociedad que no permitía esas acciones, pero de repente la sociedad cambia sus valores y permite que esto sea posible y además que sea encubierto. Nunca me he terminado de responder cómo es posible que las sociedades lleguemos a esto; cómo es posible que podamos de un día a otro tener una sociedad tan distinta con seres humanos que antes no fueron capaces y ahora son capaces de todo.

¿Porqué los tribunales chilenos no juzgaron a Pinochet?
Creo que lo dije en algún momento: a la Corte Suprema le faltó coraje para fallar en contra de Pinochet. Porque los antecedentes que envió la justicia argentina fueron tan importantes como los que mandó para Manuel Contreras y todas las demás personas involucradas. De modo que había elementos suficientes para juzgar y creo que hubo una protección hacia Pinochet por parte de la Corte Suprema.

El funeral de Pinochet en la Escuela Militar fue apoteósico …
Con todos los honores que corresponden a un Comandante en Jefe, pero a un Comandante en Jefe que ya estaba en los tribunales porque había robado, porque había matado, porque había sido traidor. Entonces, aquello para una sociedad es algo muy poco sano.

¿Qué le pasó a usted cuando su sobrino, Francisco Cuadrado Prats, (hijo de Sofía), escupió el ferétro de Pinochet?
Primero, sentí preocupación por él porque uno los quiere tanto, pero luego sentí una comprensión total, aunque yo no lo habría hecho. Pero muy de fondo sentí una comprensión, porque además todo eso refleja un sufrimiento familiar. Él reflejó la tremenda tensión que cada uno de nuestros hijos está viviendo, porque nosotras hemos tenido más tiempo para elaborar, pero ellos han tenido menos y, naturalmente, cada uno tiene su propia manera de vivir una situación tan dramática. Porque no es fácil.
Entrevisté a su sobrino en ese entonces y me contó que al ver los honores que se le hacían a Pinochet sintió que estaban trapeando con el Informe Valech, con el Informe Rettig; que se estaba diciendo que nada de eso importaba y él necesitaba demostrar su disidencia.
Por eso nosotros le damos tanto valor a este fallo. Porque antes no había nada que mostrar y la vida tenía que seguir como si no hubiera pasado nada. Este fallo logra que el Ejército, que ya había hecho muchos actos de acercamiento a la figura del general Prats, hoy tome una definición. Porque antes no era posible. Yo entiendo que una institución no puede actuar por sí misma, ni por lo que cree. Tiene que actuar por lo que es y este fallo le permite al Ejército decir “las cosas fueron así” y tomar una postura. Y como la ley establece que a los generales en retiro se les hacen honores militares, imagino que con este fallo el Ejército podrá decir que no le hará honores militares a Manuel Contreras, ni a ninguna de las personas que estuvieron involucradas. Ni siquiera tendrían que decirles “mi general”. Yo no sé cómo se las van a arreglar para que eso no sea así. Porque ¿cómo es posible que un joven militar, un capitán le tenga que decir “mi general” a Contreras cuando resulta que ese general mató a un comandante en jefe? Entonces, el fallo permite que el Ejército tome medidas, que sean coherentes con una verdad jurídica y no con cualquier verdad.

EL EJÉRCITO DE LOS CHILENOS

El Ejército está tomando al parecer una definición.
Sí, sentí que la declaración del general Juan Miguel Fuente-Alba fue de una fuerza, de una definición pero radical.

¿Cómo fue ese encuentro?
Muy emocionante. Porque hemos sentido que el general Fuente-Alba ha estado muy pendiente de este tema, tanto así que la declaración que hicieron no fue casual, fue muy pensada y fue publicada a las horas del fallo. De modo que, naturalmente, ahí hay una actitud de preocupación. El encuentro que tuvimos fue en el ministerio, en su oficina, y que él haya tenido la delicadeza de pedirle al general Óscar Izurieta y al general Juan Emilio Cheyre que asistieran y que ellos a su vez hayan tenido la delicadeza de ir, es muy importante y simbólico. Ellos quisieron transmitirnos que lo que el Ejército había dicho ese día era producto de un trabajo interno muy programado, muy pensado, donde se fueron dando pasos que permitieron hacer este quiebre total con quienes estaban involucrados en el crimen. De modo que entendimos, perfectamente, el valor que tenía la presencia de los generales Cheyre e Izurieta más que para nosotras, para el Ejército.

¿Estos comandantes en jefe habían leído algo de la carrera de su papá? ¿Lo tenían presente en su formación?
En las conversaciones ha surgido con mucha fuerza cómo durante sus años de formación tal vez los documentos más importantes de estudio, eran de autoría de mi padre y que fue tremendamente importante para ellos leer las memorias publicadas en el año ’85. Algunos oficiales -no los comandantes en jefe- nos manifestaron que leyeron las memorias a escondidas en las casas y que aquello fue muy importante porque les hizo cambiar la mirada de lo que estaba sucediendo, observar la realidad de otra manera.

¿Las memorias de su padre dieron pie para esta nueva mirada del Ejército?
Naturalmente, el general Cheyre en sus discursos tomó pedazos de las memorias de mi papá y lo mismo hizo el general Izurieta. Ahí uno se da cuenta cómo el mensaje que mi papá quiso mandar en sus memorias se demoró en llegar, pero llegó y estuvo presente en la reflexión de los oficiales durante estos años.

Esto de devolverle a los chilenos su Ejército limpio de dictadura comenzó con Cheyre. ¿Cómo vieron de afuera ese gesto?
Yo reconozco que Ricardo Izurieta tuvo un gesto al incluir a mi padre en un libro de comandantes en jefe. Él tuvo especial preocupación de incorporarnos en ese tema y sentimos que fue un primer paso, que nos costó mucho darlo a nosotras también, pero era una manera de abrir caminos y como nosotras no teníamos certeza en cómo iba a terminar el fallo, había que ir haciendo el camino. Después vino la comandancia en jefe del general Cheyre, donde se realizaron los funerales, con más de treinta años de demora, pero se hicieron y eso fue muy importante; luego el general Izurieta repone la figura de mi papá al interior del Ejército con este simbolismo de ponerle a un campo militar su nombre y ahora está la declaración del general Fuente-Alba, que viene a ser la postura final.

Piñera adhirió a los dichos del General Fuente-Alba.
A mí me parece que él ha ido buscando la línea valórica más adecuada para el país y lo que está haciendo es respaldar la postura de un Ejército en un tema determinado; y que las declaraciones del Presidente de la República tengan una coherencia con el Ejército, es parte de la convivencia que estamos teniendo, de la reconciliación…

Pero en este mismo escenario aparecen las declaraciones de José Zara que trata de “poco hombre” al general Fuente-Alba por repudiar el crimen de su padre. Entonces, avanzamos con el fallo del Caso Prats, pero hay otro Chile que está ahí y mira de otra manera. ¿Qué reflexión hace de eso?
Creo que son personas muy débiles, que han sobrepasado cánones sociales como son matar, traicionar. Entonces, para vivir siento que tienen que tener algo de defensa sicológica y esa defensa consiste en mantener una postura. Es muy difícil decirle a un hijo la verdad, “fui un asesino”; más vale decir “lo que pasa es que en este momento estas personas…”. Hay una justificación personal que cada uno hace de sus conductas y siento que eso cada día les va a resultar más difícil.
Iturriaga Neumann, Mariana Callejas (que fueron sentenciados en el Caso Prats) aún niegan lo ocurrido.
Todos niegan su participación. Esa es una constante. No es tan fácil aceptar una cosa que hoy socialmente es inaceptable. Porque en ese momento -nosotros hemos sabido- los felicitaron por haber hecho esto. Hemos sabido lo orgullosos que estaban, pero hoy día es una vergüenza. Y esto pasa con todos quienes estuvieron involucrados en casos de Derechos Humanos en general; que en un minuto determinado para el Ejército y para el país fueron héroes, fueron quienes traían la paz, quienes hacían justicia porque mataban y hoy sus propios hijos sienten que tienen un padre asesino. Aquello es un quiebre familiar muy fuerte y te demuestra que este golpe de Estado aún tiene secuelas.

¿Qué le parece la discusión sobre el indulto bicentenario?
Plantear el indulto de la manera que se ha planteado es una torpeza. Tengo la esperanza que con todo lo que se ha dicho, si hay indulto sea para quienes hayan cometido delitos leves. Hoy, por primera vez, el país tiene que enfrentar que tiene en sus penales a personas que han cometido crímenes de lesa humanidad, por eso, no es sostenible un indulto general.

Los militares presos asocian el indulto con la reconciliación nacional.
Yo pienso que esto no cruza la reconciliación. No sé si existe la reconciliación tan profundamente, pero la convivencia existe. Hoy en el Congreso están haciendo leyes las personas que estuvieron en un bando y otro; y se dan la mano todos los días y ya son amigos. La reconciliación diría que es una cosa interna, personal.

UNA VIDA ENTERA

Me contaba al principio que junto a sus hermanas dedicaban tres horas diarias al tema judicial.
Nos dimos cuenta que si nosotras no movíamos las cosas, no iba a pasar nada. Entonces, lo asumimos sin verbalizarlo; lo sentimos como una responsabilidad y no dejamos pasar ninguna ocasión en que pudiéramos hacer un aporte. Había un deber de ser muy fuerte que estaba ahí y eso nos permitió tener claro que cualquier documento que iba apareciendo teníamos que llevarlo a Argentina para incorporarlo en el juicio; si nos decían que había aparecido algo en el diario, lo revisábamos y si era necesario hablábamos con la persona que lo había dicho y le pedíamos un papel y ese papel lo llevábamos a Argentina. Y fueron esas pequeñas investigaciones, que ahora da un poco de risa llamarlas así, las que mantuvieron vivo el juicio y, finalmente, fueron las bases sobre las cuales se investigó después. Entonces, eso nos tomó mucho tiempo de la vida. Yo habría estudiado otra carrera si no hubiera sido que tenía esto, habría hecho muchas cosas, mi vida habría sido distinta.

¿Está tranquila, contenta, qué siente?
Uno cree que las cosas nunca terminan, pero tengo la sensación de término. Siento que la conjunción del fallo con la declaración del Ejército es un valor para el país. No hay más discusión sobre este tema, se cerró.

¿Cómo han reaccionado los sobrinos, la familia?
Han estado muy emocionados porque a ellos les ha tocado recibir la figura de mi papá desde nosotros, naturalmente, pero también a través de terceras personas con las que se han topado; que les hablan sobre su pensamiento, o sobre los favores que mis papás hicieron y nosotros nunca supimos… Yo diría que ahora ellos han sentido una tremenda tranquilidad también, porque siempre estaban con la preocupación de nuestro cansancio, entonces, ha sido importante el término para ellos y para nosotros, que ahora sabemos que no les dejamos nada pendiente. Porque muchas veces pensamos que nunca íbamos a terminar, y si nunca terminábamos era un tema que les iba a quedar a ellos. Es un alivio muy grande, decir “esto se acabó”. Después si alguien quiere escribir algo, es otra la sintonía.

¿Ha pensado escribir sus memorias?
No, más bien uno tiene la deuda de lo que no se vio. Porque son muchas cosas, miles, pero no sé si tengo fuerzas. De repente tengo muchas ganas de descansar y de ocupar mis tiempos en otras cosas, finalmente, ha sido la vida entera.

El cuadro de José Balmes es parte de lo que no se vio.
Me lo entregó en un homenaje que un grupo de personas le hizo a mi papá el ’85 en el Teatro Caupolicán, y en ese tiempo cualquier homenaje a mi papá era muy difícil porque por un lado nosotros cuidábamos que no fuera un acto político, sin embargo, queríamos que fuera un acto de protesta; y que estuviera cruzado por todas las posibilidades de partido que existían en ese momento. Eran situaciones muy complejas porque estábamos todos muy afectados por la dictadura, por la falta de libertades, y siempre se quería sobrepasar los límites. Pero nosotros sentíamos que mi papá no era la figura para llevar una punta política.

¿Por qué?
Porque nosotros sentimos que mi papá lo que trató de hacer durante los años setenta fue estar en un puesto donde él definió una doctrina que era de respeto al poder político, pero al mismo tiempo apolítica y centrada en el bien país y en el diálogo. Todo eso llevó a que las Fuerzas Armadas de común acuerdo tuvieran puestos entre comillas políticos y, naturalmente, las “acusaciones” que le hacen a mi papá son haber sido ministro, pero nadie se recuerda que ese cargo lo ocupó porque el consejo de generales le pidió que lo ocupara. No lo decidió él. Por ese motivo también estos años han sido muy difíciles, porque en una primera etapa cada partido político quiso apropiarse de la figura de mi papá como una figura de lucha.

Me acuerdo del episodio del libro con las falsas memorias de su padre que publicó el Fondo de Cultura Económica de México y que escribió Eduardo Labarca, periodista del PC.
Por momentos hemos sido amigas y hemos estado enojadas con todos los partidos políticos. Muchas veces nos tocó ir a hablar con el presidente de tal partido para decirle que “cómo hacía esas declaraciones”. Al Partido Comunista fuimos muchas veces. Hemos tenido muchos homenajes a mi papá, pero hemos sido muy cuidadosas en decirles a veces “para eso no, pero si nos mantenemos en esta línea, sí”. Pero en general ha sido más la comprensión y el respeto al tema que las dificultades.
Y el decir “para eso no”, ¿tiene que ver con qué a su padre siempre lo vio como un militar?
Claro. Si, finalmente, mi papá fue un militar, nada más. Es sólo que los últimos tres años de su carrera fueron mezclados con esta situación política nacional que era límite; y en la cual a mi papá le tocó estar en un cargo donde tuvo que tomar definiciones.

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