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Opinión

10 de Agosto de 2010

Por favor, sigan

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POR CRISTÓBAL BELLOLIO
El viejo manual de cortapalos marxista recomendaba agudizar las contradicciones para que las condiciones revolucionarias fuesen más notorias y urgentes. Siguiendo la tesis, lo mejor que le puede pasar a los liberales chilenos -en especial a aquellos que se sienten más inclinados a la derecha- es que Carlos Larraín siga equiparando la homosexualidad a la pedofilia, que Sergio Diez encabece la comisión de familia del Instituto Libertad, que Manuel José Ossandón siga defendiendo al cura Karadima y que Pedro Sabat insista en expulsar a Bielsa por no hacerle reverencias al Presidente. Por favor, que sigan. Así RN supera en extremismo a la UDI (que en estos temas ha sido prudente y pragmática), poniendo en posición inmejorable a su disidencia -que empieza a organizarse- y abriendo espacio para nuevas aventuras liberales fuera del paraguas oficialista. El mundo conservador, de incombustible generosidad, nos acaba de regalar tres nuevos puntos de quiebre: Las vírgenes de la Junji, el informe solicitado por el CNTV contra El Club de la Comedia, y el instructivo del Sernam sobre relaciones sexuales. Son episodios tan sabrosos que conviene degustarlos uno a uno.

En el primer caso, Ximena Ossandón se rebela contra la separación de la esfera política y religiosa, batalla liberal de dos siglos de vida independiente. Obviamente no hay problema alguno en que María de Nazareth la inspire en la cotidianidad del trabajo (dice que lo hará “más eficiente”), pero instalar su estatua a la entrada de un edificio público violenta la idea misma de Estado laico. La señal que envía tiene tanto de protección a la infancia como de proselitismo: “acá somos católicos, creemos que Dios tuvo un hijo llamado Jesús que nació por obra y gracia del Espíritu Santo, amén”. Doña Ximena se ampara en que “la imagen de la Virgen María es transversal”, y ante eso nadie debiera sentirse ofendido. Saca la estadística y arguye que el 84% de los chilenos es “mariano” (¿?). Si ese es el criterio, vamos haciendo espacio para los bustos de Bielsa y Bachelet, que rozan una popularidad similar. O para los posters de Madonna y Angelina Jolie, íconos de la maternidad por recorrer el mundo adoptando niños vulnerables. Nadie hace arcadas con Angelina Jolie, eso es seguro.
En el segundo caso es muy temprano para emitir juicios definitivos. Al señor Herman Chadwick, mandamás del CNTV, le soplaron acerca de las irreverentes parodias del programa humorístico de CHV sobre pasajes bíblicos. Entonces pidió un informe. El mero hecho de pedir un informe ya suena mal. Es como llamar a un embajador a informar, lo que nunca es para celebrar buenas noticias. Es darle gravedad a la situación. Ahora, por muy primo que sea el señor Chadwick del Presidente Piñera, la suya es una entidad autónoma del gobierno de turno. Lo que correspondería en este caso, si la sangre llega al río, no es echarle la culpa a la “nueva forma de gobernar”, sino a la epidermis sensible de algunos católicos encumbrados en el poder que se parece en muchas cosas al autoritarismo y la mera intolerancia, viejos rivales de la libertad de expresión.

El tercero viene saliendo recién del horno. Un folleto orientador del Servicio Nacional de la Mujer resalta la importancia de que “los y las adolescentes comprendan que su vida sexual debe postergarse hasta el matrimonio”. No tiene nada de raro haber escuchado esto desde el púlpito de una iglesia, pero ¿es el Estado el encargado de aprobar o reprobar lo que hacemos en la cama? Desde una perspectiva liberal, jamás. Desde una conservadora, por qué no. En lugar de entregar información apropiada respecto de las ventajas y riesgos de la una vida sexual plena, el gobierno de excelencia nos recomienda esperar hasta que llegue LA persona que dará sentido a nuestras vidas. Como eso pasa cada vez más tarde entre los chilenos (los hombres que se casan lo hacen en promedio a los 29 y las mujeres a los 26), nos tendremos que acostumbrar a una sociedad irritable y con el kino acumulado por años, sin siquiera mencionar el desastre que significa para las políticas públicas la tentación de tapar el sol con un dedo.

¡Bien por la Junji, el CNTV y el Sernam! ¡Por favor, sigan!

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