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Nacional

12 de Agosto de 2010

Transantiago Eléctrico

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Por Luis Molina Vega / ex-precandidato presidencial

Antes he hablado de esta iniciativa e insisto en plantearla porque estoy convencido de su factibilidad. En perspectiva, un reemplazo del transporte público alimentado por diesel a uno eléctrico corresponde al primer paso de una política energética que nos lleve a ser un país totalmente eléctrico, en especial soportado por la producción de energías renovables no convencionales, aunque esto último es de un aliento que implica décadas de
desarrollo; sin embargo esta estrategia es de hacerla ahora, y un Transantiago Eléctrico es de este año y los próximos tres, al menos para implementarse cuando los actuales buses cumplan su vida útil y se deban reemplazar (2014).
Chile tiene todo para hacerlo. Primero tiene una necesidad real, no estamos hablando de un ʻgusto de país en desarrolloʼ. Un sistema de transporte público eléctrico, con baterías en sus buses, litio, por supuesto, ayudaría verdaderamente a descontaminar la ciudad. En segundo lugar, su implementación, con los sistemas de carga, sistemas de mantención, su operación, darían al país una base para acoger un sistema vehicular eléctrico, que además, acompañado de una legalidad ad-hoc, que premie el uso de estos vehículos, completaría un avance ambiental notable. En tercer lugar, el país recuperaría su inversión al reducir los costos de transporte, costos de salud asociados a la contaminación y los costos de energía -por mayor escala de producción-.
Es cierto, en el Transantiago de hoy los GPS no se instalan, el software funciona mal, existe la evasión del pago, las tarifas suben, y es para asustarse con los emprendimientos del Estado, pero en el caso de un Transantiago Eléctrico, estamos hablando de un problema asociado, principalmente, a la mayor inversión, lo que implica un problema de gasto inicial alto, y que seguramente deberá ser asumido en parte por el sector público,
pero que dejará instalado un sistema con tarifas significativamente más bajas que en la actualidad, permitiendo que, en las etapas posteriores, el sistema de transporte para Santiago no sea un despilfarro de dineros que tendrán que pagar todos los chilenos, lo que ya ocurre.
Pueden revisar distintos estudios en internet de consumo eléctrico comparado con consumo de diesel; he analizado varios, pero todos indican ahorros de los que se deduce que las actuales tarifas bajarían en al menos 30 ó 40%, sin contar los demás ahorros por externalidades positivas para otros sectores del país.

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