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Opinión

25 de Septiembre de 2010

Percival Cowley, ex capellán de La Moneda: “El Gobierno ha actuado con sordera”

Estuvo diez años en La Moneda y ahora mira de lejos la manera de actuar del nuevo gobierno. Le molesta que se utilice el nombre de Dios en cada discurso presidencial, pero sobre todo le preocupa la sordera con la que se enfrenta el conflicto mapuche. En cuanto a su terreno, la Iglesia, admite que lo de Karadima lo dejó dolido. James Hamilton lo puso al tanto años atrás y elevó a quienes correspondía las denuncias. Pero no pasó nada.

Verónica Torres
Verónica Torres
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    Foto: Alejandro Olivares

• En su oficina del Colegio Sagrados Corazones de Manquehue tiene una foto con el Papa Benedicto XVI. El viaje lo hizo el año pasado en compañía de Michelle Bachelet. Y apenas muestra la foto acota “en Argentina no tienen capellán y eso que la Presidenta es católica y acá Michelle lo tuvo”. Estuvo diez años en La Moneda (seis con Ricardo Lagos) y ahora mira de lejos la manera de actuar del nuevo gobierno. Le molesta que se utilice el nombre de Dios en cada discurso presidencial, pero sobre todo le preocupa la sordera con la que se enfrenta el conflicto mapuche. En cuanto a su terreno, la Iglesia, admite que lo de Karadima lo dejó dolido. James Hamilton lo puso al tanto años atrás y elevó a quienes correspondía las denuncias. Pero no pasó nada y aquí habla de esa desidia; y también explica por qué la Iglesia, que alguna vez defendió a las víctimas de la dictadura, hoy pide misericordia para los militares presos.
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¿Qué le parece que Piñera incluya tanto a Dios en sus discursos?
Debo decir que no me gusta. Es tan complicado utilizar el nombre de Dios. Siempre nos queda grande. Y en la medida que uno lo usa a cada rato lo trivializa; uno se encarga de empequeñecer su imagen, su presencia. Y yo creo que desde el punto de vista humano y racional, y también de la fe, Dios es siempre mayor; por lo tanto, los que tratamos de ser cristianos tenemos que procurar encontrar su rostro, buscándolo. Pero da la impresión de que algunos ya lo han encontrado.

El alcalde de Puente Alto, Manuel José Ossandón, dijo el otro día que “Dios había vuelto del exilio” en este nuevo gobierno. Y lo dijo a partir del rescate de los mineros, que para él fue un milagro.
Yo no lo escuché, pero tengo una muy buena impresión del alcalde de Puente Alto. Es un hombre muy cristiano y no soy quién para hacer una crítica respecto de la persona, pero como ha estado en discusión la utilización del nombre de Dios para cualquier cosa, hay que tener cuidado porque no se le puede atribuir todo a Dios. Hay muchas cosas que dependen de la voluntad y de la libertad humana. Y que son responsabilidad nuestra y no de Dios. Dios no puede querer el mal y, sin embargo, el mal está presente. Y es, por eso, que me llama la atención cómo se ha procedido en relación con los mineros del norte. Debo decir que lo encuentro espléndido y ojalá salgan cuanto antes, pero veo que en el norte hay todo un despliegue enorme de tecnología que avalo y celebro; y en el sur, en relación con nuestros hermanos mapuches donde no hay elementos de tecnología de por medio para resolver el conflicto, no se está usando ningún medio que permita el despliegue de la libertad humana. En el norte todo se hace muy bien y en el sur se hace pésimo. Y ahí hay una cuestión para reflexionar. Estamos en una sociedad y en una cultura esencialmente materialista y aunque el alcalde de Puente Alto diga las mejores cosas respecto de las intervenciones de Dios, uno quisiera una intervención de Dios a través de las libertades humanas más bien ahora en el caso de nuestros hermanos mapuches.

La Iglesia aún está en ese tironeo de ser o no mediadores, ¿cómo se han comportado?
Mediadores, no; pero en el fondo, sí facilitadores. Vamos a tratar de hacer puente, que eso es lo que significa la palabra “pontífice”, “pontifex”, “constructor de puentes”. La Iglesia está llamada a tratar de ser puente, que los seres humanos podamos entender y en eso está el presidente de la Conferencia Episcopal y los mapuches ya designados para participar en una mesa de diálogo. Ahí es cuando uno dice por qué el gobierno no nombra también a alguien para que se ponga a conversar con ellos. Porque por lo que he escuchado -porque no conozco directamente el mundo mapuche- el modo de conversar de ellos es distinto a nuestro modo de conversar.

¿Por ejemplo?
Fíjate que en la sede de la Universidad Católica de Villarrica, el director -que era un sacerdote alemán- se dio cuenta que entre los alumnos winka y mapuches había una diferencia tremenda en las notas. Los winkas siempre sacaban mejores notas que los mapuches, entonces él reflexionó y decidió poner el estudio en las dos lenguas y los mapuches igualaron en notas a los winkas. Quiero decir que se trata de otro idioma, otra manera de pensar, por tanto, de acercarse a la realidad. Y de todo eso no nos habíamos dado cuenta. Y ahora por el mundo que está en el gobierno hoy, por el origen que tienen y la formación que han recibido, es muy posible que no entiendan nada de lo que es la cultura mapuche. Y sin mala voluntad, simplemente, no entienden y no se dan cuenta de lo que ha pasado con ellos a lo largo de la historia de Chile.

¿De ser así, la demanda mapuche podrá ser escuchada?
Pareciera que los proyectos de ley que han enviado estarían en la línea de satisfacer las aspiraciones del pueblo mapuche. Pero para los mapuches este no es un asunto que se resuelva con una votación en el Congreso, pareciera que para ellos se resuelve con una mesa de diálogo donde se asume esta realidad de diversidad cultural. Ahora, siguiendo el proceso histórico, uno se da cuenta que desde el mundo mapuche de más edad hay ciertas reivindicaciones que son más limitadas, pero desde el mundo mapuche más joven uno diría que hay una suerte de “ideología”. Es decir, hay mucho más reflexión. Ha habido muchas más posibilidades de preparación. Esa chica Natividad Llanquileo, una de las voceras, tiene 25 años y su discurso es de una lucidez impresionante.

Va empezar la huelga seca. ¿Qué debería pasar? (la entrevista fue publicada antes de su inicio)
Monseñor Ezatti -el obispo de Concepción- lo dijo: “nadie se humilla por sentarse a conversar en torno a una mesa”. Y con eso está llamando al gobierno a que se siente a la mesa. Porque todos están dispuestos a sentarse, pero el gobierno ha actuado con sordera, creyendo que las cosas siempre se pueden resolver por arriba y muchas de ellas se resuelven por abajo, es decir, en relación horizontal.

Este gobierno advirtió que buscaría eficiencia y no diálogo ciudadano.
Y ahí hay una cuestión tremenda. Mira, uno no puede sino desear que este sea un buen gobierno por el bien del país, pero yo quedé asustado cuando escuché en un comienzo la cantidad de veces que utilizaron la palabra “excelencia”. Al declarar “somos excelentes” se ponen no sólo en el riesgo de no serlo tanto, sino que detrás de eso hay una cuestión no sólo cultural sino que también moral que es muy peligrosa. Voy a decir esto con temor y temblor, pero creo que el riesgo de eso es la soberbia. Y lo propio del soberbio es que no escucha porque siempre tiene la razón y hay que tener cuidado porque el pecado de la soberbia es el que no tiene perdón. Porque el soberbio no es capaz de pedir perdón.

KARADIMA Y LA VERGÜENZA

Imagino que leyó las declaraciones de Felipe Berrios antes de irse a África. Dijo que el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, que suena como sucesor del cardenal Errázuriz, había participado en una oficina en la dictadura que espiaba a la Iglesia y que elegirlo a él arzobispo sería un retroceso.
Te puedo hacer una afirmación más general. Todos los grupos de Iglesia que reemplazan a Jesucristo por su fundador son peligrosos. O si quieres poner son sospechosos, quien quiera leer y sacar las conclusiones, que las saque y no se va a equivocar.

¿Pero quién podría ser buen sucesor de Errázuriz?
Me abstengo.

¿Por qué?
Porque estoy con una pena tan profunda con todo lo que ha pasado que no quiero decir nada, no quiero pensar nada. Estoy tratando de encontrar más al Señor. Y me doy cuenta que está cosa de la Iglesia es muy compleja, pero me da seguridad en lo esencial que el Señor está ahí.

Como católico, ¿qué parte de la historia de Karadima le dolió más?
Uh, todo, pero lo que más me ha dolido ha sido la desidia y la lentitud porque aquello ha producido dolor en las dos partes. En Karadima y en la eventuales víctimas. Y eso es por la desidia, la demora, la lentitud y en estas cosas hay que proceder con rapidez. La verdad es que me ha dolido y me avergüenza, tremendamente.

¿Desidia por parte del cardenal Errázuriz?
La autoridad eclesiástica, para no personalizar demasiado.

Tengo entendido que James Hamilton habló con usted antes de denunciar el caso.
Fue poco antes del 2006. Vino a mi casa por razones de amistad. Yo soy muy amigo de un médico mayor, a quien James le contó lo que había pasado y él le dijo que viniera a hablar conmigo.

¿Qué impresión le dio cuando lo escuchó? ¿Le creyó de inmediato?
Mira, uno escucha y aquello que uno escucha tiene que tratar de entenderlo y de confiar en las personas que a uno le hablan, justamente, porque uno no es juez de nadie. Yo le dije a este hombre que había dos cosas que podía hacer. Por un lado, él estaba facultado de hacer la denuncia ante los tribunales eclesiásticos bajo juramento. Ahí claro existía el riesgo de que este asunto pudiese filtrarse, con las consecuencias que esto podía tener en términos de su persona, de su familia, de sus hijos. Pero, por otro lado, si él tenía la convicción de que estas cosas habían ocurrido era probable que siguieran sucediendo y que por lo mismo él tenía una responsabilidad vinculada con el bien común. Ahora le dije que la toma de decisiones entre estas dos alternativas no me correspondía hacerla a mí, tú tienes que tomar tu propia decisión desde tu libertad.

¿Qué le pareció su decisión?
De una valentía muy grande, pero no, solamente, de él. Su mujer fue muy noble, ellos ya estaban separados. Y los otros testimonios también fueron muy valientes. El programa de televisión que vimos fue muy impactante y nadie hace un “show mediático” de esa naturaleza como fue llamado por un obispo auxiliar de Santiago (Fernando Chomalí). Aquello no se hace, no se dice, es una falta de respeto tremendo. Porque si es una cosa que se está hablando frente a todo el mundo es evidente que no puede ser un show mediático, sobre todo porque es una situación de dolor tremenda.

¿Usted llamó al cardenal Errázuriz cuando habló con Hamilton y le pidió una audiencia?
No, me comuniqué con uno de los obispos auxiliares a quien yo le dije lo que había escuchado y le manifesté lo grave que me parecía. Ese obispo auxiliar me dijo que en la tarde iba a estar con el arzobispo y le iba comentar lo que yo le había dicho. Me quedé esperando, pero no por mí sino que por quien denunciaba, pero hubo cero respuesta. Pasaron los años y volví a encontrarme con Hamilton, entonces, le pregunté “en qué van las cosas” y me dijo que no había pasado nada. Ahí yo tomé el teléfono y hablé con el secretario del arzobispo y pedí una audiencia para Hamilton; y el secretario -con todo derecho- me preguntó cuál era el tema y yo dije “es una materia grave y urgente”. Tampoco recibí respuesta.

¿Por qué en la Iglesia hay sacerdotes como usted que escucharon y acogieron a Hamilton y otros como Andrés Arteaga, que hasta hoy defiende a Karadima, a pesar de lo que ya conocemos?
Hay un poeta irlandés y católico, Thomas Eliot, que tiene una poesía sobre la Iglesia Católica que se llama “El hipopótamo” donde dice que la Iglesia Católica es como aquel animal: muy grande, de caminar lento, rugoso, muy antiguo, complejo en la contextura y que da cuenta del sentido del humor de Dios. La Iglesia es muy compleja. Y aquello nos permite mirar a la Iglesia por una parte con algún humor porque es una institución muy rara y, por otro lado, podemos mirarla en sus fallas y pecados como una demostración evidente de la existencia de Dios.

¿En qué sentido?
No hay ninguna explicación sociológica que diga cómo han pasado 2 mil años y todavía existimos con todas las embarradas que hemos hecho. Eso, para mí, prueba que la promesa de Jesús “estaré con ustedes hasta el final de los tiempos” es verdadera y se sigue probando a través de la historia. Ahora, estas cosas que pasan y que son dolorosas nos humillan y eso, nos hace bien.

MILITARES PRESOS

¿Qué opinión tiene sobre el indulto bicentenario? Porque hace poco el jesuita Fernando Montes dijo en una entrevista que era partidario del indulto a los militares presos por violaciones a los derechos humanos. Él ha visitado Punta Peuco y ha confesado a muchos de ellos.
A nosotros comos sacerdotes nos toca acercarnos siempre al más débil y puede ser débil quien está enfermo, quien está muriendo, quien está en la cárcel. A nosotros nos toca acercanos al ser humano y en la medida que el ser humano sea más frágil tenemos que acercarnos más. En ese sentido, lo que ha hecho Fernando Montes me parece muy significativo. Sin embargo, yo distinguiría lo que es la tarea de la Iglesia vinculada al amor y a la misericordia, a la opción por los pobres que están sufriendo, al tema de la culpa civil y la punibilidad en relación con esa culpa, y el castigo. Yo haría esa distinción y luego haría otra. Creo que los indultos- que pueden tener plena validez- tienen que ser prudentes. Diría que en caso de militares que han estado implicados en delitos relacionados con derechos humanos yo haría la distinción entre aquellos que pueden estar gravemente enfermos y aquellos que están sanitos. Dentro de los que están enfermos, a lo mejor habría que ver caso a caso, si alguno tiene algún tipo de participación no tan importante o que lo sucedido en su caso no fue tan significativo desde el punto de vista de las consecuencias sociales. Habría que mirar los matices en casos particulares.

Pero las personas que están en Punta Peuco y Cordillera están por delitos cometidos en dictadura. ¿Eso no es justicia?
En una justicia fría de la pura razón, uno diría, bueno, si estas personas hicieron las barbaridades que hicieron que sigan ahí hasta que cumplan la condena y que se mueran ahí. Pero si tú le agregas misericordia ¿qué pasa? ¿No empiezas a preguntarte si una de esas personas está con un cáncer terminal, qué pasa con esa persona desde el punto de vista de su familia, de sus afectos, de su condición esencialmente humana? Para estas cosas es bueno tratar de meterse en los zapatos del otro. Hay que ver cómo entra aquí la misericordia y en esa línea celebro lo de Fernando Montes. Me parece valioso, válido. Claro, nos prestigiamos como Iglesia defendiendo a los perseguidos de la dictadura y a lo mejor hoy nos estamos desprestigiando frente a ellos porque estamos haciendo lo mismo que hicimos antes.

¿Es lo mismo?
Sí, esencialmente. Es jugarse por la dignidad del ser humano. Ahora, las decisiones las toma la autoridad correspondiente, son cuestiones de orden político.

La dictadura se ufanó de su catolicismo, pero no tuvo misericordia. ¿Cómo le explica a los familiares de las víctimas que la posición de la Iglesia es la que debe seguir sólo por ser Iglesia?
Es incuestionable que en tiempos de dictadura nos jugamos hasta el fondo por los derechos humanos a pesar de las amenazas y los sacerdotes asesinados. Y en ese tiempo defendimos también a los comunistas y resulta que un católico y un comunista tenemos visiones distintas respecto de la vida. Ahora, un católico y un militar tenemos visiones muy distintas respecto de la vida, pero está en juego la vida de uno y otro. Mi mamá decía “menos averigua Dios y perdona” que es un decir popular, pero tiene su sabiduría como todos los dichos populares. Es, por eso, que yo invitaría a conversar. Haría otra mesa de diálogo para tratar de explicar a las víctimas. Podría haber sido una buena función de la Vicaría de la Solidaridad.

Los militares dicen que la justicia que se ha impulsado en democracia ha sido una venganza.
Yo creo que no es venganza. A lo mejor hay algún inocente que esté metido en esto, que pueda decir algo así, porque está muy molesto y con toda razón. Pero los numeritos que se mandaron pues, las cosas que uno vio, escuchó. Mi hermano abogado con todas las cosas que le tocaba escuchar en materia de derechos humanos se murió de pena. Entonces, uno podría decir “qué se han imaginado, dejaron la embarrada y ahora dicen que es venganza” y no: es justicia.

Y dentro de esa justicia. ¿la Iglesia pide misericordia?
En los casos que sea urgente.

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