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Opinión

16 de Octubre de 2010

Jorge Arrate sobre la Concertación: “Si hubiera ganado Frei, estarían todavía en un baño de espuma con leche de burra”

Fue ministro de dos gobiernos del arcoìris y embajador de otro. Se fue distanciando y terminó representando a la izquierda en la última presidencial, donde fue la revelación. Escritor y político de la antigua escuela, Arrate explica por qué perdió la Concertación y qué cosas no tiene que hacer la izquierda. Su primer consejo: no amarrarse con una neoconcertación para el 2014. Arrate al hueso.

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POR VICENTE UNDURRAGA Y PABLO VERGARA • FOTOS: ALEJANDRO OLIVARES

¿Qué mató o dejó políticamente agónica a la Concertación?
-Fue un proceso y creo que tuvo signos muy fuertes a mediados de los 90. Señalo algunos: uno muy importante fue una crítica muy a fondo de un libro escrito para que lo leyeran unos cuantos y que se convirtió en un best seller, uno de los más importantes del siglo XX en Chile, que es el “Chile: Anatomía de un mito”, de Tomás Moulian; se trabó la discusión entre autoflagelantes y autocomplacientes; hubo un signo clarísimo en la elección de 1997, cuando la cantidad de nulos y de votos blancos fue enorme, muchos de ellos escritos contra el gobierno y, bueno, de allí en adelante la Concertación no fue capaz de hacer cuentas con eso y recurrió, en cambio, a otro mecanismo de sobrevivencia que fue el que la siguió acarreando hacia adelante.

¿Cuál?
-Primero, el cambio de liderazgo, el surgimiento de uno distinto al de los DC, como fue el de Ricardo Lagos; fue un hecho muy trascendente que renovó esperanzas en la Concertación. Y esas esperanzas se desvanecieron después de algún tiempo en el gobierno, y cuando la Concertación parecía ya exhausta por su incapacidad de revisarse a sí misma, de reinventarse, surgió Bachelet, que con todas sus características abrió una nueva expectativa y arrastró de nuevo a la Concertación hasta los 20 años. La Concertación resistió desgastes, compromisos con la derecha, acostumbramientos al sistema de poder, complicidades, una ley de partidos que transforma a los partidos en los dueños de los cupos y en los dueños de las pegas y superó un cambio de liderazgo; eso políticamente es interesante. Además, generó la primera mujer Presidenta en Chile, lo que también es un hecho muy trascendente. Pero hasta ahí llegó.

Dice que las esperanzas se desvanecieron en el período de Lagos; si tuviera que marcar en un punto ese desvanecimiento, ¿cuál sería?
-No tengo en la cabeza exactamente el cronograma, pero creo que Lagos hizo una primera etapa bien interesante de gestos, de contenidos simbólicos, que preanunciaba un cambio que estaba asentado en un proyecto político que tenía y que nunca se ha explicitado. Su proyecto, creo, era conformar una fuerza, según era su visión, que iba desde la izquierda extraparlamentaria hasta Allamand, que en esa época todavía seguía siendo la gran esperanza blanca de la Concertación. Recuerdo haberle escuchado este planteamiento al comienzo de su gobierno. Eso se derrumbó con los ataques implacables de la derecha en el tema del nepotismo, de las acusaciones de corrupción, que llevaron en definitiva al acuerdo Lagos/Longueira. Creo que ahí el gobierno entregó la oreja.

Es un gobierno que usted plantea que empezó de una forma y que termina con los empresarios diciendo que lo aman.
-Así es. Bueno, algo parecido ocurre con el de Bachelet. Acuérdese lo que fueron sus primeros meses, la embestida de la derecha sobre la ineptitud, la incapacidad, la debilidad, la falta de experiencia. Recuerdo que publiqué una columna en El Mostrador en esa época que se llamaba “Disparen a la pianista”. Porque la derecha y parte de la Concertación, hasta sus propios compañeros, se dedicaban a hacer chistes con ella. Y nuevamente hubo una entrega de oreja, creo, porque el gobierno ciudadano quedó en una expectativa, el plebiscito consultivo anunciado quedó en una pura expectativa. En fin.

¿A quién se le entrega esa oreja, para explicitarlo?
-A la derecha, a los poderes de la derecha, que son varios. La derecha tuvo mucho poder sólo por su veto parlamentario durante los 20 años de la transición. Siempre lo tuvieron y cuando la Concertación pudo romperlo, no quiso. Esa es la gran responsabilidad de la Concertación.

¿Cómo podría haber roto la mayoría de la derecha en el Congreso?
-Una forma era haciendo los pactos electorales para obtener los quorúms en las cámaras. No se hizo, básicamente por la oposición DC, por una postura que se fundaba en viejos prejuicios de la Guerra Fría. Luego, hubo la oportunidad cuando se terminaban los senadores designados y correspondía al gobierno de Lagos designarlos. Si usted hace esa cuenta, puede llegar a la conclusión que había entre siete y ocho de los nueve que habrían sido proconcertación y uno -estoy dejando afuera exclusivamente al representante de la Marina-, que no. ¿Y qué se hizo? Se hizo la Reforma Constitucional del 2005 a la que se denominó Nueva Constitución. Se hizo un acto masivo en el Patio de los Naranjos en el que se celebró la Nueva Constitución en que se suprimieron los senadores designados. Los senadores designados se terminaron en Chile cuando ya no le servían la derecha pero sí le servían a la posibilidad de cambiar la Constitución.

¿Usted estuvo en esa ceremonia?
-Estuve invitado, pero no fui.

EL DISTANCIAMIENTO

¿Cuándo parte su distanciamiento y por qué?
-El mío es un distanciamiento casi metódico, porque soy un inconformista por naturaleza. Creo que mientras estuve en el gobierno siempre representé internamente a la izquierda de la Concertación. Por supuesto, asumiendo todas las responsabilidades que me corresponden, porque soy de matriz concertacionista y fui ministro de dos gobiernos y embajador de otro. El 2003 decidí renunciar a la embajada en Argentina porque quería volver a Chile y participar en actividades académicas o políticas. Me vine de presidente de la Arcis y me reincorporé a la actividad política. Volví el 2003, publiqué… Sabe, tengo la virtud y el defecto de ser el político chileno que más ha escrito y publicado. Entonces, mis huellas digitales están puestas en blanco y en negro: ahí están mis errores y mis aciertos.

En alguna entrevista decía que en el gobierno de Aylwin -incluyéndose- se gobernó pisando huevos, lo cual era comprensible teniendo a Pinochet encima. ¿Eso se extendió 20 años y generó una comodidad?
-La Concertación convirtió la necesidad en virtud. En el gobierno de Aylwin, por las características que tenía la transición chilena, había que hacer compromisos, acuerdos. Estaba pendiente un acuerdo que hubo entre Aylwin y Jarpa, no escrito, para suprimir los senadores designados y modificar el binominal. Eso no logró escriturarse en las reformas del 89, pero quedó pendiente. La idea era hacerlo en el nuevo Congreso. Y nunca lo cumplió la derecha. Yo tengo un intercambio de cartas con Allamand en que lo emplazo a cumplir. Pero esa fue una necesidad que tiene toda transición, porque las transiciones son muy contaminantes, todas. Cuando uno habla de transición habla de pactos.

La transición tuvo mucho de transacción.
-Esencialmente son pactos, explícitos, a veces implícitos. El punto es que la respuesta debiera ir por el lado de otra pregunta: ¿alguien en 1988, cuando se ganó el plebiscito, pensó que 22 años después íbamos a tener la misma Constitución, si bien con una firma de un Presidente electo democráticamente? ¿Alguien pensó que íbamos a seguir con el sistema binominal? ¿Que íbamos a haber tenido 20 años fuera del Congreso a sectores de Izquierda que sí querían estar en el Congreso? ¿Que íbamos a tener aproximadamente la mitad del universo ciudadano potencial fuera del sistema? ¿Alguien pensaba eso? ¿Alguien pensaba que el coeficiente de Ginni, para medir la distribución del ingreso, se iba a mantener prácticamente igual, que no iba a haber cambios esenciales? He estado mirando las cifras de Lula en 8 años: hay una reducción de la pobreza a la mitad; cambio en la distribución del ingreso, una caída significativa del coeficiente de Ginni. En Chile… ¿Por qué no? Porque la Concertación ha vivido auto aplaudiéndose por la disminución del número de pobres, pero nunca ha querido enfocar el tema de la desigualdad. Ese es el problema. Y la desigualdad es fundamental para una sociedad moderna, si los seres humanos se miden en función de otros seres humanos.

DESIGUALDAD

¿Cómo se enfrenta hoy, 2010, y hacia futuro, la desigualdad, cómo se pone en agenda?
-El año 96, 97, 98, Cepal, u otro organismo internacional, emitió un informe en que Chile aparecía como uno de los países más desiguales de América Latina. Yo era ministro del Trabajo; hice una conferencia de prensa con el informe, de esas habituales a las que iban 4 ó 5 periodistas radiales, generalmente. Pero esta vez fue la prensa escrita. Y ahí dije que para esto había que corregir la legislación laboral entre otras cosas. No se me olvida el titular de El Mercurio: “CHILE ENTRE LAS DISTRIBUCIONES DEL INGRESO MÁS DESIGUALES DEL MUNDO- DICE EL MINISTRO DEL TRABAJO”. Todos sabemos lo que quiere decir “DICE”, ¿no?… Bueno, después, Sergio Aguiló, diputado socialista de la Concertación, emitió un documento el año 2001 muy importante: se llama “Chile entre dos derechas”. Recuerdo haberle dicho al Presidente: “comparto íntegramente el documento, salvo el título, que me parece una exageración”. Posteriormente hicimos un documento que se llamó “Enfrentar las desigualdades”, el 2003 ó 2004, que firmábamos un grupo de socialistas y gente de otros partidos. Y en la campaña hice una propuesta concreta sobre el salario mínimo para llegar al salario ético de monseñor Goic en cuatro años; planteé un programa para las Pymes. La desigualdad hay que atacarla masivamente, es un muro que hay que empujar al mismo tiempo y de todos lados. El país tiene que hacer un esfuerzo sistemático, masivo y simultáneo: un programa que diga tantos puntos del producto se van a destinar cada año para ir resolviendo el tema. La proyección de crecimiento de Chile para este año es de aproximadamente 5%. Estamos hablando de US$7.500 millones. ¿Y adónde van? Supongamos que lo que tienen lo dejamos tal cual está, no tocamos la fortuna de nadie. Lo único que decimos es “no siga creciendo”. Si ese 5% el país lo destinara a un programa a 5 ó 10 años para enfrentar las desigualdades, saldríamos adelante.

¿Pero cómo el país se apodera de eso para redistribuirlo? ¿Impuestos?
-Sin duda, en parte. Pero también está el tema de los salarios: el salario mínimo ético, del que todo el mundo se olvidó. De monseñor Goic todos dijeron “qué bondadoso que es”, algunos se atrevieron a decir “no sabe nada de economía” y entonces salió un gran cura que admiré y quise siempre, que murió hace poco, monseñor Carlos González que dijo “yo propongo un salario máximo”. Jajaja. Ahí efectivamente confirmó que no sabe mucho de economía neoliberal. Pero se puede, lo que pasa es que lo que gobierna Chile hoy es la razón de la codicia, la razón del mercado, de la maximización de las ganancias. Y si no se cambia la razón fundamental, que organiza la sociedad, va a ser imposible.

Pero, por ejemplo, respecto al asunto de los salarios, ya sabemos cuál es la respuesta automàtica de la derecha. Dirán que eso va a disminuir el empleo.
-Es que esa respuesta es sacada del pizarrón de una sala de clases donde están enseñando teoría económica neoclásica. Pero hay miles de casos en que ese pizarrón no se aplica. Hay montones de regulaciones, subsidios. Hay subsidios a la industria forestal, a la construcción de viviendas, devoluciones del IVA. Estamos llenos de subsidios.

Pero los subsidios se alimentan de impuestos, y entonces la derecha va a decir que subir impuestos va a disminuir la inversión. Hay un círculo vicioso.
-Eso es la respuesta lógica cuando la razón rectora es la razón mercantil. Ahora, si hay un gobierno que dice que vamos a tratar de establecer en el país una razón social por sobre la mercantil, si se establece ese criterio, las cosas se pueden hacer. Si cuál es el problema del empleo con los empresarios. Es básicamente que el 70 u 80% lo generan las Pymes en Chile. Pero las Pymes están acogotadas por el sistema, tienen tasas de interés que son muchísimo más altas que las de las grandes empresas; no tienen posibilidades de capacitación, de asesoría técnica, de acceso a tecnología; no tienen ninguna reserva de mercado. En la campaña planteamos que hay ciertas áreas que estén reservadas para pequeñas y medianas empresas.

En EE.UU se ocupa eso.
-Y en Europa. Fíjese usted: los malls. Oiga, vengo llegando de Nueva York y no he visto ningún mall en el Soho. Ni en Union Square. Los malls en las ciudades norteamericanas están fuera de las ciudades. ¿Usted cree que en Barcelona le dejarían poner un mall en el centro? ¿O en París?

Pero eso es más bien una cosa de regulación urbana.
-Por supuesto, pero además porque el concepto urbanístico que hay en Barcelona es un concepto que pone una fuerte preferencia a la vida colectiva, la conservación de los barrios, mientras acá lo que se hace es abandonar las plazas para reemplazarlas por el mall.

¿Y?
-La diferencia es que en las plazas uno mira a las niñas y las niñas miran a los jóvenes; y en los mall, las niñas y uno miran las vitrinas.

IZQUIERDA

Cuando Arrate habla de la izquierda, menciona las numerosas derrotas que ha tenido en los últimos años, políticas y militares. Y dice que eso la llevó al acomodo y a la supervivencia. “Lo que falta a la de hoy es ser capaz de innovar”, dice.

¿Por qué era exagerado el título del documento de Aguiló? ¿Por qué Chile no está entre dos derechas? Haciendo abstracción del pinochetismo y de lo valórico, ¿dónde hay diferencia entre la derecha chilena y la izquierda hoy y dónde deben estar hacia delante?
-Primero, obviamente una historia. La historia no es cualquier cosa. Segundo, miremos los programas en la última elección presidencial. Los de Piñera, Frei, ME-O y el nuestro. Uno lee el nuestro y dice este programa es maximalista o está planteando la nacionalización del cobre o una asamblea constituyente. El punto es que es una responsabilidad de la izquierda poner en el debate lo que los demás no ponen.

Esa es la pregunta. ¿Qué cosas se debieran poner ahora, del 2010 en adelante, en el debate?
-Una nueva Constitución a partir de una asamblea constituyente. Creo que hicimos avances en esto. Frei y Enriquez dijeron que sí, que estaban de acuerdo en una nueva Constitución. También tenemos que poner el tema del cobre. Fíjese que está ahora discutiéndose el nuevo royaltie. ¿Quién lo iba a decir? 22 años después del plebiscito la Concertación nuevamente va a convenir un royalty, que significa nuevamente vender soberanía política, porque la invariabilidad tributaria es una venta de soberanía política. Cuando se vende invariabilidad tributaria hasta el año 2025, se está vendiendo algo que no le pertenece al actual gobierno: 15 años de imposibilidad de legislar y derechos de otras generaciones porque seguramente el 2025 a lo mejor ni Piñera ni yo ni muchos otros vamos a estar sobre la faz de la tierra. Hay que poner el tema de la nacionalización del cobre en el sentido de la recuperación de esa riqueza para Chile, no en un sentido estrecho; creo que hay que mirar el cobre en función de lo que es el cobre hoy.

¿Qué otros temas debe plantear la izquierda?
-El tema educacional: hay que construir un sistema nacional de educación pública, progresivamente. Eso no lo dice Piñera ni lo dicen los otros programas de matriz concertacionista. Y así, me podría alargar en otros temas, por ejemplo en la energía nuclear: nosotros estamos claramente en contra, y éramos la única candidatura que planteaba eso. En el primer foro presidencial que se hizo en canal 7, el único que usó dos veces la palabra mujer fui yo; el único que usó la palabra cobre fui yo; el único que usó la palabra constituyente fui yo y el único que usó la palabra mapuche fui yo…

Después de esos debates, su candidatura se disparó y obtuvo la mayor votación de la izquierda en estos 20 años.
-Mi candidatura habría obtenido más votos si la cancha hubiera sido más plana, obvio. La cancha no era plana en términos de medios de comunicación; no era plana en términos de recursos: las declaraciones oficiales –dejemos de lado las no oficiales, que son mucho peores- dicen que por cada peso que gastó mi candidatura, Enríquez gastó 9, Frei 15 y Piñera 31. Esa fue la proporción. Pero el tema al que quería ir era otro: la cancha tampoco era plana porque hubo una estrategia de presionar a la candidatura de la izquierda desde el lado de Frei y de Enríquez simultáneamente, para reducirla. Pero el hecho más importante es que yo el 16 de noviembre propuse un pacto, antes de la votación de primera vuelta, para que Frei, Enríquez y yo concordáramos en que el que pasara a segunda vuelta iba a tener automáticamente el apoyo de los otros dos sobre la base de algún acuerdo político básico. Así perdimos una fuerte votación. Por eso que no aceptaron el pacto, porque igualaba la cancha entre los tres y sabían que eso significaba que sacábamos una votación más alta. Al no hacerlo, incurrieron en una mezquindad por la que hoy se está pagando.

¿Y convenía que ganara Frei? ¿No es mejor que haya ganado Piñera y que obligadamente la Concertación no pudiera seguir en ese acomodo?
-Para nosotros sería mejor.

Pero eso sería la eternización de la Concertación pisa huevos.
-Bueno, obviamente tendríamos un escenario en que nadie habría dicho una palabra sobre errores, estarían todavía en un baño de espuma con leche de burra. Los esternones estarían mucho menos doblados que lo que están ahora por algunos débiles golpeteos de pecho que se han hecho, que paradojalmente para mí el que con más fuerza lo ha hecho ha sido Lagos padre… Pero los demás, no. Se escabullen, se corren. El terremoto evitó la cosa; la huelga de hambre mapuche, los mineros. Ya va a pasar un año y ni pío. Entonces, no creo que estemos en un escenario tan distinto, fuera de los gestos y de la adhesión al poder y de la tranquilidad de las vidas de mucha gente que se había acostumbrado a simplemente identificar militancia con cargo público, el concepto de militancia se fue deteriorando y deteriorando y se pasó a militar en algún servicio público.

¿Entonces, por qué dice que estaríamos mejor con Frei?
-Porque creo que para la izquierda el mejor espacio para su desarrollo es cuando hay más libertades, más democracia, cuando hay menos concentración de poder. No creo en la dialéctica de lo peor es mejor, en que es bueno que gane la derecha porque así se van a acentuar las contradicciones. Usted ve, este gobierno no está acentuando mucho las contradicciones, es un gobierno de derecha claramente populista. Y qué ventaja tiene Piñera: primero, que no fue pinochetista y lo ha capitalizado. Y, segundo, el espacio enorme que le dejó la Concertación, pues. Si Piñera va a arreglar mejor el tema de los deudores habitacionales, de lo que lo hizo la Concertación; a mí no me sorprendería que buscara un acuerdo con el Colegio de Profesores.

¿Pero no es un tremendo desafío para la izquierda vencer a esta derecha que es populista, que juega a acercarse a las posiciones de la izquierda?
-Pienso que la izquierda lo que tiene que hacer es un tremendo esfuerzo de identidad, de reafirmación de identidad, de innovación, de renuncia a los sectarismos y prejuicios para ir conformando una fuerza que sea mucho más poderosa política y socialmente que lo que tenemos hoy, con un movimiento sindical mucho más vigoroso, menos burocrático; un movimiento estudiantil que retome la fuerza de los pingüinos el 2006 y así. Es un error si la izquierda se pierde en la idea de que el gran horizonte que tenemos por delante es ganar el 2014. La izquierda tiene que tener un horizonte de mediano y largo plazo y trabajar en esa perspectiva; si comete el error de adjuntarse a una neoconcertación, cosa que no creo que esté en la cabeza de nadie, comete un grave error.

AYLWIN Y LA OFICINA

Este año el gobierno de Aylwin, del que Sd. fue parte, ha empezado a citarse mucho. Vuelven temas de ese gobierno. ¿Cómo vivió ese gobierno?
-Bueno, yo era parte muy activa de la Concertación, era presidente del PS los primeros dos años del gobierno de Aylwin, después fui dos años ministro de Educación y cuando miro retrospectivamente ese momento pienso que pisamos demasiado sobre huevos, pero soy general después de mi propia batalla. Soy parte de eso y soy plenamente responsable de eso. No hay escapatoria.

¿Cómo ve Ud. lo que pasó con la Oficina de Seguridad? ¿Era necesario un trabajo así?
-Mire, no conozco. Desgraciadamente para poder juzgar ese hecho hay que conocer la historia interna y la historia interna de ese tipo de entidades generalmente tiene un elemento siniestro, al que uno se ha habituado en algunas películas de Hollywood. No conozco los detalles. Creo que desafortunadamente se produjeron hechos condenables, como el asesinato de Jaime Guzmán, el secuestro del hijo de Edwards. Y creo que el gobierno de Aylwin y el propio Aylwin reaccionaron en la época como debían hacerlo, tratando de desarticular a aquellos que seguían en una política que no correspondía al momento. Condeno totalmente los hechos de sangre o de extorsión que ocurrieron. Lo que no quiere decir que comparta las posturas que algunos han adoptado en relación con la extradición de Apablaza; creo que hay que respetar la legislación argentina, que siempre ha sido así: en Argentina la extradición es un tema político, no jurídico, eso es por disposición de las leyes, toda extradición la resuelve el Poder Ejecutivo, no los tribunales. Y creo que juega en esto un hecho que en Chile se percibe poco desgraciadamente: que el sistema también ha vendido al país una autoimagen que no se corresponde.

¿Cómo?
-Fíjese, acabo de leer ayer una larga entrevista de Lula. Lo impresionante es que Lula se refiere a todos los procesos de cambio de América Latina y al único país que no menciona es a Chile. Eso dice mucho; un presidente que además nos quiere, que además genera buenas relaciones con los presidentes chilenos, no menciona a Chile. Qué quiere decir eso. Que la mirada sobre Chile es una mirada cargada de cierta sospecha. En Chile todavía no se percibe el impacto, por ejemplo, que Pinochet nunca haya sido juzgado después que se dijo que se iba a juzgar acá, porque se le declaró demente, que el juez que lo juzgaba nunca haya llegado a la Corte Suprema; que haya violadores de DDHH que o todavía no han sido juzgados o a los que se les están aplicando penas fuertemente reducidas; que los comuneros mapuches hayan tenido que estar 80 y tantos días en huelga y algunos sigan todavía para que no se les aplique una ley en que los testigos son sin rostro y con voz distorsionada, que significaba que Héctor Llaitul habría sido condenado a 103 años sin haber cometido un solo delito de sangre; que significa ser juzgado al mismo tiempo por tribunales militares y por tribunales civiles, que significa que la única medida cautelar es la prisión preventiva y que el tiempo que tiene el fiscal para investigar son dos años… O sea, uno se mama dos años presos mientras se investiga y después lo declaran inocente. De los huelguistas de hambre, hubo dos que fueron declarados inocentes durante la huelga. Todos estos hechos, y otros, configuran las derrotas que ha tenido el Estado chileno en las comisiones internacionales de DD.HH.

PINOCHET

Ud. estaba en el gobierno de Frei cuando cayó preso Pinochet. ¿Cómo vivió eso?
-Pésimo. Es el momento más amargo de mi vida política.

¿Usted renunció?
-Frei estaba fuera de Chile, en Portugal. Y esto no lo he dicho nunca yo… Mi línea era que el gobierno de Chile tenía que hacer todo aquello a lo que estuviera obligado jurídicamente. Yo creo que estaba obligado el gobierno a hacer valer todos los fueros de la persona que había sido hecha prisionera, pero no estaba obligado a nada más. Era mi punto de vista, y lo defendí arduamente al interior del gobierno, desde el primer día, porque siendo Vicepresidente de la República un buen amigo que ya murió, Raúl Troncoso, cuando nos juntamos el día lunes o el domingo, no recuerdo bien, a almorzar, a mí me habían encargado que llevara una minuta; llevé una minuta de cuatro o cinco puntos y al terminar el almuerzo quedaba sólo uno en la minuta. Y ahí hice una declaración de diez o doce líneas y me invitó Raúl a leerla como me correspondía, porque era ministro secretario general de Gobierno, y yo le dije “yo no la voy a leer”. “¿Por qué?” “Porque no soy un payaso”. “No te preocupes, me dijo, la leo yo”. Un tipo muy fino, Raúl Troncoso.

¿Qué puntos le sacaron de la minuta?
-Que no había que hacer nada más que hacer valer los fueros jurídicos, ninguna acción política, que el financiamiento de la defensa no correspondía al gobierno chileno y que esto no legitimaba de manera alguna las brutales violaciones a los DDHH. No me acuerdo más. Cuando terminó esa conferencia de prensa, le dije a Raúl “por favor, el Presidente llega hoy en la noche, dile que yo necesito hablar con él mañana a primera hora porque no puedo seguir siendo ministro y quiero entregarle mi cargo”. Me dijo “pero por qué”. Y a la mañana siguiente me recibió Frei en La Moneda. Me acuerdo que entré a la sala y me dijo (mueve las manos negando). “No podís”, me dijo. Y yo sentí que tenía que guardar una lealtad con Frei, con mi partido, que vivió esta doble alma, porque el PS estaba en mi postura pero el canciller de la época, que era compañero, José Miguel, tenía la otra postura. Entonces, el PS era bivalente en esta crisis. Esa es la historia.

¿Dónde lo pilló la noticia? ¿De la detención se entera por El Mercurio o se entera por Insulza, que sabía la noche anterior?
-Me enteré el sábado. El sábado. Vivía acá en Ñuñoa, en calle Cervantes, con Diamela. El hijo de Diamela, Felipe, vivía con nosotros. Salimos en la mañana, fuimos a la calle Herrera a un taller de vitral porque habíamos encargado una ventanita que era un vitralito a una niña que hacía vitrales y que cuando entramos me dijo “uy, estoy feliz, feliz, estoy dichosa, fantástico lo que ha pasado, que a este tal por cual lo hayan tomado preso en Londres”. Cuando salí, le dije a Diamela que esta niña era media deschavetada. Luego llegamos a la casa a almorzar y de repente Felipe, que era un adolescente de pocas palabras en ese entonces, dice “tomaron preso a Pinochet en Londres”. Ahí fui y tomé el citófono presidencial que cada ministro tiene en su casa, y llamé a Troncoso y me dijo “Sí, nos vamos a juntar a las cinco, en mi casa”. No me habían avisado.

E Insulza sabía de la noche anterior.
-Y ahí, bueno, eso lo escribió Otano ya: llegué a la casa de Troncoso, estaban todos. Él tenía el pie arriba del escritorio porque tenía gota. Yo llegué como 10 minutos atrasado. “Hola Jorge, me dijo, asiento, qué te sirves”. “Raúl, le dije, champaña”. Fue un momento muy amargo y difícil para mí.

LA CONCERTACIÓN

“La pasarela entre el sector público y el sector privado que abrió la Concertación es un puente que se iba haciendo cada vez más corto, se pasaba de un sector al otro en cosa de días”, critica Arrate.

Se pasa de ser ministro un viernes a miembro de un directorio el lunes.
-Claro. Cosa de días. Esa es la puerta giratoria.

¿Y eso debiera estar normado, ser más claro?
-Pienso que sí. Yo soy partidario de ilegalizar el lobby. Eso estaba en nuestro programa. No estamos por legalizar el lobby; estamos por ilegalizarlo, porque es un ejercicio de influencias. Tipificar un delito de utilización de influencias, lo que no quiere decir que las empresas o los grandes intereses económicos no tengan la posibilidad de dar a conocer sus puntos de vista, para eso emplean gente. Pero el lobbysta es una cosa distinta, el lobbysta entra a La Moneda, da una vuelta por adentro, sale y se va al banco o al último piso de la gran empresa, vuelve a La Moneda. Juega al capicúa.

¿Cree posible una nueva Concertación?
-No veo cambio sustantivo en el discurso. No veo por ejemplo el tema constitucional puesto en el primer lugar. En el tema de las riquezas naturales, le apuesto que van a votar a favor de un nuevo royalty, no dicen una palabra del límite, se siguen dando concesiones mineras, la cordillera de Nahuelbuta está entera entregada en concesiones mineras, el lago Lleulleu lo mismo… La Concertación cree que lo hizo muy bien y lo que la mueve, el cemento que la mantiene, es la perspectiva del 2014.

Volver al poder.
-Sí. Y yo no estoy por echarle leña a esa hoguera que no me gusta.

¿La Concertación deja solamente haber conducido bien la transición?
-También haber hecho una reforma importante al Poder Judicial, porque creo que la imagen que hay de Chile en el exterior tiene todas las sombras que le he señalado, pero también hay que señalar que el Poder Judicial ha tenido una radical transformación. Esa fue la gran obra del gobierno de Frei. Y creo que hay un gran aporte cultural en la promoción de la igualdad social de la mujer, que es algo que culmina en el gobierno de Bachelet. Ese es un legado cuyo impacto no podemos medir hoy.

¿Y las redes de asistencia social de Bachelet, las aprecia?
-Las aprecio porque en un país como este siempre me parece mejor que un subsidio de 10 sea un subsidio de 20 o que reciban un subsidio personas que no lo recibían. Pero no van a la generación de un sistema que precisamente vaya tratando de eliminar subsidios, porque la gente es capaz de valerse por sí misma y eso está en deuda. Y lo de la mujer, decía, hay que ver qué pasó en el imaginario de las cabras y de los cabros. Tengo un amigo que cuando salió electa Bachelet una hija de 12 años le preguntó “papá, ¿has pensado en ser Presidente de la República?”. Y él le dijo que no. “Bueno, yo sí”, le dijo ella. Y creo que es una anécdota bien ilustrativa: es una flecha que está lanzada, es una cosa muy importante que Bachelet haya sido Presidenta, más allá que a mi juicio estuvo por debajo de las expectativas.

¿Cuál sería un epitafio de la Concertación? ¿Le parecería que dijera “Aquí la Concertación descansa en la medida de lo posible”?
-No sé, realmente no me corresponde poner el epitafio, tienen que ponérselo ellos mismos.

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