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Opinión

21 de Octubre de 2010

Editorial: Papá salió en viaje de negocios

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Cuando la cápsula Fénix II llegó al fondo de la mina, y las cámaras mostraron al rescatista Manuel González siendo recibido por los mineros que llevaban 70 días atrapados y semi desnudos, y las imágenes del fondo se alternaban con la de los técnicos y las autoridades en torno a la rueda de carreta por la que circulaba el cable que se perdía en ese ojo negro, y millones de personas en todo el mundo contemplaban la escena anonadados y conmovidos, imaginé que el presidente de la república se pondría de pie, y con voz tenue, casi apagada por la emoción, no hallando palabras, pediría un minuto de silencio por el feliz término de la sepultura. Tanto los que se habían deslomado por conseguirlo, entonces cerca del trípode iluminado del que pendía la cápsula, como el resto de nosotros, que seguíamos “el milagro” desde las pantallas de nuestros televisores, habríamos tenido que esforzarnos para desanudar las gargantas durante esos 60 segundos en que todas las voces del país se hubieran unido en un puro silencio. El presidente, en cambio, habló, habló y habló, llenando de superficie un acontecimiento que, entonces más que nunca, invitaba a la profundidad.

Pero este no es un gobierno de honduras. Su promesa, de hecho, es la eficacia, una manera de hacer las cosas, de actuar y administrar la noticia. Y en lo que a esto respecta, hasta aquí va como avión. Yo soy de los que cree que puede esperarse cualquier cosa de Sebastián Piñera, incluso, que puede ser quien termine de cumplir muchos de los que eran compromisos de la Concertación. Si así ocurre, su móvil habrá que buscarlo en el momento.

Por estos días, anda de gira por Europa. Los medios periodísticos se lo pelean. Miembros de su administración han calculado en varios miles de dólares el costo de una campaña publicitaria internacional para nuestro país equivalente a la conseguida con este suceso, y como a Piñera no le gusta perder plata, se ha esmerado en sacarle el máximo partido. Ha regalado piedras de la mina San José a cuanto personaje se le ha cruzado. “Le sumó piedras a la corona de la realeza inglesa”, dijo alguien en twitter, mientras en el norte, a medida que concluye la ficción del encierro feliz, empiezan a volar los peñascazos. Piñera llegaba a Inglaterra el mismo día que se conmemoraba la detención de Pinochet en Londres y acompañado, ni más ni menos, que por algunos de los que fueron a visitar al viejo a la London Clinic, y que llegaron a pedir boicot al whisky mientras no lo liberaran. Pero todo eso quedó en el agujero, porque el país que ahora llegaba, representado por su eminencia, se sentó en la cama de Churchill, recibió camisetas del Manchester United, chacoteó con Beausejour y mostró el papelito famoso como quien exhibe un letrero promocional. En Talca, mientras tanto, un lote de víctimas del terremoto estiró en el descampado un lienzo que decía “Aquí estamos vivos los 220, pero sin refugio”.

A mí no me gusta esto de que el presidente salga a vender Chile como una empresa exitosa, pero lo entiendo. No estamos ante un gobierno que se sustente en grandes principios morales ni de ningún otro tipo, y, para ser francos, no soy de los que aborrecen el olor del dinero. Sólo que aburre, parece poca cosa y, a veces, nos avergüenza a los amantes de la política. Cuentan que los videos y los power points en que se sustentan nuestras exposiciones de estado no difieren mucho de las que harían Falabella o Almacenes París antes de instalarse por esos lados. Obama habló de “un modo de hacer a la chilena”, en referencia a nuestra supuesta eficacia. El panfletero Michael Moore dijo que si el gobierno chileno hubiera administrado el derrame de petróleo en el Golfo de México, otro gallo cantaría. Es decir, las acciones de Piñera están subiendo como la espuma. La oposición no sabe qué hacer ni cómo volver a existir. Cuando abre la boca, si no es porque apenas se la escucha, darían ganas de taparse los oídos. Pero la espuma, como sube, baja, y ya no estoy pensando en popularidades ni gobiernos de turno, sino en que los países serios no se construyen con la saliva de un jabón, sino con el fortalecimiento de los derechos y posibilidades de sus ciudadanos. Piñera viaja cosechando una victoria en los precisos momentos en que acá la película que nos contamos se encamina a mostrar los pedazos de celuloide cortados. ¿Será cierto que los mineros enviaron desde la cueva un saludo a los mapuche en huelga que las autoridades nos impidieron ver? ¿Qué se comprometieron a callar los 33? Apostaría que ahí radica la mayor riqueza de esta historia. Más allá de los logros técnicos, si algo nos enseña este evento extraordinario, es que no hay hombres puros como las hadas, ni secreto que dure mil años, ni fantasía que se imponga sobre la maravilla confusa de la realidad.

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