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Opinión

23 de Octubre de 2010

Estábamos bien en el refugio los 33…

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Por HERNÁN VIDELA

Perplejidad de Amaro Gómez: Mario Sepúlveda (super Mario) declara que estaba mejor antes de ser rescatado. Por su parte, el minero Ojeda (que escribió el mensaje) declara que tiene que hablar con Piñera, a propósito del famoso papelito que el Presidente ha paseado por todas partes, como si de una condecoración personal se tratase. Finalmente, se va aclarando el sentido del famoso mensaje. En efecto, a juzgar por estas dos declaraciones, se confirma lo que muchos sospechábamos desde un principio. “Estamos bien en el refugio los 33” ya no admite doble interpretación. Porque si se ha de rescatar a alguien es porque está en un apuro. En este caso, en cambio, los mineros por alguna razón declararon estar bien. Es decir, “dejénnos seguir bien, no es necesario que nos rescaten”. Entre los rescatistas circula la siguiente explicación de esta desopilante declaración: apenas la sonda hizo contacto con los mineros, comenzó una comunicación morse con golpecitos sobre el metal. De este modo, los mineros se enteraron que serían rescatados por el mismísimo Presidente Piñera al que debían abrazar frente a todos los medios; también deberían abrazar a un par de ministros, a una intendenta, a un subsecretario, probablemente al perrito de la intendenta, a otros posibles futuros candidatos de la Alianza…y sólo a un par de familiares; esto último si alcanzaba el tiempo. Los medios de todo el orbe estarían presentes; deberían agradecer a Piñera y… a Dios (opcional). También se permitiría reconocer el esfuerzo del ministro Golborne…sin exagerar, claro. ¿La presión de las familias?…no…no es necesario mencionarlo. ¿El señor que puso en aprietos al ministro llamándolo a no transmitir pesimismo?… ¿quién se acuerda del impertinente?…no viene al caso, a la prensa no le interesa, puede confundir y alterar aunque sea un poquillo la fascinación de los chilenos y del mundo respecto a San Sebastián (nuevo santo patrón de la minería…bueno San Lorenzo, también).
Frente a esta perspectiva nada de halagüeña, super Mario se esforzó en presentar un ambiente de jolgorio allí en las profundidades de la madre tierra. Toménse su tiempo -decían los 33 a los rescatistas.
El daño ya está hecho. Los mineros fueron paridos con algarabía del Gobierno y de 17 millones de compatriotas, que sufrimos el ritual fálico con la cápsula penetrando una y otra vez en nuestros cerebros…entregados para siempre al Presidente insaciable, antes para juntar millones, luego para acumular adoración. ¡Ceachei! Gritábamos cada vez que la cápsula expulsaba un homúnculo.
Ahora los mineros son invitados a presentarse como lo que no son: héroes que nunca desfallecieron, que siempre confiaron en su Presidente. Es que a veces cuesta soportar tanta realidad. Que los mineros son humanos, que tuvieron miedo a morir, que se quebraron, que perdieron las esperanzas. Todo esto no va bien en los estelares, no es lo que los medios y el fervor patriótico han construido y esperan que estos hombres representen. Se requieren héroes y super hombres, no simples trabajadores. No hombres que, como dice don Mario Sepúlveda (dejemos atrás el chistecito de mal gusto de “super Mario”), lo único que quieren es trabajar en forma digna y humana para que sus hijos tengan un mejor destino. Los mineros se miran de reojo unos a otros en un estelar, como diciendo, no…no están hablando de nosotros. Quizás más adelante, quizás se enteren que hemos estado 70 días allí abajo, quizás se den cuenta que hemos vuelto….nosotros los mineros. En vano. El conductor del estelar, el Presidente y todo el país siguen hablando de si mismos, de sus delirantes sueños de super hombre, de super patria, de super Presidente.
El periodista le pregunta a don Mario por los dueños de la mina ¡Clasistas! – responde con rabia.
El minero Edison Peña dice con desesperación que no es un héroe, que es un minero, que no está para hacer payasadas en la tele. No se escucha.
Parece que los únicos chilenos que no han olvidado la realidad son estos mineros: que hay patrones clasistas y que hay trabajadores que no son respetados en lo poco pero muy valioso que tienen: su vida, su dignidad, su familia y su solidaridad de clase. Y que estos valores no son precisamente las enseñas de la derecha política y económica, tan excelsamente representada por el Presidente Piñera. Que esta realidad se le escape a muchos chilenos en una suerte de borrachera mediática muy bien orquestada, que hace bailar a la propia “oposición”, habla de una histeria colectiva, que sugiere que estamos sepultados y atrapados en las profundidades de un entontecimiento abisal. Escuchemos con atención a los mineros, quizás puedan rescatarnos.

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