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Opinión

1 de Noviembre de 2010

El espectáculo de la política: 33 mineros en Chile

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Por MARIO MILLONES

El Estado moderno no hace énfasis en la tragedia ni en su causalidad, sino más bien en la supervivencia pues ella se presenta (mejor que la vida, mejor que la muerte) como el espectáculo mediático que justifica su existencia. Sin embargo, lo que oculta, subrepticiamente, la propia supervivencia no es sino la “condición humana” en la modernidad: la sobrevivencia como técnica completamente normalizada.

El caso del rescate de los 33 mineros más que manifestar un “triunfo de la vida”, confirma un triunfo de una política de la muerte prolongada y el fracaso (esperado) de las políticas publicas de seguridad laboral en Chile. Es decir, el proyecto estatal y su discurso protector y/o regulador fracasan en tanto que la vida sacrificial a la cual el Ser es arrojado constituye la normalización cotidiana. Quizás, en el caso de los mineros en Chile, pudiesemos hablar además de una doble sobrevivencia: la primera, al ser trabajadores en condiciones ya no precarias, ya no riesgosas, sino completamente esclavizantes; la segunda, a sobrevivir al derrumbe y luchar por una vida ya sacrificada. Podríamos agregar una tercera: la mediatización (farandulización) de sus vidas y, con ello, la invisibilización violenta de la vida del trabajador en Chile.
La razón del Estado para perpetuar su existir es, entonces, arrojar al Ser a estos nuevos campos de concentración para luego arremeter de la mano de los medios de comunicación como gran salvador de las tragedias. Así, pues, sin dejar vivir pero tampoco sin dejar morir, sino dejando sólo como opción el sobrevivir, el Estado crea la nebulosa necesidad de justificarse como el único garante de la vida en término legales y materiales.
La ideología oculta de la mediatización y el espectáculo de la sobrevivencia de los 33 mineros se declara entonces hija ilustre del Estado chileno pues viene a instrumentalizar los enormes esfuerzos por justificar su existencia. La derecha política en Chile, dueña de prácticamente el 80% de los medios de comunicación, lo sabe de sobremanera y asciende hasta la estratósfera cualquier esbozo de lo que pudiera hacer creer una plausible preocupación estatal por mejorar las condiciones de vida. Pero como sólo es ello, una falsedad, un espectáculo; la realidad dista bastante del raiting noticiero.
En una carrera contra el tiempo, el gobierno de Piñera utiliza la sobrevivencia de los mineros como gran sombrilla para perpetuar su propia sobrevivencia política. Para ello, velozmente está llevando a cabo reformas a la explotación de minerales (con un impuesto entre un 5 y 14% con invariabilidad tributaria por 6 años), recorte presupuestario para el 2011 en todos los ámbitos con énfasis en educación y derechos humanos; endurecimiento de la ley Antiterrorista (flexible, para uniformados); y hay en carpeta una posible flexibilidad respecto a una reelección presidencial o alargue del mismo periodo (de 4 a 6 años).
Por otro lado, y para confirmar la hipótesis del espectáculo cómo paroxismo de la sobrevivencia del Estado moderno, se invisibilizan protestas sociales que no dan pie para el espectáculo por la injerencia social de sus demandas, por ejemplo la huelga de trabajadores de farmacias por sueldos en base a comisiones por ventas, huelga de hambre mapuche por más de dos meses, huelga de hambre del poblado de Caimanes por la contaminación de parte de la minera El Pelambre (propiedad de la familia Luksic, dueños del 67% de Canal13), entre otras. Atestigua ello, precisamente que no es la vida la que privilegia la razón estatal, sino la sobrevivencia. Pero he aquí otro punto a tocar, no cualquier sobrevivencia es la que sirve de espectáculo, pues sólo es la que se puede aparentemente despolitizar, por aquello de que constituyen un acto hunanitario, como el rescate de 33 personas en un hoyo profundo o historias de vida como una Teletón.
El espectáculo en tanto representación, debe ser controlado y bien dirigido. Debe crear reacciones esperables y sino es así, producir resultados mediáticamente manejables que apelen a una esporádica sensibilidad. El Estado necesitará, así, sacrificar vidas, tener víctimas constantes para su posterior salvación momentánea. Luego volverá a dejarlas en estado anémico de sobrevivencia para una posterior re-salvación. Tal es la técnica de la política pública: razón y motivo para seguir siendo Estado.
El caso paradigmático de la tragedia de los 33 mineros es que este acontecimiento refleja de una manera u otra el actual modo de vivir de la gran mayoría de chilenos y chilenas: trabajo explotador, sin protección social, a manos de empresarios especuladores, inmovilizados, desorganizados, y desesperados por un golpe de suerte que incluye, por cierto, cinco minutos de fama por televisión.

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