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Poder

27 de Enero de 2011

Editorial: Helicóptero

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No me impresiona ni escandaliza que Sebastián Piñera, el presidente de Chile, maneje su helicóptero. Son varios los millonarios chilenos que lo hacen y, si bien para algunos tan alta investidura debiera impedírselo por razones de seguridad, extraña que sean precisamente sus opositores los más preocupados de su integridad física. Que se angustien su esposa, sus hijos, sus cómplices y guardaespaldas por ese tema.

Lo que es claro, en cambio, es que el suceso de su aterrizaje forzoso, por falta de combustible, en un camino vecinal de Quilicura Bajo, cerca de Cobquecura, el sábado 22, mientras volaba en dirección a su casa del lago Ranco,  dice mucho de su personalidad. Primero: que no es muy precavido. Antes de emprender un vuelo en helicóptero, algo de por sí riesgoso y para muchos aterrador, Piñera no se detuvo a pensar hasta dónde, tranquilamente, llegaba con el combustible que tenía. Un buen piloto no deja escapar semejante detalle. Los automovilistas, a la pana de bencina le llaman “la pana del tonto”. El presidente prefiere partir, confiando en su suerte y movido por sus ganas, sin pasar por la frustración de la tardanza a que lo obligaría un plan más minucioso.

En segundo lugar, es atrevido. Se sube no más al aparato y le mete la llave rápido; si está ahogado, bombea como loco hasta que arranca, al mismo tiempo que se abrocha el cinturón y pone los audífonos, que durante todo el trayecto no le terminarán de acomodar. A continuación, despega, y se divierte piloteando como un niño con su auto a control remoto. En realidad, mucho más, porque sus juguetes son extraordinarios, mejores incluso que los de Ricky Ricón.

Cuando aterrizó en la carretera -cosa por la que supongo que un ciudadano normal sería reprendido, multado, juzgado, no tengo idea, pero en ningún caso festejado por su originalidad-, entre otras cosas, dijo que “la mejor forma de conocer a fondo un país es por aire”. Metió a trastabillones por ahí: “y por tierra”. ¿Cómo se puede conocer a fondo un país sobrevolándolo? El gobierno entero tiene algo de esto. Al verlo en terreno, no se mezcla con la gente. Sus chaquetas rojas, puestas o guardadas, los hacen resplandecer. Suelen ser de otra raza. A diferencia del resto, se consideran “de excelencia”. Sus estudios realizados en el aire, les han permitido, en su concepto, conocer con gran profundidad lo que ocurre en la vida real.

En esta pasada, eso sí, mintieron como loros. La Ena von Baer, para exculparlo, recalcó que “el hecho de que el Presidente haya bajado estaba dentro del plan de vuelo”. ¿Nos habrá visto la cara? ¿Dentro del plan de vuelo descender a cargar combustible en la berma de un camino sin rastros de combustible? Sería para internarlos. Más encima, lo primero que hizo fue llamar por celular sepa Dios a quién para explicarle donde estaban y pedirle ayuda. Al poco rato llegó un helicóptero de Carabineros con bidones de gasolina. A los que criticaron el arrojo presidencial, otro funcionario les respondió que ese helicóptero de los pacos lo iba escoltando. Es increíble lo malas que pueden ser las chivas cuando alguien se siente pillado.

Hinzpeter, tras explicar que era su primer día de vacaciones y que, no obstante, dada su generosidad y diligencia (esto último no lo dijo), “se dedicó a recorrer las zonas afectadas por el terremoto y revisar los niveles de agua de los embalses”, se sinceró, y soltó la firme: “Francamente me llama la atención el nivel de inquietud que genera el tema en personas de la oposición. El Presidente tiene una forma de ser y yo creo que los chilenos lo eligieron por esa forma de ser. No hay que asombrarse por este tipo de episodios”, agregó. Los locales no quieren hablar. Al menos no por teléfono. Dicen que les da susto. Parece que todavía no se recuperan del terremoto. Y ahora resulta que iba piloteando Navarro. A mí me cuesta creerlo. No veo a Sebastián entregando el mando así como así, pero no seré yo quien contradiga aquella maravillosa máxíma de la justicia, según la cual, todo hombre es inocente hasta que se compruebe lo contrario.

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