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Opinión

29 de Enero de 2011

Columna: “Agenda Nuclear” contra intereses ciudadanos y promesas electorales

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Por Sara Larraín *

El gobierno de Sebastián Piñera confirmó la visita a Chile de Barak Obama. Un tema prioritario en la agenda de su visita es el de la energía nuclear. Al respecto, el canciller Alfredo Moreno ha declarado la necesidad de “estar en condiciones para cuando se pueda tomar esta decisión, tengamos las personas y la institucionalidad para poder tomarla”.

Incluir la opción nuclear en vez de energías renovables, representa una grave incongruencia respecto de las promesas de desarrollo energético seguro y renovable del candidato Piñera. Esto se evidencia al priorizar lo nuclear no sólo con EEUU, sino también con Francia y Argentina. Mediante un discurso ambiguo, el presidente Piñera ha señalado que su gobierno no tomará una decisión sobre la opción nuclear, sin embargo él y sus ministros hablan de la necesidad de contar con las capacidades para manejarla, pues en un futuro próximo el país tomaría una “decisión” al respecto.

¿Por qué el presidente Piñera no les informa a los chilenos que ya tomó la opción por el desarrollo nuclear? Y si no es así, ¿para qué pavimenta calles que nadie transitará? Más globalmente, cabría preguntarse ¿por qué se están adelantando estudios y desarrollo de capital humano en energía nuclear y no en otras como la solar, mareomotriz o geotermia? ¿A qué intereses responde todo esto?… A la demanda de chilenos que podrían capacitarse para utilizar recursos energéticos nacionales, renovables y limpios, o a los consorcios nucleares norteamericanos y franceses que usan a sus gobiernos para introducir en la agenda política una cooperación tecnológica impopular, dependiente y riesgosa, que ni siquiera han logrado vender como alternativa a los fósiles en el mercado europeo o norteamericano. Debido a lo anterior, esta energía es subsidiada por el estado en Francia, China e India.

En reiteradas ocasiones, el ejecutivo ha expresado la necesidad de duplicar la matriz energética de Chile al año 2020 para hacer posible un 6% de crecimiento económico. En este escenario y como resultado de las presiones del lobby minero -que aspira expandir sus faenas- aparece la opción nuclear. Por ello, se habla de ubicar una central en el norte del país, pero se oculta que dicha tecnología requiere grandes cantidades de agua para enfriamiento y que si se ubicara en la costa para utilizar agua de mar, debería existir plena seguridad de que no ocurrieran terremotos ni tsunamis, riesgo que en nuestro país ha sido advertido por la comunidad científica.

La propaganda impulsada por la industria nuclear -bajo el manto de la cooperación tecnológica para los países no industrializados- es su bajo costo y sus bajas emisiones de CO2. Es decir por poco dinero, la opción nuclear permitiría a Chile duplicar su matriz energética y reducir sus emisiones, en coherencia con los criterios fijados por la OECD.

Así, los empresarios mineros pretenden que el estado chileno subsidie el desarrollo nuclear. Sin embargo, al costo de las centrales nucleares hay que sumarle el manejo de desechos radiactivos, gastos en seguridad y seguros asociados a los riesgos, desmantelamiento de las centrales y confinamiento vigilado de basura radiactiva. En suma todo ello significa un costo bastante mayor que cualquier opción de energías renovables no convencionales.

No existen países que utilicen energía nuclear habiendo sufrido terremotos y maremotos como los de Chile en los 60, los 80, y el año pasado. Lo más parecido es el caso de Japón, que en el 2007, con un terremoto de sólo 6,8 grados, debió cerrar su mayor complejo nuclear, el Kashiwazaki-Kariwa, debido a los impactos producidos por el sismo, entre los que sobresale la evacuación de 1.200 litros de líquidos radiactivos al mar.

El presidente Piñera no debe someter al país -en forma inconsulta- a una opción energética peligrosa. Además, la energía nuclear conlleva riesgos geopolíticos irreversibles (véase el caso de Corea, Irán e Irak), y Chile ya tiene tensiones no resueltas con países como Perú y Bolivia. Pero también, todo esto significa una gran voracidad hídrica y trae potenciales impactos a la salud y a la exportación de alimentos, cuya inocuidad hasta ahora permite al país mantener una economía exportadora diversificada. El presidente Piñera debiera ampliar la mirada estratégica y buscar sinergias entre desarrollo energético y desarrollo nacional, tal como han hecho países como Nueva Zelandia, y no dejarse dominar por la presión egoísta e interesada de las mineras, ni por la urgencia de los consorcios nucleares internacionales por vender su impopular tecnología.

*Directora de Chile Sustentable

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