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Nacional

18 de Marzo de 2011

Escándalo en las Monjas Ursulinas: Los secretos de la madre Paula

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La salida de la que hasta hace pocos días era la madre superiora de las Ursulinas ha puesto en tela de juicio a una de las congregaciones religiosas más cercanas a la elite chilena. La escasa y ambigua información sobre la investigación han hecho correr una serie de rumores sobre las verdaderas razones del alejamiento. Hoy son muchos los apoderados, ex alumnas y profesores ligados a la congregación que están intentando desenredar una madeja que corre el riesgo de anudarse tanto o más que el caso Karadima. Pocos quieren hablar y los que lo hacen piden no ser citados. Tienen miedo. El nuevo arzobispo, mientras, brega porque esto no se transforme en otro escándalo.

El martes pasado, sor Ángela Gandner, directora del Colegio Santa Úrsula de Vitacura y recién asumida como superiora de las Monjas Ursulinas, inusualmente durmió en el establecimiento y no en el monasterio de Maipú. Momentos antes se había parado frente a los apoderados de las casi 900 alumnas del colegio y les había explicado las razones por las que la madre Paula Lagos, ex máxima autoridad y personaje insigne de la congregación, estaba siendo investigada por el Vaticano.

La reunión había sido programada para despejarle las dudas a la comunidad, que en los días anteriores había oído versiones de prensa que hablaban de sor Paula vinculada a diversos conflictos como abuso de poder, manipulación de conciencia, irregularidades económicas y conductas impropias. El fantasma de un escándalo del tipo Karadima se había posado sobre la monjas de Vitacura.

Así, bajo la atenta mirada de un retrato de la fundadora de la congregación, Ángela Mérici, que colgaba de la pared de la entrada, los apoderados comenzaron a registrarse uno a uno en los ocho notebook que el colegio dispuso para evitar que personas ajenas entraran a la reunión. La junta se hizo en el gimnasio y con guardias en las puertas. Las explicaciones de las monjas y de la directiva del centro de padres partieron cronológicamente. La agrupación de apoderados citó las palabras del arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, quien les había detallado punto por punto los alcances de la indagación.

Dijeron que desde Roma, hace meses, se había iniciado una investigación para saber por qué no habían nuevas vocaciones en la congregación y que en el camino se habían dado cuenta de irregularidades en la administración. Eso, y además las “quejas” de algunas monjas -les dijeron a los apoderados-, hicieron que sor Paula Lagos fuera llamada a Alemania a dar cuenta, sin que hasta ahora se sepa si vuelve o no. Veinticinco años a cargo de una congregación, explicaron también a los apoderados, tampoco era algo normal o sano en la Iglesia. Así terminó el discurso. Luego vinieron las preguntas.

-Yo pregunté si el comportamiento impropio tenía que ver con supuestos abusos sexuales y la directiva del centro de padres respondió que Ezzati les había dicho que él no sabía nada de eso -contó una apoderada.

Si bien la gran mayoría quedó conforme con la explicación, y se retiraron del colegio diciendo que todo se trataba de una investigación puramente eclesiástica, hubo otros que no quedaron tan tranquilos. No se convencen que alguien que sólo debe dar explicaciones termine siendo desvinculada así como así.

-Todo es súper raro. No me gusta que la gente se vaya y no dé la cara. Estas explicaciones no me aclaran nada y no creo que esto sea lo único. Pregunté por qué no le decían a la prensa de frentón que no había nada y dijeron que preferían ir con cautela -comentó la misma apoderada mientras buscaba su auto entre las muchas 4 x 4 repartidas por el lugar.

La misma cautela ha mostrado el Arzobispado de Santiago. Aunque administrativamente el trato directo de la congregación es con el Vaticano, Ricardo Ezzati está encima de la causa, siguiéndola atentamente y tratando de controlar sus efectos.

El fantasma de Karadima y los titubeos del cardenal Francisco Javier Errázuriz aún penan en la iglesia capitalina. Una aprehensión entendible. El martes por la noche, fuentes ligadas a la iglesia católica señalaron a The Clinic que la investigación también comprometería a otras dos religiosas, y que parte del comportamiento impropio se referiría a abusos de orden corporal realizados durante encuentros espirituales. Hechos que se habrían registrado en los últimos diez años.
Al cierre de esta edición, The Clinic se comunicó con el arzobispo de Santiago, y éste sólo se limitó a señalar que no tenía nada que decir por teléfono sobre el caso.

SOR PAULA

El día que canonizaron al Padre Hurtado, sor Paula Lagos estaba sentada en una de las primeras filas del Vaticano. Un sacerdote chileno que andaba ahí reparó en el detalle, porque no cualquiera se ubica en un lugar tan privilegiado, y él se lo hizo saber. “Qué buenos santos tiene en la corte, hermana”, le dijo.

Para entonces, sor Paula llevaba 15 años como superiora de las ursulinas. Conocía bien ese mundo, había estudiado en el colegio de Vitacura con las monjas alemanas, las fundadoras. Ahí era Isabel Margarita Lagos Droguett, la mayor de los diez hijos de Luis Lagos Garfias, un ingeniero que quedó viudo y se volvió a casar. Una ex profesora de las Ursulinas de Maipú, que conoce a sor Paula desde hace más de 20 años, recuerda que ella era discreta para hablar de su familia. Sin embargo, se sabían cosas sobre la relación entre ella y sus hermanos. Al más chico de ellos, a Rodrigo, sor Paula lo quiso casar en algún minuto con una alumna de las Ursulinas que ella consideraba que era para él.

“Pero el hermano no quiso, estaba en otra. Ese es un ejemplo del carácter de Sor Paula, ella quería tener el control de todo. Y se enojaba cuando la gente no le hacía caso, cuando se salían de su control. Ella es una persona muy atractiva, tiene mucho carisma. Es una gran oradora, muy inteligente, pero también severa. Recuerdo su carraspeo, esa manía de arreglarse constantemente el hábito”, recuerda la ex profesora.

El colegio de Maipú fue fundado por las Ursulinas en los sesenta como una filial del colegio de Vitacura para atender “a las niñas y jóvenes de los alrededores”, según reza la página web del sector oriente. Allí, sor Paula inició su carrera. Primero, como profesora de religión y de un ramo llamado “Educación para el hogar” y luego como directora del establecimiento. Una ex alumna de Vitacura recuerda que en los inicios las monjas destinaban un día a la semana para que ellas tuvieran clases en Maipú. Así podrían empaparse del ambiente. Sin embargo, la costumbre duró poco y luego la relación entre ambos colegios fue nula. Otra ex alumna, pero de Maipú, que salió en los ochenta, dice que sor Paula hacía distingos entre ellas y las de Vitacura:

“Ella siempre nos hizo notar la diferencia de los dos colegios, decía que las otras niñas eran hijas de empresarios; nos hacía ver que no éramos ni la sombra de las Ursulinas de Vitacura. Para ella, nosotras éramos de otro estrato social. Se podría decir que la monja era clasista, pero era raro porque era un clasismo para los dos lados. Porque así como nos decía que no éramos como las de Vitacura, nos decía que éramos la élite de Maipú y que teníamos que mirar a los demás casi que por arriba del hombro”.

La casa de las Ursulinas está en las dependencias de Maipú y sor Paula vivió ahí hasta antes de irse a Alemania. Al verlas moverse por el colegio, esta misma ex alumna pudo notar que este “clasismo” que percibía en sor Paula no sólo era con ellas sino que también con algunas de las monjas.

“Había una monja que era chilena, la sor María José, que estaba encargada de la cocina y era de origen muy humilde. A ella, la sor Paula la hacía recibir a sus papás que venían del sur en la portería del colegio, no los dejaba entrar a la casa”.
La ex profesora que conoció a sor Paula tiene su opinión sobre sor María José. Dice que ella aguantó mucho, “más que cualquiera” y que una vez trató de responderle a sor Paula, pero ella “la mandó a limpiar”. Cansada de los malos tratos, la religiosa finalmente se retiró. No sería la única. El carácter de la directora de Maipú terminó por molestar al resto de las religiosas, especialmente a sor Úrsula, la directora del colegio de Vitacura. Según ex alumnas de aquellos colegios ambas fueron muy cercanas en alguna época: estudiaron juntas en Vitacura y fue ese vínculo el que llevó a sor Úrsula -una mujer muy culta, profesora de literatura y una de las primeras ursulinas chilenas- a alentar la vocación de sor Paula.

Durante el tiempo que compartieron la dirección de los colegios, cada una en su reducto, era claro que para las alemanas fundadoras ambas eran cartas posibles a la hora de elegir a una nueva superiora. La entonces cabeza de la congregación, sor Bernarda, profesora de biología y una de las viejas alemanas, estaba enferma y no era extraño pensar en una sucesora. Aquél panorama quebró la relación entre las amigas, pero ni los ex profesores ni las ex alumnas pueden afirmar que aquél fuera el único motivo del problema entre ellas. Lo cierto es que en 1986 fue sor Paula quien asumió y a dos años de hacerlo, en 1988, sor Úrsula dejó la dirección del colegio y abandonó a las ursulinas alemanas en compañía de otras cuatro religiosas: sor Anunciata, sor Ana María, sor Gloria y sor María del Rosario.

Para algunos aquél pudo ser el gran golpe de timón de sor Paula; para otros, el rechazo evidente de un grupo de religiosas al tipo de liderazgo que ella estaba ejerciendo. No era menor que sor Anunciata, que tenía más de 50 años, decidiera empezar de nuevo. Algo muy complicado estaba pasando. Dice la ex profesora de Maipú:

“Ella fue parte del problema, sor Paula estaba adquiriendo mucho poder y mucho control en desmedro de la congregación. Y al tenerla como madre superiora, ellas veían que ya no podrían sacarla, que ya no tenían nada que hacer”.

FUGA DE NOVICIAS

Esta es la segunda investigación a las ursulinas en Chile. La anterior se registró en los ochenta, a raíz de la salida de este grupo de religiosas. Según relatos de fuentes ligadas a ambos colegios, las monjas viajaron al Vaticano para explicar lo que estaba pasando. De las personas consultadas, ninguna conoce exactamente qué fue lo que contaron. Sin embargo, ninguna de ellas dejó de ser “ursulina”. Una fuente cercana a este grupo de monjas explica que lo siguieron siendo, pero jamás volvieron a pisar los colegios de las monjas alemanas. Sus vidas religiosas continuaron fuera de ahí, como profesoras en países como Perú y Alemania.

Para las alumnas de ambos colegios, la salida de estas monjas y su estatus intacto de “ursulinas” aún es un acertijo. Sobre todo porque trajo cola. Un año después, un grupo de profesoras cercanas a sor Úrsula del colegio de Vitacura también se retiraron para formar en Lo Barnechea el colegio Santa Catalina de Siena. Sin duda, que aquello fue un terremoto grado ocho y las versiones no oficiales no tardaron en aparecer. En el colegio de Maipú, entre las ex alumnas, se decía que sor Paula había acusado a estas monjas de ser “comunistas” y portar armas. La época de algún modo se prestaba para ese tipo de versiones: era en plena dictadura cuando el cura Raúl Hasbún, muy amigo de sor Paula, acudía invitado por ella a hacer misas y a participar en algunos retiros.

Su carisma era innegable. Las ex alumnas de Maipú bien lo sabían. La veían muy cercana a las novicias de la congregación. A una de ellas, dicen, incluso le pasaba el auto que las religiosas tenían en la casa. No era una novicia cualquiera: era una ex alumna de Vitacura, nada parecido a la humilde sor María José. El contacto de sor Paula con las novicias era estrecho, según relata la ex profesora de Maipú, porque antes de ser directora ella fue “maestra de novicias”, un cargo que consistía en buscar vocaciones dentro de las alumnas y también apoyar a las novicias que entraban a la congregación. Era ahí, en ese espacio de cercanía, donde la dureza de sor Paula se esfumaba.

“Vez que llegaba una novicia, la acompañaba mucho, la acogía”, recuerda la profesora y agrega: “Ellas veían en sor Paula un ideal de vida religiosa y tenían una relación tan cercana con ella que por un tiempo se convertían en el “chiche”.
Eso hasta que llegaba una novicia nueva, que desplazaba a la otra y ocupaba aquél lugar especial. Sor Paula, recuerda la ex profesora, cuando quería ser encantadora lo era. Incluso, sorprendía con actitudes relajadas a sus preferidas permitiéndoles bromas como tirarle el velo.

“La sor Paula es del tipo de personas que cuando te conoce más allá, es de las que te va a tocar con un lápiz el brazo, por ejemplo, así a la pasada como cuando tú empiezas un flirteo con alguien del sexo opuesto, así. Y eso ella lo hacía como diciendo “te lo hago a ti porque te quiero, porque tengo una relación especial”, dice la profesora.

Sor Paula no verbalizaba sus simpatías. Todo lo decía con actitudes y miradas. Según otro ex profesor del mismo colegio, “para hacer callar a las alumnas sor Paula se paraba frente a ellas y sin decir nada ponía una cara de odio tremenda y todas se callaban. Con su cara bastaba, porque era súper autoritaria”.

Algunas de las novicias que tenían esa relación de cercanía con sor Paula se empezaron a ir sin razón aparente: abandonaban la casa de noche, o salían y no volvían más. La ex profesora dice que era ese trato especial el que las incomodaba.

“Muchas de ellas sentían que estaban desencantadas, como diciendo “no es a esto a lo que vine”. Era una desilusión y eso que muchas de ellas sí tenían una vocación religiosa. Una chiquilla, también ex alumna, un día domingo me dijo en el jardín de las Ursulinas “yo me voy mañana”. Ella era monja profesa. Dijo: “se van a decir muchas cosas pero quiero que sepas por mí por qué me voy”. Ahí me aseguró que la situación se había hecho insostenible”.

Según la ex profesora, las ursulinas le explicaron la salida de aquella novicia como una rebeldía más, como el arrebato de alguien que simplemente no tenía vocación. Sin embargo, ninguna de estas historias hoy se puede pasar por alto. Sobre todo cuando son estos “comportamientos impropios” los que el Vaticano tiene que aclarar antes que la investigación -guardando las proporciones- tome los mismos ribetes misteriosos que rodean al caso Karadima. Los mismos que -según el centro de padres del colegio Santa Úrsula de Vitacura- Ezzati les dijo desconocer.

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