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Cultura

12 de Abril de 2011

“Las muertes en México no tienen relación con rituales ancestrales”

Por

Estuvo en Chile para presentar su nuevo libro, “El pasante de notario Murasaki Shikibu”, y para hablar, en la Udp, de su peculiar proyecto “Los cien mil libros de Bellatin”. Nacido en México y criado en Perú, Mario Bellatin (1960) es autor de una veintena de libros breves que se cuentan entre los más perturbadores y originales de la actual literatura latinoamericana. Acá habla de la vez que usó de prótesis un dildo -generando escándalo en Brasil-, y de cómo ve las elecciones en Perú.

Foto: Alejandro Olivares

A propósito de “El pasante de notario Murasaki Shikibu” -breve, divertido y a la vez desconcertante libro recién publicado en Chile-, Mario Bellatin cuenta que cada vez está más interesado en la desescritura: quitarle pedazos a textos que ya tiene escritos y luego hacer con ellos montajes y armar libros. Dice que con ese método puede, de cada libro, sacar un nuevo libro. “Incluso lo he hecho con otros autores, con ‘La metamorfosis’ de Kafka, por ejemplo. Una vez me pidieron un texto para un catálogo y, al quitarle la anécdota central, quedó la historia de un insomne. Para mí es fundamental el trabajo de la edición. Cortar fragmentos, pegarlos y así ir creando nuevos libros. Es un poco lo que estoy haciendo con este proyecto de ‘Los cien mil libros de Bellatin’ que vengo a presentar.

CIEN MIL LIBROS

¿De qué se trata el proyecto?
-Está en el camino de la escritura sin escribir. Consiste en retomar mis propios libros, reescribirlos, rehacerlos. Por ejemplo en este (muestra un ejemplar del libro “Mi piel luminosa” perteneciente a la serie), en lugar de los puntos aparte, puse unas tijeras que hacen más vidente este trabajo de edición.

De corte y confección.

-Sí, de corte y confección. La idea es hacer cien títulos.

E imprimir mil ejemplares de cada título.

-Así es. Cada título, para funcionar en el formato definido según lo que cuesta el papel, debe tener un aproximado de 60 mil caracteres. Ya tengo impresos 4000, es decir cuatro títulos. Y debo tener material acumulado como para, si me dedicara todo un año solamente a armar textos, 34 títulos, es decir para 34 mil libros. El resto consistiría en tener mucha fe en el futuro: fe de que voy a llegar a 100 títulos. Una vez sacándome de encima los 34 mil primeros, yo creo que podré llegar a los 100 mil.
Sólo te faltaría producir 66 nuevos títulos para hacer esos 66 mil ejemplares restantes.
-Nada más. Pero eso haría que mi escritura se estandarizara en un tipo determinado, porque tendría que hacer sólo textos que quepan dentro de esta extensión. Entonces, los libros que no haga bajo esa estructura determinada servirán para continuar publicando en editoriales comerciales. Aunque siento que el mundo editorial ya no funciona más.

¿Por qué?
-Porque la gente no lee, no porque no quiera, sino porque ¿quién va a una librería? Las propias leyes lo dicen acá en Chile.

¿Qué?
-El libro paga un impuesto de artículo suntuoso, por eso no funciona. O funciona pero como una actividad de carácter altamente burgués. Y yo no creo que esa sea la forma de llegar a un lector. Son modelos de finales del siglo XIX, que se repiten tal cual y que hacen de esta una actividad en crisis.

¿La literatura o la industria editorial?
-Todo está imbricado. Para salir de esa supuesta crisis, las editoriales echan mano a cualquier cosa para poder seguir existiendo, y muchos escritores se convierten en cómplices: empiezan a hacer libros para grandes lectores. Y así se va dejando a autores importantísimos de lado. Cuando yo era joven, entrar a un librería era tener los distintos autores de las distintas épocas a disposición; en cambio ahora es encontrarse con los autores que salieron en los dos o tres últimos meses. Y si dentro de esos dos o tres meses salió un libro que te podría interesar, mejor será que lo agarres rápido antes de que desaparezca.

El imperio de la novedad.
-Sí, que sería una de las salidas a a la crisis editorial, la salida para mí más terrible. La otra sería intentar poner en tela de juicio el sistema tal como está creado. Esto del editor, el distribuidor, el librero, el que los libros sean algo pasivo…: todo esto debiera hacerse de otra manera, que no sé cuál sería para todos, pero para mí es “Los cien mil libros de Bellatin”: llevo los libros en mi mochila siempre y los voy vendiendo o poniendo en una feria o se los doy a quien quiero o los intercambio, porque tienen una sola regla: no son gratuitos. Pero es una no gratuidad amplia: los puedo cambiar por algo. Así hago que los libros circulen, eso es lo que a mí me interesa: que circulen.

¿En este proyecto estás encima de todo: diseño, impresión, etc.?
-Sí. Trabajo con un diseñador que quiere hacer un trabajo anónimo. Del proceso, la mitad es manual, la mitad industrial. Yo mismo pongo el sello, el título, la firma, mi huella dactilar en cada ejemplar, para que sean libros únicos. Y tratamos de llegar al mínimo del costo.

Este proyecto es de alguna manera una radicalización de cómo hasta hoy venías publicando: simultáneamente en varias editoriales, muchas de ellas independientes, y en distintos países.
-Sí, pero eso no era un plan determinado.

¿No?
-Se fue dando precisamente porque las editoriales muchas veces iban perdiendo los elementos que las caracterizaban.

¿Cómo así?

-Por ejemplo, ya casi no hay editores reales. De pronto cuando estaba en una editorial cambiaban al editor y yo me quedaba en el aire, sin un interlocutor válido para continuar con mi proyecto. Actualmente estoy trabajando con la editorial Sexto Piso, con quienes pienso seguir, porque al ser personas amigas yo puedo saber dónde están los libros, qué pasa con ellos. Y al mismo tiempo con “Los cien mil libros…” podré llenar todos los vacíos que el mundo editorial vaya dejando.

Y de pasada ejerces una resistencia frente a la dependencia editorial de Latinoamérica con España, que funciona como aduana para el intercambio en el continente.
-Exacto. De pronto el rol que tenían los españoles -que era muy interesante: servir de tránsito a una serie de autores del mundo-, ya no fue más, y se llenaron de traducciones cada vez más españolas y de autores españoles que realmente hacían un realismo muy primitivo. Aunque ahora hay un repunte, que calza con un boom en Latinoamérica de las pequeñas editoriales, y que hace que se rescaten textos que quedaron olvidados durante los últimos 20 años.

Todo esto que estamos conversando, tu proyecto, las editoriales independientes, parece a contrapelo de la época del eBook y todo eso, ¿no?
-Esto va a escapar a todas las preguntas que abre el libro electrónico, esto no se toca.

¿Cómo así?
-Va a haber libro de papel, va a haber libro electrónico. Hay muchos textos que necesitan libro electrónico, no sé: ¡tanto papel que se gasta! Yo creo que el camino para el libro impreso es un repliegue hacia una literatura no masiva.

¿Y la masiva podrá asentarse en el eBook?
-Sí, yo creo que sí.

Y todos felices.
-Ojalá.

MÉXICO Y PERÚ
Naciste en México, te criaste y debutaste literariamente en Perú, te paseas por Latinoamérica publicando. Si este continente fuera un personaje tuyo, ¿cómo sería, deforme, mutilado?

-Latinoamérica siempre está deformada, sobre todo para nosotros. Como un Frankenstein, llena de piezas de diferentes fábricas. Tenemos un derechismo o neoliberalismo extremo, por un lado, y por otro una izquierda antiquísima, ambos modelos que ya mostraron su fracaso en diferentes instancias. Y estamos rodeados de santones que viven repitiendo fórmulas…

¿Caudillos?
-Caudillos, digo, que tienen el poder. Y otros que tienen el poder de la palabra y hablan y hablan y siguen hablando. Pero hay cosas buenas también.

¿Cuáles?
-Me interesa lo que está pasando en la Argentina: hace mucho tiempo no me pasaba estar en una sociedad donde la gente que piensa de alguna manera como yo está contenta con su gobierno. En Colombia a este presidente ya lo quieren, no querían al anterior. En Brasil, Argentina y Colombia es donde mejor veo la relación entre la población y los gobiernos: hay una especie de conversación al menos. Con esto no quiero decir que la población sea fanática ni que apruebe al 100% lo que está pasando, pero comparado con otros lugares donde el descontento y el horror son tan obvios, y la descomposición social está tan marcada, estos son tres lugares que rescato.

¿Y México?
-México está totalmente en el desastre, con la violencia desatada, o camino hacia un desastre que ojalá no llegue a límites extremos. El país ha cambiado en los últimos diez años, pero yo siento que todavía puede reponerse si se cambian algunas posturas, porque lo de México no es un mal milenario, como otros problemas que tenemos en Latinoamérica. Las raíces de la violencia no son milenarias: son problemas básicamente económicos.

¿No hay una cuestión atávica con la violencia en México?
-El caso de los narcotraficantes y las muertes es una cosa económica. No creo que tenga relación con eso de los rituales mexicanos.

¿No se conecta?
-Tal vez por la forma, pero el móvil es distinto. El móvil es palpable, y eso es lo que me da más esperanza: que no es ancestral, no se trata de una reivindicación milenaria.

Te criaste en Perú. ¿Sigues lo que está pasando ahí con la carrera presidencial?

-Claro. ¿Qué pasará en Perú? Para muchos, están en una especie de callejón sin salida, pero por otro lado ese es el Perú. Pienso que estas van a ser elecciones democráticas donde se elegirá a uno de estos dos personajes que son un enigma del horror, no sé cuál es peor: Ollanta o Keiko. Pero estos son países acostumbrados a tener siempre gobernantes horrendos. Yo no conozco en Perú un momento de no-crisis.

¿Por qué será?
-Tienen que resolver problemas que -estos sí- son atávicos. En Perú no se han resuelto cosas que ya se han resuelto en México o en otras partes.

¿Qué cosas?
-El problema precolombino: la conquista, la inserción indígena. Lo cultural: modernidad v/s tradición, todas estas son cosas que en Perú no están resueltas. Es un país muy atrasado en este sentido, a diferencia de México, que tuvo una revolución.

Y el panorama literario en el continente, ¿cómo lo ves? En alguna parte celebrabas el surgimiento de escrituras muy distintas entre sí, cosa que no pasaba hace algunas décadas, en el escenario posterior al boom.
-Creo eso: que estaba encorsetada la literatura, metida dentro de dos o tres caminos evidentes. Ahora ya son válidas otras opciones y caminos. Lo que me interesa mucho como postura. Pero que ahora haya más libertad no significa que surjan más autores interesantes. La cantidad de escritores interesantes sigue siendo la misma. Hay muy pocos en cada país, y no te digo nombres mejor.

Este apertura de nuevas formas para la literatura sirve de paso para rescatar escritores perdidos, como ha pasado con el mexicano Efrén Hernández.
-Es cierto. Lo mismo con Juan Emar. Eso va de la mano con el surgimiento de pequeñas editoriales en España y en Latinoamérica. Por ejemplo, cada vez hay más ediciones de Felisberto Hernández, cuyos libros hasta hace poco casi no existían. Eso es fantástico.

ESCRITOR VACÍO

No falta quien, esgrimiendo la supuesta rareza de tus universos, caracteriza tu obra como apolítica, cuestión yo creo que muy equivocada. ¿Tú qué piensas?
-No es política en la forma como se supone que debe ser una obra política, pero sí es muy política: yo creo que hay una política del cuerpo, de lo cotidiano, que se introduce de una manera mucho más efectiva a como puede hacerlo una forma trillada, ya caminada, que se queda en lo anecdótico, que es un poco lo que sería una obra que refleja directamente un estado de violencia o una crítica social hecha de una manera obvia.

“Salón de belleza” ha sido falsa, sino falsariamente, señalada como tu obra más tradicional, siendo que es una de las que a más interpretaciones se ha prestado. Desde que se trata de un sidario…

-Y el año antepasado, con lo de la gripe humana, lo pusieron como libro de la peste. Entonces dije: “Ah, gané”. Porque mi idea era hacer un libro de la peste.

“Salón de belleza” también puede leerse como un canto muy sutil y al mismo tiempo demoledoramente convincente en favor de la eutanasia.

-Me parece que es totalmente lógico leerlo así. Es mi idea que un lector sea también autor, y que entonces podamos iniciar una conversación sobre la eutanasia a partir de una lectura tuya de un libro mío. Esa conversación muchos autores te la impiden, porque tratan de imponer cierta idea, metiendo al lector en un callejón sin salida.

A propósito de esta horizontalidad entre autor y lector, pienso en tu Escuela Dinámica de Escritores, donde la relación es entre iguales.
-Sí.

Todo lo cual me hace pensarte como una versión latinoamericana de Jacotot, el “maestro ignorante” cuya historia rescata Jacques Rancière: “Un maestro ignorante no es un ignorante que decide hacerse el maestro. Es un maestro que enseña sin transmitir ningún conocimiento”. ¿Te interesa esa figura?

-Mucho. Existe en Perú el Método Encinas, que consiste en que los alumnos enseñan a los maestros; el maestro sencillamente es quien organiza a un grupo de alumnos para que cada uno de ellos vaya dictando los cursos. El maestro funciona como espejo y como abogado del diablo. La escuela es sencillamente el lugar de organización de un grupo de personas. Esa idea me parece fabulosa, genial. La escuela que no quiere transmitir ideas -con mayor razón si es de literatura-, apunta a buscar esa verdad subjetiva que es yo creo la interesante.

¿Es el de profesor para ti un trabajo análogo al del escritor como editor…?
-O al escritor idiota, o mejor: el escritor vacío, el escritor seco que sirve solamente de nexo, de espejo.

PRÓTESIS Y MENTIRAS

Naciste sin brazo, te pusieron una prótesis ortopédica, que en un momento decides botar. Y luego empiezas a usar garfios, a los cuales les das un uso no sólo funcional, sino significativo, artístico incluso.
-Cuando nací sin brazo no se sabía, como hoy, que las prótesis son para gente que ha sufrido un accidente, no para los de nacimiento, porque sin prótesis yo puedo hacer más cosas que con. Entonces, cuando niño lo usé en buena fe, en el sentido de que pensaron que había que ponerme una prótesis para pasar inadvertido dentro del colegio…

Porque la prótesis pretende ocultar el artificio.
-Sí, pero lo enseña más. Oculta, pero oculta que te trata de ocultar. O sea, no oculta nada. Enseña que te trata de ocultar. Y me llegué a acostumbrar a ella, a tenerla siempre conmigo como si fuera parte constitutiva de mi cuerpo. Pasaron muchos años y yo seguía en el mundo de la ortopedia. Me compré una prótesis muy cara, una Otto Bock, con la que empecé a tener problemas: me agarraba la otra mano y le hacía mucho daño. Parecía como que tenía un inconsciente un poco raro. A veces iba en el auto y no me dejaba dar la vuelta: se afirmaba al timón (manubrio) y no me dejaba voltear… cosas así. Entonces fui a la India, vi a todos los mutilados que estaban alrededor y tiré la prótesis al río Ganges. Desde entonces estuve como dos años sin prótesis. Y ahora me la pongo ocasionalmente. No siempre.

¿Por qué?
-Porque quiero que sea como un jardín público, con esa idea mística de que todo es de todos, que el otro eres tú.

¿Quieres que sea pública tu prótesis?
-Sí, que todos tengan la misión de cuidar este espacio, que no sea un espacio mío sino del otro, de todos. Por eso convoqué a un grupo de artistas para que hicieran distintas prótesis de acuerdo a lo que ellos pensaran. Tengo ya como diez o quince. Así llevo este espacio ortopédico al espacio artístico, porque tienen mucho en común.

¿Qué?
-Desde el punto de vista artesanal, la plusvalía en el mundo ortopédico y artístico es similar. Un tornillo que cuesta muy poco en una ferretería cuando pasa al mundo artístico o al ortopédico se encarece cien veces. Por esos puntos en común, y con la idea de que los demás cuidaran de esto, fue que empecé con este proyecto de los brazos.

¿Y cómo exactamente fue esa vez que fuiste con una prótesis con forma de dildo a Brasil?
-El dildo era de aluminio, me lo hizo una artista. Yo en mis viajes anteriores a Brasil me había encontrado con una sociedad hasta cierto punto conservadora. Entonces, el día que tenía una presentación en vivo ante diez mil personas -en el Festival de Paraty- me puse ese dildo gigante y salí con él. Fue un escándalo, no querían dejarme salir. No me lo dijeron explícitamente, me enteré después que casi no me dejan. Y como había mucha gente, sólo veían el escenario los que estaban en las primeras filas, y el resto veía por las pantallas nada más, por lo cual todos los encuadres eran cerrados para que sólo saliera mi rostro y no el dildo.

Qué curiosa reacción la de Brasil.
-Yo ya sospechaba esa reacción. Me han servido estas prótesis como detectores de mentiras en muchas sociedades de Latinoamérica. Hay una curiosidad, un respeto extremo, como si no quisieran ofenderte. En cambio, en EEUU andar así es algo normalísimo.

¿Dónde más te has llevado una sorpresa con la reacción?
-En Alemania causa un efecto muy extraño, yo creo que por el pasado de la guerra. Inmediatamente perteneces a otro tipo de ser humano. Yo pensé que en Berlín, que se supone un lugar tan abierto, iba a ser distinto. Con la prótesis rompo mitos sobre los lugares. Socialmente, es un detector de mentiras.

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