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Opinión

29 de Mayo de 2011

Vicio político y jurídico

  Foto: Agencia Uno “Vivimos en una época tan poseída por los demonios, que pronto sólo podremos practicar la bondad y la justicia en la más profunda clandestinidad “. ( F. Kafka) Evidentemente a nuestra sociedad le falta bondad y justicia para entender, enfrentar y resolver el tema mapuche. Posiblemente y a raíz de que […]

Lenin Guardia
Lenin Guardia
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Foto: Agencia Uno

“Vivimos en una época tan poseída por los demonios, que pronto sólo podremos practicar la bondad y la justicia en la más profunda clandestinidad “. ( F. Kafka)

Evidentemente a nuestra sociedad le falta bondad y justicia para entender, enfrentar y resolver el tema mapuche. Posiblemente y a raíz de que existe un grado de negación fuerte sobre los orígenes y valores de nuestras etnias, es que carecemos de bondad para entender sus demandas.

En lugar de conservarlas y protegerlas, como en muchos otros países, las hemos estigmatizado sistemáticamente, y sometido a toda suerte de abusos y empobrecimiento de todos ellos.

Pero el aplicarles la Ley Antiterrorista es un despropósito que en algún momento las generaciones futuras condenaran y que en el presente nos pueden llevar a profundizar más la situación en lugar de resolverla.

Es lógico que el Estado cuente con una ley antiterrorista, pero esa ley debe ser producto de una elaboración del sistema democrático, con la debida discusión y participación de quienes nos representan: el Poder Legislativo.

A esta ley, herencia del gobierno militar, se le han realizado modificaciones importantes en estos últimos meses, pero a pesar de ello “el espíritu de la ley” sigue siendo inquisidor, infinito en las injusticias que puede cometer y posee un amplio campo para las arbitrariedades.

Es una ley oscura llena de secretismos que en la práctica reduce cualquier defensa a un simple acto testimonial, y que nació en nuestro país como el acompañamiento jurídico necesario para darle un tinte de legalidad a las violaciones de los derechos humanos. Es decir, intentar hacer presentable lo impresentable.

Todo esto se hace mas trágico cuando quien aplica dicha ley recibe presiones externas, se deja influir por la mal llamada “opinión publica”, la cual generalmente conoce poco y opina mucho, los titulares de algún medio de prensa, etc. Es decir, factores externos.

La situación se agrava más si “el sentenciador” carece de sentido común o desconoce las raíces del problema al cual le tiene que aplicar justicia.

Si a todo lo anterior agregamos que el sentenciador tiene ocultas ambiciones de poder o figuración pública, con una personalidad egocéntrica y narcisistica , la indefensión del acusado es absoluta.

En este caso “la íntima convicción” por parte “del sentenciador”, no produce otra cosa que un engendro entre mono y avestruz como sentencia.

Lo que importa “es la prueba total, completa, exhaustiva, integra, de la culpabilidad del acusado”. Pero cuando actúan “testigos sin rostro”, cualquier cosa es posible…. menos justicia.

La actual Ley Antiterrorista es anacrónica, es una vergüenza para nuestro sistema democrático y bien se merece este siglo XXI una ley moderna y transparente, que contemple las complejidades políticas, sociales, históricas y económicas de nuestra sociedad.

La Ley de Seguridad Interior del Estado por último, aparece como una herramienta aplicable en casos similares a estos. Las formas organizacionales, sus estructuras y las acciones del pueblo mapuche, distan mucho de Sendero Luminoso, de la ETA o Al Qaeda.

No hacer la diferencia constituye un grave error político, que solamente se puede enfrentar con otro error: la Ley Antiterrorista .

Falta bondad y justicia, y sobra “El proceso” de Kafka.

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