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Opinión

26 de Junio de 2011

Ayer: El pollo al velador

El “pollo al velador” es la ida al motel, pero siendo más específica, es la acción de asistir a un motel a la hora de almuerzo. A la peor hora, a la hora más trucha. La hora del jefe y la secretaria, la hora del “hombre casado”, la hora donde la gente decente lo que […]

Carolina Errázuriz Mackenna
Carolina Errázuriz Mackenna
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El “pollo al velador” es la ida al motel, pero siendo más específica, es la acción de asistir a un motel a la hora de almuerzo. A la peor hora, a la hora más trucha. La hora del jefe y la secretaria, la hora del “hombre casado”, la hora donde la gente decente lo que hace es ir a la esquina y almorzar con sus compañeros de trabajo con el cheque restaurante o a la hora en que uno se sienta a comer el menú de mil nueve noventa o dos mil nueve noventa o tres mil nueve noventa con café y postre.

La hora en que se habla de la ofi, del jefe, de la fotocopia, de la portada de LUN, de la tele y en altas esferas, de política y de la caída en picada de Wall Street o de Obama. En escasas ocasiones el almuerzo ligado a la oficina es atractivo, pero para los calientes es una ventana, una adorable posibilidad de tragar una verga o lamer una entrepierna. Y ese acto ya es liberador, que a la misma hora que tu compañero de oficina se está sirviendo el menú, pues uno está sirviéndose carne cruda.

Además, seamos francos, casi siempre si uno está en esa situación lo que hace es andar en una truchada y si no fuera así, el cien por ciento de las veces el “almuerzo” toma más del tiempo razonable, por lo tanto, hay que mentir que uno estuvo en alguna huevada productiva. Amén de esto, hay tips que hay que mantener para estas ocasiones y que a mí me cuestan tanto, como por ejemplo, que una no puede llegar con el pelo mojado, que se arrugue la ropa o se rompa la media; evitar marcas físicas, el exceso de entusiasmo y la excitación al regreso (la cara de cama hay que embalarla), nada de marihuana o alcohol y, por favor, huirle a todas luces a la siesta: hace estragos en la apariencia física.

Toda esta perorata está fantástica, siempre y cuando una la siga y no como yo, que me cebé por pendeja. Salí a eso de la una para estrujar al máximo mi tiempo de almuerzo, y tuve antes que sortear a los amigotes de colación de siempre con una fingida y sentida visita a un sobrino enfermo. Corriendo, agarro taxi rumbo a un restaurante sólo con la idea inicial de un almuerzo de “trabajo” coqueteado, muy coqueteado, tanto, que en el taxi me saqué el sostén.

Comida a la carta, nada de menú ¡por Dios!, y de ahí al espiral de “tengamos-sexo-ya!” nos demoramos, con suerte, la entrada. Dejamos la comidita hasta ahí y nos subimos al auto del tipo en cuestión. Casado, muy casado el hombre, nos fuimos al único motel en Santiago que sigue siendo decente –o que una no se siente tanto que está con el hombre casado-, ese del puente del Arrayán. Ese que se escucha el río y una siente que está como en una cabaña de playa piola. Claro que a esa hora hay que entrar fondeada en la parte baja del auto, porque al menos si lo ven a él, que no sepan que fui yo la perra que se caga a la mujer con niños chicos y tan buena…

Entramos y como no hay tiempo, todo es a mata caballo, a tope, calientes como solo se puede estar a esa hora con un tipo casado, a esa hora donde no hay tiempo porque ya son las dos y media de la tarde y claro, queda media hora para todo… Ahí como que no da -por suerte- para el preámbulo patético de falso amor, sino que vamos directo a clavarla… Entre la bosca diminuta que está a full, la calentura y la verga que entra y sale, empiezo a sudar como animal, hasta que por fin me olvido de la oficina, la colación, el matrimonio para toda la vida y el hombre se transforma en una presa más y que se vaya a la mierda mi jefe… Me monto encima y lo cabalgo hasta acabar antes que él para no quedar a mil, porque llegar a la oficina con cara de cama y caliente, es una tortura.

Ahora que estoy lista me viene de golpe la hora otra vez y cambio la posición: él se pone detrás de mí y para que todo siga su curso le pido más rápido y le agarro la verga para que no pare y siga, siga y siga…Pienso en la hora, la cuenta, en que la mujer que se lo va a tirar en la noche y que siga y siga y el pollito al velador y que siga y por fin… Pido la cuenta. Me meto a la ducha y el pelo se moja más de lo que quiero. Me hago un moño. Me pongo la polera, que por la puta la pisé y está sucia. Me quiero pintar la boca y por la mierda no traje el rouge. Lo miro y ya no lo quiero nada. Lo odio por ser infiel y meterse conmigo. Pagamos a medias con plata al contado. Me escondo en el auto. Bajamos rajados y me bota en la oficina. Son casi las cuatro. Pongo cara de drama por el sobrino. Odio a todos.

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