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Cultura

29 de Junio de 2011

Raúl Zurita: “Todos tenemos una reserva de oscuridad y criminalidad”

La influyente revista Poetry acaba de elegir a “Purgatorio”, de Zurita, uno de los 10 mejores libros de poesía publicados en EEUU el 2009. Y en Chile recién apareció “Cuadernos de guerra”, cuarta entrega de “Mein Kampf” o “Zurita” (título por definir aún), la colosal obra en que el poeta trabaja hace 7 años y que acaba de terminar (imprimió y empastó 5 ejemplares). A días de cumplir 60, Zurita conversó con The Clinic, permitiéndose opinar de su ex correligionario en las JJ.CC., Roberto Ampuero: “Yo creo que es un agente de la CIA”, dice.

Por

Foto: Alejandro Olivares

-¿Cómo surgen estos tres poemas incestuosos incluidos en “Cuadernos de guerra”? ¿Cómo llegas al verso donde una hija le chupa el glande a su padre?
-Surge, creo yo, de una indagación entre los límites de lo que puede ser el amor y las consecuencias que pueden derivar de él. A lo largo de “Mein Kampf” hay dos hermanos que se quieren mucho, que se aman. Y en un momento se abre la posibilidad del incesto. Lo mismo cuando hay un padre con su hija o un tipo con su madre. Me gustan esos tres poemas porque siento que son redondos. Son un sueño de amor. Construcciones oníricas que tocan planos de lo real y rompen con la barrera de lo que usualmente se define como correcto para indagar en todas aquellas zonas borrosas de las cuales se prefiere no hablar.

-Este pasar el límite no es nuevo en la literatura; desde la Antología Palatina hasta Lautréamont, están los que rayan en el “como mucho”.
-El desborde. Sí, creo que eso llegó. Llevar las cosas a sus consecuencias radicalizadas y no quedarse en lo bienpensante. Esa indagación en lo casi indecible, en mi caso ha sido una cosa gradual. Yo mismo no me lo entiendo mucho, pero finalmente lo que entendemos por poesía, por literatura, o es trasgresión o no es nada. O se transgrede lo que una sociedad da por correcto, por establecido, o se carece de todo sentido.

-¿Por qué?
-Porque cuando transgredes los límites, iluminas esos límites; iluminas lo real, no lo irreal. Y creo que en todos los seres humanos está esa reserva de oscuridad, de criminalidad, el cruce del mal, y es casi como un deber ser entrar en esa zona donde un mismo impulso puede derivar en un acto de infinito amor o en un asesinato. Por otra parte, por lo menos a mí, cada vez me parecen más borrosas las fronteras que separan los géneros literarios. Es cierto que “Cuadernos de guerra”, como dijo Careaga, también se puede leer como una narración. Armar estos últimos libros me tomó 10 minutos, porque sacaba pedazos de “Mein Kampf “y listo.

MEIN KAMPF, 1

-Esta obra de más de 700 páginas, que llevabas años escribiendo y que acabas de terminar, iba a llamarse “Zurita”, pero finalmente le pusiste “Mein Kampf”, “Mi lucha”, que es el título del libro de Hitler. ¿Es cierto que la idea te la dio Parra?
-Sí, hace años me sugirió ese título pensando en “Purgatorio”, pero recién ahora lo adopté para esta nueva obra.

-Si terminaste “Mein Kampf”, ¿qué viene?
-Espero volver a leer y volver a fumar. Algo se termina aquí, sin duda. Hay una imagen que para mí es pesadillesca en la vida, y espero que su momento me pille con sabiduría: si voy a seguir escribiendo, no puede ser sino desde los espacios de la disconformidad, de la rebeldía, de lo radicalmente rompedor. Me costaría mucho resignarme a lo que se supone que un tipo que va a cumplir 60 años tiene que hacer.

-¿Que sería qué?
-Tranquilizarse, escribir cosas correctas, pensar que uno tiene un “prestigio local” que defender. Es lo que siento cuando me presentan como Premio Nacional de Literatura. Una sensación de profunda molestia.

-¿Por qué?
-Porque te adosan algo, te ponen un techo. Y no puedo resignarme a eso. Es cierto que vivo en una casa, tengo una familia y todo, pero todavía me siento profundamente antiburgués, por lo menos en la literatura.

-Hablas de romper con todo; contigo mismo, ¿rompiste al escribir “Mein Kampf”?
-He tenido que hacerme pedazos a mí mismo para encontrar una poesía del gran aliento, del sueño. Yo creo que el libro hermano de “Mein Kampf” es “La Vida Nueva”. A pesar de que ninguno de mis libros aparentemente es optimista, siento que “Mein Kampf” es infinitamente más desolado. Es que uno entra de frentón en la vejez. Me acuerdo siempre de una frase de Parra: “HELP, el siglo XX y yo nos estamos muriendo”. Afortunadamente, estamos en 2009 y Nicanor está más vivo que todos nosotros.

CHILENA
Te gusta mucho la novela excedida, larga, como “La broma infinita” de Foster Wallace.
-Sí, ese libro impresionante. Y la novela… ahora estoy súper reconciliado con Bolaño. Creo que lo entendí.

-¿En qué?
-Enterderlo consiste en entender a un tipo desesperado que se la jugó el todo por el todo. La novela tiene una cosa que el poemario no -me carga esta palabra; me encantó lo que escribió Pedro Gandolfo recién sobre “Cuadernos de guerra”, pero no me gusta la palabra poemario-: la novela tiene estructura. Y si la poesía no toma eso de la novela, la poesía es un arte de museo. O sea, no dice nada.
Hablas de resistir la escritura bienpensante, ahora me hablas de la novela; hace unos meses, desde Boston, hiciste una declaraciones contra la literatura actual chilena.

-¿Qué falta? ¿O qué sobra?
-Hay poetas extraordinarios, pero la literatura chilena, en general, está en una cosa bienpensante que me parece ruinosa.

-¿Por ejemplo?
-Novelas pretenciosas y al mismo tiempo sin ambición. Yo no creo en un escritor que diga admirar a Bolaño y que al mismo tiempo no sienta el impulso de ir más lejos, y si no puede, que al menos una vez al año no diga: mierda, por qué te viniste a meter. Sin una reserva básica de criminalidad no hay arte, decía Robert Rauschemberg. Pero no; son admiraciones beatas, pasivas, masoquistas, que carecen de pasión, de fuerza, de locura. Hay que volver a leer obras que están semiolvidadas, las primeras novelas de Contreras, de la Eltit, “Memorias prematuras” de Rafael Gumucio, porque algo se jugaba allí, lo que yo llamaría una cierta radical orfandad. Notables obras, entusiastas y heridas.

-¿Y después?
-Después viene la socialité… me di cuenta de esto 25 años atrás, en un cumpleaños de uno de la llamada nueva narrativa. Los tipos ya no hablaban de lo que estaban escribiendo, sino de agentes. Ahí sí que estamos sonados, entre el arribismo extremo y la siutiquería extrema. Ten tu agente, yo mismo trabajo con una agencia en Estados Unidos porque para cobrar soy un desastre, pero no lo expongas como símbolo de estatus. Hay un profundo equívoco. En alguna parte les dijeron o creyeron que este era un asunto de Herralde, o de Anagrama o por último de la academia norteamericana y están profunda, patéticamente equivocados. Son sólo seudos prestigios. Pienso en “La conjura de los necios”, de John Kennedy Toole. Tuvo como 20 rechazos y al 21 el tipo se mató. Pero siguió la mamá, y aguantó y lo publicaron, y es uno de los libros cruciales; un Quijote al revés. No digo que uno deba matarse, no al menos antes del rechazo número 22 -no le vamos a dejar todos los récords a los escritores norteamericanos-, pero que tus crisis de baja estima, donde crees que todo lo que has hecho no vale nada, tengan al menos una sana dosis de intensidad.

MEIN KAMPF, 2

-Titular “Mein Kampf” se presta para muchas lecturas. Una probablemente será de rechazo.
-El título es una ínfima metáfora del infierno, que es inescribible; el paraíso también. Apuesto, quiero, que el sentido de la palabra, que es “mi lucha”, se entienda, con la palabra en alemán y usando la frase de Hitler, en toda su connotación desesperada, desquiciada, rota. “Mein Kampf” es apelar a lo más execrable, para desde lo execrable poder entender los gestos de amor, de ternura, de compasión que uno levanta en su vida. Lo propiamente humano es la cámara de gases, es Villa Grimaldi. Desde ese horror se entienden nuestros pobres gestos de bondad, que son heroicos. El mundo no se puede medir por lo bien que están los que están bien, sino por lo mal que están los que están mal. Hay un verso de Borges que dice “felices los felices”. Maravilla. Pero los que están mal están mucho más cerca del “Mein Kampf”, de las sangrientas Internacionales, de Stalin, de Hitler, de los Pinochet.

-La geografía, el paisaje, es un asunto recurrente en todos tus libros, pero en “Mein Kampf” se descontrola, actúa apocalípticamente, se abre el mar, el desierto avanza sobre las ciudades… ¿De adónde vienen esas imágenes?
-Es una obra de 765 páginas estructurada en tres partes, se trata de un atardecer; la tarde del 10 de septiembre de 1973, de una noche; aquella que va entre el 10 y el 11, y de un amanecer; el del 11, un lapso de 10 horas que a la vez son millones de años o un segundo, como es en realidad el tiempo de una vida. La travesía por la noche es a la vez tanto la de alguien que está desvelado y a la vez un cruce por el desfiladero del mar que se ha abierto como en el Éxodo. Todos los hechos y personajes son absolutamente autobiográficos pero a la vez están relatados como desde un sueño. Allí emerge el desierto y el Pacífico que se ha secado. Pero claro, si fuera exactamente lo que te digo no habría estado quince años porque habría bastado con un telegrama.

-A propósito de paisaje, ¿esperas algo de la cumbre de Copenhage?
-No espero nada de esa cumbre. Por lo demás no estoy seguro que eso que llamamos la humanidad, con su infinita secuela de violencias, crueldades, genocidios, bombardeos, campos de exterminio, merezca sobrevivir. Pertenecemos a una especie que introdujo en nuestro planeta una violencia que éste no conocía. No creo que el cosmos ni la tierra nos echarían mucho de menos.

-Otro elemento que ha entrado con fuerza en tus últimos libros es la chuchada dura.
-Eso entra porque yo tengo una gran admiración y amor por la antipoesía, pero sentí que no estaba agotada, que Parra trajo de la vida las palabras que habla la gente, pero que hay todo un lenguaje de hoy, un chileno, que es casi otro idioma, absolutamente alucinante; la sonoridad de la puteada, de la frase hecha, es magistral. Hablar esa lengua es situar ahora su tiempo. ¡Viejo culeado, conchetumadre! es una música. Malas palabras en función de una composición.
Una de las muchas voces que hay en “Mein Kampf” es la de un personaje femenino que te pregunta: “¿Te duele eso, el parkinson?”. ¿Influye el parkinson en “Mein Kampf”?
-Se conecta, sí, en el sentido de que yo levanto una estética desde el daño.

-¿Cómo?
-No puedo ajenarme a mis movimientos involuntarios, son protagonistas de mi vida cotidiana, y por lo tanto también de la escritura. Y la escritura me ha librado al mismo tiempo de un tormento, permitiéndome tener una relación más hermanable, y divertida incluso, con el parkinson. Estos libros hablan desde la zona de lo dañado, de lo enfermo. Mi apuesta, no obstante, es a la coherencia, a la estructura, a que hayan mecanismos, relaciones, ser casi borgeano en ciertos detalles de construcción.

CHILE GENUFLECTO

-En uno de los adelantos que has publicado de Mein Kampf, “Los países muertos”, venían una serie de diatribas contra personajes del mundo cultural chileno. Iban escritos a modo de epitafios. ¿Tuviste problemas con los aludidos?
-Yo me reí mucho. Y, salvo Camilo Marks, no tuve ninguna respuesta directa. Cuando los publiqué en ese libro, apelaban al contexto. Ahora, si alguien se diera la fatiga de leer esta cuestión, se daría cuenta que el que habla está tanto o más dañado que los aludidos.

-¿Has pensado en tu propio epitafio?
-No, fíjate. Pero me gusta el de Parra: “Lo peor ya pasó / Peor humillación que la de existir no hay”.

-“País de sed” es una frase que se repite mucho en Mein Kampf. ¿Te gusta como está este país?
-No, no me gusta nada.

-¿Nada o poco?
-Nadita de nada, como dice la canción.

-¿Por qué? ¿Te gustaba más el país de antes?
-Me gustaba el país de la época de la UP. Había algo que me fascinaba, era un caos, pero en el caos yo era profundamente feliz, la inteligencia no radicaba en hacer buenas inversiones, donde ibas a invertir por lo demás, sino en captar la plasticidad del caos, su humor, su complicidad popular, su alucinante libertad.

-¿Y el de ahora por qué no?
-Porque es un país profundamente insolidario.

-¿Sigue limitando, como decía Violeta, al centro de la injusticia?
-Absolutamente al centro de la injusticia. Además, es arrogante: se da el lujo de menospreciar a Pedro, a Juan y a Diego. Y por otro lado es cobarde.

-¿Por qué cobarde?
-Porque funciona con una genuflexión ante los poderosos y ante el primer mundo, donde queremos que nos vean. Y por lo mismo, hay un profundo menosprecio hacia el resto, una profunda incomprensión de América Latina.

-¿Qué te parece el resultado de la elección?
-Yo vote por ME-O porque siento definitivamente que ya basta. Basta de esa generación que quiere perpetuarse como sea, si no es por aquí es por allá. Independiente de sus cualidades personales, no cabe duda de que el candidato del Juntos Podemos era una buena persona, pero se trata de personajes que tienen una carencia insalvable: no poseen una estética. Son como recreaciones del pasado, pero en versión leche condesada. Sí me alegró mucho la elección de Hugo Gutiérrez.

-¿Qué dejó de tener la Concertación para que esta vez no la apoyaras?
-Hace años que la Concertación agoniza. Muchos creímos que un socialista de la talla de Ricardo Lagos repararía transacciones nefastas y humillantes. La intocabilidad del modelo económico, por ejemplo, y que lucharía por una nueva constitución. Creo que pudo, pero no quiso, optó por la consolidación del sistema. Después las condiciones de Bachelet no podían sino ser extremadamente adversas; a diferencia de Lagos, creo que ella quiso, pero no pudo. El desenlace es la crónica de una muerte anunciada. La hija de un general asesinado deberá entregarle el poder a alguien en cuyo grupo están los que mataron a su padre. Fuerte. Pero tampoco es la primera vez en que Chile debe asistir a esa tragedia. En alguna parte Eduardo Frei Montalva debe haber alcanzado a darse cuenta que cuando optó por el golpe de estado que derrocó a Allende, había optado por sus propios asesinos.

-En segunda vuelta, ¿Piñera, Frei o Nulo?
-Jamás votaría por la derecha, jamás, pero nunca más tampoco ese chantaje humillante. Que aquellos que creen sinceramente que Eduardo Frei es el mejor hombre, voten por él y ganen.

MEIN KAMPF, 3

-¿A quiénes admiras del Chile de hoy? ¿Quiénes hacen falta?
-Faltan Nicanores Parra, Violetas Parra. Aunque han salido unos nuevos cantautores impresionantes, faltan Víctor Jara. Faltan Pepes Cuevas, él es un poeta que cada vez admiro más.

-¿Y quiénes sobran?
-Sobran los Paulmann. Los Andrés Velasco -dejo constancia que me cae muy bien, pero sobra ese pensamiento latero-. Creen que una vida se puede desperdiciar. Lo único importante es el pan de hoy. El hambre de mañana será problema de los de mañana. Falta sinceridad, humildad, civilidad. Estuve en Buenos Aires, donde tienen todos los problemas que quieras, pero vi a la Sinfónica de la Fuerza Aérea Argentina tocando unos tangos en plena calle y a los viejos bailando. Falta calle. Falta no creerse el cuento, falta entender que ser pequeño también es hermoso. Falta amor.

-Hay amor en “Mein Kampf“. El amor a Paulina Wendt, a quien está dedicado el libro y quien aparece recurrentemente en los poemas.
-Sí. Para mí el amor es la única barrera que puedes oponerle al hecho inminente de la muerte. Es la única resistencia. Cuando estoy en mi casa solo con la Paulina, no hay enfermedad. Desaparecen todos los movimientos, es súper impresionante. Es tan grande el amor que siento por ella que de repente casi me pongo a llorar del privilegio. De esta especie como de regalo en estos años finales.

-Tú militaste en las JJ.CC.
-Sí, milité, ene años.

-¿Qué piensas de Roberto Ampuero?
-Lo encuentro increíble. Estoy convencido que es un agente de la CIA. Es demasiado.

-¿Uno se puede dar vuelta la chaqueta pero no los botones?
-Tal cual, sí, es demasiado. Además que no es respetable como escritor. Uno puede finalmente aceptar a la Isabel Allende porque no es una mala persona. Pero si además de mal escritor se es una mala persona, no. No se puede ser tan renegado. Un poco de respeto por tu propia vida, por tu propio pasado, por tu propio rollo.

-Otra recurrencia en “Mein Kampf” son las citas, ¿cuál fue la última que pillaste?
-Una de Canetti: “La vejez mece mi corazón como una loca a su niño muerto”.

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