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Cultura

14 de Julio de 2011

“A los once años me violó una amiga de catorce debajo de la mesa”

Casi todas las entrevistas de Hernán Rivera Letelier hablan de lo mismo. De su infancia difícil en la pampa, de su infancia pobre, de su vida de minero, de cómo es pasar de ser un nadie a ser un escritor famoso -con plata- al que, entonces, se le preguntan cosas de este estilo: que qué […]

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Casi todas las entrevistas de Hernán Rivera Letelier hablan de lo mismo. De su infancia difícil en la pampa, de su infancia pobre, de su vida de minero, de cómo es pasar de ser un nadie a ser un escritor famoso -con plata- al que, entonces, se le preguntan cosas de este estilo: que qué se siente andar en avión o en qué se gasta la plata, o etcétera, etcétera, etcétera. Pero Hernán Rivera Letelier ya se cansó de hablar de eso.

-Como tengo la paciencia de ángel les respondo. Estoy escribiendo, tratando de escribir, una guía como contestar de cien maneras distintas a la misma pregunta estúpida.

De ángel, dice, porque de un ángel se trata su último libro, El escritor de epitafios (Alfaguara 2011). Un ángel-hombre que escribe y que vive en Antofagasta. Justo como él.

-¿Te sientes un ángel?
-Yo soy un ángel. No es que me sienta.

-¿Sí?
-La teoría del libro es que no existen los ángeles con alas. Y el gran ángel, que es el cielo, el universo, el espacio, la energía, es ese el que te toca y te transfigura en ángel -que significa mensajero- para entregar el mensaje, consolar un afligido, salvar a alguien. Pero no a cualquiera. Ese ángel toca a ciertas personas que tienen ciertas condiciones

-¿Qué hay que tener?
-Son condiciones que se dan en el libro. Acuérdate: irresponsable como los pájaros, idos como una flor, lúcidos como una estrella, cazadores de crepúsculo, atolondrados con el sexo opuesto.

-¿Tú eres atolondrado?
-Completamente.

-¿En serio?
-Sí. Atolondrado. Me cuesta empezar pero una vez que empiezo…jajaja. Pero ese atolondramiento es muy sensual, dicen.

-¿Quién dice?
-Todas.

-El sexo, para el ángel del libro, es una experiencia trascendental. ¿Para ti igual?
-Depende del sexo. Cuando el sexo es completo, no hay nada mejor que el sexo. Es una experiencia casi mística. Pero tiene que entrar en ebullición los cinco sentidos. Producirse esa unión espiritual que va más allá de la mera carne. O sea el sexo pura carne, cuando lo terminai de hacer, pensai: “ojalá esta hueona se vista y se vaya rápido”. Porque se sació el animal no más.

-Tú no estás casado, ¿o sí?
-Sí.

-¿Sí?
-Hace treinta y siete años.

-Tan casado que no pareces casado.
-Jajaajaja. Estoy plácidamente casado.

-¿Qué onda la vida matrimonial después de tanto tiempo?
-El sexo igual. Yo con mi mujer aún veo la gloria.

-¿En serio?
-Sí-, se ríe.

-¿Y qué se hace con la fidelidad? ¿Con la infidelidad, más bien?
-No nos preocupamos de eso.

-¿Por qué?
-Porque te preocupas de eso y matas esa cosa placentera del sexo.

-Mejor no saber…
-Todos somos infieles. O nadie es infiel. Hasta que te sorprenden.

-¿No eres celoso?
-Nada. Los celos te matan esa mística. Eso de andar revisando los bolsillos, el celular, los mensajes.

-¿Nunca fuiste celoso?
-Nunca

-¿Despreocupado?
-O seguro. Anda tú a saber…

-¿Seguro de que te van a poner el gorro igual?
-Jajaja. En la pampa decíamos que los hombres se dividen en dos clases: los que saben que los gorrean y los que no lo saben. ¿Tú estás casada?

-No.
-¿Qué edad tienes?

-25.
-Muy joven.

-¿A qué edad te casaste tú?
-A los 24.

-¿Por qué tan joven?
-Por intuición. Dije: “con esta niña quiero vivir toda la vida. Esta niña es la que esperaba”. Y fue. Yo tenía 24 y ella tenía 16. Igual que la niña gótica del libro.

-Te gustan las menores de edad
-Me estoy dando cuenta de que me estoy haciendo viejo porque cada vez me gustan más jóvenes.

Hernán Rivera Letelier se detiene. Quiere hacer una llamada por celular. No le resulta. No entiende cómo usar un celular que no tiene teclas, que sólo se toca.

-Soy un ángel por lo hueón. No por lo bueno. Si soy una bestia.

-¿Por qué bestia?
-Porque soy un bestia no más. Uno se da cuenta. A mi la gente me mira con adoración y yo digo por qué, si yo soy un hijo de puta.

¿Por qué?
– Porque no me considero para nada un hombre digno de lo que me está pasando, digno de que me quieran, digno de sentir ese cariño de la gente. La gente llega a la feria del libro y se pone a llorar, se emocionan se abrazan lloran, me llevan guaguas para que las toque.

-Como si fueras el Papa
-Sí. Me llevan fotografías de parientes enfermos para que les escriba algo.

-¿Te gusta eso?
-Es una gran responsabilidad. No me siento cómodo.

-¿A qué te refieres con ser hijo de puta? ¿A no merecerlo?
-A ser un pecador, por supuesto.

-¿Cuáles son tus pecados?
-De los siete pecados capitales, mi favorito es la lujuria. Y doy gracias a quien sea que no tengo el pecado de la envidia ni de la soberbia.

-Pero dices que eres un ángel.
-No sé. ¿Tú sentiste que te lo dije con soberbia? Está en el cómo se dice. En la forma. Ahí está el secreto. Yo te puedo decir: no es que lo que pasa es que yo soy un genio. Depende de como lo diga.

-¿Eres un genio?
-Por supuesto que sí pues. Si no, no estaría contigo. Jajaja.

Hernán Rivera Letelier dice que se siente joven, muy joven, con los 61 años que cumplió el lunes.

-¿ Lo celebraste?
-Por supuesto. Estuve hasta las tres de la mañana aquí en Santiago con unas amigas.

-¿Haciendo qué?
-Conversando, bailando.

-Cosas sanas.
-Muy sanas. Jajaja.

-Tú no tomas…
-No. Tampoco soy abstemio. Me tomo mis copitas, mis cervezas. Pero no me emborracho. No me gustaría verme curado.

-¿Por qué? ¿Te has curado alguna vez?
-En la pampa me anduve emborrachando una vez y había un espejo, y no me gusté como me veía borracho. Y dije no, esto no es lo mío. Además yo me crié en una casa donde mis papás eran evangélicos. Entonces yo nunca vi una botella de vino en mi casa. Mi padre no tomaba, no fumaba. Bailaba apretado sí, el viejo, porque se casó tres veces y tuvo como catorce hijos.

-¿Eso no es tan evangélico o si? Casarse tres veces, digo.
-Es que se le morían. Pero bueno. Tal vez lo del alcohol me influyó mucho.

-Pero a veces pasa que la gente sale justo justo al revés a como la educan.
-De repente pasa pero lo mío es muy extraño porque yo, siendo un minero y que en los días de pago me invitaban a la fonda los compañeros de pega y yo los acompañaba igual, y ellos sabían que yo me tomaba una Fanta.

-¿Y tú eras evangélico de chico?
-Yo fui evangélico hasta que me solté de la mano. Me llevaban de la mano al culto, a predicar, yo acompañé a mi viejo a predicar, mi viejo era un predicador a la calle.

-¿Tú predicabas o te daba plancha?
-Yo acompañaba a mi viejo y me tiraba también mis textos: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, y nadie viene al padre si no es por mí?

-¿Y lo creías?
-Por supuesto. Pero nunca lo creí a pie juntillas. O sea nunca fui un ferviente evangélico. Siempre había una lucecita de descreimiento por dentro. No sé. Yo me desvié. Yo me descarrilé a los diez años, a los once años cuando quedo solo, cuando quedo huérfano de madre y ahí ya me descarrilé completamente. Empecé a vender el diario y vivía -prácticamente- en la calle, no iba a la escuela, hacia la cimarra, descubrí el sexo a muy temprana edad

-¿A qué edad?
-A los once años.

-¿Pero descubrimiento en qué sentido?
-O sea, descubrimiento.

-¿De perder la virginidad?
-Por supuesto. A los once años me violó una amiga de catorce. Debajo de una mesa. Jajaja

-Qué suerte. La fantasía de la niña mayor…
-Sí. Además era preciosa ella.

-Y debajo de una mesa dónde, ¿en tu casa?
-En mi casa, en el comedor

-¿Y había alguien?
-No. Estábamos solos. Ahora ¿por qué me metió debajo de la mesa? Anda a saber tú por qué. Jajaja. Pero debajo de las mesas me erotizo ahora de una manera.

Hernán mira la mesa que tiene al lado, la toca, se ríe y dice:
-Ya me está calentando esta mesa.

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