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Opinión

15 de Julio de 2011

The Mapuche University

Cuatro mil millones de dólares para educación. Así como lo lee. No aconteció ni con don Pedro Aguirre Cerda. Y me van a creer que hay quienes insisten con las caricaturas. “Para SP gobernar es endeudar”, leo en Twitter. Ciudadanos mala leche. Cuatro mil millones de la divisa verde no se anuncian todos los días. […]

Pedro Cayuqueo
Pedro Cayuqueo
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Cuatro mil millones de dólares para educación. Así como lo lee. No aconteció ni con don Pedro Aguirre Cerda. Y me van a creer que hay quienes insisten con las caricaturas. “Para SP gobernar es endeudar”, leo en Twitter. Ciudadanos mala leche. Cuatro mil millones de la divisa verde no se anuncian todos los días. Bajo mi canelo reflexiono cuántas cosas se podrían hacer, al sur del Bíobío, con parte ínfima de dicho presupuesto. Y en mi mente asoma, cabalgando como es debido, el sueño largamente postergado de la Universidad Mapuche. O mejor dicho, de la “Universidad del País Mapuche”, para incluir también a nuestros vecinos chilenos y nadie salga vociferando por la ocurrencia de un ghetto étnico académico.

¿Será posible, Excelentísimo presidente? Nadie piense que invento la pólvora. Puede que no lo sepan (lo más probable, ya que a nadie se le enseña ni mucho menos se lo preguntan en la PSU), pero una de las primeras demandas del movimiento mapuche contemporáneo, es decir, aquel que surgió en el 1900 posterior al proceso de “invasión – saqueo – asesinato – despojo – reducción – empobrecimiento”, también llamado Pacificación, fue la demanda por educación. O “enducación”, como gustaba pronunciar un tío cuya lengua materna siempre fue el mapudungun y que jamás se vio la suerte con Cervantes.

Por aquel entonces, les hablo de 1920 en adelante, si bien el temita “territorial” ya existía (trataba más de evitar el despojo de la tierra que de “recuperarla”; ya sospecharán ustedes como nos fue el resto del siglo), la demanda por educación fue una preocupación central de cuanto lonko mapuche existía. Perdida la guerra en el Fuerte Temuco (si, fue una guerra, lo siento tatita Villalobos; las cosas por su nombre), adaptarse a las nuevas condiciones resultaba estratégico. Nuestros viejos, como Lautaro al montar a escondidas el caballo de Valdivia, lo tuvieron claro desde el comienzo.

Adaptarse o morir, pareció ser la consigna. Y a ello pusieron más que manos a la obra. Prueba de ello son los cientos de colegios rurales levantados, entre 1925 y 1970, al interior de las “reducciones” (también llamadas “comunidades” por quienes gustan de la poesía) y las becas que hijos de connotadas familias mapuches obtuvieron –mediación de la Iglesia de por medio- en exclusivos colegios de Santiago, Chillán y Concepción. ¿No lo sabía? ¿Y si le cuento además que el principal sueño de la Corporación Araucana, tal vez la más importante organización mapuche de todo el siglo XX, fue la creación en los años 60’ de una Universidad para el Pueblo Mapuche en Temuco?

Pelontuwe. Así se llamaba el citado proyecto educacional. En mapudungun, “un lugar desde el cual vislumbrar el futuro”. Poesía pura. Pero también prosa. Y es que el sueño mucho tenía de real; para empezar, el terreno, decenas de hectáreas ubicadas en las afueras del Temuco de aquellos años y donadas por los propios miembros de la Corporación (ya les comenté que tierra si tuvimos; sucede que alguien después nos las quitó). El proyecto era ambicioso; involucraba una Universidad Técnica, un Centro de Capacitación Indígena Campesino y hogares estudiantiles para los jóvenes provenientes del campo.

Cuentan que la idea entusiasmó hasta el propio senador Neruda, quien no dudó en comprometer gestiones de financiamiento ante el Congreso. Nada de ello prosperó, lamentablemente. Polarización política primero y golpe de Estado después, convirtieron a Pelontuwe en la “Iniciativa Dharma” mapuche. Hoy, en las hectáreas donadas entonces por los abuelos, se emplaza una villa residencial, un par de hogares estudiantiles del fisco y parte del Campus “Valentin Letelier” de la Universidad de La Frontera. ¿Cómo y bajo qué circunstancias llegaron a instalarse allí? Buenísima pregunta.

Cuatro mil millones de dólares. En este punto lo invito a soñar, estimado Presidente. Año 2013, usted de visita oficial en Temuco, inaugurando el Campus “Alex Lemún” de la modernísima Universidad del País Mapuche. A su lado, el triministro Laurence Golborne (Joaquín Lavín descansa en paz tras los luctuosos sucesos del 2011, una gran pérdida para el país), la vocera de gobierno Lily Pérez y la líder máxima de la Concertación, Michelle Bachelet, recién llegada tras renunciar en la ONU. Integran además la comitiva altos representantes de las universidades de Oxford, Cambridge, Harvard y Penn, asociadas todas al proyecto. Y por supuesto los rectores de la Universidad del País Vasco y de la First Nation University de Canadá, instituciones de prestigio mundial y en las cuales se basó la innovadora iniciativa, lejos el principal legado de su administración en las tierras sureñas de Caupolican.

¿Qué le parece, señor Piñera? ¿Será posible algún día? Dólares y euros convengamos que no nos faltan. Y si faltan, para algo que nos sirvan los excedentes del cobre o la caja chica de nuestros amigotes de la OCDE. Administrativos y cuerpo docente mapuche tampoco faltará. Y de primer nivel le adelanto, magister y doctores incluidos, muchos de ellos formados en el primer mundo gracias a la generosidad de un gringo filántropo apellidado Ford. Y estudiantes con tres dedos de frente, créame, los hallará al sur del Bíobío por montones. Lucas, cuerpo docente y estudiantes ¿En qué topamos entonces?

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